Economía K
noviembre 29, 2009
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Economía K
Por Andrea y Miguel Ángel Broda.
Tenemos un Estado gigantesco, pero la sociedad siente «ausencia de Estado» (en seguridad, educación, salud, etc.). Por eso, políticos, empresarios y ciudadanos claman a viva voz por más Estado y más gasto público por lo que sea que falte o no ande bien. ¡Lo que nos preocupa es que la Argentina ya tiene un super-Estado y hay que financiarlo!
En la era K el gasto público estalló: el gasto primario consolidado (Nación más provincias) subió nada menos que 13 puntos del producto desde 2003 y alcanzará al 36% del PBI en 2009 (frente a un promedio de 23,5% desde 1960). ¡Después de 2006 el gasto se aceleró en forma inédita y subió 10 puntos del PBI en sólo tres años! Ello vino de la mano de mayor intervención del Estado, estallido de subsidios (que se multiplicaron por diez), aumento de inversión pública para suplir la ausencia de grandes proyectos privados y mayor uso del dinero público con fines clientelísticos, para acumular poder y sumar fuerzas de choque. Con la explosión del gasto y la desaceleración de los recursos (por la recesión), se profundizó el deterioro fiscal: de tener un superávit financiero consolidado del 3,7% del PBI en 2004 se pasó a un déficit del 3% en 2009 (sin incluir los DEG como ingresos corrientes). O sea, ¡en cinco años se perdieron casi 7 puntos de superávit!
En ese contexto, aumentaron las dificultades para solventar las obligaciones financieras. De hecho, vino cambiando la forma de financiarse del fisco: en 2007, de un total de US$ 25.000 millones de obligaciones por afrontar (servicios de deuda y otros), el 50% del fondeo provino del superávit primario del Tesoro (esfuerzo fiscal) y de las colocaciones de deuda, y el 50% restante, básicamente, de la refinanciación de la deuda en manos del propio sector público (ANSeS y BCRA). En 2009, sin colocar deuda y sin superávit genuino del Tesoro, las obligaciones financieras (US$ 30.000 millones) se cubren con el financiamiento del BCRA (36%, que incluye roll over de adelantos, uso de reservas y leve emisión monetaria), de la ANSeS (33%), del Banco Nación (8%) y con la monetización de los DEG (8%), mientras que el resto se financia con algún ahorro y «raspando cajas» (15 por cuento).
En 2010, para cubrir las obligaciones (US$ 30.000 millones) habrá que recurrir irremediablemente a un mayor uso de la cartera de las ex AFJP en poder de la ANSeS, préstamos de bancos privados y a un mayor financiamiento del BCRA, siempre admitiendo que se refinancia el 100% de los vencimientos intraestatales (US$ 17.000 millones). Puede ocurrir que se coloque algo de deuda en el mercado internacional, pero poco.
De lo que no hay dudas es de que 2011 parece más complicado y que el próximo gobierno recibirá una pesada herencia. Un simple ejercicio de sustentabilidad muestra que después de 2010 no será nada sencillo cumplir con las obligaciones financieras si no se vuelve a los mercados y no se recupera el superávit. Aun si se admite que se refinancia el 100% de los vencimientos de deuda intrasector público, se vuelve a colocar deuda en los mercados internacionales a un costo accesible y la Nación incurre en un pequeño déficit primario en los próximos años (0,5% del PBI), las necesidades financieras netas de los vencimientos intraestatales (incluido el déficit) trepan del 4,2% del PBI en 2010 al 6,4% en 2014 y pegan otro salto en 2016, al 7,2%, por los canjes realizados (más el de los holdouts ) y porque suben los pagos de deuda necesaria para financiar el agujero. En dólares, dichas obligaciones pasan de US$ 13.000 millones en 2010 a 25.000 millones en 2014 y a más de 30.000 millones en 2016.
Por lo pronto, se debería aprovechar la oportunidad única que está ofreciendo el mundo para colocar deuda. Hoy abunda la liquidez que fluye a los países emergentes porque I) el carry trade ha adquirido una magnitud espectacular (los inversores se endeudan a tasa casi cero en dólares, compran activos emergentes y consiguen altos retornos por estos activos y por la apreciación de sus monedas frente al dólar) y II) porque los países emergentes, que explican el 70% del crecimiento mundial ofrecen oportunidades de inversión. Sin embargo, en el futuro, el carry trade podría desaparecer y, si bien seguirían entrando capitales hacia los emergentes, el mercado podría comenzar a discriminar entre emergentes y ahí llevaríamos las de perder (la ilusión fiscal actual suele durar sólo un ratito). O sea, hay que colocar deuda cuanto antes por si se cierra esta ventana de oportunidad.
En conclusión, la Argentina entró en déficit fiscal. La acumulación de poder K a través de la caja y la ineficacia de la gestión va a dejar un serio problema al próximo gobierno, que deberá aplicar medidas impopulares para recuperar el superávit. Va a tener que bajar significativamente el ritmo de expansión del gasto y aumentar impuestos para reducir o eliminar los tributos distorsivos (retenciones). Tendrá que reformar el Estado elefantiásico, que será un frente de conflicto importante con los sindicatos. Y para eludir turbulencias fiscales o monetarias, no queda otra que salir del ostracismo y volver a los mercados de deuda.
Los autores son economistas del Estudio Broda.
Fuente: La Nación, 29/11/09.
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