La sequía en Estados Unidos y su efecto sobre América Latina

septiembre 6, 2012 · Imprimir este artículo

La cara y cruz de la sequía en Estados Unidos para América Latina

 

Las haciendas del medio oeste americano están cubiertas de tierra seca y de cultivos marchitos, señales de la peor sequía que la región productora de granos vive en más de 50 años. El verano ha sido implacable con la industria agrícola americana. La escasez de lluvias ha arruinado los cultivos de maíz, soja y los campos de trigo. Las perspectivas son sombrías: El Centro de Previsión Climática de EEUU prevé condiciones semejantes a las de la sequía actual hasta noviembre.

El pronóstico es mejor para las haciendas sudamericanas. Argentina y Brasil, dos de los mayores productores de granos del mundo, deberían beneficiarse del colapso de la fuente de alimentos americana. En esos países, los altos precios están llevando a los agricultores a plantar más soja, trigo y maíz. «La sequía en EEUU ha creado una oportunidad para los productores. Los agricultores están plantando más en América del Sur para atender la demanda internacional», dice Andrés Alcaraz, representante del Centro de Exportadores de Cereales de Argentina.

Es muy probable que esto sean buenas nuevas para el consumidor. El aumento de la producción en América del Sur podría, a fin de cuentas, atenuar el aumento de los precios de los alimentos, que subieron un 10% de junio a julio, en parte como consecuencia de la sequía, según datos del Banco Mundial. Los precios del maíz y del trigo subieron un 25%, mientras el coste de la soja aumentó un 17% a lo largo de ese periodo, informó el banco.

Pero antes de que los agricultores sudamericanos entren en acción, es importante señalar que la subida de los precios de los alimentos puede tener como resultado una situación potencialmente desastrosa para el consumidor latinoamericano, sobre todo para los pobres. Varios países son hoy dependientes de las exportaciones de granos de EEUU, lo que les hace más vulnerables a las volatilidades del mercado. «La situación actual de EEUU, con la sequía y el descenso de la producción, es buena y al mismo tiempo mala para América Latina», observa Fernando Soto Baquero, representante regional, en Chile, de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). «Los países productores de granos, como Argentina y Brasil, se verán beneficiados […] Sin embargo, estamos muy preocupados por otros países, como los de América Central, donde el precio de los alimentos está subiendo».

Un problema global

Los agricultores americanos esperaban una cosecha abundante en la primavera. Eso fue antes de que la Madre Naturaleza dejara de cooperar. En agosto, el Departamento de Agricultura de EEUU informó que más del 20% de los cultivos habían sido clasificados de «buenos a excelentes», una caída significativa respecto a la primavera, cuando cerca de un 80% de los cultivos había recibido esa clasificación, y un 65% en junio.

A nivel internacional eso es importante porque Estados Unidos siempre ha sido uno de los mayores productores de commodities del mundo. Es el mayor productor de maíz, y continúa siendo el mayor productor de soja, pero eso puede cambiar. Los agricultores americanos son responsables de una cuarta parte de las exportaciones de trigo del mundo. Cuando la sequía los golpea, el mundo lo siente.

«La situación es muy seria actualmente. Los precios de los alimentos subieron de forma acentuada […] principalmente los precios de la soja y del maíz, que han alcanzado hoy en día niveles históricos. El precio del trigo también está demasiado alto», dice José Cuesta, economista senior del Banco Mundial. Las importaciones latinoamericanas de cereales americanos han comenzado a disminuir de forma drástica. De mayo a junio, las exportaciones americanas a la región cayeron un 35%, según los últimos datos disponibles de comercio de EEUU. Mientras, el alza de los precios llevó a un aumento significativo de la producción de maíz y soja en América del Sur, donde los agricultores están plantando más que en cualquier otro momento de la década pasada, según muestran las cifras del Consejo Internacional de Cereales, que hace un seguimiento de la producción agrícola.

Los campos de cereales de la región deberían aumentar cerca de un 18% respecto a la cosecha de 2010-2011, llegando a 107 millones de toneladas métricas, con Brasil y Argentina al frente, lo que representa un 90% del total del continente. Los campos de soja deberían aumentar cerca de un 5% llegando a 142 millones de toneladas, según el consejo.

«Los cultivos están respondiendo a la demanda internacional y a los precios elevados de los mercados de futuros de granos», observa Alcaraz. «Los agricultores están plantando más granos de los que jamás plantaron». Los mercados de futuros están especialmente altos sobre todo en el caso de la soja, con precios por encima de un 26% en los mercados americanos respecto al año pasado.

