La nueva norma en Wall Street: menos Jefe
abril 20, 2013 · Imprimir este artículo
La nueva norma en Wall Street: menos Jefe
Por Fracesco Guerrera
Los líderes de Wall Street están experimentado una reducción de tamaño.
La era del «presidente ejecutivo imperial», una figura dominante que reinaba en una compañía como si fuera propia (al estilo de Sanford Weill en Citigroup Inc., David Komansky en Merrill Lynch & Co. y Hugh McColl en Bank of America Corp.), ha llegado a su fin.
Las próximas semanas nos proporcionarán un vistazo a lo que viene: un mundo corporativo en el que los presidentes ejecutivos son más ejecutivos y menos presidentes.
Permítanme explicar. El segundo trimestre del año en el mundo corporativo estadounidense es sinónimo de la temporada conocida en inglés como «proxy», la serie de asambleas de accionistas que ofrecen a los inversionistas la oportunidad de cuestionar a los equipos de gestión y las juntas directivas.
Durante muchos años, estas reuniones eran aburridas y atraían poco interés de los accionistas. La crisis financiera representó cambió esto. El papel de los bancos en llevar al sistema financiero al borde del abismo, y el subsiguiente desplome de sus acciones, atrajo la atención de accionistas más agresivos, desde fondos de cobertura y de pensiones hasta activistas liderados por sindicatos.
Estos son los casos que se destacarán en las asambleas de accionistas este año: un posible voto determinante sobre si James Dimon debería dividir sus funciones de titular de la junta directiva y presidente ejecutivo de J.P. Morgan Chase & Co.; una asamblea anual en Citigroup en la que se espera que un analista veterano haga pregunta provocativas; y una reunión de inversionistas de Goldman Sachs Group Inc. en la que se espera que su principal director juegue un papel prominente junto al presidente de la firma, Lloyd Blankfein.
Cada uno de estos grupos de accionistas está motivado por diferentes intereses, pero todos comparten el deseo, ya sea correcta o incorrectamente, de obtener algo de los presidentes ejecutivos y las juntas directivas. El efecto acumulado es que el accionar de las altas esferas de Wall Street está bajo escrutinio como nunca antes.
«Nuestros departamentos de relaciones con los inversionistas solían ser dos personas que se encargaban de los analistas y un par de grandes accionistas», me dijo la semana pasada un veterano del sector financiero. «Ahora son varias personas lidiando con toda una serie de constituyentes: analistas, agencias calificadoras de riesgo, accionistas y el público activista».
Es irrelevante si la tendencia es una distracción poco grata para los ejecutivos o una dosis necesaria de rendición de cuentas. El asunto está acá para quedarse.
Dos temas sobresalen: la división de las funciones del presidente de la junta directiva y del presidente ejecutivo, y el rol de los miembros de la junta de vigilar la gestión de la empresa.
En el debate sobre la presidencia de la junta y la presidencia ejecutiva, hay poca evidencia de que una persona en cada cargo, como es la norma en algunos países, sea mejor para los accionistas. Pero una cosa es clara, los actuales líderes de Wall Street probablemente serán los últimos en mantener la doble función.
Puede que J.P. Morgan tenga éxito en proteger a Dimon de la humillación de ceder la presidencia de la junta en la reunión del 21 de mayo. Y Goldman hábilmente distensión la semana pasada el asunto al otorgar más poderes a su principal director en un quid-pro-quo con los fondos de pensiones de sindicatos.
Pero incluso personas al interior de las firmas creen quienquiera que suceda a Dimon y a Blankfein tendrá que conformarse con «solamente» el cargo de presidente ejecutivo.
La tendencia es en parte impulsada por las exigencias de los inversionistas activistas. «Si tiene a la persona que es el gerente principal también encabezando la junta, es su propio jefe y no hay supervisión», dice Lisa Lindsley, directora de estrategias de capital de la Federación Estadounidense de Empleados de Estados, Condados y Municipios, el sindicato que está presionando para el descenso de Dimon.
Pero el principal motor es que las defensas de las empresas contra este tipo de solicitudes se han visto debilitadas por hechos recientes. Por ejemplo, el margen de negociación de Goldman con sus críticos habría sido mucho más alto en 2007, cuando sus acciones alcanzaron US$235 y aún no se habían materializado sus problemas regulatorios y financieros. De hecho, en esa época, Goldman no negociaba con sus detractores.
Y el argumento de J.P. Morgan de que la junta directiva, y no los accionistas, deberían decidir si las tareas de Dimon deberían ser divididas sería más creíble si sus miembros hubieran ejercido una mejor supervisión durante el escándalo conocido como «London Whale», en el que el banco perdió más de US$6.000 millones. Es cierto que la remuneración de Dimon se redujo a la mitad, pero aun así recibió una bonificación de US$10 millones, aunque en acciones, a pesar de que la junta consideró que el presidente tuvo la «responsabilidad final» de los errores.
La rendición de cuentas de los miembros del directorio de un banco también es un tema candente y personas como Mike Mayo quieren subir la temperatura.
Mayo, analista de CLSA, ha comprado acciones de Citigroup con el fin de poder asistir a la reunión de este mes para hacer una pregunta simple: «¿Bajo qué circunstancias considerarían un división del banco?».
«Las asambleas anuales no deberían pasar desapercibidas», me dijo. «Déjenlos que me quiten el micrófono, que me saquen a la fuerza del salón. Deberíamos exigir responsabilidad de las personas que supervisan esto».
Amigos y enemigos de presidentes ejecutivos todopoderosos deberían estar al tanto que el péndulo del poder en Wall Street se está alejando de la oficina principal.
Fuente: The Wall Street Journal, 16/04/13.
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