El complicado rescate de Grecia

junio 20, 2011 · Imprimir este artículo

El nuevo rescate de Grecia abre otra etapa en la crisis europea

Por Marcus Walker

 

BERLÍN — Las tensiones internacionales por el segundo rescate de Grecia y el creciente malestar en las calles de Atenas muestran el inicio de una nueva etapa en la crisis de la deuda de la eurozona, en la cual los préstamos de emergencia y los recortes fiscales ya no son suficientes.

En los últimos 12 meses, Europa ha rescatado a tres países a cambio de severos programas de austeridad, provocado la ira de los votantes, reescrito el contrato entre los países miembros del euro y declarado su compromiso de defender la moneda común.

Parece que esa fue la parte fácil.

El gran problema es la probable incapacidad de Grecia para pagar sus deudas. Europa aún no tiene una estrategia para lidiar con esa realidad, como lo demuestra la incapacidad de Alemania de convencer a otros países de Europa de que comiencen a reestructurar la deuda griega.

Si el primer año de la crisis del euro fue una lucha contra la crisis de liquidez, el segundo probablemente se centrará en cómo afrontar la insolvencia griega, una perspectiva que se ha vuelto más probable ante la incapacidad de los líderes griegos de reducir un desmesurado déficit fiscal en medio de una creciente frustración popular.

El gran temor entre los gobiernos de la eurozona y del Banco Central Europeo es que una cesación de pagos por parte de Grecia socave la confianza de los mercados de bonos en otros miembros del bloque con problemas similares. Irlanda y Portugal pugnan por recuperar la confianza de los inversionistas, pese a los paquetes de rescate de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional. Si el pánico se apodera de los inversionistas y estos huyen de España, una economía de 1,1 billones de euros, unos US$1,56 billones, el país podría resultar demasiado grande como para ser rescatado.

Los ministros de Hacienda europeos se reunieron el domingo en Luxemburgo para definir los principales puntos de un nuevo paquete de préstamos para Grecia que está vinculado a recortes fiscales aún más profundos. Ese paquete evitará imponer pérdidas a los tenedores de bonos de Grecia, por temor a desencadenar una fuga de capitales de todos los países de la eurozona en problemas.

La fórmula repetirá en buena parte las metas del primer rescate de Grecia de 110.000 millones de euros el año pasado: Europa y el FMI ayudarán a cubrir las necesidades financieras de Grecia hasta que el país pueda equilibrar sus libros y volver a los mercados de bonos.

Esa estrategia está perdiendo credibilidad, dicen muchos economistas. El plan siempre ha dependido de que Grecia reduzca su enorme déficit fiscal de una forma tan radical que la recaudación tributaria exceda por mucho el gasto público.

La solvencia de un país depende no solo de sus cifras de deuda y crecimiento, sino también de su política: ¿puede su gobierno mantener la adhesión de los votantes a medidas fiscales rigurosas durante el tiempo suficiente como para estabilizar su deuda?

Transcurrido un año de su prolongado programa fiscal, Grecia está perdiendo ímpetu. El presupuesto no ha alcanzado su meta por una economía menguante y la persistente evasión impositiva. El gobierno socialista del primer ministro George Papandreou, que heredó la crisis de sus predecesores conservadores a fines de 2009, mantuvo un fuerte apoyo popular pese a frecuentes protestas encabezadas por los sindicatos contra las medidas de austeridad.

Ahora muchos griegos acusan al gobierno de no producir mejoras, pese a que ellos accedieron a sacrificios que incluyen grandes reducciones de las pensiones y salarios del sector público. Las manifestaciones callejeras han cobrado nuevos bríos.

Papandreou ha cambiando su gabinete en un intento por aumentar su popularidad pero no ha podido ganar el apoyo de la oposición para los recortes adicionales exigidos por Europa y el FMI. En cambio, los conservadores quieren recortar los impuestos. «Los acontecimientos recientes sugieren que estamos cerca del punto de quiebre para la política griega», escribieron economistas del banco suizo UBS en un informe de investigación el viernes.

