¿Existen los Derechos Civiles en el Socialismo?

noviembre 27, 2019

¿Es compatible el socialismo con los derechos civiles?

Por Franklin López Buenaño.

Hay una confusión bastante común mediante la cual se percibe como socialistas a varios países europeos solo por el hecho de que tienen un estado de bienestar.

A raíz del fracaso monstruoso del correato y del chavismo en Ecuador Venezuela, respectivamente, se abre al debate sobre qué mismo es socialismo y si un socialismo light es compatible con la democracia liberal, entendida esta como un sistema político que defiende y garantiza una serie de valores como el derecho a la vida, a la libre expresión, a la propiedad privada (menos ese eufemismo de “con función social”), a la libertad de cultos, a la igualdad ante la ley, la igualdad de contratación, la igualdad de asociación, división e independencia de poderes, alternancia en el poder, respeto a las minorías, y otras más.  Este ensayo pretende concluir que el socialismo no es compatible con la democracia liberal. Por supuesto, lo primero es definir qué es socialismo y qué no es socialismo.

Comienzo afirmando que hay una confusión bastante común en este campo. La confusión la resume de maravilla el columnista del diario El Comercio (Ecuador): Rodrigo Fierro Benítez[1]: “Me declaro socialista del siglo XXI, demócrata liberal si de precisiones se trata. No se crea que soy de los pocos: son millones los que abandonaron el marxismo-leninismo ortodoxo, es decir el socialismo real, el de la Unión Soviética[2]. Seis meses más tarde busca aclarar más su convicción ideológica y dice: “A mi juicio, es el socialismo con libertad el paradigma en nuestros días. El imperio de la Ley, la justicia independiente, la libertad de expresión, la gestión moderadora del Estado, he ahí el socialismo democrático, el del siglo XXI”.[3]

La raíz de la incompatibilidad estriba en la frase “la gestión moderadora del Estado”, supongo que esto significa el estado de bienestar como el que existe en los países europeos. Pero eso no es socialismo, es capitalismo, la búsqueda de ganancias no está estigmatizada, las empresas grandes continúan operando, y cuando algún programa de beneficio social tiene problemas se lo reforma. Por ejemplo, consideremos el sistema educativo. Hoy en Suecia el gobierno ofrece un bono o vale a cada padre o madre para que ellos escojan la escuela para sus hijos. El gobierno noruego concede la explotación de petróleo a más de diez empresas multinacionales y ahorra los excedentes de la producción petrolera –que se invierten en el mercado de valores– para mantener su gasto fiscal en tiempos de “vacas flacas”.  Los derechos individuales a la sexualidad, al arreglo matrimonial, se enmarcan perfectamente bien a la definición de libertad de John Stuart Mill, o en lo que muchos llamarían valores burgueses.

Si a este sistema quieren llamarlo socialismo light entonces qué es capitalismo. ¿No es este un sistema en que predomina lo individual sobre lo colectivo? ¿No es un sistema en que los dueños de la propiedad tienen derecho a las utilidades o a las rentas de su dominio?  Porque aunque el gobierno se apropie del 70 por ciento de ellas el derecho no se ha conculcado. ¿No es capitalismo el sistema en donde los precios se determinan en el mercado, es decir, por la interacción de la oferta y la demanda? Den cualquier adjetivo al capitalismo, sea sistema social de mercado o liberalismo social, pero no deja de ser capitalismo.

Para los socialistas “capitalismo” es mala palabra[4], si no se atiene a los postulados de su construcción mental entonces es “neoliberalismo” (otra mala palabra). Enrique Ayala Mora, uno de los más conocidos socialistas del Ecuador, en su referencia al gobierno del socialismo del siglo XXI de Rafael Correa sostiene enfáticamente que eso no era socialismo sino capitalismo, “al contrario de su retórica, la administración de Correa optó por modernizar el capitalismo”[5] [para lo cual se requería construir la infraestructura que necesita el capital para su florecimiento]. Y continúa: «[Pero] no hubo cambio social mayor, hubo crecimiento económico pero no cambio estructural significativo». También señala que el crecimiento del sector público fue un paso positivo, aunque excesivo. En otras palabras no era socialismo.

