Lo impensable de la crisis europea

noviembre 29, 2011 · Imprimir este artículo

Lo impensable de la crisis europea

Por Simon Nixon

 

Uno de los rasgos más llamativos de la crisis del euro es la velocidad con la que lo impensable se ha vuelto realidad. Hasta la cumbre de Cannes hace un mes, una división de la eurozona era considerada un riesgo extremo. Ahora todos los inversionistas del mundo discuten las implicancias de una posible división. La semana pasada, la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido recomendó públicamente a los bancos preparar planes de contingencia. ¿Pero qué deberían hacer los bancos y los gobiernos?

La respuesta breve es que la planeación depende de una gran cantidad de conjeturas, debido a las incertidumbres extremas y los potenciales resultados; una división podría abarcar cualquier cosa, desde la salida de un país a una completa disolución y un retorno a las monedas nacionales.

Mucho también depende del Banco Central Europeo: si se apega estrictamente a la norma y niega a los países en cesación de pagos acceso a las líneas de financiamiento, una división podría ser incluso más desordenada. Una complicación adicional es que los encargados de política y los bancos están reticentes a negociar planes de contingencia -o comprometerse a poner cualquier cosa por escrito- por temor a avivar la crisis.

Para los bancos, la mayor preocupación es el riesgo de una redenominación: necesitan determinar qué activos y pasivos están en mayor riesgo de ser convertidos a una nueva moneda y tomar medidas para mitigar su exposición.

Gran parte depende de la situación legal de su exposición transfronteriza: si los activos se mantienen en filiales extranjeras y son financiados por depósitos locales, entonces la exposición neta al riesgo cambiario sería limitada. Pero si los bancos han estado prestando dinero en el extranjero, respaldados por depósitos en su moneda local, entonces los bancos podrían enfrentar riesgos de redenominación aún mayores. Los bancos podrían tratar de minimizar los riesgos cambiarios al registrar los activos en jurisdicciones más seguras. Pero necesitan sopesar este proceso contra un riesgo de incumplimiento que podría ser mayor ya que los clientes serían quienes tendrían que soportar el riesgo cambiario.

Además, los bancos señalan que definir cómo se redenominarán las cuentas no es fácil. Unicredit, por ejemplo, es el tercer mayor banco en Alemania y el segundo mayor en Italia. ¿Cómo decide a qué clientes se les paga en marcos alemanes y a cuáles en liras? ¿Depende de dónde se abrió la cuenta? ¿O dónde vive el cliente? ¿O de qué país es su pasaporte? Estas serán al final decisiones políticas que los bancos no pueden planificar fácilmente.

Los bancos también necesitan considerar cómo una división de la eurozona podría afectar su capital y financiamiento. La posible suspensión del cronograma de Basilea III podría otorgar algo de alivio. Los controles de capital podrían ayudar a limitar la fuga de depósitos para bancos nacionales en países que saldrían del euro, pero también evitarían que los bancos extranjeros retornen el dinero a sus países. Sólo un puñado de bancos europeos tendría una probabilidad real de recaudar capital privado. Separados del BCE, la única forma en que los gobiernos de los países que abandonarían la unión podrían recapitalizar sus bancos o garantizar financiamiento sería recurrir a la impresión de nueva moneda, lo que presenta el riesgo de que la inflación se salga de control.

Finalmente, cualquier plan de contingencia debe considerar cómo mantener el funcionamiento de los mecanismos de pago, sin los cuales los países podrían caer en un desorden civil. Las uniones monetarias se han dividido antes, pero ninguna involucraba interrelaciones tan complejas entre los países y entre los gobiernos y los bancos. Introducir nuevos billetes y monedas nacionales es un desafío logístico enorme; los billetes y monedas en euros no se introdujeron hasta dos años después de que surgiera el euro. El desafío sería aún mayor si el euro en sí mismo dejara de existir.

Quizás es por eso que, aun en este momento tan difícil, muchos de los responsables de los planes de contingencia siguen creyendo que esta vez lo impensable es realmente impensable -y que los líderes de Europa al final harán lo que sea necesario.
Fuente: The Wall Street Journal, 28/11/11.

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