La Cadena de valor global

agosto 22, 2016 · Imprimir este artículo

Hecho en el mundo: el desafío de la cadena global

El 80% del comercio mundial está vinculado a producciones de las que son parte varios países; la Argentina, rezagada.

Por Florencia Carbone.

Productos sin nacionalidad o, mejor dicho, productos ciudadanos del mundo. Tiempos en los que el «Made in X país» podría ser reemplazado por el «Made in the world«, como promociona la Organización Mundial del Comercio (OMC). Apenas uno de los tantos efectos de una realidad comercial signada por las cadenas globales de valor (CGV), una forma de organización de la producción en la que primero se fragmenta el proceso para luego unir eslabones dispersos por el planeta.

integracion-global-01Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI y experto en comercio exterior, dice que según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, las cadenas de valor administradas por las empresas transnacionales -que son las que dominan el comercio- representan el 80% del intercambio mundial anual de bienes y servicios. Ergo: no formar parte de esa movida implica resignar participación en el comercio internacional. Y en el caso de la Argentina, el asunto aparece entre las materias pendientes.

«Según la OMC, poco más del 30% de nuestras exportaciones ingresan en CGV (como algunas de granos, frutas y automotores), mientras que la cifra trepa a 35% en Brasil, casi 40% en Colombia, más de 40% en Perú, casi 45% en Costa Rica, arriba de 45% en México y más del 50% en Chile», detalla.

«La Argentina aún privilegia relaciones comerciales desvinculadas del encadenamiento sistémico y eso conspira contra una mejor inserción internacional», dice Elizondo.

Alejandro Ramos Martínez, especialista en integración y comercio del BID-Intal, explica que «la característica principal de las CGV es la desintegración del proceso de producción en etapas en distintos países. La fabricación del bien recorre distintos países hasta su finalización. Ese despliegue hace que en lugar de que un determinado país concentre varias etapas, se especialice en una o en pocas y produzca mayores volúmenes con menores costos unitarios. El conjunto de la cadena gana en eficiencia siempre que los costos logísticos y transaccionales del proceso no superen las ganancias que se obtienen».

¿Por qué proliferó este sistema? Ramos Martínez destaca dos dinamizadores del comercio mundial en los últimos 20 años: la apertura de China al comercio como parte de su estrategia de aprendizaje tecnológico e industrialización, y el desarrollo de múltiples innovaciones de producto derivadas del avance científico en la electrónica y la información.

Marcela Cristini, economista de FIEL, agrega que entre las transformaciones del comercio que se caracterizaron bajo el rótulo de «globalización», las CGV ocupan un lugar protagónico. «El proceso productivo en módulos que antes se concentraba en cada empresa se distribuyó entre los países que presentaban mejor ventaja para la producción de un insumo o para la provisión de un servicio. Una parte importante del aumento del comercio internacional se debió a la multiplicación de transacciones a medida que los productos semielaborados se van completando hasta llegar al producto final», comenta.

Y Elizondo refuerza la idea con números: si se suman las exportaciones de bienes y servicios de todos los países del mundo, en 1980 la economía mundial exportaba 17% de su producción; en 2008, 27%, y en 2014, 40%. «Esto no hace más que confirmar que el comercio es cada día más un proceso sistémico e integrado y no una sucesión de operaciones aisladas», dice el director de la consultora DNI.

Hay un dato que no resulta menor: más allá de ingresar al sistema, el lugar que ocupa el eslabón en el que se da la inserción es un factor clave.

«La industria electrónica es un caso de CGV en China, que por un tiempo fue víctima de la trampa de la modularidad, es decir, sólo producía insumos para el inicio de la cadena, con menor valor agregado, pero luego capitalizó los conocimientos tecnológicos y ahora participa también del mercado de bienes finales», dice Cristini.

Desde la Fundación ICBC, Paloma Ochoa explica que la literatura sobre CGV se ocupa de las modalidades de upgrading (o cómo escalar posiciones) y que se valoriza fundamentalmente el «upgrading funcional», a través del que una empresa ingresa en actividades más complejas e intensivas en conocimiento y se aleja de aquellas en las que la competitividad depende de los costos.

«En general, estas actividades -las más rentables de la cadena- están vinculadas a la innovación, el diseño y la construcción de marca. Hoy, en la mayor parte de las CGV de las que participa la Argentina se verifica fuerte presencia en los eslabones iniciales, alta concentración en pocos mercados, debilidad y baja participación en las etapas finales de las CGV, poca presencia de grandes firmas de capital local y fuerte transnacionalización», describe.

