China saca a relucir las debilidades de América Latina

noviembre 2, 2011 · Imprimir este artículo

China saca a relucir las debilidades de América Latina

 

La economía de los países latinoamericanos ha tenido un desempeño exitoso en los últimos años y todo indica que se mantendrá sólida en los próximos ejercicios. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que el Producto Interior Bruto (PIB) de la región crecerá un 4,5% en 2011 y un 4% en 2012, después de haber avanzado un 6,1% en 2010. La región se ha visto especialmente favorecida por la fuerte demanda de materias primas de economías en vías de desarrollo cuya actividad se ha mantenido muy fuerte a pesar de la crisis que están atravesando las economías más desarrolladas del planeta, especialmente Estados Unidos y Europa.

El mejor ejemplo de ello puede ser China, que con su fuerte demanda de commodities se ha convertido en los últimos años en un importante motor del crecimiento económico para la región. Su impulso ha sido como un flotador para algunos países en medio de un entorno económico internacional muy desfavorable, de la caída de los precios de los productos básicos y con restricciones en el acceso a créditos y liquidez.

China se ha transformado en el principal socio comercial de Brasil y Chile y ya es el segundo de Perú y Argentina, según el Banco Interamericano de Desarrollo. Las cifras son realmente espectaculares: las importaciones chinas de productos latinoamericanos subieron el 1.153% entre 2000 y 2010, mientras que las exportaciones lo hicieron en un 1.800%.

Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en los últimos 10 años China ha pasado de acaparar el 1% de las exportaciones de la región al 7%, y este organismo estima que si se mantiene el actual ritmo de crecimiento de la demanda de productos en los Estados Unidos, la Unión Europea y el resto del mundo y la demanda de China crece solo a la mitad del ritmo  registrado en esta década, este país superaría a la Unión Europea en 2014 y pasaría a ser el segundo mayor mercado para las exportaciones de la región.

El Banco Mundial reconoce en su informe titulado ‘Crecimiento a largo plazo de América Latina y el Caribe ¿Hecho en China?’, publicado el pasado mes de septiembre, que el robusto crecimiento observado en la región los últimos diez años es un reflejo importante de la conexión con China. Sin embargo, este organismo se pregunta si la relación con este país asiático, altamente dependiente de la abundancia de recursos naturales de Suramérica, puede ser capitalizada de modo tal que permita a la región ingresar a un proceso sostenido de convergencia hacia los estándares de vida de los países desarrollados.

Beneficios y perjuicios

“En estos momentos Latinoamérica se está beneficiando del despegue y el fuerte ritmo de crecimiento de China, ya que este país compra a la región una gran cantidad de materias primas que necesita. A corto plazo esto está bien, pero a largo plazo no tanto porque la situación está creando una fuerte dependencia de los países suramericanos con China”, comenta Jaume Giné Davi, profesor de la Facultad de Derecho de la escuela de negocios ESADE especializado en negocios en Asia.

“Ahora mismo se puede decir que son economías complementarias porque una produce las materias primas que la otra necesita. Pero sus relaciones comerciales son asimétricas”, advierte. “China compra materias primas y tierras para abastecerse, pero al mismo tiempo inunda los mercados latinoamericanos de sus productos baratos manufacturados con los que no pueden competir la industria de la región, que se ve fuertemente dañada”, argumenta. Considera que es a largo plazo donde podrían venir los problemas si China se desacelera y reduce su demanda de materias primas: “los países latinos sufrirían”.

Para Mauro Guillén, director del Lauder Institute, The Wharton School,“en lo que se refiere a China, hay dos Américas Latinas. Considera que “México y Centroamérica salen perjudicadas en su relación comercial porque exportan productos que compiten con los chinos”. Por el contrario, cree que “América del Sur sale beneficiada por las exportaciones de recursos naturales”. Para este último grupo, prevé que China va a ser su principal socio comercial muy pronto”. En cualquier caso, opina que se trata de “una relación desigual, como todas la que ha tenido América Latina históricamente”.

