Consejos de antaño para los desempleados de hoy
junio 26, 2014 · Imprimir este artículo
Consejos de antaño para los desempleados de hoy
La interacción personal, como en los viejos tiempos, parece tener mejores resultados que Internet para encontrar trabajo.
En 1938, Lillian Brownstein Chodash llevaba 15 meses buscando trabajo. Una mañana, subió en el ascensor hasta el piso más alto de un edificio de oficinas en su barrio de Jersey City, Nueva Jersey, y comenzó a golpear puertas. Bajó nueve pisos, recibiendo rechazo tras rechazo.
Finalmente, en el segundo piso, Chodash encontró una oficina de bienes raíces y seguros manejada por un padre y su hijo, que acababan de despedir a su secretaria. Después de hacer una prueba de redacción y mecanografía, la contrataron,
«Me sentí en el paraíso», dice Chodash, hoy de 91 años y quien vive de Boynton Beach, Florida.
La manera en la que Chodash y sus contemporáneos encontraron trabajo durante la Gran Depresión de los años 30 parece muy lejos de la forma en que lo hacen los desempleados de 2011. En ese entonces, la búsqueda se hacía en público y podía ser físicamente agotadora. Algunas de las más conmovedoras imágenes de los años 30 son de multitudes haciendo fila para presentarse a pedir trabajo.
Más allá de las ocasionales ferias laborales, las personas que buscan empleo hoy son virtualmente invisibles. Eso se debe a que están aisladas, navegando sitios de empleo en Internet.
Entrevistas con historiadores y con personas que buscaron trabajo durante esa recesión económica sugieren que la fórmula para encontrar trabajo en la actualidad no ha cambiado mucho. Ahora, como entonces, quienes trabajan sin pausa en construir relaciones cara a cara son los que tienen mejores resultados.
Desafortunadamente, cada vez más investigaciones muestran que quienes buscan trabajo en la actualidad evitan a toda costa la interacción personal. Capaces de comunicarse en línea con posibles empleadores en todo el mundo, envían currículos por decenas, tratando de hacer conexiones electrónicas a larga distancia antes de concentrarse en sus relaciones físicas más cercanas, en el mundo real.
La tasa de desempleo llegó a 24,9% en 1933 en Estados Unidos, de acuerdo con el Departamento de Trabajo de ese país. En julio se ubicó en 9,1%. En Colombia, la situación no es mucho mejor. Según el departamento de estadística del país, el desempleo en junio ascendió a 10,9. A finales de 2010 (la cifra más reciente disponible), el desempleo en Paraguay se acercaba a 6%, según la Dirección General de Estadística de ese país.
Aunque las investigaciones muestran que las conexiones personales son una fuente primaria de contrataciones, quienes tratan de conseguir trabajo hoy dedican poco tiempo a su red de contactos. De acuerdo con un estudio presentado en marzo en la Brookings Institution por los economistas Alan Krueger, de la Universidad de Princeton, y Andreas Mueller, de la Universidad de Columbia, apenas 9% del tiempo dedicado a buscar empleo es enfocado a contactar amigos o parientes que puedan ayudar, mientras que 51% es dedicado a encontrar avisos y enviar solicitudes laborales.
Con el tiempo, quienes buscan empleo tienden a sentirse más desanimados y a dedicar menos tiempo al esfuerzo de búsqueda, dice Mueller. «Encontramos que la búsqueda era una actividad muy deprimente. Están tristes cuando comienzan, pero cuanto más tiempo están desempleados, más deprimente es el proceso», explicó.
Por otro lado, alrededor de 27,5% de las contrataciones externas se originaron en una referencia personal, de acuerdo con la firma de consultoría CarreerXroads.
En 1931, Brunette Crawford Nelms logró un empleo como maestra de cuarto grado en Mississippi, luego de que un primo intercediera por ella ante el comité de contratación de la escuela, recuerda Nelms, que ahora tiene 101 años.
Las conexiones personales fueron también las que le dieron resultado a Nancy Preyor-Johnson, que perdió su trabajo como coordinadora de comunicaciones en junio pasado. El día que se quedó sin empleo, habló de su necesidad de trabajo en Twitter, Facebook y LinkedIn, lo que resultó en una ola de potenciales oportunidades y ofertas para ayudarla a hacer conexiones, dice Preyor-Johnson, de 31 años.
Esta semana, planea comenzar a trabajar en una organización sin fines de lucro en San Antonio, Texas, un empleo que consiguió a través de una amistad que vio su tweet. «Si uno no sale a decir lo que está buscando, la gente no lo va a saber y no va a poder ayudar», considera.
Si alguien que buscaba trabajo no salía de su casa durante la época de la Depresión, recibía la presión para que lo hiciera. Para los desempleados de hoy, la búsqueda frecuentemente se desarrolla en un ambiente aislado.
Ken Peltonen solía reparar aviones en el estado de Washington y ha estado sin trabajo durante ocho meses. El hombre de 61 años dice que pocas veces ve amigos o interactúa con el mundo exterior, si no es a través de su computadora. Intentó visitar oficinas para entregar sus currículos, pero concluyó que era un desperdicio. Ahora, envía varias solicitudes de empleo por semana en línea. Hasta hoy, su red de contactos personales no ha dado frutos. «Todos están intentando conservar sus propios empleos», agrega.
A diferencia de lo que ocurría durante la Depresión cuando los desempleados estaban dispuestos a aceptar cualquier trabajo, quienes buscan empleo hoy en día parecen más exigentes. De acuerdo con un análisis de sondeos a 6.000 desempleados, los salarios mínimos que están dispuestos a aceptar están muy cerca de su salario previo, dice Mueller. Eso podría ayudar a explicar la razón de tantos problemas para encontrar trabajo, opina.
Luego de que Helen Hart, hoy de 101 años, y su marido perdieran sus empleos en 1932, se mudaron a la granja del padre de ella, cerca de Enid, Oklahoma. Aceptó darles alojamiento y comida a cambio de que trabajaran en su granja de cerdos, recuerda. Allí encontraron la oportunidad de trabajar en la finca de un tío.
«La gente se queja hoy, pero no saben lo que es el trabajo», dice Hart.
Fuente: The Wall Street Journal, 2011.
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