El problema del dólar en Argentina

noviembre 2, 2011 · Imprimir este artículo

Receta fracasada

 

Los argentinos de mediana edad aún recuerdan los fracasados recursos a que apelaban décadas atrás las autoridades para limitar la compra de dólares en momentos de flaqueza de nuestra moneda. Como si el tiempo no hubiera pasado y el pasado no encerrara enseñanzas para las actuales autoridades, esos recuerdos, envueltos en la vieja certeza de la inutilidad, volvieron ahora con las últimas medidas ordenadas por el Gobierno para frenar la creciente compra de divisas.

Una vez más, como antes, se ataca el síntoma y no el problema, porque la adquisición de moneda norteamericana expresa ni más ni menos que la poca confianza en la moneda local. Y las nuevas medidas dispuestas por el Gobierno no sólo no atacan el fondo del problema, sino que a todas luces se manifiestan como improvisaciones o manotazos desesperados.

Como es sabido, por disposición de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), ahora los bancos y casas de cambio deben pedir a este organismo la correspondiente autorización cuando alguien quiera comprar divisas. Además, el potencial comprador no sólo debe presentar su DNI y una constancia de su CUIT o CUIL, sino también declarar para qué necesita la moneda extranjera. La última palabra la tendrá la AFIP.

Como puede advertirse, se trata de una traba que busca desalentar a los compradores improvisando un tosco torniquete que contenga la constante salida de dólares del Banco Central, que algunos días de la semana pasada rozó los 200 millones diarios.

Junto con el fracaso -puesto que tanto ayer como el lunes el Banco Central se vio obligado a seguir desprendiéndose de sus reservas-, se pone también de manifiesto el infantilismo de los falaces argumentos del Gobierno cuando, por ejemplo, el ministro de Economía, Amado Boudou, culpó al mensajero -la prensa independiente- y no a la realidad que obliga a tantos a recurrir al dólar debido a la creciente inflación.

El fracaso de la medida oficial viene a coronar una larga y preocupante lista de fracasos anteriores. Por ejemplo, la semana última las autoridades habían sacado a la calle inspectores junto con gendarmes y prefectos, y se había multiplicado la cantidad de agentes de la AFIP, la Unidad de Información Financiera (UIF), el Banco Central y la Comisión Nacional de Valores (CNV), en operativos de fiscalización de movimientos no sólo cambiarios, sino también bancarios, con resultados más que dudosos.

Con este inmoderado despliegue, las autoridades, en lugar de ahuyentar a los compradores de dólares, generaron el efecto inverso.

Retrocediendo en el tiempo en esta triste nómina de inútiles improvisaciones, nos encontramos con los falsos índices de inflación que, por orden del Gobierno y con el control directo del secretario de Comercio, Guillermo Moreno, comenzó a elaborar el INDEC una vez que el fenómeno de la inflación comenzó a instalarse de nuevo en la Argentina.

La ciega voluntad de no querer reconocer el constante aumento de los precios fue una de las razones por las que la gente buscó refugio en el dólar al considerar que éste, respecto del peso, se encuentra subvaluado.

La confianza en nuestra moneda no se recuperará con recursos que, al contrario, aumentan la desconfianza, pues no hacen más que transparentar el temor del Gobierno. Realmente, estamos en problemas si cada comprador debe explicar en qué empleará las divisas.

Además, mal puede tratar de bloquear la compra de dólares un régimen en el que el ex presidente Néstor Kirchner depositó en el exterior entre 600 y 1000 millones de dólares de la provincia de Santa Cruz, para luego, años después, comprar en una sola jornada dos millones de dólares y disponer, con su esposa, la Presidenta, de cuantiosos depósitos bancarios en dólares, como lo prueban sus declaraciones de bienes. Por eso, además de la improvisación y el fracaso, a las nuevas medidas las caracteriza la hipocresía.

Fuente: Editorial del diario La Nación, 02/11/11.

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Corrida cambiaria: ¿qué parte de la ley de la oferta y la demanda no entendió el Gobierno?

