Hacia la reactivación norteamericana

noviembre 15, 2012 · Imprimir este artículo

El plan de negocios para la reactivación estadounidense
Por Lloyd Blankfein

Hace cuatro años, se comentaba que el gobierno del presidente Barack Obama aspiraba a tener la dinámica que existía en el gabinete Abraham Lincoln, en donde antiguos competidores y antagonistas unieron fuerzas para ayudar al país durante la Guerra Civil entre 1861 y 1865. Si la aspiración era llegar a lo que describe el libro de la historiadora Doris Kearns Goodwin Team of Rivals, sobre los más cercanos colaboradores de Lincoln, ahora el modelo a seguir parece ser su libro previo, No Ordinary Time, acerca de las políticas internas de Franklin D. Roosevelt durante los últimos años de la Gran Depresión de los años 30 y los primeros años de la Segunda Guerra Mundial.

Los años 30 fueron un período de extrema amargura entre el empresariado y el gobierno de Roosevelt. Muchos ejecutivos deploraron las políticas del presidente y se rehusaron incluso a pronunciar su nombre, refiriéndose a él como «aquel hombre en la Casa Blanca». Por su parte, el presidente pronunció aquellas palabras memorables de la campaña de reelección de 1936: «Doy la bienvenida a su odio».

Sin embargo, mucho antes del bombardeo de Pearl Harbor en 1941, estos adversarios se unieron a la causa común para derrotar a Alemania y Japón. El resultado fue un aumento sin precedentes en la producción industrial que demolería a las potencias del eje Berlín-Roma-Tokio y sacaría a la economía estadounidense de la Gran Depresión. Roosevelt mostró liderazgo y el sector corporativo respondió al llamado.

Las relaciones entre el gobierno de Barack Obama y grandes segmentos de la comunidad empresarial han sido tensas y poco productivas. Pero la elección ofrece una oportunidad importante para forjar una mejor relación. Al elegir a un gobierno dividido —con los demócratas en control de la presidencia y la Cámara Alta y los republicanos con la mayoría en la Cámara Baja—, los estadounidenses no optaron por dos años de peleas e inacción hasta los próximos comicios en 2014, y el país no puede costear esto. Ambos partidos tendrán que ceder algo para avanzar.

Los retos que Estados Unidos encara ahora no son los de la Segunda Guerra Mundial. Pero afrontar los desafíos de hoy exigirá una dedicación y cooperación similares, y no sólo entre partidos políticos. Un espíritu de acuerdo mutuo y de reconciliación hará maravillas para la economía si el gobierno y las empresas se concentraran en abordar las siguientes prioridades:

Eliminen el riesgo de una recaída económica y proporcionen un estímulo a la economía. Los alivios tributarios y embargos presupuestales que expiran el primero de enero podrían descarrilar la frágil recuperación. Cualquier acuerdo político para solucionar el «abismo fiscal» requerirá flexibilidad y sacrificio compartido que ambos partidos parecen no estar dispuestos a adoptar.

Nosotros en el mundo de los negocios tenemos la responsabilidad de contribuir a un mejor entendimiento de la urgencia de evitar una recesión auto-impuesta y paralizante. Al mismo tiempo, también tenemos que hablar sobre las oportunidades significativas que resultarían de cambios con visión a futuro.

Hay más de un billón de dólares en efectivo que yacen en las arcas de compañías no financieras en EE.UU. Con una certeza sobre las tasas de impuestos, las empresas incrementarán sus gastos de capital (actualmente en niveles anémicos), contribuyendo así a un ciclo positivo de empleos y crecimiento.

Restauren la confianza en las finanzas públicas. Estados Unidos actualmente disfruta de tasas de interés bajas y de una inflación moderada. Pero el déficit del presupuesto público y una creciente deuda eventualmente llevarán a un incremento dramático en ambas. Un gran acuerdo fiscal —quizás usando al plan «Simpson-Bowles» como punto de partida— debería incluir recortes de gastos, reformas de los programas públicos e incrementos en los ingresos. Algunas de las reformas deberían ser legisladas ahora pero implementadas más tarde para evitar el riesgo de una recesión.

