¿Existen los Derechos Civiles en el Socialismo?

noviembre 27, 2019

¿Es compatible el socialismo con los derechos civiles?

Por Franklin López Buenaño.

Hay una confusión bastante común mediante la cual se percibe como socialistas a varios países europeos solo por el hecho de que tienen un estado de bienestar.

A raíz del fracaso monstruoso del correato y del chavismo en Ecuador Venezuela, respectivamente, se abre al debate sobre qué mismo es socialismo y si un socialismo light es compatible con la democracia liberal, entendida esta como un sistema político que defiende y garantiza una serie de valores como el derecho a la vida, a la libre expresión, a la propiedad privada (menos ese eufemismo de “con función social”), a la libertad de cultos, a la igualdad ante la ley, la igualdad de contratación, la igualdad de asociación, división e independencia de poderes, alternancia en el poder, respeto a las minorías, y otras más.  Este ensayo pretende concluir que el socialismo no es compatible con la democracia liberal. Por supuesto, lo primero es definir qué es socialismo y qué no es socialismo.

Comienzo afirmando que hay una confusión bastante común en este campo. La confusión la resume de maravilla el columnista del diario El Comercio (Ecuador): Rodrigo Fierro Benítez[1]: “Me declaro socialista del siglo XXI, demócrata liberal si de precisiones se trata. No se crea que soy de los pocos: son millones los que abandonaron el marxismo-leninismo ortodoxo, es decir el socialismo real, el de la Unión Soviética[2]. Seis meses más tarde busca aclarar más su convicción ideológica y dice: “A mi juicio, es el socialismo con libertad el paradigma en nuestros días. El imperio de la Ley, la justicia independiente, la libertad de expresión, la gestión moderadora del Estado, he ahí el socialismo democrático, el del siglo XXI”.[3]

La raíz de la incompatibilidad estriba en la frase “la gestión moderadora del Estado”, supongo que esto significa el estado de bienestar como el que existe en los países europeos. Pero eso no es socialismo, es capitalismo, la búsqueda de ganancias no está estigmatizada, las empresas grandes continúan operando, y cuando algún programa de beneficio social tiene problemas se lo reforma. Por ejemplo, consideremos el sistema educativo. Hoy en Suecia el gobierno ofrece un bono o vale a cada padre o madre para que ellos escojan la escuela para sus hijos. El gobierno noruego concede la explotación de petróleo a más de diez empresas multinacionales y ahorra los excedentes de la producción petrolera –que se invierten en el mercado de valores– para mantener su gasto fiscal en tiempos de “vacas flacas”.  Los derechos individuales a la sexualidad, al arreglo matrimonial, se enmarcan perfectamente bien a la definición de libertad de John Stuart Mill, o en lo que muchos llamarían valores burgueses.

Si a este sistema quieren llamarlo socialismo light entonces qué es capitalismo. ¿No es este un sistema en que predomina lo individual sobre lo colectivo? ¿No es un sistema en que los dueños de la propiedad tienen derecho a las utilidades o a las rentas de su dominio?  Porque aunque el gobierno se apropie del 70 por ciento de ellas el derecho no se ha conculcado. ¿No es capitalismo el sistema en donde los precios se determinan en el mercado, es decir, por la interacción de la oferta y la demanda? Den cualquier adjetivo al capitalismo, sea sistema social de mercado o liberalismo social, pero no deja de ser capitalismo.

Para los socialistas “capitalismo” es mala palabra[4], si no se atiene a los postulados de su construcción mental entonces es “neoliberalismo” (otra mala palabra). Enrique Ayala Mora, uno de los más conocidos socialistas del Ecuador, en su referencia al gobierno del socialismo del siglo XXI de Rafael Correa sostiene enfáticamente que eso no era socialismo sino capitalismo, “al contrario de su retórica, la administración de Correa optó por modernizar el capitalismo”[5] [para lo cual se requería construir la infraestructura que necesita el capital para su florecimiento]. Y continúa: «[Pero] no hubo cambio social mayor, hubo crecimiento económico pero no cambio estructural significativo». También señala que el crecimiento del sector público fue un paso positivo, aunque excesivo. En otras palabras no era socialismo.

