CFK vs La Justicia

marzo 4, 2015

Sólo hostilidad entre los K y la Justicia

Por Eduardo van der Kooy.

Ricardo Lorenzetti, titular de la Corte Suprema.Ricardo Lorenzetti, titular de la Corte Suprema.

La hipótesis de una tregua entre Cristina Fernández y la Corte Suprema, después del fallo de Daniel Rafecas que desestimó la denuncia por encubrimiento terrorista del fiscal muerto, Alberto Nisman, parece haberse evaporado. Es cierto que siempre existen pliegues insondables entre los poderes de un sistema institucional. Pero el discurso de Ricardo Lorenzetti, al inaugurar el año judicial, habría enterrado aquella conjetura. El titular de la Corte Suprema respondió el desafío político que la Presidenta disparó el domingo, durante la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso. También replicó, de modo explícito, las acusaciones y las mentiras presidenciales derramadas sobre el máximo Tribunal por el atentado en la Embajada de Israel, en 1992.

Lorenzetti habría pretendido reponer con su discurso de ayer cierto equilibrio inestable en el Poder Judicial, producto del belicismo que, sobre todo desde el 2013, viene desarrollando el kirchnerismo en ese campo. ¿Cómo es eso? Los sectores judiciales que responden al Gobierno (Justicia Legítima) habían retrocedido después de tres reveses duros. La tragedia de Nisman, la multitudinaria Marcha del Silencio del 18 de febrero, que se encargaron de impugnar, y la imputación por presunto encubrimiento terrorista a Cristina y a Héctor Timerman hecha por el fiscal Gerardo Pollicita.

La recuperación sobrevino con el dictamen de Rafecas que tendió a ridiculizar a Nisman y a Pollicita, sin reparar en ninguna de las pruebas solicitadas. Casi en línea similar a la que traza el ex miembro K de la Corte, Raúl Zaffaroni. Que el fiscal muerto, a lo mejor alucinado, había escrito un texto carente de mínimo fundamento.

Otro apuntalamiento para Justicia Legítima fue el discurso de la Presidenta. Amén del latiguillo sobre el partido judicial, habló de los “jueces que se independizaron de la Constitución”. Metáfora sobre la teoría del “golpismo blando” o “el activismo judicial golpista” que blandió el kirchnerismo. En ese punto, los jueces y fiscales que tomaron parte de la marcha presumieron la llegada de una noche prematura. Dos de los que impulsaron la movilización sufrieron amenazas desde el último domingo. “No toleraremos ninguna acción que ponga en riesgo el Estado de Derecho”, advirtió el jefe de la Corte.

Dijo otro par de cosas que parecieron una daga clavada en el corazón del pensamiento kirchnerista. “El Poder Judicial deber poner límites”; “Hay un modelo institucional agotado que debería reemplazarse por otro más deliberativo”. Las antípodas del mensaje subyacente de Cristina en el Congreso.

Después de escuchar a Lorenzetti el fiscal Pollicita dejó de tener dudas. Apelará la desestimación de Rafecas. Es una cuestión de horas. El grueso de la Justicia también sintió alivio. Pero todos podrían equivocarse si suponen que la Presidenta optará por algún retroceso. La apelación de Pollicita obligará a la intervención de la Cámara Federal. Sala I o Sala II, se verá. En cualquier caso, entrará también en acción el fiscal general, Germán Moldes. Cristina lo marcó el domingo –con molde de escrache– por haber imputado al titular de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde, y a la procuradora del Tesoro, Angélica Abbona. Ambos por distintos motivos. Parece difícil imaginar que Moldes no objete la desestimación de Rafecas. Luego resolvería alguna de aquellas Cámaras.

Pero el trámite no será fácil: el kirchnerismo, a instancias de Alejandra Gils Carbó, pretenderá recusar a Moldes. Apelaría al recurso del apoderado del PJ y diputado nacional, Jorge Landau. La participación en la Marcha del Silencio lo invalidaría para intervenir en la causa. Hay otra severa controversia en puerta entre el kirchnerismo y la Justicia.
La ofensiva se extendería a todos los convocantes de ese imponente homenaje a Nisman. Debería completarse con una maniobra que por el momento quedó detenida: la designación de los 16 fiscales urdida por Gils Carbó y frenada por medidas cautelares. El Gobierno va en la búsqueda de tumbar esas decisiones porque la otra estrategia cavilada no serviría: la de intentar que el nuevo Código Procesal Penal entre en vigencia antes de agosto. Hubo emisarios oficiales que se habían entusiasmado con la posibilidad de que aquellas cautelares fueran volteadas por la Corte Suprema. Si esa chance existió alguna vez, fue fulminada por dos episodios de los últimas horas. El desaire de Cristina a Lorenzetti y la respuesta del titular de la Corte delante de una jerarquizada presencia judicial.