Por Roberto Cachanosky

 

Primero, una reflexión sobre la inconsistencia argumental y demagógica del Gobierno al momento de opinar sobre la corrida cambiaria. Dijo Boudou que la demanda de dólares se origina en un «golpe especulativo», advirtió que existen «sectores que buscan apretar», y cargó con dureza contra el diario La Nación, al que acusó de «intentar generar nerviosismo». La verdad es que no se entiende semejante argumentación porque, cabe recordar, que el fallecido Néstor Kirchner, cuando era gobernador de Santa Cruz, fugó del país más de U$S 1.000 millones de los cuales nunca se tuvo información precisa sobre qué había pasado con esos fondos públicos. Pero lo cierto es que en ese entonces, el gobernador de Santa Cruz hizo lo mismo que puede hacer cualquier persona que hoy quiere comprar dólares. Fugó capitales por miedo a que pasara algo. ¿Por qué cuando el kirchnerismo fuga capitales en otro gobierno está bien y cuando se lo fuga en su gobierno está mal? ¿La situación es tan distinta? En rigor, en aquellos años, había miedo a una confiscación o a que algo pasara. Hoy ocurre algo parecido. Todos saben que hay distorsión de precios relativos, la gente percibe que el tipo de cambio está barato en relación a lo que puede llegar a pasar y tiene miedo a un gobierno que ha demostrado fuertes inclinaciones confiscatorias (ahorros en las AFJP, intento de la resolución 125, uso de las reservas del BCRA deteriorando su patrimonio neto, etc.) Es decir, el gobierno ha hecho lo imposible por generar desconfianza. Aquí no hay teorías conspirativas que pretendan generar pánico. Aquí hay un gobierno que hace lo imposible por generar desconfianza. Sus medidas conspiran contra la tranquilidad del mercado.

Cabe recordar, que el fallecido Néstor Kirchner, cuando era gobernador de Santa Cruz, fugó del país más de U$S 1.000 millones de los cuales nunca se tuvo información precisa sobre qué había pasado con esos fondos públicos.

En efecto, si como dice el Gobierno, el Central tiene tantas reservas, no se entiende por qué tuvieron que realizar tantas ventas a futuro, sacar la Gendarmería y la Prefectura a la calle y mandar a la AFIP al microcentro. Estas medidas solo han dado la señal de que el Central no está en condiciones de dominar el mercado porque no tiene tanta pólvora en la santabárbara para dominar el mercado sin recurrir a mecanismos policiales.

Se argumenta que la medida de tener que pedir permiso a la AFIP para comprar dólares es para evitar que los evasores compren dólares. El mismo argumento se usó en el 2001 para establecer el corralito. Como no podían parar la incontenible corrida financiera, argumentaron que era para bancarizar el sistema y forzar a que la economía trabajara en blanco. Hoy usan la misma línea de argumentación que en el 2001.

Si sacar la Gendarmería, la Prefectura y la AFIP a la calle fue una decisión que creó más pánico que tranquilidad, la decisión de obligar a que la AFIP autorice la compra de dólares es una especie de corralito cambiario, una jugada muy peligrosa porque esa medida genera la incertidumbre sobre si en el futuro, ante una corrida bancaria, algo en que puede derivar la corrida cambiara, no llevará al Gobierno a adoptar medidas restrictivas. Desde el Gobierno podrán argumentar que el párrafo anterior es una operación para generar temor, pero la realidad es que han tomado medidas tan arbitrarias que se han ganado la desconfianza de la gente, en el sentido que es capaz de hacer cualquier cosa con tal de no reconocer la realidad del mercado y luego «venderla» como una nueva política social.

El gobierno ha tomado medidas tan arbitrarias que se han ganado la desconfianza de la gente

Desde el punto de vista del mercado de cambios, lo que ocurre no es una novedad. Desde 2003 hasta el primer semestre de este año se han fugado U$S 75.000 millones. El mercado cambiario no estalló porque los ingresos de dólares comerciales financiaban la fuga de capitales. ¿Cuál es la novedad? Que los dólares comerciales ya no financian la fuga de capitales. El saldo de balance comercial baja continuamente y, este año, el saldo de balance comercial será positivo en unos U$S 11.000 millones, frente a una fuga de capitales de no menos de U$S 23.000 millones. La demanda supera a la oferta.

