Eugenio Curatola: El Madoff argentino

mayo 15, 2016

«El Madoff argentino» estafó con un guiño de Mossack Fonseca

Eugenio Curatola, condenado por un desfalco de US$ 90 millones, montó junto a su mujer firmas offshore mientras engañaban a más de 400 argentinos

Por Hugo Alconada Mon, Iván Ruiz y Maia Jastreblansky.
Curatola prometía ganancias extraordinarias
Curatola prometía ganancias extraordinarias.

Conocido como «el Bernie Madoff argentino», Eugenio Curatola estafó a más de 400 compatriotas por más de US$ 90 millones. La Justicia lo condenó a cinco años como jefe de una asociación ilícita, aunque se encuentra en libertad condicional. Parte de su operatoria offshore sale a la luz en los Panamá Papers.

esquema ponziEx vendedor de seguros, Curatola tentó a sus clientes entre 2001 y 2004 con promesas de saltar el corralito y, luego, con ganancias extraordinarias de hasta el 100% a través de inversiones en el mercado a futuro de divisas en el exterior. Para eso, les informaba que operaba el dinero con un «broker», Forexvan, que luego la Justicia determinó que era él mismo.

Curatola también utilizó como vehículo para el fraude la firma offshore Vanderbelt Management Group Ltd, que aparece en los documentos analizados por LA NACION a instancias del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) y el diario Süddeutsche Zeitung. Entre ellos, un registro en el que aparece su firma de puño y letra.

El «Bernie Madoff» argentino, sin embargo, siempre negó que fuera el dueño de Vanderbelt, con sede en las Islas Vírgenes Británicas. Pero según consta en los Panamá Papers, tomó su control en agosto de 2002, a través de Mossack Fonseca y con la firma USA Corporate Services Inc, de Nueva York, como intermediaria.

Para eso, Mossack Fonseca recibió tres cartas de recomendación: una del director del CGI Financial (también de Islas Vírgenes) que había visitado a Curatola en Buenos Aires y que lo describía como un «respetable y honorable hombre de negocios capaz de cumplir sus obligaciones»; otra de Bankinter SA, que certificó que tenía una cuenta corriente en ese banco. ¿Y la tercera? Del estudio jurídico de Silvina Amestoy, la entonces esposa del propio Curatola, a quien también condenó la Justicia a siete años de prisión tras considerarla «organizadora» de la asociación ilícita que llegó a incluir a 17 integrantes.

En familia

Su entonces esposa también participó de manera activa. Por ejemplo, al abrir las cuentas de la sociedad offshore Vanderbelt en el Commercial Bank de Bermudas, mientras que los responsables de Mossack Fonseca se desentendieron de lo que ocurría.

«Mossack es cómplice del fraude», indicó a LA NACION el abogado argentino a cargo de la liquidación de Vanderbelt ante la Corte del Caribe, Mariano Moyano. «Mossack siempre supo quién era el verdadero dueño de Vanderbelt, fue advertido del fraude y aún así no tomó medidas ni colaboró con ninguna justicia», abundó.

Así, durante los tres años siguientes, mientras que Curatola y Amestoy montaban la gran estafa, el silencio imperó dentro de las oficinas de Mossack Fonseca. O, al menos, no quedan constancias documentales de ningún tipo de operatoria.

Para noviembre de 2005, además, el estudio panameño empezó a recibir mails de clientes que reclamaban información sobre Curatola y sus firmas Vanderbelt y Forexvan, que no reconocía como propias.

Mossack Fonseca se limitó a responder que consultaría a la administradora de Vanderbelt, la neoyorquina USA Corporate Services Inc, por los datos solicitados. Pero no hay constancias de que lo haya hecho.

Sí aparecen documentos, por el contrario, que demuestran que durante ese mismo mes, una mujer solicitó a Mossack Fonseca en nombre de Forexvan un cambio de directores: el saliente Curatola -que firmó el documento- y la entrante Zuleika Jaen. Y un mes después apareció un mail de Forexvan dirigido a «los clientes de Vanderbelt», en el que se planteaba que «la nueva directiva no tiene vínculos con los errores del pasado y nada que ver con denuncias de lavado y fraude», las que se apresuraba a calificar de «infundadas».