Lorenzetti aprovechó uno de los tantos errores en que incurrió la Presidenta cuando, desde bancas de la oposición, fue interpelada con carteles sobre el atentado y la investigación por el atentado en la AMIA. Primero delineó la tesis de un autoatentado en la Embajada de Israel. Luego preguntó por qué razón la Corte nunca había avanzado con dicha investigación ni descubierto culpables. La ira la cegó. Lorenzetti recordó que hubo sentencia. Que determinó el hallazgo del grupo fundamentalista Hezbollah como responsable. Ese trámite, es verdad, resultó cuestionado. Pero el juez nacido en Rafaela fue contundente: recordó que la sentencia correspondió a 1999, cuando reinaba la Corte de mayoría automática menemista. Recalcó que se trata de cosa juzgada que el actual Tribunal no posee facultades para modificar. Suena increíble tamaño desconocimiento presidencial.

¿Desconocimiento o defensa, tal vez, desesperada? Podrían ser una combinación de todo. Cristina también quiso transformarse delante del plenario del Congreso en heroína de la investigación por la AMIA. Sostuvo que desde 1994 se había embarcado como legisladora en una lucha inquebrantable para llegar a la verdad. Y que en ese camino había pedido siempre la separación del juez interviniente, Juan José Galeano. En la Comisión Bicameral de seguimiento de los ataques a la Embajada y a la AMIA, que integró, decidió suscribir en 1997 un informe de reconocimiento a Galeano. Aconsejó incluso a la Corte Suprema que delegara en ese mismo magistrado –luego destituido por juicio político– la sustanciación de ambos ataques terroristas, por su evidente conexidad y causalidad.

Aquella desesperación obedecería siempre al mismo motivo. La Presidenta no sabe cómo justificar su viraje en la política exterior que concluyó con la firma del Memorádum de Entendimiento con Irán. Una determinación que tiene nexo con la denuncia de Nisman por presunto encubrimiento terrorista. Y con su misteriosa muerte posterior.

En ese sendero ya no tendría retorno. De allí, la escalada de tensión en el vínculo con Israel. El primer ministro, Benjamin Netanyahu afirmó desde Washington que el atentado a la Embajada fue detonado por Teherán. Tel Aviv responsabilizó a la Argentina por la falta de seguridad en esa sede diplomática.

La Presidenta avanza con un conflicto, quizás atizada por sus necesidades de política doméstica, sin calibrar sus consecuencias. Incrusta al país en un escenario internacional que no le pertenece y le calza demasiado holgado. Un juego similar se pagó extremadamente caro en los 90.

Fuente: Clarín, 04/03/15.

 

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Las llamativas razones de Rafecas para salvar a CFK

febrero 28, 2015

Las singulares razones de Rafecas

Por Carlos Pagni. 

asesinato politicoAl rechazar la denuncia de Alberto Nisman, el juez Daniel Rafecas alejó a Cristina Kirchner de dos hogueras. No sólo negó que la Presidenta haya encubierto el atentado contra la AMIA. De un modo menos directo, y tal vez involuntario, también la desvinculó de la hipótesis según la cual el Gobierno estuvo detrás de la muerte del fiscal. Sencillo: al dictaminar que la denuncia de Nisman era insostenible, refutó uno de los posibles motivos de su deceso. Porque si las imputaciones eran disparatadas, ¿para qué quitarle la vida?

Las razones de Rafecas para prestar esos servicios pueden ser complejas. Es posible que la más determinante haya sido que, para él, el planteo de Nisman tenía severas inconsistencias. Especialistas prestigiosos con los que este juez suele identificarse -Zaffaroni, Maier, Arslanian, Moreno Ocampo- sostuvieron esa tesis. Subrayaron que Interpol desmintió que Héctor Timerman haya pedido alguna vez el levantamiento de las alertas rojas contra los acusados iraníes. Al revés, informó que en varias oportunidades Timerman aclaró que, contra lo que sostenía el régimen de Ahmadinejad, eso no era materia del acuerdo. También advirtieron que el agente Allan Bogado había sido denunciado por la Secretaría de Inteligencia como falso espía. Y, en la línea de lo que afirmó Antonio Stiuso ante Viviana Fein, descartaron que las conversaciones entre D’Elía, Esteche y Khalil involucraran a funcionarios del Gobierno.

Quiere decir que, para Rafecas, las imputaciones de Nisman carecían de valor penal. Apenas tendrían, llegado el caso, algún mérito historiográfico. Es curioso que para sostener ese argumento también él haya plagado su escrito de consideraciones políticas y confesiones personales. En este aspecto, Rafecas imita y supera a Nisman. El juez sostiene, por ejemplo, que la señora de Kirchner no podría ser cómplice de los iraníes porque es «una figura política que a lo largo de veinte años de trayectoria ha sido consecuente en la búsqueda de proveer verdad y justicia». La excusa es casi tan insólita como afirmar que Timerman está libre de culpa por ser judío. Una condición que para el rabino Sergio Bergman, por ejemplo, en vez de impedir, agravaría el comportamiento atribuido al canciller por Nisman.

Si se hicieran pasar esas manifestaciones de obsecuencia por la lupa con que el filólogo Aníbal Fernández analizó la denuncia de Nisman, se podría concluir que también a Rafecas le escribieron el dictamen. Es lo que sugiere la orden de habilitar una feria cuya finalización había ocurrido 26 días atrás. Es decir, cuando el magistrado estaba de vacaciones. Con otra curiosidad: como demostró en esta causa María Servini de Cubría, no es frecuente que se interrumpa la feria para dictar una absolución. Trivialidades. Para Rafecas son trivialidades. Ayer aclaró que trabajó en soledad y sin presiones.

