El optimismo excesivo y otros prejuicios económicos de nuestros líderes

agosto 3, 2011 · Imprimir este artículo

El optimismo excesivo y otros prejuicios económicos de nuestros líderes

Por Henry Kaufman

 

Necesitamos de manera urgente nuevas formas de pensar el comportamiento del mercado de parte de nuestros pensadores económicos y líderes políticos. Es lamentable que sigua siendo muy difícil que quienes han dominado el pensamiento económico y la vida política en las últimas décadas piensen de formas completamente nuevas.

Mi propia profesión, la economía, no se ha distinguido en las últimas décadas. Monetaristas clásicos han perdido su equilibrio en tanto la definición del dinero se volvió escurridiza a raíz de la cambiante estructura de los mercados financieros. Los keynesianos no alcanzaron sus objetivos ya que las respuestas de política fiscal quedaron rezagadas ante las necesidades económicas. El mayor fracaso ha sido la moderación fiscal a tiempo para prevenir excesos económicos y financieros.

Las expectativas racionales constituyen otra teoría económica con aceptación en el mundo académico. Fue descripta recientemente por Roman Frydman y Michael Goldberg en su libro «Más allá de los mercados mecánicos» como que parte de una premisa de que el mundo está «conformado por reglas mecánicas totalmente especificadas que se supone que capturen la toma de decisiones individual y los resultados del mercado en todo momento». Las expectativas racionales alentaron los modelos matemáticos del comportamiento económico y financiero, y llevaron a la comunidad académica a minimizar la importancia de los cambios estructurales en el comportamiento económico y financiero.

Académicos y economistas del sector privado por igual están muy influenciados por los sesgos de comportamiento. En conjunto, tales sesgos desalientan a los analistas y participantes del mercado a aceptar la probabilidad de pánicos, crisis y otros contratiempos financieros. Consideremos, por ejemplo, la muy humana propensión a minimizar el riesgo y evitar el aislamiento. Es reconfortante correr con la multitud. Hacerlo reduce la probabilidad de ser el único equivocado.

Cuando se trata de mirar hacia delante, es inevitable que miremos al pasado como referencia. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la historia nunca se repite de manera exacta, sino que más bien rima (como se dice que dijo Mark Twain). El verdadero reto es identificar lo que es diferente en la actualidad en relación al pasado. Las ecuaciones matemáticas basadas en los datos históricos no son capaces de hacer tales juicios.

Otro importante sesgo cognitivo es que a la mayoría le resulta muy difícil cambiar de parecer. Es poco probable que un economista que ha ganado reconocimiento a través de los años escribiendo y desarrollando una teoría económica y financiera cambie sus conclusiones a la luz de la evidencia contraria.

También hay un claro sesgo contra las predicciones negativas. Hasta donde yo sé, ningún presidente estadounidense, presidente del Consejo de Asesores Económicos, secretario del Tesoro de EE.UU. o titular de la Reserva Federal ha pronosticado alguna vez una recesión económica. Además, las grandes empresas e instituciones financieras evitan hablar de las dificultades a corto plazo.

La última crisis financiera no fue la excepción. Pocos meses antes de que la crisis reciente alcanzara su punto más profundo en 2008, muchos funcionarios señalaron que los problemas en el mercado inmobiliario estaban bien contenidos.

Hay muchas razones para este sesgo, en particular el hecho de que las proyecciones económicas y financieras negativas traen consecuencias negativas. Tales pronósticos pueden acortar las carreras de líderes políticos, interferir con las aspiraciones de líderes de negocios y finanzas, y poner en peligro el historial de desempeño de los administradores financieros. ¡E incluso cuando dan en el blanco!

Los economistas y analistas de negocios, en especial aquellos empleados por instituciones que aconsejan a inversionistas —aquellas involucradas en actividades como corretaje y banca de inversión— se enfrentan a la difícil tarea de mantener la objetividad. Sólo la denominación de asesores de inversionistas sugiere que sus análisis deberían ayudar a promover una operación de corretaje o la distribución de nuevos valores.

Para reducir al mínimo la posibilidad de un sesgo, los jefes de investigación de instituciones financieras involucradas en una amplia variedad de actividades deberían ser miembros de la alta gerencia y no reportar —como ocurre en la actualidad— a quien está al frente de una unidad operativa, como transacciones, ventas o banca de inversión.

A pesar de todos los avanzados modelos econométricos y otras técnicas nuevas a disposición de los economistas de hoy, simplemente no observan el mundo de forma tan confiable y predecible como los expertos en ciencias físicas, y no pueden ejecutar el mismo tipo de experiencias controladas. La suya es una ciencia humana moldeada a menudo por acciones humanas impredecibles.

Por desgracia, todavía no veo ninguna nueva conciencia o iluminación en el campo económico y financiero. En medio de los intentos por dejar atrás las secuelas de las conmociones recientes, todavía enfrentamos fuertes vientos en contra. Aún son demasiados los activos financieros que no aparecen con precios razonables en los libros. Tanto en EE.UU. como en Europa, una supervisión gubernamental efectiva sigue siendo dudosa.

Por un lado, hay economistas que instan a continuar la fuerte estimulación de la política fiscal. Se supone que eso aumentará el gasto y la solicitud de financiamiento por parte del sector privado. Pero difícilmente eso logre que la deuda de los hogares y el crecimiento total de la deuda se alineen de forma sustentable.

Otros economistas impulsan un endurecimiento de la política monetaria y la desaceleración de la expansión de la política fiscal. Eso bien puede poner en riesgo de estancamiento a una economía ya en estado anémico.

El problema intratable es una deuda excesiva. ¿Cómo podemos lidiar efectivamente con eso? Las respuestas de ayer ya no parecen relevantes. Es casi seguro que los nuevos paradigmas surgirán, no de la mente de los funcionarios actuales, si no más bien de las filas de los líderes del mañana.
—Kaufman es presidente de Henry Kaufman & Company Inc. y autor de «The Road to Financial Reformation: Warnings, Consequences, Reforms» (2009).
Fuente: The Wall Street Journal, 03/08/11.

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