Los cambios de la economía digital

abril 10, 2016 · Imprimir este artículo

La vida en la segunda mitad del tablero de ajedrez

Por Sebastián Campanario.

La nueva era de avances científicos lleva a muchos a pensar qué hará la tecnologíacon la humanidad; el autor Erik Brynjolfsson invita a analizar qué haremos nosotros con ella.

 

Una vieja leyenda sobre la invención del ajedrez, en la India en el siglo VI d.C., se convirtió en una de las favoritas de economistas y tecnólogos para describir el panorama de cambios radicales que enfrentan las personas, las empresas y los gobiernos en el marco del debate por la innovación. La historia cuenta que el juego ciencia fue ideado por un hombre muy inteligente que viajaba a Pataliputra, la ciudad capital del Imperio Gupta. El viajero aprovechó su visita para mostrarle su creación al emperador, quien quedó tan impresionado con el juego que le ofreció al inventor que eligiera su recompensa. «Lo único que deseo es poder darle de comer a mi familia», dijo el hombre. «Colocad un grano de arroz en el primer casillero del tablero, dos en el segundo, cuatro en el tercero y así sucesivamente, siempre duplicando la cantidad del casillero anterior, hasta completar los 64 casilleros.»

El emperador, impresionado por la aparente modestia del inventor, aceptó de inmediato. Hasta el casillero número 32 (la mitad del tablero) la cantidad de arroz aumentaba en términos razonables: 4000 millones de granos de arroz es lo que produce un campo grande por año, algo factible de pagar para el emperador, y ese fue el número resultante de elevar dos a la potencia 32. El problema sobreviene en la segunda mitad: para el casillero 64, la cantidad de granos requerida supera al monte Everest, y es más que toda la producción mundial de arroz de la historia. Erik Brynjolfsson, director del Centro para los Negocios Digitales del MIT, recurre a esta leyenda para describir «la dimensión desconocida» que enfrentan individuos, gobiernos y empresas a partir de la difusión de tecnologías exponenciales, en su libro La segunda era de las máquinas, que escribió en coautoría con el científico Andrew McAfee, y que Temas editó en español para América latina.

«Entramos en la segunda mitad del tablero de ajedrez y las reglas son completamente distintas», dice Brynjolfsson en diálogo con la nacion. «Hay gente muy asustada y otra muy entusiasmada con este debate, yo creo que en general se comete un error: tanto los pesimistas como los optimistas se preguntan qué le hará la tecnología a la humanidad, y la pregunta relevante es al revés: qué haremos nosotros con la tecnología», explica. Para el académico se viene una etapa de decisiones importantes sobre qué valores se priorizarán: «La tecnología puede servir para enriquecer a unos pocos o para servir a todos, el resultado no está dado, dependerá de las opciones que tomemos».

Ver: ¿Su Puesto de Trabajo está en riesgo?

La segunda era… es una de las «biblias» de la economía de la disrupción, un best seller de divulgación que en quince capítulos resume los ejes centrales de la economía de la innovación, con apuntes sobre el futuro del mercado de trabajo, la interacción con inteligencia artificial, la digitalización de todo y los desafíos de desigualdad que esta agenda implicará. Si tiene que elegir una tecnología exponencial que «lo cambiará todo», el autor se decide por la inteligencia artificial, y en especial la línea del «aprendizaje profundo». «Esta avenida de avances ya permitió que las máquinas detecten fraudes, reconozcan rostros humanos o le ganen al juego Go a un gran maestro. Creo que apenas sospechamos el impacto que tendrá el deep learning sobre la prosperidad, el crecimiento y el empleo.»

En el mundo de la segunda mitad del tablero de ajedrez, las denominadas «economías de superestrellas» se potencian al infinito, y vuelven más relevante y cierto que nunca la máxima de que «el ganador se queda con todo». El concepto de economía de superestrellas fue acuñado por primera vez en 1981 por el economista Sherwin Rosen. «En muchos mercados, los compradores de productos o servicios prefieren al de mejor calidad -explica Brynjolfsson-; cuando hay restricciones de capacidad o costos de transporte significativos, las segundas o terceras alternativas pueden capturar parte del mercado. Pero, ¿qué sucede si surge una tecnología que permite que el vendedor replique a bajo costo sus servicios y los entregue globalmente sin mayores costes? Eso hará que el segundo proveedor, aunque sea casi tan bueno, no tenga demanda. Y cuando una economía se vuelve más digital, el juego en el que el ganador se queda con todo se vuelve más atractivo.»

Por eso el mundo de las empresas digitales exitosas (Google, Facebook, Uber, AirBnB, Amazon) está mucho más concentrado que el campo offline.