Socialismo, a mi entender, es un sistema socioeconómico diferente, es un sistema de instituciones, de actitudes y forma de vida diferente, es otro tipo de sociedad. En la declaración de principios en el Congreso del Partido Socialista Ecuatoriano (PSE) de 1987 se sostiene que el partido está construyendo un socialismo enraizado en el país que sea autónomo, latinoamericano, antiimperialista. Además, que sea revolucionario para construir una nueva sociedad y un nuevo Estado, en donde la participación y el trabajo del pueblo serán los cimientos del poder y el bienestar de todos los ecuatorianos, cambiando las estructuras y eliminando las desigualdades y la injusticia[6]. Me atrevo a suponer que esta nueva sociedad también se sustentará en nuevos valores: lo colectivo sobre lo individual, la solidaridad sobre el afán de lucro, el buró planificador sobre la invisibilidad de la mano capitalista, la naturaleza sobre la codicia del extractivismo, la cooperación sobre la competencia. Cito a un preclaro socialista:

Si el socialismo va a ser una formación socioeconómica nueva  —Debo martillar esta premisa— entonces debe depender para su dirección económica sobre alguna forma de planificación, y su cultura sobre alguna forma de compromiso con la idea de una colectividad consecuentemente [el socialism es un sistema] moral.[7]

En lo económico hay que enfrentar el problema de la escasez[8]. Hay que satisfacer las necesidades del consumo presente y reemplazar los bienes de capital que se van desgastando. El cambio tecnológico debe dirigirse de tal manera que no dañe el ambiente o extinga los recursos naturales. Y para progresar y crecer económicamente el consumo presente debe reducirse y el ahorro usarse para la inversión en nuevos bienes de capital. Como no se puede dejar estos procesos a merced de las fuerzas de mercado, hay que comandar, es decir del esfuerzo consciente de dirigir, administrar, asignar, y para ello requiere de burócratas, de individuos no sólo con conocimientos del caso (tecnócratas) sino incorruptibles. ¿No es el mayor problema legado por el correato[9] la obesidad y corrupción de la burocracia?

Entonces, ¿cómo lograr que el sistema económico funcione? ¿Voluntaria u obligatoriamente? En el capitalismo los impuestos, las regulaciones, los subsidios son incentivos para que se lo haga voluntariamente[10].  El mercado no es solo un medio de obtener utilidades, es también un mecanismo para mejorar la condición del individuo, un medio para “buscar la felicidad”. Pero en el socialismo tiene que haber obligatoriedad, y eso implica en cierta medida autoritarismo[11], pero mientras más extensas y profundas sean las actividades económicas que se excluyen del mercado más extenso y profundo el autoritarismo. Lenin se encontró con este problema y así fue como se inició el socialismo real que luego desencadenó en el estalinismo despiadado. El socialismo no puede eliminar el interés propio y subordinarlo al bien colectivo voluntariamente, por consiguiente tiene que hacerlo a la fuerza.

La obligatoriedad no se reduce a la actividad económica sino también se extiende a aspectos culturales. La cultura detrás del capitalismo ha sido calificada como burguesa. Los valores burgueses celebran y animan la idea de la individualidad. Inclusive en el triunfo de los deportes colectivos (como el fútbol) no deja de festejarse el valor individual. En el socialismo la cultura de la nueva sociedad debe ser diferente, debe celebrar, apoyar, y gestar lo colectivo. Si en el capitalismo la cultura se enfoca al logro material, en el socialismo la cultura debe enfocarse a los logros morales o espirituales. El problema como lo ve Heilbroner “radica en la dificultad que una cultura socialista pueda tolerar las actitudes políticas y sociales inherentes a la burguesía”.

Los valores burgueses toleran la disidencia, permiten inclusive la subversión, las huelgas y las manifestaciones callejeras. En las universidades, en la prensa, en los movimientos políticos los individuos escriben, argumentan a favor hasta de la sedición o la secesión. ¿Por qué? Por el valor que se da a la individualidad, a la diversidad y a la pluralidad. Se podría hasta sostener que se debe a la falta de significación moral a las actividades económicas y políticas. No hay prevalencia de valores absolutos, lo que existe son opciones, proposiciones, pragmatismo y hasta utilitarismo. La democracia liberal se fundamenta sobre estos valores burgueses.

