La universidad aún es una gran inversión

febrero 7, 2014 · Imprimir este artículo

La universidad aún es una gran inversión, dice la presidenta de Harvard
Por Alexandra Wolfe

Hace 50 años, el costo anual de estudiar en la Universidad de Harvard era inferior a los US$2.500 al año, los que hoy equivaldrían a unos US$18.000. El costo actual, sin embargo, casi llega a losUS$60.000, incluyendo la matrícula, la vivienda y otros honorarios.

En momentos en que se intensifica el debate sobre el creciente costo de estudiar en las universidades de Estados Unidos– el encarecimiento de las matrículas llevó la deuda total de los estudiantes del país a alrededor de US$ 1,2 billones. Drew Gilpin Faust, presidenta de la universidad, está lista para defender su postura. Todavía vale la pena el esfuerzo, insiste, y no sólo para los pocos afortunados que logran ingresar a una universidad de élite como Harvard.

Faust se reclina en el sofá color crema de su espaciosa oficina en el Massachusetts Hall en Cambridge, Massachusetts, y habla de los altos retornos que ofrece una educación universitaria tanto en la vida como en el desarrollo intelectual. La educación superior, sostiene, muestra a los estudiantes el resto del mundo y les abre los ojos a otras culturas. «¿Cómo puede alguien imaginar un nuevo mundo si no conoce un mundo diferente al propio?», se pregunta. En el caso de Harvard, Faust destaca las diferentes formas en que la universidad expandió y enriqueció sus ofertas.

«Hay muchas más oportunidades para los estudiantes en una serie de ámbitos, más experiencias intensivas de investigación, clases más pequeñas… y un número de unidades administrativas que están ayudando a los alumnos», tales como asistencia ante problemas de alcohol y de salud, señala.

Aunque «el costo de una mejor educación aumentó», afirma, «el costo real neto de asistir a una universidad se redujo». Para compensar los altos precios, la universidad permite que los estudiantes cuyas familias ganan US$65.000 o menos al año no paguen matrícula, además de que 60% de los alumnos recibe becas. Con todo esto, puntualiza, los estudiantes que reciben asistencia financiera pagan un promedio de US$12.000 por año. (La ayuda financiera habitualmente sólo abarca a los residentes de EE.UU.).

La doctora Faust, historiadora especializada en la Guerra Civil y el Sur de EE.UU., está decidida a mantener la relevancia de las humanidades en esta era tecnológica. Pero a medida que los alumnos acuden en masa a los cursos de ciencia y tecnología, está agregando nuevos cursos en Internet e iniciativas en esas áreas.

El giro es especialmente notorio en las estudiantes de Harvard. Durante la última década, la cantidad de mujeres que se graduaron en ciencias creció 70%. Hay 45 alumnas en estadísticas este año, por ejemplo, en comparación con apenas dos en el período 2007-2008.

También planea lanzar el esperado proyecto Allston, un nuevo campus con más de 130.00 metros cuadrados de instalaciones a construirse durante los próximos 10 años. El campus incluirá un nuevo edificio de ciencias que albergará a la facultad de ingeniería y ciencias aplicadas. Estas iniciativas llegan después de la creación del Harvard I-Lab, un centro dedicado a promover el emprendimiento y la innovación.

Con una decoración minimalista, donde prima el blanco su oficina podría fácilmente confundirse con la de una startup de tecnología en Palo Alto, California.

La nueva plataforma en Internet de Harvard (edX), creada junto con el Instituto de Tecnología de Massachusetts, expande la oferta de la universidad más allá del campus. Hay cursos gratuitos por video, con tareas asignadas y discusiones en foros en línea. Más de 28.000 personas en 183 países, por ejemplo, se inscribieron para la primera edición edX del curso «Los primeros cristianos: Las cartas de Pablo» que comenzó en los primeros días de enero.

¿Pueden estas clases extender la educación superior a nuevos grupos? Faust dice que hay «un amplio uso» de los cursos edX, con un número considerable de estudiantes que no son universitarios, aunque hasta ahora, «el usuario promedio es, de hecho, una persona con bastantes estudios».