Hay otros rasgos inesperados en el fallo. En una serie de reflexiones encabezadas con la frase «en lo personal?», el juez necesita recordar su lucha contra el antisemitismo, que iguala a la de Nisman. Después aprovecha el expediente para enviar sus condolencias a la familia del colega muerto.

Los esfuerzos que hace allí Rafecas por salvar la imagen de Nisman contribuyen a una confusión. Nisman fue el denunciante, no el fiscal del caso. El encargado de la acusación es Gerardo Pollicita. Es a él a quien el juez debe refutar. En otras palabras: aun cuando su presentación fuera un exabrupto político, no había por qué pedir a Nisman una fundamentación exhaustiva del crimen que estaba describiendo. Tampoco Pollicita la ofreció: apenas pidió que se estudie la acusación a la luz de nuevas pruebas.

Es curioso que, entre los muchos caminos que tenía, Rafecas se haya negado a abrir la investigación. Podría haberse excusado de intervenir en el caso. Tenía un motivo razonable: en 2011, en la Hebraica, afirmó que «Irán financia organizaciones antisemitas» y que «D’Elía no es ajeno». A propósito: ¿no es raro que D’Elía no haya aprovechado este antecedente para recusarlo?

Rafecas también podría haber delegado la pesquisa en el fiscal, como hizo cuando tuvo que juzgar a Amado Boudou en el caso Ciccone. Pero prefirió cortar de cuajo toda sospecha. Ahora corresponde a la Cámara Federal evaluar si esa opción fue la correcta. Si los camaristas no lo hacen, se notará más la brecha que existe en Tribunales. Para ponerlo en términos de Cristina Kirchner: en el golpe judicial comienzan a aparecer «rebeldes» y «leales».

Sin embargo, en un fuero como el federal penal de la Capital, en el que buena parte de las decisiones se explican por factores ajenos a los expedientes, conviene recordar el contexto en el que Rafecas decidió sobre la Presidenta. El dato más obvio es que tuvo que resolver la situación de una imputada que está en condiciones de sacarlo de la Justicia desde el Consejo de la Magistratura. Un detalle que, según él, no lo incomodó. Aun cuando allí esté acusado por cerrar una causa en la que se denunciaban subsidios arbitrarios a productores cinematográficos que beneficiaron a su hermano. Entre otros cargos.

También hay que consignar que Rafecas protagoniza un feroz enfrentamiento con los abogados Darío Richarte y Diego Pirota, de estrecha relación con Stiuso, el espía en quien abrevaba Nisman. Esa enemistad nació en los albores del kirchnerismo, cuando Rafecas vapuleó a Fernando de la Rúa y, sobre todo, al ex jefe de la Secretaría de Inteligencia (SI) Fernando de Santibañes en el juicio por las coimas del Senado. Esa embestida era avalada por Alberto Fernández, uno de los promotores del ingreso de Rafecas en la Justicia. Richarte y Pirota, que eran colaboradores de Santibañes en la SI, terminaron siendo sus abogados.

Durante el proceso ocurrió un hecho extravagante. En una audiencia con el juez, uno de los senadores acusados le explicó: «Doctor, sobre nosotros se dicen infamias. Igual que sobre usted, que está acusado de cobrar 600.000 dólares por dar prisión domiciliaria a dos narcotraficantes serbios». Cayó el telón.

Un larguísimo pasaje de la absolución a De la Rúa y Santibañes condenó la conducta de Rafecas en aquel procedimiento. A raíz de esas críticas se abrió una causa contra él en el juzgado de Luis Rodríguez. Es el magistrado al que recurrieron Stiuso y Sandra Arroyo Salgado, la ex esposa de Nisman, para denunciar amenazas.

Otra consecuencia de aquel caso es que algunos radicales se la tienen jurada a Rafecas. Bastaría que coincidieran con el kirchnerismo en el Consejo para que el juez quede desplazado.

Para cerrar el círculo hay que mencionar que Richarte y Pirota fueron los abogados de Boudou delante de Rafecas. El encono con ellos volvería coherentes dos actuaciones en apariencia contradictorias: la persecución a Boudou y el perdón a la Presidenta.

El entorno de la decisión que favoreció a la Presidenta vuelve a advertir sobre un fenómeno inquietante que se verifica en la Justicia en su relación con la política: la culpabilidad y la inocencia no siempre dependen de las pruebas. La mayoría de las veces son el resultado de una azarosa guerra de facciones. Pero Rafecas dice que ése no es su caso.

Fuente: La Nación, 28/02/15.  

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El regreso del miedo a la Argentina

febrero 22, 2015

El regreso del miedo a la Argentina

Por Joaquín Morales Solá.

cfk locaHace pocos días, un viejo peronista salió asombrado de una reunión con Carlos Zannini, el funcionario más cercano a la Presidenta. «Decidieron dinamitar todo antes de irse«, contó, consternado. Cristina Kirchner confirmó ayer esa versión de su alucinada estrategia. Demostró también que perdió la capacidad para interpretar los hechos de la política que ella no maneja. La marcha del 18-F fue una inmensa conspiración destituyente, dijo, que tuvo como conjurados, sobre todo, al Poder Judicial y a los medios periodísticos independientes.