Por el contrario, si el socialismo se debe fundamentar sobre valores morales, surge la pregunta, ¿moralidad de quién? El islamismo es un sistema fundamentado en los valores musulmanes y son sistemas despóticos. Las expresiones en contra de un sistema moral son blasfemias, no se pueden tolerar la oposición o la disidencia porque destruirían el sistema. En el liberalismo el individualismo no es destructivo del sistema, en el socialismo sí. 

Como la sociedad socialista aspira a ser buena, todas las decisiones y todas las opiniones están obligadas a ser morales. Por lo tanto, cualquier desavenencia, cualquier desacuerdo que cuestione la moralidad del sistema, no solo su eficiencia o eficacia económica, sino su validez ética serían inexorablemente reprobables y por tanto punibles, sería semejante a una herejía digna de la excomunión o del cadalso.

En conclusión, el socialismo llamémoslo utópico o idealizado que no quiere confundirse con el capitalismo, conduce irremediablemente a un sistema despótico, autoritario, disfrazado de moralismo que cuando se quita la vestidura y quedan al desnudo los resultados son atroces e inexorablemente desastrosos. Por esto, se cuentan en millones los muertos que deja en su camino, se da la pauperización de sociedades prósperas como la de Venezuela o la creación de islas prisiones como la de Cuba. Estos son crímenes de lesa humanidad.

Referencias:

[1] Un médico brillante en su campo.

[2] Rodrigo Fierro. “El socialismo del siglo XXI”, diario El Comercio, 28 de junio 2018.

[3] Rodrigo Fierro. “Mi derecho a pensar”, diario El Comercio, 10 de enero 2019.

[4] No he encontrado ningún escrito socialista en el que no se condene el capitalismo o el neoliberalismo.

[5] Enrique Ayala Mora.  “Authoritarian Caudillismo and Social Movements in Ecuador”. Capítulo en el libro Ecuador TodayLoc. 2562. 

[6] Ibid. Loc. 2524.

[7] Robert Heilbroner. “What is Socialism”, revista Dissent, https://www.dissentmagazine.org/wp-content/files_mf/1433884078summer78heilbroner.pdf  (Traducción y énfasis del autor)

[8]Todo texto de economía indica que el problema de la escasez se soluciona (o reduce) de tres maneras: tradición, mercado, o comando.

[9]También lo fue en la Unión Soviética y fue una de las razones para su colapso.

[10] Estoy consciente que los impuestos y otras medidas gubernamentales sufren de un cierto grado de coerción; no obstante, también en gran medida la coerción es soslayada por las mayorías y por tanto no le quita mérito a mi argumento sobre la noción de voluntariedad en el capitalismo.

[11] Autoritarismo no es siempre totalitarismo. No es necesario que el comando sea sobre toda la economía, pero como bien ha descrito Hayek en su Camino a la servidumbre, poco a poco la obligatoriedad avanza, aunque sea a paso de tortuga.

Fuente: elcato.org

socialismo
Socialismo

Etiquetas: Franklin López Buenaño, socialismo, capitalismo, liberalismo, Estado de Bienestar, autoritarismo, Totalitarismo, socialismo moderno, Socialismo del Siglo XXI.

.

.

Individualismo y Estado de Bienestar: El infierno sueco

enero 7, 2018

EL INFERNAL ‘PARAÍSO’ DE LA SOLEDAD SUECA: INDIVIDUALISMO Y ESTADO DE BIENESTAR

Por Mario Silar.

.

¿ES REAL LA BUENA FAMA QUE TIENEN LOS PAISES NÓRDICOS? ¿QUÉ SE ESCONDE DETRÁS DE ESTE IDEAL DE AUTONOMÍA RADICAL?

SueciaHe tenido la gran fortuna de conocer hermosas ciudades y paisajes de los países nórdicos de Europa. Habiendo nacido y crecido en Sudamérica y viviendo hace varios años en el Viejo Continente, cuando uno hace turismo no puede evitar pensar: «¡qué bien se vive por aquí!». Pero ¿es realmente así? Fácilmente reconocemos que una cosa es el ojo del turista y otra la realidad del inmigrante que lleva varios años viviendo en un sitio muy lejano de sus raíces.