Socialismo, a mi entender, es un sistema socioeconómico diferente, es un sistema de instituciones, de actitudes y forma de vida diferente, es otro tipo de sociedad. En la declaración de principios en el Congreso del Partido Socialista Ecuatoriano (PSE) de 1987 se sostiene que el partido está construyendo un socialismo enraizado en el país que sea autónomo, latinoamericano, antiimperialista. Además, que sea revolucionario para construir una nueva sociedad y un nuevo Estado, en donde la participación y el trabajo del pueblo serán los cimientos del poder y el bienestar de todos los ecuatorianos, cambiando las estructuras y eliminando las desigualdades y la injusticia[6]. Me atrevo a suponer que esta nueva sociedad también se sustentará en nuevos valores: lo colectivo sobre lo individual, la solidaridad sobre el afán de lucro, el buró planificador sobre la invisibilidad de la mano capitalista, la naturaleza sobre la codicia del extractivismo, la cooperación sobre la competencia. Cito a un preclaro socialista:

Si el socialismo va a ser una formación socioeconómica nueva  —Debo martillar esta premisa— entonces debe depender para su dirección económica sobre alguna forma de planificación, y su cultura sobre alguna forma de compromiso con la idea de una colectividad consecuentemente [el socialism es un sistema] moral.[7]

En lo económico hay que enfrentar el problema de la escasez[8]. Hay que satisfacer las necesidades del consumo presente y reemplazar los bienes de capital que se van desgastando. El cambio tecnológico debe dirigirse de tal manera que no dañe el ambiente o extinga los recursos naturales. Y para progresar y crecer económicamente el consumo presente debe reducirse y el ahorro usarse para la inversión en nuevos bienes de capital. Como no se puede dejar estos procesos a merced de las fuerzas de mercado, hay que comandar, es decir del esfuerzo consciente de dirigir, administrar, asignar, y para ello requiere de burócratas, de individuos no sólo con conocimientos del caso (tecnócratas) sino incorruptibles. ¿No es el mayor problema legado por el correato[9] la obesidad y corrupción de la burocracia?

Entonces, ¿cómo lograr que el sistema económico funcione? ¿Voluntaria u obligatoriamente? En el capitalismo los impuestos, las regulaciones, los subsidios son incentivos para que se lo haga voluntariamente[10].  El mercado no es solo un medio de obtener utilidades, es también un mecanismo para mejorar la condición del individuo, un medio para “buscar la felicidad”. Pero en el socialismo tiene que haber obligatoriedad, y eso implica en cierta medida autoritarismo[11], pero mientras más extensas y profundas sean las actividades económicas que se excluyen del mercado más extenso y profundo el autoritarismo. Lenin se encontró con este problema y así fue como se inició el socialismo real que luego desencadenó en el estalinismo despiadado. El socialismo no puede eliminar el interés propio y subordinarlo al bien colectivo voluntariamente, por consiguiente tiene que hacerlo a la fuerza.

La obligatoriedad no se reduce a la actividad económica sino también se extiende a aspectos culturales. La cultura detrás del capitalismo ha sido calificada como burguesa. Los valores burgueses celebran y animan la idea de la individualidad. Inclusive en el triunfo de los deportes colectivos (como el fútbol) no deja de festejarse el valor individual. En el socialismo la cultura de la nueva sociedad debe ser diferente, debe celebrar, apoyar, y gestar lo colectivo. Si en el capitalismo la cultura se enfoca al logro material, en el socialismo la cultura debe enfocarse a los logros morales o espirituales. El problema como lo ve Heilbroner “radica en la dificultad que una cultura socialista pueda tolerar las actitudes políticas y sociales inherentes a la burguesía”.

Los valores burgueses toleran la disidencia, permiten inclusive la subversión, las huelgas y las manifestaciones callejeras. En las universidades, en la prensa, en los movimientos políticos los individuos escriben, argumentan a favor hasta de la sedición o la secesión. ¿Por qué? Por el valor que se da a la individualidad, a la diversidad y a la pluralidad. Se podría hasta sostener que se debe a la falta de significación moral a las actividades económicas y políticas. No hay prevalencia de valores absolutos, lo que existe son opciones, proposiciones, pragmatismo y hasta utilitarismo. La democracia liberal se fundamenta sobre estos valores burgueses.

Por el contrario, si el socialismo se debe fundamentar sobre valores morales, surge la pregunta, ¿moralidad de quién? El islamismo es un sistema fundamentado en los valores musulmanes y son sistemas despóticos. Las expresiones en contra de un sistema moral son blasfemias, no se pueden tolerar la oposición o la disidencia porque destruirían el sistema. En el liberalismo el individualismo no es destructivo del sistema, en el socialismo sí. 

Como la sociedad socialista aspira a ser buena, todas las decisiones y todas las opiniones están obligadas a ser morales. Por lo tanto, cualquier desavenencia, cualquier desacuerdo que cuestione la moralidad del sistema, no solo su eficiencia o eficacia económica, sino su validez ética serían inexorablemente reprobables y por tanto punibles, sería semejante a una herejía digna de la excomunión o del cadalso.