Lograr la transición de profesora a presidenta de la universidad fue un desafío para la doctora Faust, de 66 años. Tenía experiencia en administración universitaria y fue parte de comités que trataron un amplio rango de temas, pero nada de esto la preparó para la forma en la que la crisis financiera afectó a Harvard. «En ese momento descubrí que había una curva de aprendizaje muy pronunciada», reconoce.

En 2008, la dotación de la universidad cayó 27%. Puesto que esos fondos cubren más de un tercio del presupuesto operativo de la universidad, Faust tuvo que reducir gastos, cambiar de planes y explicar a los ex alumnos qué había pasado con sus donaciones.

Pese a esto, Faust dice que haber sido profesora la preparó bien para otras responsabilidades vinculadas con la presidencia. Al igual que dictar clases, dice, ser presidenta exige mucha «comunicación y tratar de explicar las cosas a las personas».

«La gente a menudo dice ‘¿Qué tiene que ver ser historiadora con ser presidenta?’. Y me miran de manera burlona, y yo respondo Tiene todo que ver, porque la historia es sobre los cambios y entender cómo se producen esos cambios, qué lleva a las personas a aceptar un cambio, qué lleva a las personas a resistir un cambio».

Faust se interesó en la historia del Sur de EE.UU. cuando era joven. Al haber crecido en Shenandoah Valley, en Virginia, en los años 50 y 60, vio los efectos de casos judiciales emblemáticos en la historia estadounidense como el de Brown vs. Board of Education, que puso fin a la segregación en los colegios públicos del país. A los nueve años, sin decirle a nadie, le escribió una carta al presidente Dwight Eisenhower para decirle que la segregación le parecía terrible. Para sorpresa de sus padres, recibió una respuesta de la Casa Blanca. Luego de haber contado la historia varias veces, años después quiso confirmarla y fue a los Archivos Nacionales, donde encontró su carta original escrita en una hoja de un cuaderno.

Faust se graduó de Bryn Mawr College en 1968, sin aspiraciones de ser presidenta de nada, menos aún la primera presidenta de Harvard. «Hubiera sido algo descabellado tener esa noción en mi cabeza a esa edad», explica. Las mujeres ni siquiera eran aceptadas en la biblioteca de Harvard para los estudiantes de pregrado cuando ella iba a la universidad. Luego de su paso por el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, hizo su doctorado y dio clases en la Universidad de Pensilvania, donde pasó los siguientes 25 años.

«Disfruté mucho de dar clases y de investigar, y nunca quise tomar un trabajo administrativo», afirma. Luego, en 1999, el entonces presidente de Harvard, Neil Rudenstine, la llamó para consultarle a quién contrataría para ser decana de la Universidad de Radcliffe, que luego se fusionó con Harvard. Y luego fue directo al grano: si ella estaba interesada en asumir el cargo.

«Nunca olvidaré la forma en que describió el trabajo. Yo lo usé con otra gente», explica. Recuerdo que dijo: «si tienes 5% de interés en este trabajo, ¿me seguirás hablando?». Ella pensó que era fácil llegar a 5% y usó esa misma estrategia para contratar a otras personas, incluyendo a su actual decano, Alan Garber, que dejó Stanford para tomar el trabajo.

La oferta para ser decana le llegó justo cuando su propia hija se preparaba para ingresar a la universidad, por lo que pensó que podía ser un buen momento para aceptar el cargo. «También sentí que pasaba mucho tiempo en comités, por lo que pensé que tal vez era el momento para hacer de estas actividades institucionales mi trabajo cotidiano», afirma. Se transformó en la decana de Radcliffe en 2001. Luego, después de que el economista Larry Summers dejara la presidencia de Harvard en 2006, Faust recibió una segunda llamada preguntándole si estaba interesada en algo más importante. Se convirtió en presidenta de Harvard en 2007.

«Casi todas las etapas de mi carrera superaron mis expectativas», dice. «Me preocupa la gente joven que ahora tenga expectativas tan altas… Está bien que tengan grandes aspiraciones, pero es lindo verse sorprendidos».

Fuente: The Wall Street Journal, 07/02/14.

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