El sector corporativo apoya de manera enérgica los intentos para concluir un acuerdo fiscal bipartidista. Yo pienso que los aumentos de impuestos, especialmente para los más acaudalados, son adecuados, pero solo si se combinan con recortes serios en gastos públicos y programas de ayuda social. Varios presidentes ejecutivos y compañías están de acuerdo y apoyan principios que entablarían una solución integral y equilibrada para el problema de la deuda: incremento en los ingresos fiscales y un recorte en gastos.

Mantengan bajas las tasas de interés marginales. Los demócratas y los republicanos se quejan sobre las complejidades del código tributario, pero una reforma seria ha sido casi inexistente. Una ampliación de la base de impuesto a la renta de los individuos con el cierre de vacíos en el código generaría ingresos adicionales sustanciales, mientras que minimizaría el aumento en las tasas marginales que podría ahogar la toma de riesgos y un crecimiento robusto.

El gobierno de Obama ya indicó su interés en reducir la tasa de impuestos sobre los ingresos corporativos. Los líderes empresariales deberían diseñar legislación con el gobierno y el Congreso que recompense el trabajo e impulse la inversión, mientras que retenga la progresividad esencial del sistema fiscal.

Actúen como si tuviéramos que competir y ganar… porque tenemos que ganar. Por primera vez en varias generaciones, está claro que Estados Unidos tiene a su alcance abundantes recursos de energía domésticos, y que tiene la tecnología para extraerlos de manera responsable y segura. El gobierno necesita colaborar con el sector privado para implementar regulaciones efectivas y significativas para desarrollar estos recursos.

Una política energética es crucial: El desarrollo de los recursos domésticos significa que todas las industrias en la economía estadounidense podrán beneficiarse de costos de energía más bajos y aumentar su competitividad global.

EE.UU. puede competir de forma más efectiva en el comercio mundial. Conforme se recupera la economía, el país debería entablar acuerdos bilaterales y regionales, intensificando así el flujo internacional de bienes, servicios y capital. EE.UU. tiene más puntos fuertes a su disposición para competir que la mayoría, incluyendo una cultura que fomenta la innovación y el emprendimiento, y unos factores demográficos favorables.

Una reforma migratoria integral también es una prioridad. Washington necesita facilitar que personas talentosas trabajen y vivan en EE.UU. Los estudiantes extranjeros que se gradúan de una universidad estadounidense deberían estar habilitados para trabajar en el país de manera permanente. El límite de visas para los trabajadores altamente capacitados debería ser eliminado; y hay que facilitar que emprendedores con gran potencial trabajen y generen empleos en EE.UU. Sé que muchos en el mundo de los negocios están listos para respaldar una verdadera reforma migratoria.

EE.UU. tiene una larga tradición de personas talentosas y experimentadas que han ido a trabajar al gobierno después de una carrera empresarial exitosa. Ellos aportan al servicio público perspectivas útiles sobre cómo funcionan los negocios y, durante su servicio, desarrollan una apreciación más profunda de la responsabilidad que el gobierno tiene hacia circunscripciones más amplias. Su experiencia es una virtud, no un vicio, y debería ser motivada en los años venideros.

Mi empresa trabaja con muchas compañías en la lista Fortune 500 y, sin lugar a duda, los líderes de estas organizaciones difieren en sus opiniones y perspectivas políticas. Pero sé que todos quieren ver y contribuir hacia el progreso. Estamos listos para subirnos las mangas y trabajar con el gobierno de Obama y con el Congreso para ayudar a EE.UU. a cumplir la promesa estadounidense.

—Blankfein es el presidente de Goldman Sachs.

Fuente: The Wall Street Journal, 14/11/12.

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