El Principio de Escasez

noviembre 11, 2012 · Imprimir este artículo

No hay de todo para todos, ni siquiera de mala calidad
Por Juan Carlos de Pablo

El principio de escasez dice que no hay de todo, para todos, gratis. Ahora bien, si de cada bien se produjeran variedades de calidades buenísima, regular y malísima, ¿sería posible que cada persona pudiera tener acceso a todos los bienes, aunque de calidades distintas? ¿Qué pasaría si la Secretaría de Comercio forzara a que el precio de cada una de las calidades fuera tal que cada persona pudiera comprar todos los bienes, aunque de diferente calidad según sus ingresos?

Al respecto entrevisté al norteamericano Richard Allen Lester (1908-1997), especializado en el arbitraje de disputas salariales (asesoró al presidente John Fitzgerald Kennedy en cuestiones salariales y laborales). Pero lo consulté porque, en la American Economic Review, a mediados del siglo XX mantuvo una controversia con Fritz Machlup, sobre si los empresarios adoptan sus decisiones pensando en la maximización de sus beneficios, disputa que la profesión conoce como la controversia marginalista.

-¿Quién dijo qué, y qué dirían hoy sobre lo que discutieron entonces?

-Machlup sostuvo que los empresarios decidían según el principio maximizador de beneficios; yo que estaban muy lejos de ello. No buscamos un acuerdo, sino clarificar posiciones.

Desde entonces ha corrido mucha agua bajo los puentes: mejoró el acceso a la información por parte de los decisores, pero también aumentó el tamaño de las empresas y la dispersión geográfica de las oficinas y plantas. Contemporáneamente, Armen Albert Alchian propuso un enfoque darwiniano, según el cual en un contexto competitivo los empresarios que no maximizan sus utilidades quiebran, de manera que, con el paso del tiempo, sólo observamos a los maximizadores.

-¿Qué le parece que se ofrezcan diferentes calidades de un mismo bien, y que la estructura de precios posibilite que cada uno acceda a todos los bienes, aunque no todos de las mismas calidades?

-En la ópera ocurre algo parecido a lo que usted está planteando. En Buenos Aires, Nueva York o París, la platea cuesta por lo menos 10 veces lo que cuestan las localidades ubicadas más arriba.

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La diferencia de precios tiene muy poco que ver con lo que cada uno puede apreciar de una misma función, y muchísimo con el subsidio que los plateístas le hacen al resto (y los contribuyentes y los donantes, a los operamaníacos).

-Fantástico, ¿qué tal generalizar esto a todos los bienes?

-Lo de todos los bienes no debe tomarse en sentido literal. Por ejemplo, no imagino cómo pueden las compañías aéreas ofrecer su servicio más barato a precio no subsidiado, que esté al alcance de todos.

Si la iniciativa parte de las autoridades, no es lo mismo que éstas exijan calidades distintas, pero en el caso de la pizza la cantidad de mozzarella que va en cada porción depende exclusivamente del precio al cual se vende el producto, a que obliguen a ofrecer productos de todo tipo de precios, pero imponiendo restricciones sobre la calidad.

Este último caso es el más atractivo para los funcionarios, aunque claramente es el más difícil de implementar.

-¿Qué problemas plantea la primera alternativa?

-Que por razones de imagen, de escala, etcétera, no todas las empresas están dispuestas a ofrecer productos de todas las calidades diferentes, aun a distintos precios.

No todos los fabricantes de autos ofrecen toda la gama, no todos los confeccionistas ofrecen todos los talles, etcétera. Además, la economía argentina es una de las más cerradas del mundo, pero no es totalmente autárquica. ¿Se prohibiría la importación de productos porque sus fabricantes no elaboran todas las calidades imaginables?

-Nada de esto viola el principio de escasez.

-Efectivamente, pero dicho principio no es el único que guía la acción. También lo hace el de la conveniencia, dentro de ciertas reglas de juego. Si el temor y el terror fueran eficaces instrumentos de política económica, la Unión Soviética hubiera terminado siendo una potencia, y en 1989 el Muro de Berlín hubiera caído, pero para el otro lado. Es notable la frecuencia con la cual se olvida este hecho.

-Don Richard, muchas gracias.

Fuente: La Nación, 11/11/12.

Juan Carlos de Pablo

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