Recordando a Neil Armstrong

septiembre 30, 2012 · Imprimir este artículo


Recordando a Neil Armstrong

Por Buzz Aldrin

 

Me gustaría reflexionar acerca de la vida y el legado de Neil Armstrong, gran pionero de la exploración espacial.

Cabe destacar que el servicio conmemorativo en su honor el 13 de setiembre en la Catedral Nacional en Washington, tuvo lugar un día después del aniversario número 50 del discurso del presidente John Kennedy sobre el viaje a la luna. Pronunciado en la Universidad de Rice en Houston, el discurso despertó la imaginación y las ganas del país para emprender «la más arriesgada y peligrosa y mayor aventura en la que un hombre jamás se ha embarcado».

Sentí una profunda tristeza cuando me enteré de la muerte de Neil, mi buen amigo y compañero de tripulación del Apolo 11 junto a Michael Collins. Jamás imaginé que el comandante de nuestra misión fuera el primero de nosotros en partir.

Al pensar en Neil, recuerdo la frase que se le atribuye a Isaac Newton, cuando trató de explicar en el siglo XVII cómo pudo desarrollar una comprensión tan poderosa de la física y las matemáticas. «Si he visto más lejos es porque me he subido en hombros de gigantes».

Para el programa Apolo, Neil fue ese gigante. Era un consumado piloto de prueba y un astronauta cuyas habilidades fueron demostradas en reiteradas ocasiones a lo largo de su carrera, ya sea al expandir la capacidad de la nave espacial X-15 al límite del espacio (207.500 pies o 63.650 metros) a casi 6.500 kilómetros por hora, al tomar el control de su nave espacial durante el Gemini 8 en 1966 y guiándola con seguridad de vuelta a la Tierra; o al escapar en el último segundo posible antes de que el vehículo de entrenamiento de aterrizaje lunar se estrellara, y luego regresar tranquilamente a su oficina para analizar la causa de la avería y presentar un informe del accidente; o, más especialmente, al guiar con destreza el módulo lunar Eagle del Apolo 11 a un aterrizaje seguro sobre una superficie lunar llena de baches.

Todavía recuerdo vivamente cuando estábamos con Neil parados en la árida y desolada pero hermosa superficie de la luna, mirando al pequeño planeta Tierra de un azul brillante, suspendidos en la negrura del espacio, mientras que Mike orbitaba por encima de nosotros esperando nuestro regreso, al tiempo que de manera virtual prácticamente el mundo entero hacía el viaje con nosotros.

Neil no vio el Apolo 11 como un final, sino que, más bien, consideraba la llegada a la luna como un pequeño paso de la humanidad en el cosmos. Aunque Neil era un extraordinario ingeniero, astronauta y líder, era también reservado y de hablar bajo, que prefería abogar en silencio por la exploración del espacio detrás de cámaras. El no buscaba fama ni honor por el trabajo que él sabía que muchos otros habían hecho para hacer posible la llegada a la luna.

La última vez que Neil y yo nos encontramos en la Casa Blanca, algo que hacíamos periódicamente para impulsar la política espacial con distintos presidentes, hablamos acerca de hacia dónde debía darse el siguiente paso: ¿en la luna o en Marte? Yo dije Marte. «¡No!», respondió él, que pensaba que teníamos mucho que aprender de la luna antes de asumir otros retos. Pero al final, aunque a veces diferíamos sobre hacia dónde seguir o en la mejor manera de llegar hasta allí, siempre compartimos la creencia de que Estados Unidos debía liderar en el espacio.

Al pensar en su muerte, debemos también hacer una pausa para recordar a los que dieron su vida en pos de conseguir el sueño de la exploración espacial: la tripulación del Apolo 11, el Challenger y el Columbia. Podemos honrar a todos ellos y al presidente que fue el primero en plantear el reto del alunizaje, renovando nuestra dedicación a la exploración del espacio y abocarnos a perseguirla con la misma determinación y compromiso permanente de la excelencia personificada por Neil Armstrong.

Buzz Aldrin, astronauta del Apolo 11 y Gemini 12, es presidente ejecutivo de Buzz Aldrin Enterprises.

Fuente: The Wall Street Journal, 18/09/12.

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