Aunque también deslizó alguna línea sobre el poder económico. Nisman merecía el homenaje sólo de su familia (ni siquiera el de ella), insinuó, y, por lo tanto, lo que sucedió en las calles el miércoles último fue una sublevación contra su gobierno.

La reacción presidencial no sólo advierte sobre el decurso febril y furioso de los próximos diez meses, sino también sobre la magnitud de la herencia que recibirá el próximo presidente. Cristina no se detiene en las consecuencias de lo que hace y dice: dinamitó, en efecto, su relación con el Poder Judicial y con un enorme sector social, que pertenece a los decisivos estratos medios de la sociedad. Lo que sigue de aquí en adelante no puede ser otra cosa que una nueva escalada de su radicalización extrema. La Presidenta ha decidido, al mismo tiempo, inscribir el peor recuerdo de su gestión para los tiempos en los que ya no estará en el poder, dramáticamente próximos.

El poder supuestamente conspirativo vive una atmósfera menos delirante. Vale la pena consignar un ejemplo. El fiscal Germán Moldes y Julio Piumato, el máximo dirigente sindical de los empleados judiciales, no se hablaban desde hacía décadas. Los dos militaron en corrientes distintas del peronismo en los años 70 y ambos sufrieron la cárcel y la tortura durante la dictadura. Dos días antes de la marcha del 18-F debieron participar de una reunión con el resto de los fiscales para organizar la manifestación. Cuando se encontraron después de tantos años de distancia, Moldes dudó durante un segundo fugaz y luego corrió para abrazar a Piumato. Así, abrazados, estuvieron durante varios minutos, mientras los dos lloraban desconsoladamente. «Otra vez tenemos un muerto», se repetían uno al otro.

Los otros fiscales, que pertenecen a una generación más joven, observaban entre sorprendidos y conmovidos. «Yo tenía la piel hecha un gallinero», contó uno de los asistentes. El pasado parecía resolverse entre esos dos hombres. Quedaba el presente, pero Moldes y Piumato podrían explicar con ese gesto el espíritu lacerado que se posó en la Justicia y en sus funcionarios. Hay heridas, no golpismo. Lo que sucedió el miércoles último fue algo más que una marcha política y un homenaje póstumo al fiscal Alberto Nisman. Fue la aparición descarnada de un Estado capturado por una facción política, la exposición pública del temor que subyace en las personas que tienen que interpretar y aplicar la ley.

En última instancia, los fiscales, que deben denunciar e investigar en nombre del Estado (incluido el Gobierno), recurrieron a la sociedad en busca de protección. Increíble, aunque forme parte de la realidad. ¿Nisman fue el principio de una lista o la lista se agotó con él? ¿No hubo acaso antes una orden confusa (o no tan confusa) contra el juez Claudio Bonadio? Si la muerte de Nisman fue obra de sicarios iraníes, como suponen servicios de inteligencia extranjeros, la lista sólo lo incluía a él, por ahora al menos. Pero si fuese una dramática conclusión de su denuncia contra el gobierno argentino, esa eventual lista podría ser más extensa aún y no agotarse ni siquiera en funcionarios judiciales. Éstas son las inferencias que se escuchan entre jueces y fiscales. El miedo no está ausente entre ellos, como no lo estuvo entre los que manifestaron el miércoles. Cristina Kirchner aportó ayer más miedo al miedo preexistente.

Ese pedido de ayuda de los fiscales llegó al inconsciente colectivo. No es casual que el fiscal más ovacionado durante la marcha haya sido José María Campagnoli, a quien estuvieron a punto de echar cuando intentó hurgar en la fortuna de Lázaro Báez. La popularidad de Campagnoli tiene su explicación en que fue, junto con Nisman, el fiscal más perseguido en los últimos tiempos por el poder cristinista. Campagnoli debió recurrir a los medios periodísticos, sobre todo a la televisión, para defender su estabilidad como fiscal. Una gran derrotada del miércoles fue también Alejandra Gils Carbó, quien persiguió a Campagnoli, se mostró indiferente frente a la muerte de Nisman y capitaneó la dolorosa fractura que existe en la Justicia. Son las órdenes de Cristina y sus consecuencias.

Casi todos los fiscales que encabezaron la marcha son perseguidos por Gils Carbó, con métodos directos o indirectos, a través de sanciones o del nombramiento de comisarios políticos en sus fiscalías. En la cabeza de la marcha estuvo, por ejemplo, Carlos Rívolo, el fiscal que investigó el primer y fundamental tramo de la causa contra el vicepresidente Amado Boudou por la compraventa de Ciccone. O Carlos Stornelli, que lleva junto con Bonadio la investigación por lavado de dinero en hoteles de la Patagonia por parte de Báez y la familia Kirchner. Bonadio y Stornelli son ahora las bestias negras para la furia presidencial. En la mira de esos dos funcionarios están ella y su hijo.