En Alemania, la posibilidad de que Grecia entre en cesación de pagos en un par de años preocupa a los políticos desde hace meses. Para entonces, el contribuyente europeo habrá reemplazado al mercado de bonos como principal acreedor de Grecia. Los contribuyentes alemanes tendrán las mayores pérdidas en caso de un impago griego.

Cada vez más voces en la coalición gobernante de la canciller alemana Angela Merkel dicen que Europa debe encarar la realidad y prepararse para una cesación de pagos griega.
Fuente: The Wall Street Journal, 19/06/11.


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Atenas, el reflejo de un país a la deriva

Por Luisa Corradini

 

ATENAS – Cada domingo, desde hace más o menos un año, en vez de dar la vuelta a la plaza los atenienses «van» a la plaza a gritarles «ladrones» a los representantes de la clase política. Mirando hacia el Parlamento, que está justo cruzando la calle, se acompañan con silbatos, banderas griegas, bombos y cornetas. Pero sobre todo lo dicen mostrando la palma de la mano derecha en alto y los cinco dedos separados. Un gesto que en Grecia tiene el peor, pero realmente el peor, de los significados.

Anoche no fue la excepción: poco después de caer el sol, miles de atenienses comenzaron a invadir los alrededores de la plaza Syntagma, que en minutos quedó transformada en una verdadera kermés. Jóvenes, viejos, mujeres, hombres, niños y hasta bebes bloquearon las calles adyacentes, ocuparon escalinatas de hoteles de lujo y paralizaron la circulación en veredas y avenidas, en medio de vendedores de choclos asados, popcorn , almendras, maníes y semillas de girasol, sin contar los mercachifles de banderas, salchichas, suvlakis y, sobre todo, de silbatos. Un auténtico Cafarnaúm humano lleno de vida, de energía y de ilusiones que, pensándolo bien, da ganas de llorar.

Esos gestos, reiterados semana tras semana, tienen un poder encantador: les ayuda a soportar la realidad que les mostró en 2009 el actual gobierno socialista cuando asumió sus funciones y -ante el asombro del planeta- anunció un déficit presupuestario del 12,7% del PBI, el doble de lo declarado por sus antecesores conservadores desde 2000.

El resto de la historia es bien conocido: un primer plan de rescate de 157.000 millones de dólares atribuido por la UE y el FMI que impuso draconianas medidas de austeridad no consiguió sacar del pozo a este pequeño país, cuyos habitantes no terminan de entender qué sucedió y prefieren culpar a un puñado de políticos, como sus ancestros culpaban a los dioses.

Grecia fue uno de los países de mayor crecimiento de la eurozona entre 2000 y 2007, y el primero en ser azotado por la crisis de los subprimes . Pero el 4,2% de progresión anual de su PBI había permitido hacer olvidar sus déficits estructurales.

El modelo social adoptado por Atenas tras la caída de la dictadura de los coroneles, en 1974, se fundó en el generoso gasto público y el mantenimiento de un sector estatal sobredimensionado. Hoy, ese sector representa cerca del 40% del PBI. Grecia cuenta con unos 800.000 empleados públicos sobre una población activa de 5 millones de personas.

Corrupción

Los años fastos anteriores a 2007 no permitieron reabsorber la deuda pública y, sobre todo, no evitaron que prosperara la economía subterránea, especialmente en el sector del turismo. Los expertos estiman que el peso de esa economía «gris» representa entre el 20% y el 30% del PBI. Y quien dice economía «gris», dice «corrupción». Ese fenómeno está profundamente arraigado en la vida productiva griega. Transparencia Internacional estima que las coimas generosamente distribuidas alcanzaron casi 125 millones de dólares en 2009.

El fraude fiscal es otra consecuencia de la economía clandestina. Un flagelo endémico que se traduce en un lucro cesante de 14.000 a 21.000 millones de dólares por año, según el Ministerio de Finanzas. Pero la cultura de una sociedad no se cambia de la noche a la mañana. Y los más frágiles sienten hoy que son ellos quienes terminarán haciendo el esfuerzo mayor.