Todos sabemos, además, que «los países nórdicos» ocupan buena fama entre la opinión pública. En buena medida esto se debe a la tarea «informativa» de los medios de comunicación, así como las frecuentes referencias que hacen diversos actores políticos poniendo a estos países como los ejemplos a seguir. En efecto, es a estos países a los que miramos cuando queremos mejorar los sistemas educativos, ellos suelen ser también los referentes en materia de conciliación laboral, de derechos sociales e incluso de políticas de asilo y migración. En el imaginario de la opinión pública parece habitar la idea de que Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca han logrado casi «cuadrar el círculo», en la medida en que han sentado las bases institucionales para lograr una sociedad que goza de los niveles de prosperidad que ofrece la economía de mercado, al tiempo que han logrado -fruto de una supuesta fuerte presencia gubernamental- lidiar con éxito frente al monstruo de la desigualdad, que supuestamente anidaría en las economías capitalistas. Por el contrario, algunos retardatarios -en el colmo de su impostura- acogerían e incluso verían con buenos ojos la desigualdad a la que consideran la condición de posibilidad para tener una economía genuinamente libre y digna de los seres humanos. No se puede ser tan cruel, piensan muchos que tienen esta quimera mental en su cabeza, de pensar que el estado debe estar ausente para tener economías libres, y allí tenemos estos países nórdicos para «demostrar» lo contrario: que se puede vivir bien, en la abundancia, gracias a un estado fuerte que provee las bases económicas para equilibrar la balanza.

Dentro de este imaginario también suele acogerse la idea de que el individualismo es fruto del modus vivendi «consumista» alentado por el sistema económico capitalista, y que la socialdemocracia o un pretendido socialismo «light» fue el marco conceptual que estuvo y está a la base del éxito y de la prosperidad del modelo social nórdico actual.

LA MITAD DE LA POBLACIÓN SUECA VIVE SOLA Y EL 40%, ADEMÁS, AFIRMA SENTIRSE SOLO.

¿Es todo esto realmente así?

No.

Un reciente documental, de gran calado sociológico, analiza la realidad de la vida en Suecia, desenmascarando un auténtico drama oculto que viven actualmente muchos ciudadanos en ese país. Algunas estadísticas demográficas son desoladoras; revelan que, en la actualidad, uno de cada dos suecos vive solo (es la tasa más elevada del mundo), y que uno de cada cuatro suecos muere en soledad… lo que es más estremecedor… existen muchos cadáveres que no son reclamados por ningún otro ser humano, y personas que fallecen solas en su domicilio y pasa largo tiempo hasta que son identificadas. La situación es tan impactante que hace pocos días un medio de prensa, no precisamente promotor de las ideas de la economía de libre mercado -todo lo contrario-, publicaba una nota en la que abordaba este drama, titulada: «Suecia en caída libre hacia el aburrimiento».

El documental, titulado La teoría sueca del amor (2015) y dirigido por el cineasta ítalo-sueco Erik Gandini no se limita a describir el presente de la situación social sueca sino que rastrea los orígenes de este abismo de soledad y abulia que invade a buena parte de la sociedad. Es aquí donde podemos observar que la respuesta fácil y perezosa que consiste en endilgar al supuesto individualismo liberal la raíz de esta situación se revela claramente falsa. El documental desgrana lo que fue el proyecto de familia pergeñado bajo la tutela del primer ministro (socialdemócrata) Olof Palme [2] en los años setenta. En efecto, en 1972 el gobierno sueco elaboró un programa de gobierno titulado «La familia del futuro: una política socialista para la familia», que se constituyó en un auténtico manifiesto en el que se establecían las directrices de la política estatal para lograr una familia «nueva». El programa buscaba independizar al individuo de los lazos familiares. En efecto, el programa establecía la independencia o autonomía como un derecho humano fundamental: el individuo es un ser autónomo y puede, si así lo quiere, tener una familia pero puede liberarse de «las cargas familiares», que generan dependencia. De este modo, el individuo sueco tendría la «libertad» para definirse solo por las relaciones reales que quisiera establecer mientras que el estado tutelaría y se haría cargo de las otras relaciones que el individuo considerase «gravosas». Un principio fundamental (muy discutible y que revela la escasa profundidad antropológica y ética) de esta concepción consiste en asumir que las «interacciones» se basan en la «independencia».