El Banco Mundial observa que hasta ahora no hay evidencia concreta de que esta conexión haya traído consigo difusión tecnológica y un efecto derrame de conocimiento, tampoco parece haber evidencia de que la inversión directa proveniente de China traiga consigo crecimiento. “El meollo del asunto es que los vínculos comerciales existentes con China por sí solos (que no vienen acompañados por, o conllevan a la formación de capital humano, inversiones en innovación, adopción y adaptación de tecnologías, y aprendizaje acumulado) probablemente no generen crecimiento sostenido en la productividad, y más aún cuando la expansión en los ingresos por exportaciones recae solamente en los precios altos de las materias primas”, advierte la institución internacional.

A vueltas con la inversión directa

El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Hong Lei, ha defendido recientemente la posición de su país en América Latina y ha rechazado las críticas recibidas por el Banco Mundial. “La inversión directa no financiera de China en 2010 en América Latina fue de 11.000 millones de dólares, en áreas que van desde energía o minería hasta manufacturas, infraestructura y agricultura, entre otros’, aseguró en una rueda de prensa ante los medios de comunicación del país.

Según China, esta inversión ha fortalecido la economía latinoamericana y el desarrollo social, pero según los datos del Banco Mundial, la inversión directa china en la región entre 2003 y 2009 fue de 4.000 millones de dólares anuales, una cuantía que considera “modesta” comparada con la que realizaron EEUU y Holanda en 2010, que ascendieron a 19.000 y 14.700 millones, respectivamente, según datos de Cepal.

Rafael Pampillón, profesor de Economía de IE Business School, en Madrid, cree que “la inversión directa siempre es buena, venga de donde venga”, para en este caso una determina región “porque genera producción”. También se muestra positivo respecto al intercambio de productos de Latinoamérica con China al considerar que “las relaciones comerciales siempre son beneficiosas porque mejoran la situación económica” de los que las realizan. “Exportar materia prima supone conseguir dinero, es decir, financiación para poder comprar luego en el exterior lo que tú no produces”, argumenta.

Excesiva dependencia de las exportaciones

El FMI presentó el pasado 5 de octubre el informe ‘Las Américas: vientos cambiantes, nuevos desafíos de la política’. En él se exponía de forma clara uno de los mayores desafíos que debe afrontar la región en los próximos años, derivado de su atadura a las ventas de materias primas en general y de China en particular. Este estudio resaltaba la fuerte dependencia de las exportaciones que tienen los países de la región, de hecho, destaca cómo en algunas naciones suponen el 10% de su PIB. El organismo advierte de que si bien esta zona se ha visto poco afectada por la recesión mundial, la reducción en las expectativas de crecimiento de China y la extensión en el tiempo de la crisis en los países más ricos del planeta pueden hacer que la senda de crecimiento basada en las exportaciones de materias primas seguida hasta ahora se vea truncada.

Pampillón considera que las economías Latinoamericanas deben aprovecharse en estos momentos del viento a favor que les llega desde China, pero con cuidado para no llegar a padecer lo que se ha dado en llamar “la maldición de las materias primas” o el “mal holandés”.  Es decir, tienen que evitar que la fuerte entrada de divisas en el país como consecuencia del fuerte desarrollo de sus exportaciones provoque una revalorización muy fuerte en sus monedas locales que ponga en peligro la competitividad externa del resto de los bienes y servicios que venden al exterior.

Giné Davi cree que ante esta situación, los países de Suramérica tienen que diversificar las exportaciones, tanto en los productos como en los países a los que van dirigidos, para intentar mitigar el posible impacto de una futura desaceleración de la economía China y por lo tanto de una bajada de demanda de materias primas. “En estos momentos creo que los países no está siguiendo este camino y se están acomodando a la situación actual. Presumen de crecimientos elevados en comparación con Estados Unidos y Europa, especialmente los gobernantes, que están distraídos por el corto plazo económico porque crecer con la venta de materias primas sin elaborar es ahora el camino más fácil”, opina.

