¿Es Cuba un Estado fallido? Anatomía de una descomposición institucional

mayo 26, 2025 · Imprimir este artículo

Por Gustavo Ibáñez Padilla.

Por décadas, Cuba ha sido retratada por sus defensores como un bastión de resistencia antiimperialista, una excepción ideológica en el mapa hemisférico. Sin embargo, tras más de seis décadas de régimen comunista, la situación estructural del país plantea una pregunta insoslayable: ¿puede considerarse Cuba un Estado fallido?

El término “Estado fallido” no tiene una definición jurídica estricta, pero desde la célebre caracterización hecha en Foreign Policy en 1992 por Gerald Helman y Steven Ratner, se entiende como aquel Estado que ha perdido la capacidad de ejercer autoridad efectiva, proveer servicios básicos, garantizar la seguridad y proteger los derechos fundamentales de su población. En este marco, múltiples indicadores sugieren que el caso cubano merece una revisión seria bajo esta etiqueta.

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Un colapso en cámara lenta

El colapso del sistema cubano no es repentino. Es una descomposición progresiva, que se acentúa en los últimos años. En una declaración sin precedentes, el propio Fidel Castro reconocía en 2010 al periodista estadounidense Jeffrey Goldberg: “El modelo cubano ya no nos funciona ni a nosotros”. Una admisión devastadora de parte del arquitecto del régimen, que debería haber desencadenado una profunda revisión internacional sobre la legitimidad del modelo.

Desde esa fecha, la situación solo ha empeorado. En 2023, la economía cubana se contrajo oficialmente un 2%, pero diversos analistas independientes sostienen que el desplome real fue muy superior. La inflación, según datos del Observatorio Cubano de Derechos Humanos, ronda el 500% interanual en productos básicos. La escasez de alimentos, medicinas y combustible ha generado una situación humanitaria alarmante. El país sobrevive gracias a las remesas de la diáspora y la ayuda incondicional de aliados estratégicos como Venezuela, Rusia o China, bajo condiciones opacas y gravosas para su soberanía.

Servicios básicos en ruina

La provisión de servicios básicos en Cuba está prácticamente colapsada. Los apagones se han vuelto cotidianos; en octubre de 2023, la Unión Eléctrica reportó déficits diarios de generación superiores al 40% de la demanda nacional. Los hospitales, antaño símbolo de la propaganda revolucionaria, carecen hoy de medicamentos, insumos quirúrgicos y hasta agua corriente. En abril de 2024, se reportaron brotes de cólera en provincias orientales, según la Red de Observadores de Salud Pública, atribuidos al deterioro del sistema de aguas residuales.

Apagón 18/10/2024. El Ministerio de Energía y Minas de Cuba informó que el colapso total del sistema eléctrico en la isla se produjo a raíz de un problema en la Central termoeléctrica Antonio Guiteras.

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A esto se suma una histórica emigración masiva: en 2022 y 2023 más de 400.000 cubanos —casi el 4% de la población— cruzaron ilegalmente hacia EE. UU., según cifras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza estadounidense. La llamada ‘fuga de cerebros’ es epidémica. Los profesionales que no emigran sobreviven como taxistas, vendedores ambulantes o dependen de remesas.

¿Estado controlado o Estado opresor?

Los defensores del régimen argumentan que, a pesar de su crisis, Cuba no es un Estado fallido porque mantiene el monopolio del uso de la fuerza y controla la totalidad del territorio. Sin embargo, este argumento ignora la evolución del concepto. Como señala el académico Robert Rotberg, los Estados fallan no solo cuando pierden control territorial, sino cuando su legitimidad desaparece ante la población, y el aparato estatal se convierte en un instrumento de represión más que en garante de derechos.

En este sentido, el Estado cubano encaja perfectamente en esa definición. Según Amnistía Internacional, Cuba continúa siendo uno de los países más represivos del continente americano. Tras las protestas del 11 de julio de 2021, cientos de manifestantes pacíficos fueron condenados a penas que en algunos casos superan los 20 años de prisión, en juicios sin garantías. La periodista independiente cubana María Matienzo Puerto denunció en marzo de 2024 que fue detenida sin orden judicial y mantenida incomunicada durante 48 horas por informar sobre protestas en La Habana.

La represión sistemática y el control total de la vida pública -educación, medios, sindicatos, religiones- refuerzan la naturaleza autoritaria del régimen. Suele decirse que Cuba no es una dictadura cualquiera, es una cárcel con playa, donde el Estado no administra servicios, sino represión.

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Una mafia de Estado

El aparato estatal cubano se ha transformado en una maquinaria opaca dominada por la cúpula militar, especialmente por el conglomerado GAESA (Grupo de Administración Empresarial S.A.), controlado por las Fuerzas Armadas. Este grupo maneja más del 70% del ingreso en divisas del país -hoteles, tiendas, telecomunicaciones, puertos- sin rendición de cuentas, operando como una empresa mafiosa que depreda la riqueza nacional, una verdadera Asociación ilícita. Tal como ha afirmado el exiliado economista cubano Elías Amor Bravo, “el poder en Cuba está en manos de una élite militar que ya no defiende ideas, sino intereses corporativos. No gobiernan, administran un botín”.

¿Un Estado funcional o un sistema zombi?

El profesor Olivier Nay sostiene que algunos Estados fallidos mantienen una fachada de funcionalidad, lo que él denomina ‘estados zombis’: estructuras institucionales que continúan en pie, pero han perdido toda capacidad de transformación social y de legitimación. Cuba parece encajar con precisión en esta categoría: un Estado que sobrevive por inercia, apoyado en la represión interna y las alianzas internacionales, pero que ha colapsado en lo esencial.

Un informe de Freedom House en 2024 clasificó a Cuba como “no libre”, con una puntuación de 13 sobre 100 en su índice global de derechos políticos y libertades civiles. Solo supera a países como Corea del Norte, Eritrea y Siria. ¿Qué otro indicador se necesita para comprender que este Estado ya no cumple su razón de ser?

Las Fuerzas Armadas son el aparato represor del estado totalitario cubano.

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Un llamado impostergable

La discusión sobre si Cuba debe considerarse un Estado fallido no es meramente semántica. Implica consecuencias diplomáticas, humanitarias y morales. Cuba no es solo un régimen autoritario; es un sistema agotado, empobrecido, represivo y sin horizonte. El silencio internacional, especialmente de los países democráticos que aún se abstienen de condenar con claridad al castrismo, equivale a complicidad.

La revolución castrista en Cuba es un gigantesco  fraude histórico, y su permanencia en el tiempo es una derrota para la libertad en Hispanoamérica. Cuba es un perfecto ejemplo del rotundo fracaso del comunismo, aunque muchos se nieguen a aceptarlo.

Esta no es una discusión sobre el sexo de los ángeles: se trata de un tema crítico que implica la vida o muerte de diez de sus once millones de habitantes. Es hora de que los hombres de bien de todo el mundo clamen por la libertad de los cubanos. Y que los países libres actúen, no con discursos vacíos, sino con sanciones eficaces, presión diplomática y, sobre todo, con solidaridad concreta hacia quienes resisten dentro de la isla. Porque cada día de silencio es una victoria más para la tiranía.

Fuente: Ediciones EP, 26/05/25.

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