La ex esposa de Nisman, la jueza Sandra Arroyo Salgado, liberó a los fiscales, con sus últimas declaraciones, de la obligación de explicar por qué marcharon. Nisman no se suicidó. Fiscales y jueces lo dicen ahora abiertamente. Jamás Nisman se hubiera suicidado con un disparo en la cabeza, en el baño y en calzoncillos. Tenía un sentido demasiado obsesivo de la estética como para hacer las cosas de ese modo. Nadie encuentra, además, una sola razón personal o política para que haya llegado a esa determinación. «O lo mataron los servicios iraníes o algún sector de los servicios argentinos», resumió un fiscal que conoce el episodio de la muerte desde el primer minuto.

puticlub-zaffaroni 02Julio Bárbaro suele decir que la Corte Suprema de Justicia salvó a la democracia argentina de los estragos del kirchnerismo. «¿Ustedes se imaginan qué habría sido de la democracia si en la Corte hubiera habido tres jueces más como Zaffaroni?«, argumenta. Es cierto. Aun con decisiones polémicas, la Corte siempre dejó abierta la posibilidad de frenar las arbitrariedades en la aplicación de sus propias resoluciones. La pregunta tiene un sentido más amplio. Con un Poder Ejecutivo claramente autoritario y con un Parlamento disciplinado y sumiso, ¿qué hubiera sido de la democracia argentina con una Corte Suprema fanáticamente kirchnerista?

Ahora son los jueces y fiscales los que están dolidos y sublevados. Están haciendo lo que antes no hacían. Su deber es hacer, no demorar las decisiones. La confirmación del procesamiento de Boudou por la causa Ciccone explica lo que sucede en la Justicia. Esa resolución estaba prevista para fin de mes, pero se produjo un día después de la multitudinaria marcha del miércoles. Los jueces saben que nadie pide lo que tiene. Y la sociedad que salió a la calle reclamó justicia y criticó la impunidad. ¿Ese apoyo popular no conllevó también, acaso, un reclamo al trabajo de los jueces y fiscales?

Claro que sí. Y así lo entendieron ellos en las reuniones posteriores a la manifestación. Bonadio, el juez amenazado y el más detestado por el kirchnerismo, fue confirmado al frente de la causa por lavado de dinero. El juez Ariel Lijo, que llevó la investigación de Ciccone contra Boudou, fue elogiado por sus propios pares luego de la ratificación del procesamiento del vicepresidente. Boudou está a las puertas del segundo juicio oral y público por hechos de corrupción. Los diez meses que le quedan podrían resultar un infierno para él. A veces, la deshonestidad y la mentira se pagan en este mundo.

Es probable que todo el Gobierno atraviese diez meses convertidos en un infierno. La Justicia podría sorprenderlo cada quince días o un mes con otra decisión adversa y dura. Es la vieja estrategia de los jueces cuando rompen relaciones. Mucho más cuando saben, desde ayer, que están en medio de una guerra sin medida, sin límites y sin códigos.

Fuente: La Nación, 22/02/15.

relato salvaje K

 

 

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Argentina no es para demócratas

noviembre 23, 2014

 

Ahora dicen que el kirchnerismo seguiría

  • PorAlejandro Borensztein.

Después de 30 años de democracia, y con un gobierno que en su onceava temporada ha decidido no televisar el Festival de Cosquín, sólo porque el pueblo cosquinense aprobó con el 63% de los votos la destitución de su intendente kirchnerista, hay que decir las cosas como son de una buena vez: este país no es para demócratas.

Un amante del estado de derecho, la división de poderes y toda esa paparruchada, la pasa mal pobre tipo.

CFK dedo levantadoNi bien el gobierno se enteró de que la derecha imperialista cordobesa que invadió Cosquín rajó al intendente k porque tenía olor a Báez, les mandaron a decir que si este año se quieren poner el poncho y darle al bombo, se van a tener que ir a cantar a la roncha de los Buitres. A dúo con Pablito Cantor (Paul Singer).

Los ingenuos demócratas suelen decir que la cosa no se limita a votar cada dos años y que lo importante es el funcionamiento institucional y la fortaleza de los partidos políticos. En realidad, lo primero nunca lo tuvimos y lo segundo lo incendiamos en 2001. Por eso, todo esfuerzo por recuperar estructuras políticas o construirlas es, por lo menos, conmovedor.

Todo esta perorata es para explicar que Lilita, siendo adorable, rendidora y creíble, está completamente pirucha.

Según ella, Massa, Cobos y Binner son el narcotráfico, Scioli y Macri son dos corruptos (Mauri un poco más tolerable, por ahora), los radicales son cómplices del choreo, Tumini es un ex ERP y Pino un inútil que sólo juntaría votos entre los mineros a cielo abierto. Se ve que toda esta gente de UNEN se corrompió muy rápido porque hace un añito eran fenómenos.

Si esto es cierto, quiere decir que al final el kirchnerismo no es tan malo como andan diciendo por ahí. En tal caso, ¿para qué cambiar a los narcos y corruptos del kirchnerismo por los narcos y corruptos de la oposición? Mejor narco y corrupto conocido, que narco y corrupto por conocer.

No niego que muchas de las denuncias que hace Lilita sean ciertas. Pero en política hay que tener un poco de muñeca, muñeca. De última, podría haber hecho lo que hizo sin andar regando de orín al resto de la humanidad. Sólo se salvó Altamira. Por ahora.

