La zona euro se arriesga a hacer muy poco, muy tarde

noviembre 23, 2011 · Imprimir este artículo

La zona euro se arriesga a hacer muy poco, muy tarde

Por Simon Nixon

 

Después de casi dos años en el que el que el foco de atención del de la crisis de deuda de la eurozona se ha desplazado de una capital europea a otra, finalmente ha llegado al lugar que le corresponde: la sede del bloque en Bruselas.

La crisis sólo ha sido en parte sobre la sostenibilidad de las deudas soberanas de Grecia, Irlanda, Portugal, Italia y España. Más importante, es que siempre ha sido una crisis política, una crisis institucional, una crisis de gobierno. Se trata de un fracaso para desarrollar mecanismos para establecer una disciplina fiscal entre los miembros de la eurozona y salir a la ayuda de países en problemas financieros. No podrá existir una solución a la crisis si primero no se resuelve esta crisis de gobierno.

Dos mitos han mantenido las esperanzas. Primero, que los crecientes rendimientos de los bonos soberanos reflejaban una pérdida de credibilidad de algunos gobiernos, para lo cual la solución era un mayor compromiso con la austeridad y la reforma estructural. El segundo indicaba que si la supervivencia de la eurozona llegaba a estar en entredicho, el Banco central Europeo haría uso de su poderosa «bazuca» para comprar bonos y prevenir un colapso y el caos.

El primer mito ha sido demolido. Pese a la elección incuestionable de un reformador fiscal en España, los rendimientos de los bonos a 10 años terminaron el martes al alza a 6,6%. Pese al nombramiento de un gobierno tecnócrata en Italia, liderado por Mario Monti, los bonos italianos se ubican en 6,75%. Mientras tanto, el BCE continúa haciendo todo lo que puede para desmentir el segundo mito, asegurando que no puede y no actuará como prestamista de último recurso para los gobiernos.

En respuesta a las pobres decisiones, los inversores, bancos y corporaciones están reduciendo su exposición a los bonos soberanos de la eurozona, excepto los de Alemania, en medio de temores de que ahora contengan riesgos de liquidez, de crédito y cada vez más riesgos de divisas.

Incluso si el BCE cambia de parecer sobre la legalidad de un compromiso para servir de prestamista, no se sabe si eso resolvería el problema. El BCE puede comprar bonos sólo en los mercados secundarios. Eso no garantizaría a España e Italia el acceso primario a los mercados de bonos. No se tiene claro por qué la intervención del BCE alentaría el retorno de los compradores del sector privado, ya que esto no marcaría una gran diferencia a las cargas totales de deuda y las dudas sobre la sostenibilidad de la deuda persistirían. Además, los bonos adquiridos por el BCE serían de mayor nivel que los propios, lo que generaría mayores reducciones a lo que recibirían los acreedores en caso que la deuda llegue a convertirse en algo insostenible.

Además, la corrida en los mercados de deuda soberana es apenas el aspecto más visible de la crisis de la eurozona. La corrida al sistema bancario es igual de dañina. Los mercados de financiación en dólares a corto plazo y los mercados de deuda no asegurada han estado cerrados desde mediados del año y el mercado interbancario también está sufriendo. Los bancos se han visto forzados a elevar el costo y reducir la disponibilidad de crédito, socavando aún más el crecimiento y la competitividad.

En el mejor de los casos, el BCE puede ganar tiempo, pero ¿para qué? Cualquier solución verdadera debe comenzar con reparar el quebrado mercado de bonos soberanos, algo que ahora requiere la creación de bonos de la eurozona, pero un acuerdo al respecto podría tomar meses y los cambios al tratado, años. Mientras tanto, la pregunta es, y siempre lo ha sido, ¿qué precio político exigirá Alemania para poner su balance en juego?

El mayor temor de Alemania es el riesgo moral, ¿Cómo puede saberse que los países seguirán con las reformas después que se relaje la presión del mercado? Reemplazar a políticos electos con tecnócratas no elegidos puede ser un remedio de corto plazo. Tanto el presidente de la Comisión Europea José Manuel Barroso y el presidente del Consejo Europeo Herman van Rompuy preparan propuestas para mejorar el gobierno económico. Pero la mayoría de las que están siendo discutidas representan apenas ajustes al escrutinio de los presupuestos nacionales, no a la completa unión política y fiscal que se necesita para apuntalar con credibilidad a los eurobonos.

Quizás la intensidad de la crisis obligará a un cambio político radical en Bruselas, como lo ha hecho en los estados miembro. Quizás los gobiernos adoptarán transferencias radicales de soberanía para evitar el cataclismo de un colapso del euro. Pero el riesgo es que, como sucede a menudo en las crisis, cuando los políticos finalmente se decidan a actuar, ya sea muy poco y muy tarde.
Fuente: The Wall Street Journal, 22/11/11.

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