Estados Unidos y Europa complicados

julio 27, 2011 · Imprimir este artículo

Las opciones de Obama: Las herramientas keynesianas y monetaristas, agotadas

Por Agustín Monteverde

 

La languidez de la economía real puede considerarse una prueba definitiva del agotamiento del estímulo fiscal y monetario implementado por el gobierno y la Reserva Federal.

Los paquetes de estímulo fiscal erogaron casi un billón de dólares en programas improductivos y en un aumento transitorio de la plantilla gubernamental.

El estímulo monetario fue a engrosar la liquidez de las instituciones pero contribuyó a inflar los valores de los commodities alimentarios y energéticos. Sin embargo, Obama ha sugerido la posibilidad de extender algunas de las medidas de estímulo aplicadas el año pasado, ante la creciente evidencia de que la recuperación económica se estanca.

Obama piensa en su continuidad en el poder: Desde los años 30 ningún presidente obtuvo la reelección con una tasa de desempleo superior a 7,2 % y no hay chance de que el Congreso apoye otro plan de estímulo que se base en nuevo gasto público.

La marcha de la inflación también imita el margen de acción. En mayo, los precios al consumidor se desaceleraron a 0,2 % mensual; en abril habían crecido 0,4 %. Pero la inflación núcleo se aceleró a 0,3 % desde 0,2 % en abril.

Si no son acompañados por reformas de fondo, los programas de relajamiento cuantitativo tienen un impacto acotado y cada vez más débil en el tiempo. Si bien producen un fuerte salto de la base monetaria —es decir, de los agregados más líquidos—, la baja velocidad de circulación propia de los períodos recesivos deriva en un crecimiento lento de los depósitos bancarios.

En el caso de los préstamos, éstos suelen mostrar una evolución incluso negativa pese a la inyección de liquidez, lo que repercute en el ritmo de actividad. Esto se puede ver con claridad en el caso de Japón, donde el significativo estímulo monetario de la última década no consiguió devolver vitalidad a la economía.

No acompañada por otros cambios en costos y precios relativos, la sobreabundante liquidez tiene un impacto negativo en el mercado laboral: cuando un factor de producción —en este caso, el capital— es muy barato, las compañías tienden a usar ese factor más que los otros—lo que reduce la demanda de trabajadores.

Para devolver vitalidad a su economía, Estados Unidos necesita reducir el gasto, recortar impuestos, eliminar de normas laborales que encarecen la creación de puestos de empleo, derogar regulaciones, consumir menos, exportar más y estabilizar el valor del dólar a efectos de estimular la repatriación de capitales —nada menos que U$ 1 billón— que han huido.

Una tregua fiscal que beneficie a las ganancias repatriadas por las multinacionales estadounidenses, podría contar con apoyo bipartidario.

 

El euro, en la encrucijada: Convulsiones en la periferia

Desde el otro lado del Atlántico, la UE se encuentra enfrascada en contener las crisis de los PIIGS.

A las consabidas dificultades de Grecia y Portugal, se ha añadido —tal como advertimos semanas atrás— la delicada situación de Italia, cuya escala y ramificaciones son mucho más vastas.

El Consejo de Europa convocó a una reunión de emergencia para abordar la situación de la tercera mayor economía del bloque, luego de la fuerte caída de los activos italianos durante el viernes.

Italia exhibe, después de Grecia, el mayor ratio de deuda soberana sobre PBI —nada menos que 130 %.

El diferencial de rendimiento del bono gubernamental italiano a 10 años sobre los bonos referenciales alemanes llegó a máximos históricos desde la creación del euro, superando los 250 puntos básicos.

El gobierno planea llevar a cabo un ajuste del gasto por € 48.000 MM.

Este viernes se conocerán los resultados de un nuevo stress test sobre 91 bancos de la región.

Las entidades europeas serán obligadas a revelar sus niveles de capitalización, estimaciones de beneficios para este año y sus tenencias de deuda soberana.

Los que fallen a las pruebas serán puestos en observación y quedarán sujetos a que el bloque les inyecte capital.

El euro mismo está en riesgo porque los países en crisis se han excedido en la utilización de los mecanismos monetarios de la eurozona.

Dos terceras partes de todos los créditos en la eurozona se concedieron a Portugal, España, Irlanda y Grecia, pese al hecho de que representan sólo 18 % del PBI de la eurozona.

88 % de los déficits en cuenta corriente de estos países se financiaron mediante la expansión del crédito en el sistema del euro.

El rescate del BCE ha permitido que la gente de los países periféricos siga viviendo más allá de sus posibilidades y que los tenedores de activos se lleven su riqueza a otros lados.

Los enormes déficits en cuenta corriente de los PIIGS no habrían sido posibles sin financiamiento del BCE.

Mientras más se mantengan los rescates, más persistirán los déficits en cuenta corriente y más aumentarán las deudas externas, que terminarán siendo insostenibles.

La única excepción es Irlanda, que no padece de falta de competitividad sino de fugas de capital.

En los últimos tres años se fueron € 130.000 MM de ese país.

Pero Irlanda es el único país que ha reducido precios y salarios y su déficit de cuenta corriente ya está por convertirse en superávit.

En contraste, los déficits externos de Portugal y Grecia rondan 10 % de su PBI.

Además de la reestructuración financiera, Grecia y Portugal deben volverse más baratos para recuperar competitividad.

En el caso de Grecia, por ejemplo, los precios y los salarios deberían reducirse entre 20 % y 30 % para recuperar competitividad.

Si no logran el consenso político para implementar los ajustes requeridos, es probable que deban salir al menos temporalmente de la eurozona.

La salida de la eurozona les permitiría depreciar sus monedas, que es lo mismo que hacer el ajuste precios y salarios pero de una forma encubierta y sin necesidad de una difícil votación en sus parlamentos.

Los países periféricos de Europa necesitan reducir su PBI nominal a fin de recuperar competitividad.

Un camino es dentro de la UE y eso requiere un doloroso y muy difícil ajuste: una depreciación dentro de la eurozona bajo la forma de la deflación haría que partes importantes de la economía real contrajeran deudas excesivas, porque disminuiría el valor de los activos pero no el de las deudas.

El otro es la salida transitoria para implementar el ajuste tramposo pero menos conflictivo por vía de una devaluación.

De lo contrario, si no se hace nada y se sigue estirando la debacle, el riesgo es que se termine derribando el euro.

La solución de los problemas de los PIIGS requerirá un gran trabajo para la  reestructuración de sus deudas. De esas reestructuraciones se podrían desprender costos enormes para los bancos de los países centrales.

Y es aquí donde hacen foco las advertencias de instituciones y analistas ingleses y estadounidenses: la dificultad de reencarrilar la deuda de los países periféricos europeos.
Fuente: Libertad y Progreso, 25/07/11.

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