En la práctica, Atenas es una ciudad devastada por la crisis. Sólo basta con pasearse por el centro de la ciudad para corroborar sus efectos. Centenares de comercios han quebrado, incluso en los sectores con mayor concentración de riqueza. En Kolonaki, el barrio de las embajadas y los negocios de lujo -suerte de Recoleta ateniense-, los locales vacíos y las vidrieras sucias atravesadas por carteles que anuncian «cerrado por bancarrota» transmiten la triste sensación de un país a la deriva.

La otra cara

Es verdad que la capital griega tiene otra cara que induce a engaño: el bullicio y la presencia de miles de turistas que deambulan por sus barrios históricos, y sobre todo los precios -los mismos que en cualquier otro país de la eurozona- dan la falsa sensación de estar en una ciudad rica y pujante del primer mundo. Sin embargo, también esos sectores padecen los efectos del riguroso plan de austeridad: por falta de ingresos y una mayor presión fiscal, decenas de restaurantes, joyerías y negocios de souvenirs bajaron definitivamente sus persianas hace meses.

En estas condiciones, las principales economías mundiales y, sobre todo, algunos sectores financieros, como las agencias de calificación, no parecen haber comprendido los riesgos de una bancarrota griega. Con unos 500.000 millones de dólares de deuda pública y un PBI de 328.500 millones en 2010, Grecia recibió hace 13 meses 157.000 millones de dólares de ayuda internacional escalonados en tres años. Esas cifras son conocidas.

Lo que se conoce menos es la exposición de los principales países a la economía griega.

Según las cifras de Barclays Capital, a fines de 2010 los préstamos públicos y privados otorgados o prometidos por los diez principales países acreedores de Grecia superaban los 285.000 millones de dólares. Excluyendo los préstamos bancarios de esos diez países al sector privado no financiero, la exposición supera los 228.000 millones de dólares.

Francia es el primer acreedor con 91.000 millones de dólares. Le siguen Alemania y Estados Unidos.

Desde hace semanas, el Banco Central Europeo (BCE) y numerosos dirigentes europeos señalan el riesgo de desencadenar un efecto Lehman Brothers, si la deuda griega se agravara todavía más.

Así como el sistema financiero de Estados Unidos se desmoronó tras la bancarrota del gran banco norteamericano, la declaración de default de la deuda griega por las agencias de calificación podría desencadenar una crisis de confianza de imprevisibles consecuencias en la zona euro.

Totalmente ajenos a esas consideraciones, miles de griegos permanecían anoche en la plaza Syntagma acusando de ladrones a sus dirigentes y -en medio de bombos, silbatos y suvlakis – seguían jurando «por los dioses del Olimpo» que «no pasarán».
Fuente: La Nación, 20/06/11.
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Las claves del rescate griego

 

¿Cuáles son las necesidades inmediatas de Grecia?

Lo más urgente es desbloquear la quinta entrega del préstamo inicial de 157.000 millones de dólares por tres años concedido en abril de 2010 por el FMI y la eurozona. Son más de 17.000 millones de dólares, vitales para que Grecia pueda hacer frente a los pagos en julio.

¿Por qué hay que ayudar de nuevo a Grecia?

La revelación, a fines de 2009, de que las estadísticas del país estaban manipuladas y escondían una enorme deuda hizo que los inversores empezaran a dudar de la capacidad de Grecia para reembolsarla. La ayuda del año pasado estaba destinada a evitar la bancarrota.

¿Cuál es el eje principal del debate en las negociaciones?

El nuevo plan de ayuda debería rondar los 145.000 millones de dólares para que Grecia pueda mantenerse financieramente hasta 2014. Alemania desea que los inversores privados -bancos, seguros y fondos de pensión- que han prestado dinero a Grecia participen en el plan. El alcance de esa participación es el eje principal del debate.

¿Cuál es la mejor solución para evitar un contagio?

El Banco Central Europeo ha dejado claro que no aceptará ninguna opción que considere un incumplimiento de las condiciones iniciales del préstamo. Para el BCE, aceptar un impago abriría la puerta a un efecto contagio de la crisis, que podría afectar a países como España o Italia.
Fuente: La Nación, 20/06/11.
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