La insistencia de Carrió por acordar con Macri se basa en que todo vale porque «hay que salvar la República». Lamento avisar que para «salvar la República», primero debe haber una. Construir una República sería una excusa más razonable para ese acuerdo. Salvadores ya tuvimos varios y así nos fue.

En ese sentido suena mucho más lógica Margarita Stolbizer que, ante la falta de partidos políticos, trata de construir un espacio para que algún día tengamos un frente progresista. Haría falta que del otro lado se arme un frente conservador y todo estaría más claro. Pero esas son cosas para demócratas, no para nosotros.

A juzgar por la cara de alegría de mis amigos kirchneristas, la Compañera Lilita les hizo un favor de aquellos. Increíblemente, por estos días el kirchnerismo volvió a sentir que puede ganar las elecciones de 2015 que, semanas atrás, ya daban por perdidas.

Lilita ha partido hacia la estratósfera donde se va a encontrar con la otra: la Compañera Jefa que anda por ahí combatiendo a los marcianos. «Lilita al gobierno, Cristina al poder» podría ser el lema perfecto para sintetizar el actual estado de cosas. Y si a los demócratas no les gusta que se vayan a vivir a Noruega.

Por suerte para el gorilaje nacional, los kirchneristas todavía tienen un año para emputecerse solitos, como suelen hacer, y desaprovechar il bocatto di Cardinale que les entregó Carrió.

Mientras tanto, el gobierno disimula el hecho de que la Justicia le pisa los talones. El famoso Hotel Alto Calafate ya es todo un emblema. La punta del iceberg. Uno ya lo puede imaginar vacío, como en «El Resplandor» de Stanley Kubrick con la Jefa escondida en el baño y Jack Nicholson con el hacha en la mano tirando la puerta abajo. Ella también se lo está imaginando.

La oposición en pleno, consciente de que el nuevo curro del gobierno es llenar la justicia de amigos, rechazó designar al reemplazante de Eugenio Zaffaroni en la Corte hasta que haya un nuevo gobierno. Quieren evitar que les enchufen en la Corte un juez militante k, como si Zaffaroni no lo hubiera sido.

puticlub-zaffaroniCon Zaffaroni pasa algo parecido que con Lilita. Uno lo ha bancado a muerte porque representó el cambio de la Corte Suprema menemista, una de las mejores medidas que tomó el kirchnerismo cuando todavía no sabíamos que el kirchnerismo era el kirchnerismo.

Hasta se le dejó pasar el hecho de que tenía sus departamentos alquilados a unas masajistas que daban masajes con final feliz. Si bien en cualquier democracia del mundo esto es suficiente motivo para rajarlo, acá no es tan grave. ¿Quién no le ha alquilado, alguna vez en la vida, todas sus propiedades a una red de prostitución?

Sus teorías frente al delito siempre sonaron raras, pero le das la derecha porque el tipo es abogado y uno, un simple arquitecto. Sin embargo, lo último ya es indefendible. Decir que «si no gana el kirchnerismo, la Argentina va a ser un caos», no da. Ni Alex Freyre se animó a tanto, sólo avisó que se iba a morir Pachano, cosa que evidentemente a Lilita no le importa porque quiere que el kirchnerismo pierda como sea. Pobre Pachano.

Por su parte, Alicia Kirchner, acosada por usar los aviones del Estado hasta para ir al cine, desafió al país al grito de «a nosotros sólo nos juzga el pueblo». Bastante parecido a cuando los milicos decían que a ellos sólo los juzgaba Dios.

En fin, insisto. Si no te gusta, andate a vivir a Noruega. O peleala, como hizo el querido Pepe Eliaschev.Perseguido por la Triple A durante el isabelismo, exiliado durante el Proceso, corrido por la Coordinadora cuando ésta controlaba todos los medios públicos, censurado por el kirchnerismo, se tuvo que bancar que Diana Conti renvindique al stalinismo en la cara, con sus 50 millones de muertos y que Timerman lo trate poco menos que de traidor a la Patria por deschavar que se estaba reuniendo en secreto con los iraníes para pactar que los iraníes investiguen el atentado que cometieron los iraníes.

Se fue un amigo, un miembro del Club de los Buenos y un demócrata. Una pena porque no abundan.

Fuente: Clarín, 23/11/14.

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La Corte Suprema declaró inconstitucionales las retenciones aplicadas a una empresa

abril 15, 2014

La Corte Suprema declaró inconstitucionales las retenciones aplicadas a una empresa.
Por Silvana Boschi.

Buenos Aires – En un fallo que anuncia fuertes repercusiones, la Corte Suprema declaró inconstitucionales las retenciones aplicadas a una empresa pesquera. La decisión fue adoptada este mediodía en la causa «Camaronera Patagónica contra Ministerio de Economía y otros», y fue firmada por los jueces Ricardo Lorenzetti, Carlos Fayt, Juan Carlos Maqueda, Eugenio Zaffaroni, Carmen Argibay y Enrique Petracchi.