¿Qué puede hacer el país para mejorar eso? «Si se trata de desarrollar la participación en las cadenas agroalimentarias se podría avanzar en las cadenas vegetales hacia productos más complejos para exportación, más allá de la venta de productos básicos o semielaborados; destinar parte de los granos que hoy se exportan al crecimiento de los complejos de producción cárnica (particularmente aviar y porcina), y trabajar fuertemente en el mejoramiento de la base genética animal y vegetal. En las cadenas cárnicas, mejorar la inserción de los productos argentinos, pasando de la exportación de carnes congeladas o enfriadas a productos diferenciados o con valor agregado. Un punto muy importante es mejorar la situación de las cadenas nacionales que proveen insumos, bienes y servicios. Insertarse en las actividades de distribución y logística que permiten captar mejor las necesidades de los consumidores y generar intangibles que aumentan la rentabilidad y diferencian productos. Y otra cuestión clave es el grado de articulación que las cadenas de valor nacionales desarrollan con las de otros países, particularmente con los que tenemos algún proceso de integración», responde Ochoa.

Transformación

Sin una transformación productiva competitiva y una consolidación de los encadenamientos regionales existentes, la Argentina no podrá lograr una inserción sustentable en la economía global, según la opinión de Nahuel Oddone, doctor en Estudios Internacionales. «Se trata de propiciar la diversificación productiva y ampliar la participación en aquella parte de la estructura de producción con mayor intensidad en conocimientos o cuya tasa de crecimiento de la demanda es más elevada. La transformación productiva competitiva contribuye a un cambio estructural de la economía. El desafío para la Argentina es lograr una mayor participación (o posiciones) en cadenas globales, sobre todo, en segmentos de alto valor agregado para lo cual son fundamentales las políticas de ciencia, tecnología e innovación, cuyo propósito es incrementar las capacidades nacionales para utilizar, absorber, modificar y producir conocimientos científicos y tecnológicos. Y, por supuesto, las políticas de educación y de construcción de habilidades, con el objetivo de formar recursos humanos calificados», amplía.

Como coordinador de Cadenas de Valor de la sede subregional de Cepal en México, Oddone publicó un artículo en el que analiza la nueva etapa de la política comercial y las cadenas de valor en la Argentina. Allí sostiene que «es urgente que las estructuras productivas y exportadoras de América latina en general se orienten hacia los sectores más dinámicos, de mayor productividad o de alto contenido tecnológico», porque eso permitirá lograr mayor competitividad y participar «latinoamericanamente» de cadenas.

Cita el caso del emprendimiento conjunto del avión carguero KC-390 entre dos empresas del Mercosur: la brasileña Embraer y la argentina Fábrica de Aviones Brigadier San Martín. «La calificación de Fadea como proveedor de Embraer abre nuevas posibilidades de inserción en las cadenas de los otros socios de Embraer, con un seguro impacto sobre futuros desarrollos tecnológicos», explica.

El especialista en comercio internacional Félix Peña destaca que para el desarrollo de estrategias empresarias de inserción en cadenas regionales de valor es fundamental la previsibilidad en las reglas de juego. «Desde ya que no es el único factor, pero es muy importante, especialmente para las pymes. De allí que es muy conveniente vincular una estrategia de promoción de encadenamientos productivos con el desarrollo de distintas modalidades de acuerdos sectoriales en el Mercosur y con la Alianza del Pacífico (que integran Chile, Colombia, Perú y México). Junto con lo que se haga en materia de conectividad física y facilitación del comercio, esto es clave para la estrategia de convergencia en la diversidad», dice Peña.

«La globalización de la producción eliminó la sustitución de importaciones como un instrumento viable. Participar en las cadenas globales no es una oportunidad más, sino un nuevo modo de organización del comercio internacional del que no podemos excluirnos sin costos», enfatiza Cristini.

No se trata de realidad virtual ni aumentada. Las CGV forman parte de la realidad actual en su estado más puro, y como alguna vez explicó Osvaldo Rosales, ex director de Comercio Internacional de Cepal, los plazos hoy se acortan de modo dramático: gracias a la industrialización, en 70 años (entre 1830 y 1900) Inglaterra multiplicó por cuatro su producto. China logró multiplicarlo por 10 en 26 años.

¿Puede un país como la Argentina detenerse a analizar ideológicamente los cambios o debe sumarse a la tendencia del 80% para sumergirse con éxito en el comercio internacional? El tiempo se encargará de develar cuál de las opciones es la mejor.

Fuente: La Nación, 21/08/16.

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