Veamos un caso concreto: si una mujer se encuentra en pareja con un hombre y depende económicamente de éste, ¿se puede decir que se trata de una relación verdaderamente voluntaria? ¿no supone, acaso, esta dependencia económica una limitación a la voluntariedad de la relación? Según las líneas del manifiesto una relación de este tipo no sería auténticamente voluntaria; de ahí que el estado deba intervenir para dotar de los recursos económicos necesarios para dar mayor «independencia» a los miembros de esa relación. El principio de acción es muy simple: cada ser humano debe sentirse un ser autónomo y no como un apéndice de su tutor, cuidador, pareja o progenitor. Así de sencillo…, el clásico y falaz aut aut que no deja margen para una solución superadora. Para lograr este afán de independencia, auténtico ideal de vida que la clase política insufló en la ciudadanía sueca, debía ser posible generar las condiciones económicas y sociales que ofrecieran la sostenibilidad, de modo que solo se cultivaran relaciones «genuinamente auténticas». Demasiado bueno para ser verdad…, en verdad, demasiado destructivo por no ser ni bueno ni verdadero, y condenado a no durar.

Pasados más de cuarenta años de la aplicación de las políticas sociales inspiradas en el manifiesto, la realidad es que la mitad de la población sueca vive sola y que, según un estudio de la Cruz Roja sueca, el 40%, además, afirma sentirse solo. Y, respecto de la relación entre hombres y mujeres, el ideal de independencia no se detuvo simplemente en la independencia económica. Las mujeres suecas son las mejores clientas de los bancos de esperma existentes. Cryos, el banco de esperma más grande del mundo se encuentra en Dinamarca, y desde allí envía el líquido seminal con un sistema que permite una «aplicación casera» a los distintos domicilios de Suecia. La demanda de los «baby vikings», como se les conoce, supone un mercado en rápido crecimiento.

Esta silenciosa pero radical transformación de la sociedad sueca no pasa desapercibida a los ‘outsiders’, quienes también padecen las consecuencias de la transformación en el modus vivendi. Se calcula, por ejemplo, que los refugiados que arriban a Suecia tardan una media de siete años en encontrar trabajo y que las pocas relaciones de amistad que logran establecer son principalmente con ciudadanos no suecos. La pregunta común y frase hecha que suelen hacer muchas personas cuando arriban a Suecia es «¿pero dónde están los suecos?»

Cualquier persona medianamente sensata puede intuir lo perverso de todo el asunto y la manipulación que ha debido ejecutar la acción gubernamental sobre nociones básicas como la voluntariedad, la autonomía, la independencia, e incluso sobre la misma noción de relación humana, para llegar a este estado de cosas. Conviene volver una y otra vez al magistral texto de Joseph Ratzinger,«La libertad y la verdad» [3] donde supo intuir qué se esconde detrás de este ideal de autonomía radical, al tiempo que desgrana la estructura antropológica fundamental del ser humano como un ser-de, ser-para y ser-con, único ámbito desde el que se puede ser verdaderamente libre y responsable. Es desde esta estructura antropológica fundamental desde donde el hombre puede sentirse verdaderamente realizado. Se trata de un texto profético, no en vano bebe en la tradición del pensamiento clásico y cristiano, que señala la importancia de la amistad como virtud intensiva, indispensable para tener una vida auténticamente humana. En efecto, aunque uno alcanzara las cimas de la contemplación, no sería verdaderamente feliz si no tuviera un amigo (Cicerón, Francisco de Vitoria). La sociedad sueca diseñada por la tecnocracia socialdemócrata no supo intuir lo que se perdería si se perdía la sana y genuina interdependencia entre los seres humanos. En una entrevista que se puede observar en el documental, el sociólogo de origen polaco Zygmunt Bauman afirma: «Los suecos han perdido las habilidades de la socialización. Al final de la independencia no está la felicidad, está el vacío de la vida, la insignificancia de la vida y un aburrimiento absolutamente inimaginable». Y un sueco, testigo privilegiado de todo esto da en la clave del problema al afirmar: «Que el estado de bienestar se esté haciendo cargo de nosotros, ese es el problema. Deberíamos estar cuidándonos entre nosotros» [4].

