¿La palabra de Dios es la palabra de Wall Street?
mayo 15, 2012 · Imprimir este artículo
¿La palabra de Dios es la palabra de Wall Street?
Por David Weidner
¿Qué pasaría si Dios fuera analista?
Hace algunos días indagué cómo las escrituras sagradas son usadas para reforzar, justificar o vilipendiar la actividad económica, desde los impuestos hasta las comisiones bancarias.
En el proceso, me di cuenta de que un pasaje del Nuevo Testamento aparecía constantemente. Es probablemente el más citado en Wall Street cuando se trata de validar la inversión y el comercio frente a la vida espiritual.
Muchos analistas financieros usan la Biblia para promocionar su trabajo.
Quizás no por casualidad, el pasaje viene de Mateo, quien era recaudador de impuestos antes de comenzar a seguir a Jesús, según las escrituras.
Incluso aquellos que no tienen un trasfondo bíblico están familiarizados con Mateo 25: 14-30. Se trata de una parábola acerca de un amo que, dependiendo de la traducción, deja sus «talentos» o «dinero» a tres esclavos antes de comenzar un viaje.
Cuando regresa, dos de los esclavos han invertido y obtenido ganancias. El amo se emociona y les da promociones y más riqueza. Preocupado, el tercer esclavo entierra el dinero en la tierra, lo cual causa la ira del patrón.
«¿Por qué no depositaste mi dinero en el banco? Al menos lo hubiera recibido con intereses», le dice el amo.
Uno no tiene que formar parte del coro dominical para entenderlo. El mensaje es que Dios quiere que hagamos algo con lo que tenemos. Quiere que prosperemos, multipliquemos y asumamos un poco de riesgo.
Tampoco es descabellado pensar, sobre la base de este pasaje, que casi todas las profesiones de Wall Street —prestamistas, operadores, analistas— practican lo que predica la Biblia. Muchos asesores financieros han usado el libro sagrado para promocionar sus servicios. Hay incluso un fondo de inversión registrado que se llama «Mateo 25».
Es más, la interpretación de este pasaje parece estar más orientada a las finanzas a medida que pasa el tiempo. Las versiones más antiguas de la Biblia se refieren al amo dejando «talentos». Las interpretaciones más recientes, en cambio, dicen que el amo deja «dinero».
Sólo hay un problema. A casi todos los que les pregunté, religiosos, académicos y ateos, dijeron que Mateo, y por extensión Dios, no estaba hablando de dinero.
La historia «aconseja a los fieles invertir de forma sabia al igual que la parábola del grano de mostaza nos aconseja plantar semillas de mostaza», dice Harald Thorsrud, profesor asociado de filosofía en Agnes Scott College, en Georgia.
«Quienquiera que encuentre aquí una justificación para buscar ganancias, es muy probable que encuentre una inspiración semejante en cualquier parte», dice Thorsrud.
Kevin Macnish, profesor asistente de teología en la Universidad de Leeds me dijo que «la economía de Dios es diferente a la del hombre».
«Dios valora la atención a los pobres, las viudas y los huérfanos —los desafortunados y marginados de la sociedad— así que podemos amasar tesoros en el cielo al invertir en estas personas, en lugar de ganando dinero en la tierra».
Myles Alexander, pastor de la Universidad Estatal de Kansas, añadió una interpretación más profunda de la parábola al preguntar «¿quién es el amo y quién el esclavo?».
Alexander sostiene que el amo es Jesús y «los esclavos son los seguidores de Jesús, a quienes se les ha encomendado la propagación del evangelio», dice. «Corresponde a los seguidores de Jesús multiplicar su palabra en su ausencia física. Jesús les pedirá cuentas a su regreso».
En general, los estudiosos de Mateo coinciden en que el pasaje no se trata para nada sobre la inversión, a menos que uno considere «trabajar con el objetivo de la eternidad como recompensa» como una inversión. El pasaje tampoco es una recomendación sobre la asunción de riesgos.
Dios, según estos argumentos, es un analista flexible.
Fuente: The Wall Street Journal, 13/05/12.
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Mateo 25:14-30 [ Reina-Valera 1960 (RVR1960) ]
Parábola de los talentos
14 Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes.
15 A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos.
16 Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos.
17 Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos.
18 Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
19 Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos.
20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.
21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
22 Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos.
23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
24 Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;
25 por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
26 Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí.
27 Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.
28 Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.
29 Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
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