Los agricultores argentinos están plantando un total estimado de 110 millones de toneladas métricas de granos, de los cuáles la soja tiene mayor porcentaje de cultivo. El año pasado, el país también sufrió con la sequía, por eso se cosecharon sólo 90 millones de toneladas métricas, de las cuáles 40 millones eran de soja, según estadísticas del Gobierno.

Marcelo Cesar Moscata, director de la Exportadora Argentina de Granos S.A., una pequeña exportadora (para los estándares internacionales) de granos y aceites, dice que la situación en EEUU es lamentable, pero es una oportunidad para otros países. «Está claro que nadie quiere que los agricultores americanos sufran con la sequía, pero estamos plantando más para compensar la diferencia. Por lo tanto, entendemos lo que está sucediendo como una orden para plantar más», dice. «También hemos pasado por una sequía, por eso sabemos como es. Estamos satisfechos porque este año el tiempo nos ha favorecido». Moscata dice que espera una caída de doble dígito de sus ingresos cuando venda su cosecha.

En Brasil, país vecino, los agricultores también sufrieron con la sequía el año pasado. En el primer trimestre, la producción agrícola, que representa un 30% del producto interior bruto del país, se redujo un 8,5%. A diferencia de EEUU, sin embargo, la sequía no duró mucho tiempo. Los agricultores brasileños, liderados por las multinacionales, se recuperaron. Las exportaciones de granos aumentaron un 111% en abril-junio en comparación con el año anterior. Las exportaciones de soja subieron de forma más modesta, cerca de un 1% en el transcurso del mismo periodo (aunque ese grano sea más importante para la economía brasileña).

La producción de cereales en Bolivia debería subir el 4%, respecto a 2011, hasta un millón de toneladas métricas, gracias al tiempo favorable y al aumento del número de cultivos. Chile y Colombia también están cultivando más granos, cerca de un 8% más respecto a los niveles de 2011. La producción de México este año debería subir un 14%, llegando a 21,8 millones de toneladas, según previsiones de la FAO.

«La respuesta que estamos viendo por parte de los principales productores de granos de la región muestra su importancia para los mercados mundiales», dice Soto, de la FAO.

Las exportaciones de granos, sin embargo, se convirtieron en una fuente de conflictos, por lo menos en Argentina. La conocida inestabilidad política del país se puso de manifiesto a principios del mes pasado cuando los trabajadores portuarios se pusieron en huelga durante tres días, perjudicando las exportaciones de uno de los principales canales argentinos de embarque. La huelga fue convocada porque los inspectores de salud reivindicaban un aumento de salario. Mientras, el Gobierno local, en conformidad con las políticas de la presidente Cristina Kirchner, intentaba proteger los precios de los alimentos locales imponiendo restricciones sobre los mercados exportadores. El Gobierno planea subir el impuesto sobre las exportaciones de soja, por ejemplo, hasta un 40%, frente al 35% actual. El Gobierno impuso también límites sobre la exportación de trigo y otros productos. «Es polémico, sí, pero depende de con quién converse», explica Alcaraz. Los controles tienen sentido desde el punto de vista del consumidor, para quien la volatilidad internacional puede elevar el precio del pan, añade Alcaraz, pero no tiene sentido para el agricultor que le gustaría aumentar las exportaciones para sacar ventaja de los precios elevados.

Preocupación por el coste

El coste del pan y de otros productos en países no productores —o exportadores— de granos, ya está subiendo. Las haciendas suramericanas comenzarán la recogida de la soja y granos diversos de febrero a abril del año que viene (la época de la cosecha en la región difiere de la época de la cosecha en EEUU), abriendo un intervalo de varios meses hasta que el aumento de la producción lleve a la caída de los precios.

«No creo que los precios de los alimentos cambien en los próximos seis meses o más», prevé Timothy Wise, director del programa de investigación y política del Instituto de Desarrollo Global y de Medio Ambiente de la Universidad Tufts de Massachusetts.

El Banco Mundial y la FAO dijeron que los altos precios pueden tener efectos nocivos para el consumidor latinoamericano. «En los países que no son exportadores netos de granos, el consumidor continúa siendo muy vulnerable a las variaciones de precios», dice Soto.