En conclusión, el socialismo llamémoslo utópico o idealizado que no quiere confundirse con el capitalismo, conduce irremediablemente a un sistema despótico, autoritario, disfrazado de moralismo que cuando se quita la vestidura y quedan al desnudo los resultados son atroces e inexorablemente desastrosos. Por esto, se cuentan en millones los muertos que deja en su camino, se da la pauperización de sociedades prósperas como la de Venezuela o la creación de islas prisiones como la de Cuba. Estos son crímenes de lesa humanidad.

Referencias:

[1] Un médico brillante en su campo.

[2] Rodrigo Fierro. “El socialismo del siglo XXI”, diario El Comercio, 28 de junio 2018.

[3] Rodrigo Fierro. “Mi derecho a pensar”, diario El Comercio, 10 de enero 2019.

[4] No he encontrado ningún escrito socialista en el que no se condene el capitalismo o el neoliberalismo.

[5] Enrique Ayala Mora.  “Authoritarian Caudillismo and Social Movements in Ecuador”. Capítulo en el libro Ecuador TodayLoc. 2562. 

[6] Ibid. Loc. 2524.

[7] Robert Heilbroner. “What is Socialism”, revista Dissent, https://www.dissentmagazine.org/wp-content/files_mf/1433884078summer78heilbroner.pdf  (Traducción y énfasis del autor)

[8]Todo texto de economía indica que el problema de la escasez se soluciona (o reduce) de tres maneras: tradición, mercado, o comando.

[9]También lo fue en la Unión Soviética y fue una de las razones para su colapso.

[10] Estoy consciente que los impuestos y otras medidas gubernamentales sufren de un cierto grado de coerción; no obstante, también en gran medida la coerción es soslayada por las mayorías y por tanto no le quita mérito a mi argumento sobre la noción de voluntariedad en el capitalismo.

[11] Autoritarismo no es siempre totalitarismo. No es necesario que el comando sea sobre toda la economía, pero como bien ha descrito Hayek en su Camino a la servidumbre, poco a poco la obligatoriedad avanza, aunque sea a paso de tortuga.

Fuente: elcato.org

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Izquierda y derecha, categorías caducas

agosto 23, 2014

Izquierda y derecha, categorías caducas

Por Marcelo Birmajer.

En un reciente discurso desde el balcón de la Casa Rosada, con motivo de anunciar que aplicaría la ley antiterrorista a la empresa Donnelley por haberse declarado en quiebra, la presidenta advirtió a los medios de comunicación que no la corrieran por izquierda: “a mi izquierda está la pared”, dijo.

Tomando en cuenta el desbarajuste en la negociación con los holdouts, y la elección y el posterior rechazo de los tribunales neoyorquinos como sede judicial para resolver los desatinos argentinos, cabría preguntarse si lo que identifica a esta definición de izquierda es su ánimo distributivo o meramente su talante belicoso.

Por lo pronto, la parte redistributiva parece sepultada bajo la incertidumbre y el griterío. ¿Continúan definiendo algo, hoy día, las categorías de izquierda y derecha?

¿O acaso se está utilizando un paradigma anquilosado para simplemente robar sin que se note y ejercer el poder de modo autoritario con la conciencia tranquila?

comunismo 01Desde la revolución rusa en 1917 hasta la caída del imperio soviético a comienzos de los 90, cuando se les achacaba la inexistencia de libertades públicas detrás del Telón de Hierro, los propagandistas comunistas aducían que esa ausencia de libertad era sólo una percepción capitalista del modo de vida comunista y no una realidad; o bien que esa falta de libertades, soportable, era el precio a pagar por una mayor igualdad económica.

Los defensores de la dictadura castrista, cuando se encerraba a los homosexuales en campos de “reeducación”, repetían los argumentos que sus ancestros stalinistas habían acuñado apenas décadas atrás. En fecha tan temprana como 1950, escritores de fama y prestigio como el comunista Arthur Koestler, o el italiano Ignazio Silone, autor de “Pan y vino” y militante socialista vitalicio, revelaban que en la URSS y sus satélites la represión no sólo atenazaba cada espacio de la vida cotidiana, sino que privaba a los obreros de los derechos con los que al menos contaban en las democracias capitalistas.

¿ La izquierda es Corea del Norte, régimen espantoso e inescrutable? ¿Y la derecha sería Corea del Sur? El pasado viernes 8 de agosto, Clarín reseñaba el bombardeo norteamericano sobre zonas de Irak y Siria, y describía refiriéndose a los efectivos del grupo Califato Islámico: “Allí esta banda islamofascista encontró escasa resistencia debido a la descomposición del gobierno de Bagdad”. ¿La izquierda es el Califato que ya expulsó a más de 150 mil cristianos, mató a otros tantos y convirtió por la fuerza al resto; y la derecha sería Estados Unidos que los combate?