El fallo permitirá a la empresa que acudió a la Corte obtener el reintegro de las retenciones aplicadas entre marzo y agosto de 2002, ya que luego hubo una ley del Congreso que ratificó esas retenciones. Si bien no significa un beneficio de manera inmediata para otras empresas en la misma situación, que están en juicio pero en instancias anteriores, constituye por parte de la Corte una reafirmación de la división de poderes, ya que el tribunal dejó claro que el Poder Ejecutivo no puede avanzar sobre una materia que la Constitución Nacional reservó en forma exclusiva al Congreso Nacional.

Todos los jueces coincidieron en que sólo el Congreso tiene facultades para fijar tributos, declarando la inconstitucionalidad de las resoluciones 11/02 y 150/02 del Ministerio de Economía, que habían aplicado esas retenciones con anterioridad la sanción de la ley. Esta decisión tiene implicancias institucionales en cuanto reafirma que «no hay tributo que no sea por ley», es decir, que no hay disposición del Poder Ejecutivo ni de la Afip que pueda imponer nuevos impuestos o retenciones.

El voto de la mayoría de los jueces (Lorenzetti, Fayt, Maqueda y Zaffaroni) declaran que la invalidez de la resolución -que estableció derechos de exportación, conocidos como «retenciones»- estaba limitada al lapso comprendido entre marzo y agosto de 2002, porque hubo una ley del Congreso que ratificó expresamente la legislación delegada. Los jueces Petracchi y Argibay, en cambio, no limitan los alcances de la inconstitucionalidad y no dan efectos a las leyes ratificatorias.

El voto de Lorenzetti, Fayt y Maqueda señaló que las retenciones son tributos y que, de acuerdo a los artículos 4°, 17 y 52 de la Constitución Nacional, sólo el Congreso de la Nación puede crearlos.

Destacaron que esa limitación es propia del régimen representativo y republicano de gobierno y que ninguna carga tributaria puede exigirse a las personas si no ha sido creada por el Poder Legislativo, único poder del Estado poseedor de esa atribución.

Fuente: La Nación, 15/04/14.

Argentina: El alarmante desasosiego de una sociedad vulnerable

abril 3, 2014

El alarmante desasosiego de una sociedad vulnerable.
Por Carlos Pagni.

La mención de Sergio Massa puso al juez Eugenio Zaffaroni al borde de un desequilibrio emocional. «Es un personaje lamentable que se pasa el 24 de marzo en los EE.UU., que va a hablar con el Tea Party, que se va a sacar fotos con el chanta de Giuliani (…) Si el general Perón viviera, lo consideraría un vendepatria

Es inusual que un ministro de la Corte polemice con un candidato. La animadversión de Zaffaroni hacia Massa está inspirada en la controversia sobre la reforma del Código Penal . Sin embargo, esa caracterización de Massa es atractiva más allá de su signo de valor y de las fobias que revela. El político que Zaffaroni retrató de esa manera es el más popular del país.

La descripción de Zaffaroni es verdadera. Massa realizó una gira por Nueva York y Washington en la que se entrevistó con los máximos responsables de la diplomacia de ese país hacia América latina. Visitó a un congresista ultraconservador del Partido Republicano. Habló en el Council of the Americas. Expuso ante varios hedge funds y en JP Morgan, la catedral de las finanzas. Y se fotografió con Giuliani, ícono de la «tolerancia cero».

En alguien que, como Massa, vive calibrando su imagen en las encuestas, lo relevante no es lo que hizo, sino el empeño que puso en divulgarlo. Lo más revelador del viaje es el viaje mismo, entendido como acto de campaña.

Es posible que hace apenas un año Massa no hubiera realizado esa visita. Ni hubiera propuesto, como hizo al regresar, una rebaja en el impuesto a las ganancias para empleados y pymes. Pero el cambio no se reduce sólo a Massa. Casi al mismo tiempo que él, Gabriela Michetti, Juan Manuel Urtubey y Margarita Stolbizer, que también están buscando votos, hablaron ante la audiencia de negocios del Council of the Americas. En Buenos Aires, Elisa Carrió, sobreponiéndose a antiguas diferencias morales, insiste en una alianza con la centroderecha de Mauricio Macri. Y el partido de Macri, Pro, se ubicó segundo en las elecciones municipales de Mendoza capital, confirmando una tendencia. Los candidatos de Macri ya habían conseguido ese lugar en ciudades como Córdoba, Rosario, Santa Fe, San Juan y Paraná. Además de haber ganado en Salta. Hay gestos y resultados reveladores de que en la opinión pública se ha abierto un espacio que aconseja a los dirigentes desplazarse hacia la derecha.

La Argentina insinúa hoy un nuevo encanto para las corrientes de inversión. Anteayer, The Economist, que en enero había previsto que el país se hundiría en el abismo venezolano, publicó un artículo sobre Cristina Kirchner y su ajuste con el título «Arrastrándose hacia la normalidad» (Creeping toward normality).

Sería un error, sin embargo, limitar el cambio a la corrección que realiza el Gobierno en su orientación económica -ayer, la Presidenta habló de «marchas y contramarchas»- y no advertir la mutación que se verifica en los pliegues de la sociedad, y que la conducta de los candidatos refleja y, a la vez, acelera. En las franjas más politizadas, es un giro respecto del alineamiento internacional, la relación con el mercado, el rol del Estado y la iniciativa privada. Ese cambio de clima, que los proféticos intelectuales del grupo Carta Abierta denunciaron como una inminente «restauración conservadora», ya parece estar produciéndose en las corrientes de fondo del electorado.