Aquí el profesor del MIT cita un ejemplo que escribió Alex Tabarrok, economista de la Universidad George Mason y autor, junto a Tyler Cowen, del muy exitoso blog Marginal Revolution. Tabarrok cuenta la historia de escritores famosos, desde Homero hasta J. K. Rawling, la autora de Harry Potter. «Homero contó grandes historias, pero no podía ganar en una noche más que, digamos, lo que unas 50 personas podían pagar por una velada. Shakespeare tuvo más suerte: el Teatro Globo recibía 3000 personas y, a diferencia de Homero, no se requería su presencia física para ganar plata. Además, sus palabras estaban apalancadas por la tecnología de la imprenta. Con la baja de costos, J. R. R. Tolkien pudo vender más que Shakespeare. Hoy la tecnología ha sobrecargado la capacidad de autores como Rowling para apalancar sus talentos con la digitalización y la globalización», explica Tabarrok.

Las historias de Rowling pueden capturarse en películas y videojuegos, y cada uno de los formatos, incluyendo los libros originales, pueden distribuirse de forma digital globalmente a un costo trivial. Las economías de superestrellas en su enésima potencia, que el profesor del MIT llama «cambio técnico sesgado hacia el talento». Como decía una controvertida publicidad de Nike: «No se gana la medalla de plata: se pierde la de oro».

El autor de La segunda era… asegura que este 1% que se lleva todo, para el caso de EE.UU. no está necesariamente en Wall Street. De hecho, Steve Kaplan, de Chicago, citado en el libro, asegura que la mayoría está en otras industrias: medios y entretenimiento, deportes, derechos: son en general emprendedores o ejecutivos senior. «Las nuevas tecnologías están apalancando el talento como nunca pasó. Alguien con una buena idea, un talento especial o simplemente mucha suerte tiene el potencial, de la noche a la mañana, de poder alcanzar una clientela potencial de miles de millones de personas. Vemos que esto está pasando mucho con las empresas de software, y pensemos que día a día cada vez hay más firmas que pasan a tener el software en el corazón de su actividad», marca el autor.

Este es el mundo en el cual «las ventajas relativas llevan a la dominación absoluta -sigue Brynjolfsson-; la distribución del ingreso no sólo es más desigual, sino que tiene una forma muy diferente». La economía industrial tradicional está acostumbrada a la gráfica de una curva de Gauss: mucha gente en el promedio de la campana, y a medida que se alejan de la media cae estrepitosamente la probabilidad de encontrar individuos extremadamente ricos o pobres. Pero en economías de superestrellas manda una «distribución de potencias«: los resultados extremos son más habituales de lo que marca nuestra intuición, algo que analizó en detalle Nassim Taleb en su libro El cisne negro. Una dimensión desconocida, completamente extraña para los economistas: la vida en la segunda mitad del tablero de ajedrez.

Fuente: La Nación, 10/04/16.


 

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¿Tu trabajo es repetitivo? Lo perderás

Por Rossana Fuentes Berain.

Sólo los creativos y disruptivos sobrevivirán en la era digital, segun el libro The Second Machine; los autores dicen que entre los ganadores habrá consumidores, creadores y mecenas de las IT.
En la era digital, la productividad está relacionada con la creatividad y viceversa. (Foto: Archivo)

Si ésta es la segunda era de las máquinas, la digital, ¿cuál fue la primera y por qué nos importaría?
La respuesta es clara en el libro de Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee dedicado a la revolución digital: ‘The Second Machine Age’.

Todo empezó en Escocia, en 1776, cuando James Watt inventó los motores de vapor, que dieron origen a la primera era de las máquinas, la Revolución Industrial. Esa que transformó el trabajo, el progreso y tantas otras cosas que determinan nuestra realidad económica y social hasta el día de hoy, que llegó la segunda revolución.

Ver: ¿Su Puesto de Trabajo está en riesgo?

“Las computadoras y otros avances digitales hacen por nuestro poder mental lo que el motor de vapor y sus descendientes hicieron por la fuerza física”, dicen los autores.

robotsLa segunda era de las máquinas traerá, ‘trae’ es una conjugación más precisa, tantos cambios como los que se fueron acumulando cuando los telares se empezaron a colocar cerca de una máquina, primero, de vapor, luego, de motores de combustión interna, en los galerones que llegamos a conocer como fábricas.

Esos motores, eventualmente, también sustituyeron a los caballos en el transporte y crearon una de las industrias más importantes para México: la automotriz.

¿Quién gana?

Como sucedió en el mundo, y lo refleja otro texto igualmente disfrutable de hace unos años, Guns, Germs and Steel, de Jared Diamond, el dislocamiento de los procesos de producción en ésta, la segunda era de las máquinas, ya arroja ganadores y perdedores.

