Argentina: El problema no es el dólar, sino el Gobierno

enero 27, 2014 · Imprimir este artículo

El problema no es el dólar, sino el Gobierno
Por Jorge Oviedo

Es increíble el esfuerzo que están haciendo las autoridades del país para llevarlo a una crisis económica de proporciones. En el extraordinario esfuerzo parecen no escatimar torpeza e ineptitud .

¿Alguien puede imaginar qué le pasaría a un paciente que recibe de su médico tratante medias palabras, pero siempre de malos modos, prescripciones contradictorias, cambios de medicación, marchas y contramarchas? El médico pasa a ser el principal de los problemas.

Desde hoy, si es que aparecen las normas y los procedimientos necesarios, la Argentina tendrá un dólar más. Al dólar oficial, el blue, el contado con liqui, Bolsa, tarjeta, se sumaría el «dólar para atesorar», que tendrá un valor distinto a todos los otros. El país tiene montones de tipos de cambio, pero ningún gobierno a la vista. Un grupo de exaltados se atropellan entre ellos. Dicen poco y se desdicen. O cambian rápido el rumbo de acción, o causarán pánico en la población y las consecuencias económicas serán imprevisibles.

Es evidente que la actual conducción está desbordada. Las incógnitas sobre lo que ocurrirá hoy en la apertura de los mercados son dramáticas. No faltan motivos ni antecedentes. El área más poblada del país padeció la peor crisis del servicio eléctrico en su historia en medio de una ola de calor récord. Hay miles de clientes sin luz y la catástrofe causa muertos. El secretario de Energía, Daniel Cameron, se entretiene jugando al golf. Una ola de saqueos y rebeliones policiales en las provincias deja decenas de muertos y pérdidas materiales incalculables. La Presidenta baila en público en una fiesta que dura horas.

Tras una devaluación abrupta, que antes negó aconsejando que se la pidieran a otra administración, la Presidenta se va de viaje a Cuba. Y Capitanich y Kicillof se enredan en una serie de explicaciones escasas, tardías, inconexas y contradictorias sobre el retorno de la venta de divisas para ahorro. Quienes lo logren pagarán el doble de lo que costaba cuando fue prohibido.

Kicillof acaba de decir que hay que aceptar que los mercados inmobiliario y de la construcción se mueven en dólares en la Argentina. Para que él saliera de su ignorancia hubo que destruir esos mercados con un insensato experimento de «pesificación». Los que perdieron sus puestos directos e indirectos en esas áreas deben saber que es el precio que han debido pagar por la educación tardía del ministro.

Juan Carlos Fábrega, en privado, y Ricardo Echegaray, en público, le dijeron que no había que aumentar el anticipo de Ganancias sobre las operaciones con tarjeta en el exterior. Los desautorizó y lo hizo. ¿Es por eso que ahora se resiste a dar marcha atrás? ¿Está la economía pendiente de su ego herido?

Empresarios preocupados

La preocupación en los sectores empresariales es grande. Y muchos argentinos sencillos y que en muchos casos votaron en 2011 por la actual administración están aterrorizados. ¿Qué piensan los pasajeros de un barco si ven que la tripulación se comporta como lo hace el elenco gubernamental?

A Mario Blejer le tocó ver la crisis de 2001 desde la vicepresidencia del Banco Central. De esa ingrata experiencia seguramente obtuvo el conocimiento para explicar, en un estudio presentado en 2006 en un seminario en Singapur: «La experiencia argentina indica que estructuras financieras sólidas, que cumplen bien con estándares internacionales, podrían deteriorarse rápidamente frente a intervenciones inadecuadas, incentivos distorsivos y políticas equivocadas». Sería un milagro que no sea el público el que pague las consecuencias.

Las teorías conspirativas de Kicillof y Capitanich no tienen asidero. En noviembre pasado, con este mismo elenco, que apenas esbozó algunas ideas medianamente razonables, la Bolsa repuntó, el dólar blue cayó y se redujo la brecha con el oficial, mientras parecía que podría evitarse el traslado automático a los precios de un mayor ritmo de devaluación. Había operadores económicos, desde multinacionales hasta gente común, dispuestos a invertir en el país, financiar la transición. Y gobernadores peronistas que respaldaban políticamente el proceso.

Todo terminó cuando la Presidenta jugó con fuego creyendo que sólo se quemaría José Manuel de la Sota, al que no le envió la Gendarmería para impedir una rebelión policial y saqueos de una gravedad inusitada. Las llamas se extendieron sin control y alcanzaron también a varios de los mandatarios más leales a la Casa Rosada. Los gobernadores peronistas ahora sólo parecen esperar el desenlace de una serie de desaciertos que crece minuto a minuto.

Nada es más favorable a una espiralización de una crisis que un gobierno sin conducción clara, con un conjunto de funcionarios asustados, enojados y peleados entre ellos.

Fuente: La Nación, 27/01/14.

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