Los estornudos de Estados Unidos y Europa, ¿provocarán el resfrío de América Latina?

octubre 5, 2011 · Imprimir este artículo

Los estornudos de Estados Unidos y Europa, ¿provocarán el resfrío de América Latina?

 

El pasado 4 de agosto de 2011 fue una jornada que Latinoamérica difícilmente podrá olvidar, ya que ese día los principales centros bursátiles de la región y del resto del mundo,  sucumbieron por temor a una posible y nueva crisis económica en Estados Unidos, similar a la que se desató en 2008.

En medio del desesperado esfuerzo de los operadores por calmar los ánimos de los inversionistas, Bovespa (Bolsa de Valores de São Paulo) cayó un 5,72%, mientras que en Chile el IPSA (Índice Selectivo de Precios de Acciones) anotó un descenso del 3,94%, secundado por la Bolsa Mexicana de Valores (BMV)) que experimentó un retroceso del 3,37%.

El desalentador episodio se había gestado 24 horas antes, en momentos en que el Congreso estadounidense debatía a contrarreloj un plan republicano y otro demócrata para elevar el techo de la deuda pública y reducir simultáneamente el gran déficit del país. En mayo pasado Estados Unidos alcanzó el límite de endeudamiento de 14,29 billones de dólaresy la Casa Blanca dejó claro que el Congreso debía aumentar el techo para disminuir los pasivos antes del 2 de agosto, de lo contrario el Gobierno se quedaría sin fondos para pagar sus facturas.

Luego de intensos debates que sumergieron en un mortal suspenso a las economías de todo el orbe, demócratas y republicanos finalmente llegaron a un acuerdo para aprobar un nuevo «techo» para la deuda. No obstante, la demora de los congresistas en alcanzar el consenso hizo que la incertidumbre se instalara en forma definitiva en los mercados aquel 4 de agosto, ahora llamado “jueves negro”.

Este clima de desconfianza empeoró en los días siguientes, luego de que la agencia calificadora de riesgo Standard & Poor´s decidiera rebajar el rating de solvencia crediticia de Estados Unidos de “AAA” a “AA+”, medida que los analistas de la consultora justificaron como necesaria, dado que, en su opinión, el plan pactado por el Congreso no era lo suficientemente sólido para estabilizar la situación de la deuda nacional en el largo plazo.

Los analistas de Standard & Poor´s alertaron además que la tensión política y económica en Estados Unidos podría empeorar la difícil coyuntura por la que atraviesa Europa, considerando los importantes desequilibrios presupuestarios que han experimentado algunos países como Grecia, Portugal e Irlanda, y en menor medida España e Italia.

Sin duda, la “crisis de la deuda estadounidense”, generó dos importantes fenómenos, comenta Joseph Ramos, profesor de Macroeconomía del Departamento de Economía de la Universidad de Chile, “lo primero es que el mercado tomó conciencia de que los congresistas republicanos pueden dificultar la toma de medidas necesarias para enfrentar la recuperación económica, haciendo que este proceso sea más lento”. La segunda situación que dejó en claro la crisis de la deuda, dice, es que las expectativas de que este año Estados Unidos repunte y crezca un 3%, “quedaron absolutamente descartadas y hoy los analistas apuntan a una expansión de apenas un 1,5% e incluso menos”.

Lo cierto es que este bajo crecimiento es señal de que la nación estadounidense no avanza en la dirección que muchos quisieran y corre el riesgo de que en cualquier momento su economía se desacelere aún más sin punto de retorno.

Tal es la visión de Ricardo Patiño, economista y ministro de Relaciones Exteriores de Ecuador, quien afirmó a través de una emisora radial del país que si el PIB mundial hoy bordea los 60 billones de dólares, y la deuda externa de Estados Unidos supera los 14 billones de dólares “con posibilidades de que ésta aumente y de que el Gobierno llegue a un punto en que no pueda cubrirla, el desbarajuste internacional que se produciría sería fenomenal”. Y recalcó que la situación es preocupante, “por lo que América Latina debe adoptar medidas”.