Ludwig von Mises

Ludwig von Mises

Además, lamentablemente, el manifiesto no es fruto de una idea un tanto alocada de un actor político concreto sino que obedece a la lógica interna de la visión socialista-marxista de la sociedad. Ludwig von Mises no es un autor libre de errores y se pueden cuestionar muchos de sus implícitos antropológicos, no obstante en este asunto, supo intuir con una agudeza casi profética la radical inquina que la cosmovisión socialista tecnocrática manifiesta sobre la concepción de la familia como institución natural. Ahí están sus casi ignorados Socialismo (primera edición 1922) y La acción humana (1949) para el que desee explorar el tema. Ya en el primero de los textos citados von Mises supo ver la íntima relación entre una economía planificada, un estado tecnocrático y el inevitable avance de ingeniería social que actúa erosionando la institución familiar:

«Proposals to transform the relations between the sexes have long gone hand in hand with plans for the socialization of the means of production (…). Marriage is to disappear along with private property. (…) Socialism promises not only welfare-wealth for all-but universal happiness in love as well» [5].

Deseo insistir en que, como se puede observar, el marco conceptual desde el que se buscó dar impulso al individualismo no tuvo ni tiene nada tiene que ver con las bases morales de una economía de libre mercado, sino que obedeció al impulso más básico de la tecnocracia de corte socialista que pretende mediante la ingeniería social definir «de arriba a abajo» el modo en que se debe desarrollar la vida social. Es realmente lamentable la errónea puntuación de causa y efecto que muchas personas religiosas suelen hacer al señalar el individualismo como un efecto de un sistema económico libre cuando, con análisis y estudio sereno, se puede descubrir una y otra vez que gran parte del comportamiento individualista de las sociedades avanzadas obedece a medidas más o menos tecnocráticas llevadas a cabo por el poder gubernamental sobre la sociedad civil. En otra ocasión ya he mencionado la noción de «individualismo delegatorio», que considero fundamental para llevar a cabo un análisis de la vida social de mayor calado y que, tal vez, sea indispensable para leer adecuadamente los males y los signos de nuestro tiempo.

Con afán un tanto provocador, G. K. Chesterton gustaba decir que la familia es una organización «anárquica» (algo que a veces pienso cuando regreso por las noches a mi hogar y veo lo que mis hijos han hecho en el salón). En verdad, con ello señalaba un punto fundamental: en rigor se refería a que no hacía falta un acto gubernamental para que esta cobre existencia y subsista. Se trata de la clásica bipolaridad aristotélica por la que al tiempo que el hombre es un zoón politikón, es un ser «más conyugal que político», es decir, la polis se constituye por familias, que son el soporte y constituyen la base moral pre-política de la vida cívica. Se trata, paradójicamente, de una convicción que hoy apenas sobrevive en buena medida entre algunos pensadores de la tradición liberal clásica, esa que frecuentemente es tan denostada por algunos defensores de la familia, férreos antiliberales. Sería bueno que viajaran a Suecia o que al menos se tomaran un momento para ver el documental citado. Tal vez llegarían a identificar adecuadamente la verdadera amenaza que se cierne sobre la familia hoy en día.

En síntesis, el elixir de una sociedad de individuos (y no de familias, comunidades intermedias, etc.) profundamente aislados entre sí, en donde destaca en un primer puesto claro el individualismo secularizado sueco, como bien muestra el WVS – World Values Survey en su última edición (véase el cuadro nº 1 al final del texto), no ha sido creado por supuestas fuerzas ciegas de una economía de libre mercado. Por el contrario, ha sido causado por la planificación tecnocrática de corte socialista -advertido por Mises hace casi 100 años [6]-, de rechazo radical al carácter socialmente interdependiente de la vida humana, tal como reconoce y acoge la cosmovisión cristiana y la tradición liberal clásica. Celebro la presentación de este documental que ha agregado otro bit de información en esa ingente tarea que supone enseñar que la obsesión o «ideal» por la independencia y la autosuficiencia, y su maridaje con un estado de bienestar que debería de proveer todas las necesidades físicas y materiales termina generando anomia social, apatía, soledad y, en última instancia, alienación y pérdida de sí. Es fundamental que las personas con juicio crítico y una visión trascendente de la vida sepan advertir los agujeros negros existenciales que se generan en la actualidad e identifiquen adecuadamente las causas de estos agujeros.

