Germán Garmendia: el ídolo youtuber
mayo 8, 2016 · Imprimir este artículo
Gritos, llantos y locura por Germán, el ídolo youtuber
Por March Mazzei.
YoSoyGermán firmando ejemplares de #chupaelperro en la Feria del Libro.
Recién abría ayer sábado la Feria del Libro y una marea humana ya había anegado todos los accesos. En la puerta, la imagen es desoladora. Una madre le habla con determinación a su hija adolescente: mochila rosa, chupines blancos y la cara hinchada de llorar. Germán Garmendia, el youtuber más popular de Hispanoamérica, con 27,5 millones de seguidores, hace dos horas y media que firma ejemplares de #chupaelperro, su primer libro, y ella se quedó afuera. Había unas 2.500 entradas oficiales, pero se agotaron de inmediato. Fue después de que en la Feria de Bogotá miles de chicos derribaron las vallas para ver a este chileno histriónico –que tuvo que salir en ambulancia–, que el encuentro cara a cara de Germán con sus seguidores se convirtió en Buenos Aires en un asunto de seguridad.
A esa hora, por la entrada exclusiva de la calle Juncal, la cola llegaba a cinco cuadras de chicos de entre 5 y 17 años, la mayoría con padres, todos con el libro en la mano. Al final del día, sin embargo, serían muchos los decepcionados. Un chico de alrededor de 12, merodea con su padre fotógrafo en la sala de prensa. Se abrazan. No llora pero por esa mueca de dolor entiende que no lo van a dejar entrar. Por detrás aparecen dos rubias con sendos varones de no más de 10; las caras los delatan: ya tienen sus libros firmados. Theo y Valentín, ambos youtubers, vinieron desde Berazategui con sus madres. Ellas tuvieron suerte. “Las sacamos por Internet pero nos quedó un nene afuera”, reconocen, detrás de sus lentes oscuros. “Eran dos entradas por tarjeta de crédito y esa misma tarde estaban agotadas”. Theo, que tiene 600 suscriptores, ya leyó el libro que se editó el 28 de abril y vendió casi 30 mil ejemplares de una tirada de 60 mil. “Todavía no lo creo, estuvimos con él, me quedé seco”, dice Theo, y posa con el libro garabateado. “Siempre lo vemos pero conocerlo en persona es buenísimo”, acota Valentín. Juan, el que se quedó en casa, tuvo su explicación: “En Mercadolibre estaban en 4 mil pesos las entradas en subasta”.
Adentro del pabellón que Penguin Random House alquiló para el evento –cerca de la pista donde desfilan vacas y caballos en Exposición Rural–, Germán firma un ejemplar cada seis segundos. Como el líder que transgrede el protocolo, besa a cada chico, imprime su firma, posa para la foto acercándose como si fuera una selfie –cuando en realidad un fotógrafo contratado está retratando a cada uno y subirá todas las fotos al Facebook. Germán es un chico estilizado con rasgos de belleza clásica. Lleva un buzo bordó y una camperita negra con capucha. Muestra los dientes como un emoji, hace la ve de la victoria, levanta el pulgar y casi no toma agua de la botellita de agua que tiene sobre la mesa. Las chicas se le tiran encima. Entre vallas antidisturbios, la cola avanza con ansiedad y no son pocos los chicos que lloran a medida que se acercan.
Afuera, donde desembocan los afortunados que se llevan a casa su tesoro, sopla el viento frío a pesar del sol. En la pantalla gigante que muestra la firma en sí, la imagen parece reproducida a doble velocidad: saludo, foto y la mano que saca al niño de cuadro. Un ejército de empleados, que va rotando a medida que avanza la tarde, escribe el nombre de cada fanático en su libro; interactúan con Germán, retiran cajas repletas de bolsas, carteles, paquetes: todos regalos para el ídolo. Más allá, cinco hombres en círculo conversan y miran incrédulos la ovación de grititos que de pronto se enciende afuera: “¡Queremos entradas! ¡Queremos entradas!”. Entre ellos está Oche Califa, director de la Feria del Libro.
Nahuel Alderete tampoco tenía entrada pero como otros 20 mil chicos vino igual a conocer a Germán, y mientras abona la ilusión de que salga a saludar cuando termine la firma –el cierre fue más allá de las 22–, hace entrevistas para su propio canal de YouTube con ayuda de su hermano que graba con el celular. “Me inspira mucho, su gusto musical y que se ría de sí mismo”, argumenta. Rescata su historia: un origen humilde, el amor por su madre que enviudó joven. “Nadie en YouTube espera mucho, pero con pocos seguidores ya me reconocen en la calle”, cuenta. Justo llega un grupo de chicas increíblemente conmovidas, y él lanza la primera pregunta: “¿Podrían decir que este es el momento más emocionante de sus vidas?”.
Otras chicas, acodadas a la valla, inquieren a las que salen sin padres: “¿Cuánto pagaste?”, apura la líder. “Yo la pagué mil –responde una de campera rosa–, pero mi hermana consiguió la de 70”. Lanzan promesas al aire. “Yo lo voy a esperar hasta que salga, en algún momento tiene que salir, ¿ves esa puerta de vidrio? Atrás de la puerta está él”. A unos veinte metros, unos movimientos en el cordón de seguridad contiene el avance. A cada niño desilusionado le sigue un padre enojado. Familias enteras viajaron desde distintas provincias, pagaron pasajes de avión y reservas de hoteles, y no pudieron llevarse su libro firmado.
Durante la tarde, mientras las calles alrededor de La Rural se colapsaban de tránsito, Germán salió más de una vez a saludar a sus fans, que estallaron en gritos. ¿A qué responde este fanatismo tan específico? En un descanso, cuando Germán salió a comer una banana o una palta, en la pantalla gigante proyectaban sus videos, que los chicos celebraban como si los vieran por primera vez. Entre ellos, el booktrailer del libro insinuaba una pista: ¿Por qué el libro se llama #chupaelperro? “Porque es un título –les dice Germán– que sólo ustedes y yo podemos entender”.
Fuente: Clarín, 08/05/16.
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