Una herida mal curada

Sin embargo, hay expertos que no comparten el alarmista escenario previsto por el ministro del Ecuador, como José Oscátegui, profesor de Economía de la Pontificia Universidad Católica del Perú, quien asevera que por ahora “sólo estamos ad portas de vivir una desaceleración de la actividad económica mundial, que no es otra cosa que una herida mal curada de la debacle que estalló en 2008”.

Y es que para contrarrestar el desfavorable escenario creado por la burbuja hipotecaria, el gobierno estadounidense aumentó el gasto fiscal y con ello su deuda, explica Roberto Durán, profesor de Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Chile, “una medida reactivadora que en esos momentos alivió en parte las cuentas nacionales”. El problema, dice, es que Estados Unidos ha acumulado un déficit “de extraordinario volumen, el cual ha comenzado a poner en jaque las ventajas competitivas de su economía y las del resto del mundo”.

Si a lo anterior sumamos el hecho de que, tras el estallido de la crisis financiera internacional, los países de la Unión Europea (UE) intensificaron los estímulos fiscales vía mayor gasto para compensar la estricta política monetaria que aplicó el Banco Central Europeo (BCE) y así poder paliar los efectos de la debacle, acota Víctor Valenzuela, profesor de Economía y Finanzas de la Universidad Andrés Bello, en Chile, “el resultado es que el déficit fiscal de Grecia, Portugal e Irlanda, que ya venían fuertemente endeudados y con problemas de competitividad, se ha disparado”.

Pese a que la UE y el BCE han estado trabajando intensamente en un paquete de medidas para evitar el contagio de un default en masa en el viejo continente contribuyendo a calmar la tensión financiera, tales iniciativas no han sido suficientes para reconquistar la confianza de los inversionistas.

En otras palabras, el contexto internacional se presenta como poco alentador para América Latina, afirma Oscátegui, pero aclara que en ningún caso éste podría llegar a cobrar los niveles tan devastadores que caracterizó a la crisis que se vivió en 2008, “y tampoco podría llegar a arrastrar a los mercados latinoAméricanos de la forma en que lo hizo entonces”.

La razón para ello, comenta, es que las autoridades tanto de Estados Unidos como de la UE saben lo que tienen que hacer para contrarrestar el impacto de la desaceleración “y para que ésta no llegue a convertirse en una crisis de proporciones. Si bien hay trabas políticas -refiriéndose a la oposición republicana en el Congreso estadounidense-, las autoridades están concientes de los elevados costos, si no toman las medidas del caso”.

Y uno de los ejemplos que ilustra de mejor forma lo anterior, fue la acción mancomunada que a mediados de septiembre emprendieron el Banco Central Europeo, la FED (Reserva Federal de Estados Unidos), el Banco de Inglaterra, el Banco de Japón y el Banco Nacional Suizo, quienes acordaron prestar a las instituciones bancarias comerciales de Europa la cantidad de dólares que necesiten a cambio de ciertas garantías.

Aunque algunos analistas calificaron la medida como tardía, ésta apuntó justamente a asegurar la suficiente liquidez de la divisa estadounidense y disminuir la volatilidad en los mercados, siendo “una muestra de que los bancos centrales van a hacer lo que deben para preservar la estabilidad del sistema”, destacó Christine Lagarde, directora gerente del FMI (Fondo Monetario Internacional), a través de medios de prensa regional.

Adicionalmente, la FED anunció a fines de septiembre que mantendrá bajas las tasas de interés (entre 0,0% y 0,25%) y cambiará bonos de deuda en su poder que venzan a corto plazo por otros valores de más largo vencimiento, todo ello a objeto de estimular la lenta y anhelada recuperación económica de Estados Unidos.

El impacto en Latinoamérica

Pese a que hoy la volatilidad y la cautela dominan los mercados financieros, quienes siguen cada uno de los movimientos de las autoridades monetarias en Estados Unidos y Europa, la actividad exportadora de la región latinoAméricana se ha mantenido estable, sin grandes sobresaltos en los precios de las materias primas, opina Ramos.

