La financialización

agosto 19, 2011 · Imprimir este artículo

La financialización

Por Aldo Ferrer

 

El nuevo término es más adecuado que el tradicional de “globalización financiera”. Éste corresponde a un aspecto de la formación del orden global, que comienza en los inicios mismos de la integración de la economía mundial a fines del siglo XV.

La nueva expresión es específica de la situación contemporánea de las finanzas, su descomunal crecimiento e integración en un mercado planetario. Los siguientes indicadores alcanzan para cuantificar los alcances de la financialización:

En la actualidad, los activos financieros globales (incluyen capitalización de los mercados de valores, deuda pública, bonos de las entidades financieras y de las empresas de la economía real, préstamos securitizados y no securitizados) superan U$S 210 billones y representan cerca de cuatro veces el PBI de la economía mundial. Hace treinta años, en 1980, los activos alcanzaban u$s12 billones, cifra comparable al del PBI de la época.  

Entre 1977 y 2010, el volumen diario de las operaciones en los mercados de cambio (FX), aumentó 237 veces contra 7 veces del PBI mundial en el mismo período. Más del 90% de las operaciones corresponde al carry trade de movimientos especulativos de fondos, que arbitran tasas de interés y cotizaciones de valores entre las plazas que integran el sistema global.  

A principios de los ’80, las ganancias del sector financiero representaban el 25% de todas las ganancias corporativas. En el 2007, antes del estallido de la crisis, el 42 por ciento. La relación de las ganancias financieras con los sueldos y salarios de todos los trabajadores del sector privado, aumentó del 25% en 1990 al 40% en el 2005.

La tendencia también se observa en la comparación de sueldos y bonificaciones anuales del sector financiero con los pagados en la economía real. En los Estados Unidos, la diferencia aumentó de u$s11.000 en 1987 a u$s40.000 en el 2007. La financialización no acrecienta el valor agregado. Redistribuye el ingreso a su favor, a costa de los asalariados.

Esto influye en la declinación de la participación del trabajo en los resultados de los aumentos de la productividad y la generalizada caída de su participación en la distribución del ingreso.

La financialización promovió la formación de niveles de deuda pública y privada incumplibles, focalizados actualmente en países vulnerables (como por ejemplo Grecia y otros miembros de la Unión Europea), sectores (principalmente el inmobiliario) y entidades excesivamente apalancadas.

En los Estados Unidos, la deuda de las familias, las empresas y el sector financiero, respecto del PBI, aumentó del 50% a principios de la década de 1940 a cerca del 300% en el 2007.

La deuda pública aumento en diversos países hasta niveles insostenibles. Entre el 2007 y el 2010, la intervención masiva para rescatar al sistema de su reciente crisis provocó un aumento de casi 50% la deuda pública norteamericana que alcanza actualmente al 103% del PBI.

En la Unión Europea el aumento fue del 30% y la relación deuda pública/PBI alcanza al 85 por ciento. En el sector inmobiliario, como sucedió en los Estados Unidos y en España, el apalancamiento descontrolado de la inversión generó burbujas especulativas, con la posterior caída de los valores y la insolvencia de los deudores de vivienda propia y de compañías promotoras de la construcción. Las consecuencias de la financialización no se reducen a los efectos distributivos y al endeudamiento. Abarcan otros planos de la realidad económica y social.

La búsqueda de la ganancia rápida y los valores del mundo del dinero, contagian los comportamientos colectivos. Amplios sectores de la población tienen inversiones en los mercados financieros y lo mismo sucede con los fondos de pensión o los seguros de vida, como sucede, por ejemplo, en los Estados Unidos.

De este modo, identifican sus intereses con los de los operadores de la especulación financiera. El contagio abarca la administración de la empresas de la economía real, en las cuales se privilegian los rendimientos de corto plazo sobre los de mediano y largo y la distribución de dividendos, más que la reinversión de utilidades. Consecuencias comparables tienen las operaciones de compra de empresas por sociedades de capital accionario apalancadas por crédito.

Las reformas producidas por los cambios de dueño, resultan generalmente en la reducción del empleo, la pérdida de beneficios sociales e inestabilidad en el desarrollo de las firmas. Por otra parte, bajo el atractivo de las altas remuneraciones y ganancias rápidas, la actividad financiera emplea una proporción creciente de los recursos humanos calificados. Como sucede, por ejemplo, en los Estados Unidos, con los mejores graduados de las universidades de mayor prestigio.

En resumen, el gigantesco casino financiero contagia a la totalidad del proceso económico social y debilita las fuerzas de la acumulación y el crecimiento de la producción y el empleo. Los gobiernos de los países centrales y la opinión pública predominante se resisten a admitir la naturaleza real del problema.

Están también atrapados en la financialización. Por lo tanto, están encerrados en el círculo vicioso de una frustración tras otra. Para restablecer la estabilidad de los mercados y reiniciar el crecimiento, es preciso erradicar el exceso de deuda en los puntos vulnerables del sistema.

Esto implica un cambio radical de estrategia, el cual, si no llega por la lucidez de las dirigencias políticas, probablemente resulte de las consecuencias que cabe esperar del agravamiento de las tensiones sociales. Los países centrales necesitan recuperar la autonomía de la política económica frente a los criterios e intereses de los mercados financieros.

En nuestro país, los cambios producidos desde la salida de la crisis permitieron recuperar las funciones reguladoras esenciales del Estado y la gobernabilidad de la economía. Este cambio de la situación proporciona una nueva plataforma de financiamiento del desarrollo y relación con los mercados financieros internacionales. Nuestro principal problema es fortalecer el sistema financiero interno para cumplir la función de banca de inversión, retener el ahorro interno y evitar la fuga de capitales.

La consolidación de los equilibrios macroeconómicos y la reducción de la tasa de aumento de precios son condiciones necesarias para tales fines. Sobre estas bases, se abren posibilidades de acceso al crédito externo para los sectores privado y público, complementario y no sustitutivo de los recursos propios y con niveles de deuda que no excedan la capacidad de generar ahorro y ahorro de divisas, única forma de evitar la repetición de la crisis de deuda soberana.

Al mismo tiempo, ante la eventualidad de una nueva fase contractiva en la economía y comercio mundiales, cuanto mas sólidos sean los equilibrios macroeconómicos, más eficaces serán las políticas contracíclicas para sostener la producción y el empleo. Por último, una referencia final sobre las enseñanzas de las actual situación de la economía internacional y la Unión Europea para el Mercosur y la Unasur.

La experiencia revela la conveniencia de reglas que fortalezcan la solidaridad y compatibilicen el desarrollo nacional de los países miembros con la integración regional, atendiendo a las asimetrías existentes.
Fuente: BAE, agosto 2011.

Comentarios

Algo para decir?

Usted debe estar logueado para escribir un comentario.