La crisis global

enero 30, 2016 · Imprimir este artículo

La economía de crisis, o cómo el mundo se acostumbra a múltiples problemas

Por Stephen Fidler.
Refugiados llegan a las costas de la isla de Lesbos en Grecia. La crisis migratoria es uno de los múltiples problemas que enfrenta la economía mundial.
Refugiados llegan a las costas de la isla de Lesbos en Grecia. La crisis migratoria es uno de los múltiples problemas que enfrenta la economía mundial. 

Una miríada de fuentes de preocupación está sacudiendo los mercados financieros y las capitales políticas: el debilitamiento del crecimiento económico chino, el colapso de los precios del petróleo, un aumento de las tensiones en Medio Oriente que ha desatado una crisis de refugiados en Europa, y la posibilidad de un desencajamiento financiero conforme Estados Unidos ajusta su política monetaria.

Los políticos, banqueros y líderes empresariales se congregaron en Davos para asistir al Foro Económico Mundial la semana pasada, no enfrentan una agitación única —por ejemplo, la crisis de la zona euro en 2010 o la intervención de Rusia en Ucrania en 2014— sino numerosos problemas políticos y económicos, muchos de los cuales podrían socavar un crecimiento que ya es anémico.

economia globalEl terremoto que comenzó con la crisis financiera de 2008 en EE.UU. y que luego se propagó por Europa finalmente ha alcanzado a China, lo que a su vez ha abrumado a países y empresas de regiones como África y Sudamérica que prosperaron alimentando la demanda china. En consecuencia, las primeras semanas de 2016 han estado marcadas por sacudidas en los mercados financieros, energéticos y de materias primas.

Lo que las tres crisis tienen en común es el final de la expansión de crédito global”, explica Marc Chandler, director global de estrategia de divisas de Brown Brothers Harriman, en Nueva York.

En tanto, la incertidumbre geopolítica abunda. El conflicto en Medio Oriente —que ha empeorado por una guerra subsidiaria cada vez más explícita entre Arabia Saudita e Irán— ha enviado oleadas de refugiados a Europa y generado temores de terrorismo en Occidente. Movimientos opuestos a la integración política y económica han ganado terreno en gran parte de Europa. Pruebas nucleares en Corea del Norte y disputas territoriales en el Mar de China Meridional ponen de manifiesto que Asia no es inmune a las turbulencias.

Si hay un tema en común en todo esto, es la lucha de los líderes políticos para hacer frente a estos asuntos.

La cautela del presidente de EE.UU., Barack Obama —sus detractores dirían timidez— para ejercer el poderío estadounidense ha creado vacíos que otros han buscado llenar. Líderes chinos han tropezado en sus intentos de calmar la agitación financiera. La canciller alemana, Angela Merkel, y otros líderes europeos han trastabillado en momentos en que millones de refugiados ingresan a Europa. La aventura del presidente de Rusia, Vladimir Putin, en Ucrania sigue sin resolverse mientras toma más riesgos al enviar fuerzas armadas rusas a la vorágine siria.

Lawrence Freedman, profesor emérito de estudios bélicos de la King’s College, de Londres, dice que las capitales de Occidente deben asumir parte de la culpa por el creciente caos en Medio Oriente, pese a que ahora tienen escasos poderes para arreglar el desorden.

“Uno podría argumentar que somos culpables en las cosas que hicimos en el pasado, pero no somos los que plantean los riesgos en este momento”, dice. “Las elecciones de política de Occidente no son tan relevantes, y por lo tanto podríamos estar a merced de elecciones muy malas hechas por otros”.

La desaceleración de la expansión económica china también está complicando el panorama geopolítico.

China es víctima del ciclo global, pero también está llevando a cabo una difícil transformación estructural, desde una economía basada en gran parte en la inversión y la manufactura hacia una más orientada al consumo interno y los servicios.

Las autoridades chinas enfrentan un dilema: podrían seguir proporcionando estímulos para mantener el rumbo del crecimiento, como han hecho antes, pero eso implicaría alimentar más los desequilibrios económicos y financieros del país, en particular las enormes deudas de empresas privadas y estatales chinas. El segundo camino podría dar lugar a “un posible mayor en el futuro”, dice Maury Obstfeld, economista jefe del Fondo Monetario Internacional. La credibilidad de las autoridades chinas está en juego, con consecuencias críticas para el resto del mundo.

Las secuelas de China han sido mucho mayores de lo previsto por muchos analistas, incluyendo los del FMI. Si la caída de los precios del petróleo y otros commodities fuera sólo un reflejo de un exceso de oferta, los mercados bursátiles normalmente subirían por el optimismo de que materias primas más baratas impulsen el crecimiento. En cambio, las acciones han declinado en todo el mundo, una fuerte indicación de que los inversionistas ven un problema de demanda.

Hay otro posible gatillo para un desajuste económico: la fortaleza del dólar. Billones en deuda denominada en dólares han sido emitidos por prestatarios internacionales, gobiernos, empresas privadas y bancos de mercados emergentes, lo que aumenta las probabilidades de cesaciones de pagos. Un lugar donde podría estallar este problema es Rusia, que se ve agobiaba por las sanciones de Occidente por su intervención en Ucrania. Con el barril de petróleo por debajo de US$30, Rusia enfrenta su segundo año de contracción económica y una posible crisis financiera conforme las empresas y los bancos luchan para conseguir dólares para pagar deudas.

Los problemas para los productores de bienes básicos se extienden a América Latina. Brasil, la mayor economía de la región, también registraría su segundo año de contracción económica y más tormentas políticas por el escándalo de corrupción en la petrolera de control estatal, Petrobras. Dos de las principales firmas de calificación de riesgo rebajaron la deuda de Brasil a chatarra.

No todos estos acontecimientos tendrán consecuencias a largo plazo. Sin embargo, incluso si algunas fuentes de imprevisibilidad amainan, el panorama económico y geopolítico parece más agitado este año que en las últimas décadas.

Fuente: The Wall Street Journal, 25/01/16.


 

 

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