No sólo eso. También les comunicaba a los quejosos que tenían cinco días para aceptar una propuesta: recibir «el capital inicial más aportes genuinos» -pero nada más- o aceptar «la suscripción de un convenio con apoderados de Forexvan, que están en la Argentina», en un lugar que «será informado» en su momento.

Mientras tanto, los reclamos de los argentinos perjudicados se amontaban en Mossack Fonseca, que hasta extrajo ganancias de la situación. ¿Cómo? Les cobró 249 dólares a cada uno que le pedía informes a través de Internet, que después no respondía, porque la página daba «error».

Mossack Fonseca

Recién en enero de 2006, el cuadro comenzó a resultar incómodo para el estudio panameño. El alemán Jurgen Mossack, que figuraba como agente registrado de Vanderbelt, decidió renunciar.

A sus colaboradores le informó que lo incomodaba un foro de Internet que acumulaba las denuncias. «El nombre de Mossack Fonseca está siendo fuertemente involucrado en este posible fraude debido a que aparece en el web www.forexvan.com como domicilio legal», argumentó. «Estamos recibiendo cualquier cantidad de correo de parte de terceras personas solicitándonos informes financieros y/o explicaciones sobre la situación que se está dando con esta compañía», agregó.

Pero el liquidador argentino de Vanderbelt, Mariano Moyano, desestimó ante LA NACION el argumento de los panameños porque «ya sabían qué estaba ocurriendo; habían sido advertidos del fraude un año antes y nunca se comunicaron», planteó.

Para junio de 2014, sin embargo, Mossack Fonseca continuaba desconociendo cualquier vínculo entre Curatola y las offshore cuestionadas. Reiteraba que no recibían «instrucciones de Curatola» y aseguraba que no tenían datos sobre cuentas bancarias en paraísos fiscales.

Las autoridades argentinas comenzaron a investigar, hasta que el Tribunal Oral en lo Criminal N° 2 porteño los condenó a todos. Pero muchos ahorristas argentinos -se estima que hubo unos 7.000 afectados- tampoco jamás salieron a reclamar. Su dinero estaba en negro.

—Con la colaboración de Mariel Fitz Patrick, Ricardo Brom y LN Data.

Fuente: La Nación, 15/05/16.

 

Eugenio Curatola: El «Madoff argentino»

junio 17, 2015

El «Bernard Madoff» argentino, a un paso de una condena menor

Acusado de ser el jefe de una asociación ilícita que embaucó por 9 millones de dólares a 249 ahorristas, Eugenio Curatola acordó una pena de cinco años de prisión; habría más damnificados

Por Gustavo Carabajal.

Eugenio Curatola, acusado de ser el gestor de una de las mayores estafas de la historia argentina, podría ser condenado a cinco años de prisión. Considerado el «Bernard Madoff argentino» por cómo seducía a los inversionistas y por la metodología de la maniobra, Curatola admitió haber sido el jefe de una asociación ilícita que habría estafado a 249 ahorristas por US$ 9.228.000, entre 2001 y 2004. A cambio, aceptó pasar cinco años en la cárcel. El acuerdo quedará firme luego de que el Tribunal Oral Criminal N° 2 lo revise y termine de juzgar a la ex mujer de Curatola, la abogada Silvina Amestoy, la única de los 18 acusados que decidió someter su caso a juicio oral.

ponzi-02esquema ponziSegún consta en el voluminoso expediente, la supuesta maniobra concretada por Curatola y al menos 17 cómplices habría sido similar a la que utilizó el financista norteamericano acusado de estafar a miles de ahorristas por 50.000 millones de dólares con el denominado esquema Ponzi, un sistema piramidal que no resulta sostenible en el tiempo.

Aunque en la causa que llegó a juicio oral figuran 249 damnificados, se estima que habría 7000 ahorristas perjudicados al depositar su dinero en la empresa de Curatola, quien habría firmado 11.000 contratos en los que daba cuenta de haber recibido el dinero y se comprometía a pagar importantes intereses.

