El próximo gran tratado de libre comercio

julio 15, 2013 · Imprimir este artículo

El próximo gran tratado de libre comercio
Por Mary Anastasia O’Grady

Villa de Leyva, Colombia.

Este pintoresco pueblo colonial, rodeado de montañas y a tres horas en auto al norte de Bogotá, es un destino popular para los habitantes urbanos en busca de tranquilidad. Se pueden apreciar casas de paredes blancas con techos de tejas rojas mientras mujeres con ruanas y sombreros caminan por las calles empedradas. El tiempo parece detenerse.

Sin embargo, en la última semana de junio, fue la sede de la octava cumbre ministerial de la Alianza del Pacífico, la iniciativa de liberalización comercial más importante en el continente americano en décadas.

Mientras los grandes medios de comunicación del mundo se enfocaban en los disturbios en Brasil y el caso de Edward Snowden, el ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional buscado por Estados Unidos, ministros de comercio y de relaciones exteriores de Chile, Colombia, México y Perú y sus lugartenientes se encontraban aquí negociando los últimos detalles de un pacto de integración económica y comercial que probablemente sea el catalizador más efectivo de crecimiento en la región desde el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, o NAFTA por sus siglas en inglés), en 1994.

La Alianza del Pacífico podría también abrir las puertas para un tratado comercial transpacífico, en momentos en que las negociaciones para un Acuerdo Transpacífico liderado por EE.UU. no logran avanzar, la Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio ha colapsado y las conversaciones sobre el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión entre EE.UU. y Europa recién empiezan.

La Alianza del Pacífico, firmada por los cuatro países latinoamericanos en junio de 2012, es un acuerdo que tiene como objetivo crear una región única con libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas. Desde 2011, cuando nació la idea, los presidentes de los cuatro países se han reunido siete veces. Según un funcionario cercano al proceso con quien hablé, los líderes han presionado a los negociadores para que finalicen el tratado.

El 30 de junio, el diario colombiano El Tiempo informó sobre los logros de la sesión del fin de semana en su portada: «La Alianza del Pacífico ya desgravó el 92% de su comercio». Las negociaciones en torno al 8% restante están relacionadas con el ritmo al que se eliminarán las tarifas, no si se levantarán. Para cerrar la cumbre, la ministra colombiana de Relaciones Exteriores, María Ángela Holguín, afirmó: «Hemos avanzado tan rápido que los derroteros están casi todos cumplidos».

Después de una década de chavismo, estos cuatro países son lo que queda de la democracia liberal en América Latina. El denominador común que explica su supervivencia es la apertura.

Cada uno de los miembros ya tiene un tratado de libre comercio con los demás y también con EE.UU. Perú comenzó a abrir sus mercados durante el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000). Con casi 20 años bajo el TLCAN y una década de lidiar con productores chinos, las empresas mexicanas se han acostumbrado a la competencia extranjera y están hambrientas de nuevos mercados. Chile ha estado abriendo sus mercados de forma unilateral desde hace décadas y los productores del país son de primer nivel mundial. Colombia, tal vez el menos abierto del grupo, es liderado por un presidente pro-mercado, Juan Manuel Santos.

Como región de libre comercio, la Alianza del Pacífico será formidable. Su población —casi 210 millones de habitantes— representa 36% de Latinoamérica y es más grande que la de Brasil. En 2012, las cuatro economías combinadas fueron responsables de 36% del Producto Interno Bruto de la región y cerca de la mitad de sus exportaciones e importaciones. Asimismo, la Alianza sería la octava mayor economía del mundo y el séptimo exportador, según la Secretaría de Economía de México.

La alianza también liberalizará la competencia en servicios y proveerá un marco de seguridad y estabilidad regulatoria para los inversionistas extranjeros. La «acumulación de normas de origen» permitirá a los productores agregar valor a importaciones de un país miembro y exportarlas a otro. Los países miembros ya no requerirán visas para los turistas y los viajeros de negocios. México afirma que ya ha eliminado requisitos de visas para turistas peruanos y colombianos, y ha registrado un aumento de 63% en las visitas de personas de esos países entre diciembre y mayo.

La alianza no será un nirvana comercial. No todos los sectores estarán abiertos a la inversión foránea, ya que las leyes nacionales que prohíben la propiedad extranjera, por ejemplo, en los sectores de energía y telecomunicaciones, obstaculizarán el tratado. Poderosos intereses especiales pueden demorar —aunque no bloquear— las reducciones de aranceles sobre algunos bienes.

De todos modos, no hay dudas de que tanto el texto como el espíritu del acuerdo son extraordinariamente ambiciosos. Costa Rica ha iniciado el proceso para unirse y se espera que Panamá le siga los pasos en un futuro cercano.

Otros catorce países, incluyendo siete de América Latina, EE.UU., Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Japón, se han incorporado como «observadores», una designación que indica interés. Se dice que Canadá ya se habría unido si no fuera por el requisito de eliminar las visas de turista y de negocios. Ese problema se podría resolver con una excepción que permitiría el ingreso con una visa estadounidense.

Dentro de Latinoamérica, una Alianza del Pacífico exitosa probablemente cree un fuerte contrapeso al retrógrado proteccionismo y estatismo de Brasil, Venezuela, Argentina y Bolivia. Y habrá nacido con la original idea de que deberían postularse sólo aquellos países interesados en el libre comercio.

Fuente: The Wall Street Journal, 14/07/13.

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