“¿Qué puede estudiar mi hijo o hija para que tenga futuro?”, preguntan con frecuencia a Brynjolfsson y McAfee, académicos vinculados con el Media Lab del Massachusetts Institute of Technology (MIT), amorosos padres del siglo XXI preocupados por el desempleo y el subempleo.

Esta tendencia prevaleciente en nuestros tiempos se agudizó con la depresión económica de 2008, pero, sin duda, debe su origen a lo que ellos estudian en The Second Machine Age.

Su tesis central es que todo lo que pueda ser hecho por una computadora o una máquina vinculada a ella, eventualmente lo será.

Guste o no en muchos hogares de trabajadores con competencias mínimas, capaces sólo de hacer trabajos repetitivos y no mucho más, el peligro de ser sustituido por una máquina o un proceso alentado por nuevas capacidades digitales crece tan exponencialmente como la capacidad de los microprocesadores que, según la Ley de (Gordon) Moore, creada por el cofundador de Intel, se multiplica por un factor de dos cada año.

El asunto es que tú y yo, y tantos otros profesionistas liberales con habilidades basadas en conocimientos presuntamente escasos, tampoco estamos a salvo. El código y la potencia de lo digital cada vez sustituyen más procesos o hábitos por los que antes se pagaba.

Sin embargo, el tema principal del libro no es que los trabajos estén en peligro y todos tengamos que correr en pos de una capacitación para aprender a escribir código de software u obtener un título de ingeniería.

No odies tu computadora

Con la actual acumulación de capital, ésa que en su versión original tanto estudiaron Karl Marx y Federico Engels, en la segunda acumulación, la de las máquinas digitales se produce un nuevo ‘botín’ de productividad, dicen los autores. Esto se ve de manera más clara cuando el CEO de una empresa como Walmart describe su negocio como “tecnológico” o su colega de Citigroup la declara “una empresa tecnológica con una licencia para hacer banca”.

El trabajo, el progreso y la prosperidad, como indica el subtítulo del libro, están vinculados ya a estas brillantes tecnologías.

¿Frustrado?, ¿dispuesto a asumir la actitud de los ‘luditas’?, ésos que en la primera Revolución Industrial se convirtieron en entes desesperados, dispuestos a romper las máquinas para regresar a una bucólica forma de vida premotores; o, en nuestro caso, precomputadoras. No lo hagas.

Hay manera no sólo de sobrevivir en la segunda era de las máquinas, sino de capturar algo del “botín digital”, como lo llaman los autores.

Lo interesante es que para hacerlo no todo pasa por Silicon Valley y el reino del código. Eso para México, que de todas maneras debería invertir cada vez más en la sociedad del conocimiento, arroja una esperanza.

Es la creatividad

Brynjolfsson y McAffee subrayan que cualquier cosa que sea creativa, que implique establecer nuevas ideas o conceptos, nada que sea repetitivo o esté inmerso en patrones simples, triunfará en la segunda era digital. De ahí saldrán los que ellos llaman ‘estrellas’ y ‘superestrellas’.

Si la humanidad en la era agrícola aprendía a sembrar y a cazar en el hogar con sus padres y hermanos, en la industrial tenía que acudir a una escuela con horario determinado; para acostumbrarse a ir a las fábricas y oficinas. En la era digital, no hay duda de que quienes prosperarán serán los creativos, los que puedan reconocer patrones y comunicaciones complejas y deriven nuevas ideas de ese ejercicio. En la era digital, la productividad está relacionada con la creatividad y viceversa.

Por eso este libro, que, por cierto, no es de educación, sino de economía y negocios, invita seriamente a revisar el indicador del producto interno bruto (PIB).

“Se mide todo menos lo que hace la vida valiosa, como la poesía o el debate público”, dice el epígrafe del capítulo ocho.

Pero cuidado, no te equivoques: las conclusiones no nos exhortan a todos a mudarnos a espacios de hippies en California.

Pero…

Para nada. Desde la costa este de Estados Unidos, los autores afirman que no hay creatividad ni productividad sin incentivos correctos: impuestos adecuados, pigovian taxes, que el economista británico Arthur Pigou definió como los cobros a externalidades negativas, inversión en tecnología, en ciencia dura, en educación de primera, premios para emprendedores y mejoría en infraestructura.

En medio de las reformas para México, este texto es indispensable en más de una oficina pública o privada. Quienes viviremos un trecho de esta era digital a través de su lectura y estudio podríamos aspirar a ser, ojalá, polvo de estrellas digitales. Y, si no, cuando menos, formar parte de la constelación de los ‘literati’, que no cambiarán sus salarios de dólares analógicos por centavos digitales. O peor, por un hoyo negro.

Fuente: expansion.mx, 14/08/14.

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