También difieren los montos de la estafa. Por esos 11.000 contratos los ahorristas presentaron reclamos por más de 200 millones de dólares, lo que incluye el dinero que le dieron a Curatola, los dividendos prometidos y los daños y perjuicios.

Sólo unos pocos ahorristas recuperaron el capital que entregaron a Curatola, quien luego del juicio abreviado cambiará sus dos lujosas propiedades en el country Abril por un calabozo en el penal de Ezeiza.

Curatola aseguraba que en un año podía obtener un 45% de interés a partir de una inversión mínima de 10.000 dólares. Mediante la promesa de dividendos altos, utilizando dos programas de radio y televisión, logró seducir a miles de clientes que entre 2001 y 2004 le entregaron sus ahorros para que los invirtiera en el mercado a futuro de divisas en el exterior.

A pesar del corralito decretado en diciembre de 2001 y de la pérdida de confianza en el sistema financiero argentino, nadie sospechó de Curatola. Pero, a principios de 2005, los primeros ahorristas fueron a reclamar el dinero que habían colocado en las empresas de Curatola, quien a su vez lo entregaba al fondo Vanderbelt Management Group (VMG). Les respondieron que tenían «problemas de liquidez».

Con la firma del contrato, Curatola suministraba a cada inversor una clave para que pudiera seguir a través de una página de Internet la evolución de su capital. Aparentemente, uno de los hermanos del acusado se encargaba de actualizar las cifras por ganancias inexistentes.

Todo era ficticio: en la página web se mostraba que las ganancias por el capital invertido crecían, pero a principios de 2004, cuando los ahorristas quisieron cobrar lo aportado o los intereses, la plata no apareció.

Así comenzaron a radicarse una serie de denuncias. Primero cayeron en la fiscalía federal a cargo de Guillermo Marijuan; luego pasaron a manos de su colega Marcelo Solimine, quien en 2008 le pidió al juez de instrucción Mariano Scotto la detención de Curatola.

El «fondo de inversión» VMG, presentado por Curatola, tenía sede en las Islas Vírgenes Británicas, Panamá, los Estados Unidos y otros países. Uno de los testigos que declararon en el juicio oral indicó que lo que Curatola nunca informó fue que junto con su ex esposa, Amestoy, constituyeron Vanderbelt Management Group, que no era ni un fondo de inversión, ni tenía prestigio, ni tenía oficinas, ni empleados.

Según declaró este testigo ante los jueces Hugo Boano, Fernando Larrain y Alejandro Sañudo, en las cuentas de los damnificados aparecían ganancias fabulosas, lo que hacía que cada vez más inversores se acercaran a VMG a través de Curatola en Buenos Aires.

«En el momento de la liquidación de VMG se determinó que había alrededor de 7000 clientes. Curatola siempre se presentó como broker de VMG. Nunca reconoció su propiedad, ni siquiera cuando fue procesado por asociación ilícita y estafas reiteradas», expresó el testigo que declaró en el juicio oral contra Curatola y que aportó varias carpetas con documentación sobre la liquidación del fondo de inversión.

Ante la imposibilidad de cobrarle a Curatola, un grupo de ahorrista inició una demanda ante la Corte del Caribe Este, con jurisdicción en las Islas Vírgenes Británicas. En esa demanda se determinó que VMG era una sociedad constituida por Curatola. No estaba constituido como entidad autorizada para captar fondos en las Islas Vírgenes Británicas y no tenía presencia física en ese paraíso fiscal.

Las supuestas oficinas del «fondo» eran «virtuales» y tenían un contestador automático para derivar las llamadas. La única oficina real estaba en Panamá y funcionaba como depósito de documentos, con una secretaria que atendía clientes.

La investigación lleva más de diez años. Sin embrago, nunca nadie pudo saber qué ocurrió con el dinero que los ahorristas dieron a Curatola..

Fuente: La Nación, 16/06/15.

 

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