Alemania endurece su posición

enero 19, 2011 · Imprimir este artículo

 

Alemania no quiere compartir el dolor de sus socios

Por Alen Mattich

 

Parece que la Unión Europea ha fijado una estrategia para salvar al euro. Es la de ampliar, fingir… y rezar.

Se están llevando a cabo negociaciones para convertir en permanente el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera –EFSF, por sus siglas en inglés–, el fondo de rescate creado el año pasado como mecanismo temporal para atajar las crisis de deuda soberana que asuelan la eurozona.

Y no sólo eso, sino que también se habla de aumentar la cantidad de fondos que puede prestar el EFSF.

Actualmente, el EFSF cuenta con una financiación total de 440.000 millones de euros, pero las garantías crediticias que se le han impuesto implican que sólo pueden desembolsarse de él unos 250.000 millones de euros. Algunos miembros de la UE están buscando maneras de hacer disponibles los 440.000 millones de euros del fondo, a menos, claro, que el fondo pueda ampliarse aún más. También confían en que se utilizará para comprar deuda estatal de países en problemas.

A los mercados les gusta lo que oyen. Pero el optimismo es exagerado.

La UE confía en que los nuevos créditos a tasas de interés más baratos mantengan a flote a los países con problemas durante unos cuantos años más, hasta que el crecimiento interno comience a despegar y logren volver a cumplir sus obligaciones. Hasta entonces, la respuesta a sus problemas es un incremento del crédito y mayor austeridad.

Pero la premisa depende de la capacidad de los países periféricos europeos para devolver las enormes cantidades de deuda pública y privada que ya tienen. Lo cual es improbable.

Las elevadas tasas de interés y las crecientes deudas significan que, por ejemplo, los pagos de intereses de España aumentarán del 1,8% del PIB en 2009 al 4,5% en 2016, mientras que para Irlanda la carga aumentará del 2,2% al 5,4%, según estimaciones de Citigroup. Los griegos probablemente sufrirán una hemorragia aún mayor, por encima del 6% del PIB, según otras estimaciones. Si tenemos en cuenta que se espera un crecimiento real del PIB inferior al 2% en los próximos cinco años en la mayoría de países de la periferia de Europa (aunque la media de Irlanda probablemente será del 3%) la amortización de las deudas será políticamente paralizante.

Para que la periferia europea evite otra crisis de deuda más grave que la actual, una que podría resultar falta para su permanencia al club del euro, estos países deben poder sacudirse la mayor parte de sus deudas al mismo tiempo que alimentan sus economías para que recuperen la salud.

Pero el único modo de lograrlo es que el núcleo de Europa, principalmente Alemania, comparta en gran parte los sacrificios de la periferia.

Los países más ricos tendrían que perdonar una buena cantidad de la deuda de los países periféricos europeos o hacerles alternativamente transferencias de pagos igualmente grandes. Y al mismo tiempo, Alemania tendría que aceptar unas tasas de inflación bastante superiores que las hasta ahora aceptables tasas registradas para evitar que los países enfrascados en medidas de austeridad tengan que recurrir a la deflación para hacerse competitivos.

Es cierto que el nuevo fondo de rescate europeo podría sustituir a la cara financiación a una tasa más razonable. Por ejemplo, Irlanda y Grecia pagan un interés de en torno al 5,2% por la financiación de urgencia que han recibido del Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea, porcentaje muy inferior al demandado en el mercado.

Pero el fondo de rescate tiene que mantener un difícil equilibrio. Las tasas de interés que pide a los países que recurren a él deben ser lo suficientemente bajos como para darles alivio financiero sin provocar la salida del mercado de los mayoristas.

Hay dudas de que el fondo sea lo bastante grande como para que a él recurra un país como España. Y si Bélgica e Italia, que están sobrecargados de deuda soberana, siguieran por el mismo camino, está claro que no habrá suficiente dinero en la bolsa.

Pero en última instancia, muchos de estos países tendrán que declarar el impago de la deuda. No será plato de gusto para Alemania, ya que los grandes bancos germanos tienen una exposición de unos 210.000 millones de euros a la deuda de las naciones de la periferia de Europa, el equivalente al 13% del PIB alemán. La suspensión de pagos con una recuperación del 50% sería algo muy, muy doloroso para los contribuyentes alemanes que respaldan a los bancos del país. La alternativa de unas transferencias directas igualmente elevadas desde el centro de Europa a la periferia probablemente guste aún menos a los alemanes, según un reciente informe de Otmar Issing, ex economista jefe del Banco Central Europeo.

Y tampoco será éste el único precio que Alemania tendría que pagar para rescatar al euro. Se ha estado dando deflación salarial en la periferia de la eurozona a medida que estos países intentan recuperar la competitividad ahora que no pueden devaluar la moneda. Ayudaría que Alemania estuviera dispuesta a permitir el incremento de la inflación interna y, con ello, los salarios nacionales. Pero eso no está ocurriendo. La tasa de inflación de Alemania es más baja que la de muchos de los países periféricos europeos. Y tampoco es probable que ocurra en el futuro. Los alemanes son alérgicos a la inflación.

El mensaje desde Alemania sobre hacer algo más que respaldar un fondo permanente es «nein, nein y nein«. Los alemanes, los holandeses y los fineses esperan que la periferia europea incremente aún más la austeridad para poder optar a rescates.

Para los países periféricos europeos esto supone grandes descensos del nivel de vida. el PIB per cápita de Irlanda era del 69% del de Alemania en 1989. Para 2009, era del 112%. Este incremento de la riqueza relativa está ahora deshaciéndose rápidamente. A medida que la gente en la periferia comience a acusar la pérdida de poder adquisitivo, su resentimiento hacia Alemania y otros estados centrales de la UE no hará más que aumentar. Con el tiempo, se preguntarán qué están obteniendo realmente por todas las molestias que se están tomando.

Si la respuesta es «pobreza», la tentación de declarar la suspensión de pagos será difícil de resistir. Aunque signifique la salida del euro.

Fuente: The Wall Street Journal, 19/01/11.

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