La economía argentina, en dificultades

abril 15, 2012 · Imprimir este artículo

La economía, en dificultades

 

Déficit, inflación, cierre de importaciones y una creciente desconfianza local e internacional encienden una luz de alerta.

 

Desde hace varios meses el «modelo» o mejor dicho la «novela» muestra signos de agotamiento y pérdida de sus rasgos iniciales. Los superávit gemelos, el fiscal y el de balance de pagos, han dejado de ser tales al transformarse en déficit. La actividad económica se enfría y el índice de producción industrial expone caídas desde diciembre de 2011.

La inflación parece consolidarse con riesgo de acelerarse. El Gobierno ha debido recurrir a manotazos a diversas cajas para resolver sus penurias fiscales y, finalmente, no ha tenido más remedio que avanzar sobre el Banco Central para emplear las reservas y elevar los límites admitidos de financiamiento con emisión. Ello, sin contar con la amenaza de reestatizar Repsol YPF, que ha generado duras protestas y hasta advertencias de España y de la Unión Europea, síntomas de una creciente desconfianza internacional respecto de nuestro país.

Los gobernadores enfrentan también estrecheces y ya no pueden contar con la ayuda nacional más allá de la estricta coparticipación. Las emisiones de deuda provincial están creciendo y se vuelve a acercar la posibilidad de las cuasi monedas. El saldo comercial comenzó a mermar sensiblemente al invertirse el signo de la balanza energética. Después de varias décadas, la Argentina ha vuelto a ser importadora neta de energía en montos significativos y crecientes. El retraso cambiario utilizado como ancla antiinflacionaria ha deteriorado la competitividad y, por lo tanto, ha aumentado la presión por importaciones y el desaliento a las exportaciones de manufacturas.

Como consecuencia, el superávit comercial ha caído y ya no alcanza para el pago de intereses y servicios y, menos aún, para compensar la salida de capitales. Ante esta evidencia y la pérdida de reservas, el Gobierno optó por introducir controles directos en el mercado de cambios y trabas a las importaciones.

La demanda de dólares, que en noviembre pasado amenazaba con convertirse en una verdadera corrida cambiaria, fue detenida pero a costa de hacer despegar un dólar paralelo y de provocar infinitas dificultades a productores, comerciantes y consumidores. También han ocasionado al país numerosos conflictos internacionales y una protesta formal de la Organización Mundial de Comercio, suscripta por cuarenta países. La merma de la cosecha por efecto de la sequía ha agregado otra circunstancial dificultad a la situación externa. Los buenos precios internacionales de la soja no son suficientes para compensarla.

La insuficiencia de inversiones para el incremento de la capacidad productiva y de la infraestructura ha generado finalmente rigideces en la oferta de bienes y servicios, agregando otra razón más para el aumento de precios, mientras que la creación de empleo se ha detenido, pero los reclamos por aumentos salariales exigen compensar la inflación «del supermercado» y rechazan cualquier tope oficial. La estanflación se vuelve a presentar como una realidad.

Por otro lado, el fuerte desborde del gasto público no está siendo tratado apropiadamente. La supresión de los subsidios a la energía y al transporte tuvo un alcance limitado al advertir el Gobierno la dificultad política y social de extenderlo más allá de Puerto Madero y de algunas zonas residenciales y countries del conurbano. El ahorro logrado es, por lo tanto, relativamente menor.

El exceso de empleo público y el fuerte incremento del número de jubilados y pensionados no podrá ser corregido, sino en tiempos largos. También hay y habrá dificultad para reducir la enorme diversidad y cantidad de subsidios por planes sociales, cuyos receptores los consideran como un derecho adquirido.

El aumento de impuestos y la reducción de la evasión están siendo intentados, particularmente por provincias y municipios, pero el espacio para lograrlo se reduce con el enfriamiento de la economía.

El gasto sigue creciendo a tasas nominales iguales o superiores a las de los ingresos fiscales. El déficit fiscal, luego del pago de intereses, ya supera el 3 por ciento del PBI. Si bien ésta es una relación similar y aún menor que la de muchos otros países -y la deuda pública también se expone moderada en esa misma comparación-, la ausencia de financiamiento razonable ha llevado al fisco a recurrir a la emisión y al uso de reservas. Se enciende así una luz amarilla que prontamente puede convertirse en roja.

La corrección de las dificultades económicas es posible, aunque exigiría un cambio sustancial en los principios económicos aplicados. El populismo y el cortoplacismo, que han impregnado las políticas de los últimos años, debieran ser sustituidos por criterios de racionalidad y por un estricto respeto por las normas de convivencia internacional y por la revalorización de las instituciones y de los fundamentos de la Constitución Nacional.

La recuperación de la confianza es una condición esencial para superar las dificultades ya evidentes de nuestra economía.
Fuente: La Nación, 15/04/12.

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