La evaluación que la FAO hizo de América Latina separa de forma nítida países como Brasil y Argentina, exportadores de granos, de países más pobres, que importan productos básicos, especialmente los países de América Central. «Estamos muy preocupados con la situación de países como Guatemala, en América Central, o en el Caribe, que dependen de las importaciones de EEUU, principalmente de granos», dice Soto.

Colombia, que importa cerca de un 75% de los granos que la población consume, teme que el efecto de los precios elevados se extienda. «El aumento perjudica la cría de aves, cerdos y ganado lechero», dijo a Reuters Rafael Mejía, director de la Sociedad de Agricultores de Colombia, que representa la industria agrícola del país. «Lo peor de todo es que los precios continuarán subiendo».

En el mercado hortofrutícola a las afueras de Santo Domingo, capital de República Dominicana, no hace mucho tiempo atrás, Juliana Álvarez lamentaba el aumento de los precios de los alimentos básicos con que alimenta a su familia de cuatro personas. «La mayor parte de las cosas que consumimos ha aumentado de precio. Es estresante», dice mientras escoge verduras al tiempo que una lluvia pesada comienza a caer sobre el techo de metal de las barracas del mercado. Hace diez años, países como República Dominicana habían puesto muchas esperanzas en que un pacto comercial con EEUU pudiera traer estabilidad a los mercados y precios más bajos para el consumidor. En lugar de eso, los especialistas dicen que el pacto comercial —más conocido como CAFTA-DR— ha hecho que los países sean más vulnerables a las subidas de los precios vinculándolos a los caprichos de los mercados mundiales. Por ejemplo, las importaciones de granos de EEUU por parte de los países centroamericanos y la república Dominicana —miembros del acuerdo comercial— aumentaron en los últimos años.

Mientras, EEUU ha destinado un volumen mayor de maíz y otros granos a la producción de biocombustibles como resultado de las normas de utilización de combustibles renovables. EEUU se convirtió en el principal productor de etanol en 2005 después de entrar en vigor los decretos federales de aumento de producción. La producción aumentó aún más en 2007, y hoy EEUU produce mucho más del 50% del total mundial de etanol, un combustible derivado de vegetales, entre ellos, el maíz.

El aumento de la producción del etanol es responsable, en parte, del aumento de los precios de los alimentos en todo el mundo. Un estudio de la Universidad Tufts constató que, desde 2008, del 20% al 40% de los aumentos de los precios de los alimentos en los países importadores se debió a la política americana de aumentar la producción del etanol.

La dependencia cada vez mayor de las exportaciones americanas en una época en que el país aumentó la producción del biocombustibles perjudicó al consumidor. El precio de los alimentos aumentó de forma paulatina. Según el Banco Central de la República Dominicana, los precios de algunos productos, como aceite de soja, aumentaron un 50% en los últimos tres años. Otros aumentos de precios fueron más moderados. Para Álvarez, el consumidor de República Dominicana «sufre los aumentos de precios desde hace años».

Eso sucede, probablemente, porque el aumento de los precios este año fue uno de los tres que los consumidores de todo el mundo experimentaron en los últimos años debido a fenómenos climáticos o cambios de políticas. «No veo el aumento de precios de este año como algo aislado. Lo veo como la continuación de lo que viene sucediendo en los últimos cinco años», dice Wise, de la Universidad Tufts.

El aumento hoy célebre de las commodities en el periodo 2007-2008 suscitó una controversia generalizada en México, donde el precio de la tortilla se disparó. El aumento de precio ocasionó fuertes manifestaciones e hizo que el presidente Felipe Calderón, al final de su mandato, instituyera un Pacto de Estabilización del Precio de la Tortilla, que fijaba el precio máximo de la tortilla en US$ 8,50 el kilo.

Fueron, sin embargo, soluciones escasas y espaciadas. El BID estima que el aumento de 2007-2008 de los precios de los alimentos (cerca de un 20%) haya llevado a 10 millones de latinoamericanos a la pobreza, el mayor aumento en relación al tamaño de la población de cualquier región del mundo.

«No tengo constancia de que ningún país latinoamericano haya puesto en práctica reformas reales en los últimos años para proteger» al consumidor, dice Wise. Otro aumento ocurrió en 2010-2011, culminando con el aumento de este año, que Wise clasifica colectivamente como «un aumento largo y persistente que continúa probando la resistencia de las familias latinoamericanas. Cuanto más tiempo dure el alza, más vulnerables serán las familias».
Fuente: Wharton Universia, 05/09/12

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