La variación es una respuesta a la crisis económica. Y no siempre tiene una modulación alentadora. En el imaginario de los vecinos de clase media y media baja de los grandes conurbanos, sobre todo en Buenos Aires, el presente comienza a tener rasgos de familia con la tormenta de 2001. Por numerosas razones, es un falso parecido. Pero a los sociólogos les sorprende que para muchos consultados la única diferencia con el trance de hace 13 años sea que «todavía conservamos el trabajo».

Los sondeos de opinión registran un deterioro marcado en la confianza en el Gobierno. La economía que ofrece el kirchnerismo ya no es percibida como una oportunidad, sino como una amenaza. Con un agravante: la Presidenta no ha acompañado el cambio de su política económica con un cambio de discurso. En vez de explicar las, para muchos, inesperadas restricciones, sigue hablando de una ola de bonanza que ya no se percibe.

Ese desfase produce un desasosiego que tiene manifestaciones preocupantes. Para un consultor que acaba de realizar una megaencuesta en La Matanza, «es cada vez más frecuente que la gente atribuya sus problemas a la presencia de extranjeros; si no consigue un turno en el hospital, es porque «está lleno de bolivianos y peruanos»». Con ese sociólogo coincide, sin saberlo, un funcionario porteño: «Nosotros realizamos reuniones con vecinos todo el tiempo y es cada vez más alarmante que problemas como, por ejemplo, la inseguridad dan lugar a expresiones xenófobas».

Violencia difusa

¿Estos sentimientos aberrantes son una novedad? ¿O han estado siempre allí y se manifiestan ante la escasez? Las respuestas son inciertas. Pero las investigaciones detectan un estado de violencia difusa. Los linchamientos de estos días hacen juego con ese registro. Son la derivación aberrante de una sensación de vulnerabilidad que se combina con la sospecha de que las instituciones no ofrecen solución.

La carencia de seguridad domina las encuestas desde hace años. La novedad es que ahora más del 25% de los que expresan esa angustia la asocian con el narco. Para nada fantasioso: de repente, un traficante muere en los bosques de Palermo a manos de un sicario y otro es atrapado en Nordelta por las fuerzas de seguridad de tres países. El narco, a la vez, aparece ligado a la policía.

No es una combinación del todo novedosa. La convicción de que el Estado ya no puede hacer frente al delito ha inspirado en Colombia a los Vigiladores Locales y en México a las Autodefensas. ¿Las pequeñas hordas de vecinos que se enceguecen ante un punga son el rudimento de este tipo de organizaciones? Imposible saberlo. Pero conviene recordar que uno de los rasgos de las convulsiones de Córdoba y Tucumán durante los amotinamientos policiales del último noviembre fue la extraordinaria cantidad de gente que salió a la calle armada.

El cuadro es interpretado como la derivación de un «Estado ausente». No es una lectura satisfactoria. Si hay algo presente en la Argentina es el sector público. Sólo que está donde no se lo necesita. En las transmisiones deportivas o derrochando recursos en empresas mal administradas. Al próximo gobierno le tocará regenerar el mercado y el Estado al mismo tiempo.

Cristina Kirchner suele atribuir esta agenda de problemas a la lucha de ricos contra pobres. Los ricos «toman de la buena». Y «a la guerra de Malvinas fueron mandados los más pobres». Para explicar la barbarie, dijo: «Cuando alguien siente que su vida no vale más de dos pesos para el resto, tampoco le podemos reclamar que la vida de los demás valga para él más de dos pesos». No aclaró si se refería al linchado o a quienes lo linchaban.

El problema es que, al cabo de una década ganada, los pobres tienden a atribuirle a ella la pobreza. El año pasado, el 50% de los beneficiarios bonaerenses de planes sociales votó por Massa. Y el último domingo, en Mendoza, avanzó el Partido Obrero, lo que va resultando familiar.

La Presidenta ignora algunas lecciones elementales de la sociología. Una es que el 78% de los argentinos cree pertenecer a la clase media. Sobre todo en los estratos bajos estructurados, donde todavía se conserva un empleo. La otra es que los conflictos de clase son más severos en los bordes. Los que creen que «nada funciona» porque «los hospitales están llenos de extranjeros» son los que están condenados a la salud pública y viven a una cuadra de la villa de emergencia. Tampoco pueden contratar seguridad privada. Los que piden a Macri que libere los terrenos ocupados de Lugano son vecinos de Lugano. Tal vez la Presidenta ignore que los desamparados de los grandes asentamientos también tienen la maldita pretensión de que su hija no regrese violada a las tres de la mañana. Los muy desubicados son como los que viven en Palermo.

Según todas las encuestas, en esas franjas crece la irritación frente al oficialismo porque se le atribuye, con exageración, gobernar sólo para una clientela subsidiada. Este reproche convive con una novedad que se registra desde que se disparó la inflación: los mismos que sienten que el Estado se ha olvidado de ellos comienzan a tener la peligrosa fantasía de que aparezca «un líder fuerte».

Fuente: La Nación, 03/04/14.

Carlos Pagni

Carlos Pagni

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