“Camino a la libertad”, por The Film Zone

febrero 12, 2014 · Imprimir este artículo

“Camino a la libertad”: Sobrevivir a la mentira

Por Julio Rodríguez Chico


Véala por The Film Zone (consulte día y hora) – «Camino a la libertad” es una epopeya de supervivencia narrada sin efectismos ni abusos dramáticos, con buen ritmo y un plantel de actores que ofrecen interpretaciones muy dignas. Gustará a los amantes de las historias épicas.

No son los nazis sino los soviéticos quienes ahora torturan, mienten y encierran a quien sea “extranjero” a su ideología de poder. Estamos en 1939 y la II Guerra Mundial comienza con el reparto de Polonia y Europa entre Hitler y Stalin, mientras los gulags se constituyen en cárceles de inhumanidad y algunas conciencias —obligadas por falsas denuncias o decepcionadas por la utopía marxista— se convierten en prisiones de la culpa y la ausencia. En Siberia, varios prisioneros deciden un día de ventisca escaparse y emprender una auténtica odisea de miles de kilómetros a través de la vasta estepa rusa, los interminables desiertos mongoles o las nevadas montañas del Tíbet. Una hazaña imposible para un grupo de hombres desesperados, sin agua ni comida y con precio puesto a su cabeza, pero decididos a no parar porque tienen un motivo.

En “Camino a la libertad” nos ponemos en marcha conducidos por la mano experta de Peter Weir. El director australiano logra construir un relato épico sin apenas momentos álgidos de dolor o emoción, sin recurrir al efectismo que una banda sonora subrayada podría aportar, con la contención en la dirección de actores que hace humanos a los personajes sin caer en lo sensiblero. Nos regala un retrato duro de una situación extrema en donde sabe mantener el tono de libertad que anhela cada héroe por necesidad. Ellos son un grupo variopinto de procedencia, formación, mentalidad y motivación: hay quien se presenta como prototipo de la bondad y quien destaca por su pragmatismo, quien aporta su cuchillo o sus dibujos, y también quien contribuye con su buen humor o con sus oraciones.

Todos tienen su historia personal y cada uno trata de aportar lo que tiene para llevar a buen puerto la empresa. Pero, en el ejercicio de su libertad, habrá quien un día decida regresar o tomar otro camino, quien se quede en el intento o quien persista en su propósito. Porque lo que Weir nos muestra es la gesta de tres hombres que atravesaron Siberia y llegaron a la India —a partir de los recuerdos del polaco Slavomir Rawicz—, pero también el modo de caminar por la vida, sin gulags de alambradas ni de conciencias violentadas. Excelente fotografía y bellos parajes cargados de fuerza dramática —National Geographic está en la producción— para estas jornadas de supervivencia y superación, en las que los actores dan la talla como la dieron los hombres que en la realidad emprendieron la huida hacia delante. Siendo muy dignas sus interpretaciones, se hace necesario destacar la labor de casting, pues Ed Harris ofrece el perfil ideal para el norteamericano dolido y desencantado, mientras que el joven Jim Sturgess pone rostro a la bondad del carismático líder y Colin Farrell crea el personaje más complejo, por paradójico e imprevisible.

De manera intencionada, hemos dejado al margen de los comentarios al personaje de Saoirse Ronan, que se suma a la expedición a mitad de camino. Su personaje de Irena aporta cohesión y humanidad al grupo, y la actriz pone un toque de ternura contenida al drama vivido. En cierta manera, su presencia es como el bálsamo para el padre atormentado, la compañía para el líder angustiado por el futuro de su mujer, el nexo de unión y comunicación de unos viajeros que se guardan su pasado y sus sentimientos. Saoirse/Irena podría verse, en este sentido, como la metáfora del amor entre los hombres, indispensable para llevar a término cualquier empresa, empezando por la convivencia. De hecho, podemos decir que ella continúa de alguna manera su misión al ver la entrañable acogida que les dispensa el pueblo hindú.

El director de “El show de Truman” (1999) nos deja una epopeya de supervivencia y de lucha por la libertad a partir de la bondad y solidaridad de algunos hombres y mujeres cansados de la mentira. El carácter de periplo en la adversidad física y en la soledad hace que la cinta reincida en el dramatismo agónico de algunas situaciones —las alucinaciones y espejismos están muy bien recogidas, por otra parte—, y que a algunos pueda resultarle esta un poco larga, echando en falta algún giro dramático que relanzase la historia —quizá con algún episodio de los perseguidores soviéticos—. Sin embargo, la película goza de buen ritmo narrativo y gustará a los amantes de las historias épicas inspiradas en la realidad, a aquellos que disfrutaron con “Hasta donde los pies me lleven” (Hardy Martins, 2001) o con la reciente “Katyn” (Andrzej Wajda, 2007). Al fin y al cabo, no siempre los nazis tiene que ser los malos de la película, y también Stalin se merece su protagonismo en este empeño por sobrevivir a la mentira, porque —como dice un personaje— «ya estamos hartos de mentiras».

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