Cuadro nº 1: Comparación de los valores humanos según dos ejes[7]

EJE VERTICAL INFERIOR: PREPONDERANCIA A VALORES TRADICIONALES.

EJE VERTICAL SUPERIOR: PREPONDERANCIA A VALORES RACIONALES SECULARIZADOS.

EJE HORIZONTAL IZQUIERDO: PREPONDERANCIA A VALORES DE SUPERVIVENCIA.

EJE HORIZONTAL DERECHO: PREPONDERANCIA A VALORES DE EXPRESIÓN DEL PROPIO SELF.

[1] von Mises, Ludwig, «The Social Order and the Family», en Socialism. An Economic and Social Analysis, New Haven, Yale University Press, 1951 (first edition 1922), p. 101.

[2] Palme fue una figura controvertida de la política doméstica e internacional; entre otras cosas posee el dudoso mérito de haber sido el primer jefe de gobierno occidental en visitar Cuba luego de la revolución castrista, y dio un discurso en Santiago de Chile, alabando los procesos revolucionarios de Cuba y Camboya. Aunque socialdemócrata, no se trataba de una figura especialmente moderada.

[3] Véase, Ratzinger, Joseph, «La libertad y la verdad», en Fe, verdad y tolerancia. El cristianismo y las religiones del mundo, Salamanca, Sígueme, 2003, pp. 200-222.

[4] «That the social welfare state is taking care of us is the problem. We should be taking care of each other».

[5] von Mises, Ludwig, Socialism, p. 87.

[6] «Free love is the socialist’s radical solution for sexual problems. The socialistic society abolishes the economic dependence of woman which results from the fact that woman is dependent on the income of her husband (…). Public funds provide for the maintenance and education of the children, which are no longer the affairs of the parents but of society. Mating ceases to found the simplest form of social union, marriage and the family. The family disappears and society is confronted with separate individuals only». von Mises, Ludwig, Socialism, p. 101.

[7] Fuente: http://www.worldvaluessurvey.org.

Fuente: expansion.com

Información relacionada:

La Teoría Austríaca del Ciclo Económico de Mises y Hayek

Friedrich von Hayek: Camino de Servidumbre

¿Existe una Economía austriaca de la política?

In Defense of Austrian Economics


Vincúlese a nuestras Redes Sociales:

Google+      LinkedIn      YouTube      Facebook      Twitter


.

El Estado de Bienestar europeo desalienta el trabajo

septiembre 30, 2015

Cómo el Estado de Bienestar europeo desalienta el trabajo

Por Michael D. Tanner.

En 2013, el New York Times reportó el caso de Carina, una madre danesa soltera de 36 años que había estado recibiendo prestaciones sociales desde los 16 años. Dinamarca desde hace mucho ha tenido uno de los sistemas de prestaciones sociales más generosos en Europa, y Carina fue capaz de recibir más de €2.300 al mes en beneficios, una cantidad que le permitía vivir relativamente cómoda y sin trabajar.

Un segundo beneficiario discutido en el artículo, Robert Nielsen, había sido mantenido por el Estado por más de una docena de años. Él no había intentado encontrar trabajo y no pretendía hacerlo. Como él dijo, “Afortunadamente, nací y vivo en Dinamarca, donde el gobierno está dispuesto a mantenerme”.

Un nuevo estudio del Instituto Cato sugiere que, en demasiados países europeos, estos podrían no ser casos aislados. Los beneficios sociales pueden ser tan altos, comparados con lo que un trabajador de poca calificación podría esperar ganar en una posición de nivel básico, que desalientan el trabajo.

Utilizando datos provistos por la Comisión Europea y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) para el año 2013, observamos el caso de una típica madre soltera con dos niños en 23 países de la Unión Europea (UE), enfocándonos en cuatros beneficios de cuatro categorías amplias: asistencia social, asistencia para vivienda, beneficios para la familia y los niños, y créditos tributarios.

Esta madre hipotética podría recibir un total de beneficios equivalentes a más de €15.000 al año en nueve países. En seis países, los beneficios excedían €20.000 (Austria, Dinamarca, Finlandia, Irlanda, Países Bajos, y el Reino Unido). De hecho, en Dinamarca, el país más generoso, el paquete de beneficios potenciales excedió €31.709. En nueve países, los beneficios sociales excedían el ingreso bruto del salario mínimo en ese país.