¿Qué dice la ley de la oferta y la demanda? Que cuando la demanda crece más rápido que la oferta el precio tiende a subir. Así de claro. ¿Qué parte de la ley de la oferta y la demanda no entendió el gobierno?

¿Qué dicen los manuales de introducción a la economía? Que cuando el Gobierno pone un precio máximo lo hace por debajo del precio del mercado. El tipo de cambio, de acuerdo a las expectativas de los agentes económicos, está por debajo del precio del mercado. Si no fuera así, el Gobierno no hubiese establecido una batería de medidas para frenar la demanda de dólares: a) restricciones a las importaciones, b) obligación de exportar un dólar por cada dólar que se importa, c) cambiar las reglas de juego, obligando a petroleras y mineras a traer todos los dólares exportados, d) obligar a las compañías financieras a traer los dólares que tienen en el exterior, e) regulaciones para liquidar en el mercado local la compra de inmuebles por parte de no residentes y f) ahora pedirle autorización a la AFIP para comprar divisas entre otras.

Todas estas medidas intentan frenar la demanda de divisas y aumentar la oferta con el objeto de mantener el tipo de cambio por debajo del nivel que establecería el mercado frente a una inflación creciente. El resultado de poner un precio artificialmente bajo es que aumenta la demanda y se contrae la oferta. Por eso, el BCRA tuvo una sangría de reservas. Al establecer este corralito cambiario, los manuales de economía enseñan que aparece el mercado marginal, negro o cómo quieran llamarlo. La historia de los controles de precios es categórica al respecto.

Al establecer este corralito cambiario, los manuales de economía enseñan que aparece el mercado marginal, negro o cómo quieran llamarlo. La historia de los controles de precios es categórica al respecto

El punto es que si aumenta el precio del mercado negro comenzarán la subfacturación de exportaciones y la sobrefacturación de importaciones y ni Moreno podrá frenarla, con lo cual, el problema cambiario se agravará.

Lo peor que está haciendo el Gobierno es actuar sobre las consecuencias y no sobre las causas de la corrida cambiaria. La causa es la desconfianza que generan sus arbitrariedades económicas, la inflación, sus tendencias confiscatorias, una emisión monetaria del 40% anual de moneda por parte del Banco Central y la fenomenal distorsión de precios relativos que ha generado para financiar el populismo.

No hace falta ser economista para advertir que los billetes de $ 100 se evaporan en dos pavadas que uno compra. La gente percibe que la inflación se acelera por más que el gobierno se empecine en negarla y no quiere que los pesos que tiene en el bolsillo se le derritan como una barra de hielo. Por lo tanto, compra dólares que es la moneda de refugio que el argentino ha adoptado ante la falta de una moneda propia que sirva como reserva de valor.

En síntesis, la corrida cambiaria tiene su explicación en gruesos errores de política económica y en un Gobierno que ha generado desconfianza por la arbitrariedad de sus medidas. Aquí no hay teorías conspirativas. Hay desconfianza en el Gobierno, porque una cosa es emitir un voto y otra muy diferente dejarse cobrar el impuesto inflacionario y perder parte de los ahorros por efecto de la inflación.

La corrida cambiaria tiene su explicación en gruesos errores de política económica y en un Gobierno que ha generado desconfianza por la arbitrariedad de sus medidas. Aquí no hay teorías conspirativas

El riesgo que se corre es que, mientras más arbitrarias sean las medidas que adopte el Gobierno para tratar de frenar la corrida cambiaria, el pánico aumente en la gente y puede llevar a que esa corrida cambiaria se transforme en un problema de corrida financiera.

Si no quieren agravar la situación, lo mejor es que den marcha atrás en esta batería de medidas que solo asustan a la gente.
Roberto Cachanosky es economista y director de www.economiaparatodos.com.ar
Fuente: La Nación, 01/11/11.
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Cuánto valdrá el dólar que querés comprar

Por Martín Lousteau

 

Estas elecciones han dejado una combinación de factores inédita para el kirchnerismo. En primer lugar, Cristina Fernández de Kirchner obtuvo un segundo mandato arrasando a sus adversarios en las urnas. Ello es obviamente distinto a lo que ocurrió con el 22% de Néstor Kirchner, pero también a su propio triunfo en 2007. En aquel entonces la victoria también fue holgada y en primera vuelta. Pero se trataba del primer mandato de la actual Presidenta, que en teoría venía a perfeccionar lo realizado por él en medio de las secuelas de la crisis, dotándolo de una mayor institucionalidad, tal como se reflejó en el discurso de asunción.