Este profesor de ESADE considera que los países latinoamericanos tienen que mantener en la medida de lo posible el tejido industrial del que dispongan para estar preparados ante la posible llegada, en un futuro, de empresas extranjeras que quieran asentarse en la región. Esto se debe a que «si, a largo plazo, las producciones chinas se desaceleran y su economía baja su ritmo de crecimiento, prestarán más atención a su mercado interno. En este contexto, las empresas extranjeras situadas en el país asiático obtendrán menos beneficios fiscales, subirán los costes laborales y es posibles que las empresas que se dirigieron a China para producir más barato vuelvan a sus lugares de destino o a países como los latinoamericanos”, prevé.

En la misma línea, Pampillón ve vital que los países latinos se esfuercen por crecer al margen de las materias primas. “A largo plazo deben organizar sus economías para lograr ganar fuerza en áreas vitales como la formación de capital humano, la innovación, la mejora de la tecnología, su adopción y adaptación, con el objetivo de poder crear una red industrial capaz de generar muchos productos elaborados de la forma más eficiente posible. Al fin y al cabo, los países más ricos son los más industrializados”, mantiene.

Este profesor dela IE Business School cree que los dirigentes suramericanos tienen ante si un importante reto en los próximos años: “Los gobernantes deben saber crear e impulsar una serie de factores claves para la economía y que den un valor añadido a sus productos, como la mejora de los niveles de capital humano, las infraestructura y la capacidad innovadora. Y todo ello sin generar un intervencionismo excesivo que sea contraproducente.”

¿Es ese el camino que los políticos están siguiendo? Pampillón no se atreve a dar una respuesta. “No sé si realmente van en esa dirección, lo que parece muy claro es que son perfectamente conscientes de que esa es la dirección que deben tomar, pero es demasiado cómodo vivir de una materia prima y a veces no es fácil desligarse de ello”, concluye.
Fuente: Wharton Universia, 02/11/11.
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El “mal holandés”

La denominación enfermedad holandesa o “mal holandés” tiene su origen en los Países Bajos donde, a comienzo de la década de los años setenta, aparecieron importantes yacimientos de gas que incrementaron fuertemente las exportaciones de dicho producto y, como consecuencia, la entrada de divisas en el país. Esta entrada de divisas condujo a que el tipo de cambio (cotización) del florín holandés se apreciara alcanzando un nivel que ponía en peligro la competitividad externa del resto de los bienes y servicios que exportaba Holanda y, consecuentemente, de los niveles de actividad y empleo dependientes de éstos.

Un problema similar surgió años más tarde en Gran Bretaña con el descubrimiento de los yacimientos de petróleo del Mar del Norte. Pero los casos más claros de mal holandés se dan en países petroleros como Venezuela o México, en los que un aumento en el precio del petróleo provoca fuertes entradas de divisas y como consecuencia la apreciación o revaluación de sus monedas hasta el punto de amenazar con asfixiar al resto de la actividad económica. También está sucediendo algo similar a la enfermedad holandesa en Chile como consecuencia de las fuertes subidas del precio del cobre y de los aumentos de las exportaciones chilenas de este metal.

La ciencia económica ha bautizado como enfermedad holandesa los efectos adversos que sufren diversos sectores de una economía como resultado de la apreciación del tipo de cambio de su moneda. El tipo de cambio  no es otra cosa que el precio, en términos de moneda nacional, de una divisa extranjera. Como consecuencia de la apreciación del tipo de cambio se abaratan las importaciones generando un fuerte aumento de las mismas y se encarecen las exportaciones que disminuyen con el consecuente riesgo de una contracción económica.

Por extensión la denominación mal holandés se viene aplicando en economía a cualquier proceso económico que acarree pérdida internacional de competitividad. Ejemplos de ello son un aumento drástico en las exportaciones de un sector o aumento del precio internacional del principal producto de exportación y/o cualquier entrada de divisas, como las que provienen de la ayuda al desarrollo o las entradas de capital a corto -también llamados capitales golondrina-. También pueden sufrir del mal holandés los países receptores de remesas de los emigrantes. Los emigrantes envían dólares a sus países de origen, dólares que provocan un aumento de la oferta de divisas (dólares y euros) con la consiguiente apreciación de la moneda local.
Fuente: Economy.blogs

 

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