Las personas con ingresos bajos que participan en estos programas responden a los incentivos, como todas las demás personas. Cuando los niveles de los beneficios llegan a ser así de altos, pueden crear un importante desaliento al trabajo, especialmente considerando que alguien que abandone las prestaciones sociales por el trabajo no solo pierde beneficios, sino que también debe empezar a pagar impuestos e incurrir en otros costos asociados.

Los economistas muchas veces se preocupan acerca de las tasas impositivas marginales altas para los negocios o los ricos. Pero algunas de las tasas impositivas marginales más altas de hecho se aplican a una persona pobre que abandona las prestaciones sociales por un trabajo.

En Austria, Croacia, y Dinamarca, por ejemplo, la tasa tributaria marginal efectiva para alguien que deja las prestaciones sociales por el trabajo es cerca de 100 por ciento, lo que implica que una persona gana virtualmente ningún ingreso adicional por trabajar, luego de descontar los impuestos aumentados y los beneficios reducidos. En otros 15 países, los individuos se enfrentarían a un tasa tributaria marginal de más de un 50 por ciento.

Subiendo la escalera

Los desalientos al trabajo de esta magnitud son problemáticos por varias razones. Primero, erosionan la solidaridad social, al romper el contrato implícito con los beneficiarios de que ellos den los pasos que les permitirían volverse auto-suficientes lo más pronto posible. Dicho requisito no es simplemente una cuestión de sentimiento moral y reciprocidad. La percepción de que los beneficiarios están contentos viviendo de otros, precisa o no, es probable que socave el respaldo político al programa.

Segundo, dependiendo hasta qué grado los beneficios generosos fomentan que se salgan de la fuerza laboral a los que de otro modo serían capaces de trabajar, esto desacelera el crecimiento económico, haciendo que todos sean un poco más pobres.

Pero más importante todavía es que, si nuestro objetivo es en realidad ayudar a que los pobres escapen dejen de serlo, sabemos que el trabajo es una de las formas en que pueden lograr ese objetivo. En EE.UU., de la población en edad de trabajar, solo 2,7 por ciento de los trabajadores a tiempo completo durante todo el año eran pobres en 2013. Incluso el trabajo a tiempo parcial marca una diferencia significativa. Solo 17,5 por ciento de los trabajadores a tiempo parcial eran pobres, comparado con 32,3 por ciento de los adultos en edad de trabajar que no trabajan.

La evidencia sugiere firmemente que una vez que los individuos se inician en un trabajo, incluso uno de nivel básico, ellos suben en la escalera de ingresos. Por lo tanto, el trabajo debería estar en el centro de cualquier política anti-pobreza. Ayudar a la mayor cantidad posible de personas a que se trasladen desde las prestaciones sociales hacia el trabajo reduciría la pobreza y aumentaría la movilidad económica. Aún así el nivel alto de los beneficios disponibles en muchos países de la UE mueve a los beneficiarios en la dirección exactamente contraria.

Afortunadamente, muchos países europeos, notablemente Croacia, Lituania, Irlanda, y el Reino Unido, han reconocido el problema y han empezado a reformar sus sistemas de bienestar para crear una mejor transición desde las prestaciones sociales hacia el trabajo. De hecho, varios países de la UE puede que estén haciendo más para reformar sus sistemas de prestaciones sociales que EE.UU.

Pero en gran medida, las naciones de al UE todavía se quedan cortas al momento de establecer una clara preferencia de política pública por el trabajo sobre las prestaciones sociales. Los países que realmente quieren reducir la dependencia de las prestaciones sociales y recompensar el trabajo deberían considerar fortalecer los requisitos de trabajo, establecer límites de tiempo a la participación, y endurecer los requisitos para calificar y poder recibir los beneficios.

Los países deberían examinar el nivel de los beneficios disponibles y las tasas impositivas marginales efectivas que sus sistemas de prestaciones sociales crean, con miras hacia reducir los desalientos al trabajo y fomentarlo.

Este artículo fue publicado originalmente en Politico Europe (Europa) el 28 de agosto de 2015.

Fuente: elcato.org, 30/09/15.

crisis europea

 

.