Aunque advierte que si estas dos grandes economías entran oficialmente en recesión “ello impactará en los precios de los commodities que la región exporta a Estados Unidos y Europa (cobre, hierro, petróleo, soja, salmón, café, productos frutícolas y agropecuarios, entre otros), como también habrá un efecto en el clima de inversión”.

Pero las consecuencias dependerán del grado de exposición que cada país latinoAméricano tenga frente a estos mercados, detalla Javier Bronfman, profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, en Chile, “ya que es muy probable que las naciones más abiertas y que destinan mayores envíos de materias primas a Estados Unidos y Europa, experimenten más problemas”.

Por este motivo, el economista y ministro de Relaciones Exteriores del Ecuador, Ricardo Patiño, ha hecho un llamado a que los gobiernos de la región diversifiquen sus mercados hacia otros destinos, incrementando el propio comercio intrarregional.

Si bien Oscátegui reconoce que ésta es una estrategia eficaz, opina que tanto la diversificación de las exportaciones como la integración comercial de América Latina, son desafíos en los que la región ha venido avanzando “a paso lento, pero seguro a través de diversas e importantes alianzas como Mercosur, ALCA, Unasur y ALADI, entre otras”.

Por lo tanto, para paliar los efectos de una potencial recesión de la economía mundial, plantea Oscátegui, América Latina debería emprender otras acciones, “y una de ellas es seguir las recomendaciones del FMI, que apuntan a que las naciones que tienen una baja deuda y un respaldo financiero en divisas, deberían aplicar una política fiscal contracíclica o expansiva aumentando el gasto, siempre y cuando éstos países demuestren capacidad para mantener el equilibrio fiscal en el largo plazo”.

Política fiscal contracíclica

A juicio de Valenzuela, Chile y Perú son idóneos candidatos para aplicar una política fiscal contracíclica, dado que el nivel de endeudamiento de estas naciones es reducido y ambas cuentan con importantes reservas económicas. Desde 2007, Chile cuenta con el FEES (Fondo de Estabilización Económica y Social), que hoy está en torno a los 13.000 millones de dólares y que busca financiar eventuales déficits fiscales ante los vaivenes de la economía mundial.

En tanto que el FEF (Fondo de Estabilización Fiscal) del Perú actualmente bordea los 6.000 millones de dólares, «lo cual da suficiente confianza a los inversionistas nacionales y extranjeros”, agrega Oscátegui. Además, dice, Perú ha venido creciendo a elevadas tasas de entre un 8% y un 9% en los últimos tres años, “siendo muy probable que fruto de la desaceleración, este año el país sólo crezca un 6% o un 6,5%, lo cual sigue siendo una muy buena proyección”.

Brasil es otra nación que está en buen pie para aplicar una política fiscal expansiva, comenta Oscátegui, dado que este mercado realizó importantes cambios económicos hace unos años, “gracias a los cuales hoy el país se ha transformado es una de las principales potencias de la región”. Entre estos cambios, explica, destacan el haber mantenido la inflación a raya, consolidar un tipo de cambio flexible, aumentar el superávit fiscal y crear reservas en divisas extranjeras para reducir la vulnerabilidad externa.

Por su parte, Argentina es uno de los países de Sudamérica que ha estado creciendo más rápidamente en el último tiempo, comenta Valenzuela. De hecho, según un informe del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) de Argentina y dado a conocer en marzo último, el PIB de la nación trasandina creció 9,2% durante 2010 [Los datos que elabora el INDEC son puestos en duda por todos los consultores independientes en Argentina]. “En síntesis, el peso de la crisis se hace menor si el país está creciendo, por lo que Argentina también tiene capacidad para poner en marcha una política fiscal contracíclica”, indica.

Sin embargo, algunos analistas locales han hecho notar que si el Gobierno argentino opta por la política fiscal expansiva, tendrá que recurrir al financiamiento del BCRA (Banco Central de la República Argentina).

Por lo visto son pocos los países de la región que podrían seguir las recomendaciones del FMI. En consecuencia, Bronfman recomienda que el resto de las naciones vigile su tasa de endeudamiento, provea subsidios estatales a los sectores económicos más débiles y promueva la contratación de personas, entre otras medidas.
Fuente: Wharton Universia, 05/10/11.

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