El final de la Guerra Fría derivó imperceptiblemente en un nuevo conflicto, no menos global, al que el politólogo Robert Kagan definió, en su breve ensayo de 2008 The return of History and the end of dreams, como la lucha entre la democracia y los sistemas autoritarios.

Contamos en la Argentina con devotos de Irán y Venezuela; ¿la izquierda son los acólitos de Maduro, que sólo ha distribuido el desabastecimiento; y la derecha sería Binner, que manifestó su apoyo a Capriles?

Existen adeptos, desde la izquierda, de Hamas y Bin Laden. En el epígrafe a la nota de Horacio Verbitsky, el 10 de octubre de 2001 en el matutino Página 12, en referencia a una “clase pública” sobre el atentado a la Torres Gemelas, (en el que murieron alrededor de seis mil personas) -y ocurrió un mes antes de la mencionada nota- organizada por la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, se leía: “David Viñas, Sergio Schoklender, Vicente Zito Lema y Hebe Pastor de Bonafini celebraron los ataques terroristas contra los Estados Unidos. Los interpretaron como parte de la lucha de clases globalizada y, la señora Pastor de Bonafini, además, sintió alegría mientras el mundo se paralizaba de espanto”.

En 1938 León Trotsky, el líder de lo que se intuía como una izquierda civilizada, en contraste con el salvajismo stalinista, respondía así a unas preguntas del brasilero Mateo Fossa: Fossa: ¿Qué me puede decir sobre la lucha de liberación de los pueblos latinoamericanos y sus futuros problemas? ¿Cuál es su opinión sobre el aprismo?

Trotsky: No conozco suficientemente la situación de cada uno de los países latinoamericanos como para permitirme una respuesta concreta a las cuestiones que usted plantea. De todos modos, me parece claro que las tareas internas de estos países no se pueden resolver sin una lucha revolucionaria simultánea contra el imperialismo. Los agentes de Estados Unidos, Inglaterra, Francia (Lewis, Jouhaux, Toledano, los stalinistas) tratan de sustituir la lucha contra el imperialismo por la lucha contra el fascismo. En el último congreso contra la guerra y el fascismo fuimos testigos de sus criminales esfuerzos en este sentido. En los países latinoamericanos los agentes del imperialismo ‘democrático’ son especialmente peligrosos, pues tienen más posibilidades de engañar a las masas que los agentes descubiertos de los bandidos fascistas. Tomemos el ejemplo más simple y obvio. En Brasil reina actualmente un régimen semifascista al que cualquier revolucionario sólo puede considerar con odio. Supongamos, empero, que el día de mañana Inglaterra entra en un conflicto militar con Brasil. ¿De qué lado se ubicará la clase obrera en este conflicto? En este caso, yo personalmente estaría junto al Brasil ‘fascista’ contra la ‘democrática’ Gran Bretaña. Realmente, hay que ser muy cabeza hueca para reducir los antagonismos y conflictos militares mundiales a la lucha entre fascismo y democracia.

Precisamente el conflicto que Trotsky negaba, era el que definía la suerte del mundo, como descubriría la humanidad apenas cinco años “mucho” más tarde, ya con medio centenar de millones de muertos. ¿La izquierda era el Trotsky que se declaraba neutral respecto del nazismo, o el Churchill que lo enfrentó incluso desde el llano, durante años en completa soledad?

Abandonar el paradigma de izquierda y derecha es doloroso, porque nos deja a la intemperie. Pero mantenerlo sin sentido no mitigará el dolor, lo infectará.

Quizás tememos que una vez abandonada la falsa dicotomía entre izquierda y derecha la vida sea menos apasionante, como citaba Isaiah Berlin en su ensayo sobre la utopía: “ Nada prueba que, cuando encontremos la verdad, esta vaya a ser interesante”.

Gramsci proponía la crisis como un momento en que muere lo viejo pero no nace lo nuevo. Para los chinos pre y post maoístas, en cambio, crisis era definición de oportunidad. También Gramsci sugería analizar la realidad con el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. El pesimismo de la inteligencia para aceptar que las categorías de izquierda y derecha ya no sirven para nada; el optimismo de la voluntad para no caer en el nihilismo y enfrentar con osadía el misterio, en busca de igualdad de oportunidades y honestidad para todos.

Fuente: Clarín, 23/08/14.