En esos momentos, los votos parecían relacionados con un reconocimiento del período 2003-07 más la expectativa de lo nuevo: las mejoras a lo ya existente que ella traería. En esta oportunidad también existe una aprobación del pasado, pero la misma coexiste con cierta aprehensión respecto de las posibilidades de continuar en la misma senda. El aluvión de sufragios se puede interpretar así como un pedido generalizado de que no se vean afectados los logros obtenidos, no de ansias de superación sino deseos de conservación. El origen de la diferencia de votos con el resto de los candidatos resulta así fácilmente interpretable: ninguno dio muestras de estar a la altura del kirchnerismo para defender lo hasta aquí conseguido.

En segundo lugar, la situación económica es definitivamente distinta a la de los ocho años que pasaron. La economía doméstica muestra signos de un agotamiento debido a la acumulación de inconsistencias. Y a ello se suma un contexto internacional que presenta grandes nubarrones, aún cuando algunas medidas coyunturales parezcan generar algún claro por donde se cuela, breve, el sol. Ambos elementos -la mayor debilidad de la economía y el extendido anhelo de preservación- se conjugan en una demanda de dólares que, como en otros momentos de nuestro pasado, se ha encendido: queremos que el bienestar obtenido se mantenga pero tomamos precauciones por si no lo hace.

La demanda de dólares está basada en que se lo percibe como barato: mientras el resto de los precios de la economía crecen a un ritmo que se puede palpar cotidianamente, el dólar apenas subió 12% en los últimos dos años, pasando de $3,80 a fines de 2009 a su valor actual. Para revertir la expectativa de una depreciación se pueden hacer dos cosas. Una es convencer acerca de la estabilidad futura del dólar a quienes hoy se esfuerzan por adquirirlo. Ello requiere modificar las expectativas, algo que no se logra persistiendo en las mismas actitudes (entre ellas la falta de una política anti-inflacionaria) que generaron las dudas en primer lugar. La otra es permitir su suba, por ejemplo a $4,50, y recién después usar la artillería del Banco Central para bajarlo unos centavos y estabilizarlo (una jugada que también requiere un claro y explícito compromiso en materia de lucha contra el aumento persistente de precios). Así se revertiría la sensación de que el valor del dólar sólo puede incrementarse, algo que ya ocurrió en el 2002 cuando la divisa estadounidense alcanzó un pico de $4 en Semana Santa para después bajar fuertemente.

El Gobierno, en cambio, ha optado por un tercer camino, consistente con el único rasgo realmente distintivo del modelo: la idea de que la política puede siempre y en todo momento doblegar a la economía. La reacción es, entonces, de manual.kirchnerista. Por un lado, elevar mediante reglamentaciones la cantidad de dólares que ingresan al país. Por el otro, obstaculizar su adquisición imponiendo restricciones crecientes, como las anunciadas este fin de semana. Resulta saludable que quien desea hacerse con dólares deba demostrar que posee los recursos necesarios para hacerlo, pero el exceso de trámites sólo apunta a obstaculizar cualquier operación. Algo similar se aplica al hecho de inquirir sobre los motivos del potencial adquirente. En la gran mayoría de los casos la respuesta de fondo es sencilla pero inaceptable para las autoridades: «tengo dudas respecto del futuro».

Los efectos que todas estas medidas tendrán resultan relativamente previsibles. La demanda por el billete oficial se moderará en el corto plazo -lo que reducirá el ritmo de pérdida de reservas-, y se ampliará la brecha con el paralelo. Así, en lugar de enviar mensajes que brinden tranquilidad general, el gobierno parece estar mandando otra señal: las reservas las juntó el kirchnerismo, y si algunos aspectos del modelo te provocan incertidumbre o no te gustan podés comprar tus dólares pero en el mercado informal y a un precio mucho mayor.
Fuente: La Nación, 01/11/11.
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¿Y por casa cómo andamos?

La doble moral de los funcionarios corruptos

 

 

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