Venezuela y la farsa del Mercosur

agosto 11, 2016

Venezuela, o las sobras del banquete del Mercosur

La controvertida ofensiva del gobierno venezolano por ocupar la presidencia del bloque es una señal del encapsulamiento del régimen y de la debilidad del marco regional. 

Por Marcelo Cantelmi.
Tomarse la cabeza. Nicolás Maduro, presidente de Venezuela. Reuters

Tomarse la cabeza. Nicolás Maduro, presidente de Venezuela.

nicolas maduro payasoLa comparación que hace un diplomático sudamericano a este cronista es filosa y brutal: “El Mercosur es la mesa después del banquete, todavía con sobras en los platos y las copas tiznadas por los restos de vino. Y ahí aparece Venezuela que trastabilla aferrada al mantel de esa mesa”. La controvertida ofensiva del chavismo por ocupar la presidencia protempore del bloque es una señal de endurecimiento y encapsulamiento del régimen, tan endeble por cierto como el propio organismo sudamericano.

No es el único dato de ese giro. Más importante aún ha sido el nombramiento de comandante Néstor Reverol en el ministerio del Interior. Esta designación es un mensaje con múltiples niveles. Constata el fortalecimiento de la figura del “halcón” Diosdado Cabello, a diferencia del presidente Nicolás Maduro, mucho menos permeable a las presiones externas y a cuya mesa chica pertenece el nuevo ministro.

Al mismo tiempo, configura un portazo a las tibias negociaciones emprendidas con EE.UU. al nombrar a uno de los cinco militares venezolanos que la DEA incluye en sus listas del narcotráfico. El no tan conocido cartel de los Soles, por la insignia en la chaqueta y cuyo liderazgo, se sugiere, ejercería Cabello.

Nestor Reverol, comandante de la Guardia Nacional Bolivariana, nuevo ministro del Interior. Un triunfo de Diosdado Cabello
Néstor Reverol, comandante de la Guardia Nacional Bolivariana, nuevo ministro del Interior. Un triunfo de Diosdado Cabello.

También, es un mensaje hacia el interior del país. Reverol condujo la Guardia Nacional Bolivariana, que junto a las milicias bolivarianas son una fuerza de cosacos para garantizar represión implacable si las penurias de la gente encienden una rebelión. Nadie en Venezuela puede asegurar similar disciplina del resto de las Fuerzas Armadas tradicionales, cuya oficialidad joven, como ya ha señalado esta columna, está tironeada entre la verticalidad y el desconsuelo de sus familiares y amigos por la arrasadora crisis económica y el desabastecimiento generalizado.

Ese país caótico, donde la gente no sabe ni qué ni cuánto podrá comer cada día, y en el cual se despedazó el equilibrio de poderes, es el que sostiene que no deberían existir objeciones para asumir el mando del Mercosur.

Existen ahí dos fuertes circunstancias. La ausencia de un balance institucional, la colonización de la justicia y el retiro de toda jerarquía al Parlamento sólo porque los venezolanos votaron que lo conduzca la oposición, descompone el sentido democrático del cual alardea el régimen. Son fallas que no se le perdonarían a un modelo que fuera o hiciera que es de derecha. El chavismo que hace que es de izquierda construye con esa artimaña una peculiar extorsión que impide incluso observar con claridad la identidad real del experimento venezolano más cercano al último Mussolini que al proclamado socialismo popular.

El Duce Benito Mussolini. Genio y figura. AP
El Duce Benito Mussolini. Genio y figura.

Venezuela entró al Mercosur por la claraboya, aprovechando la suspensión impuesta a Paraguay por el impeachment a Fernando Lugo y cuyo Congreso no daba el aval. En el bloque, recordemos, las decisiones se toman por consenso. Pero hoy no solo Asunción objeta. Se suman Brasil y Argentina, además de Uruguay que antes habían bendecido este ingreso, peculiar además porque Caracas nunca adaptó su sistema arancelario al de sus nuevos socios. En el Mercosur, es cierto, no hay condiciones especiales para el pase del mando rotativo. Pero el artículo 27 del protocolo sí establece que las decisiones no sólo serán consensuadas sino “con la presencia de todos los Estados partes”. Y eso es precisamente lo que no está ocurriendo. El chavismo ha cometido un error al lanzarse de este modo, porque lo exhibe con la debilidad de no poder convocar siquiera una reunión de técnicos del grupo, y asistir desde la distancia a las cumbres que se irán sucediendo entre el resto de los socios para asumir alguna solución.

La suspendida presidente de Brasil, Dilma Rousseff. Reuters
La suspendida presidente de Brasil, Dilma Rousseff.

Hay una gravedad mayor a este entuerto. Como sugería el diplomático del comienzo, la crisis que potencia el chavismo acelera la agonía de un bloque que, con casi 300 millones de habitantes, llegó a tener un PBI sumado de 3,3 billones de dólares. Era la quinta economía a nivel mundial y el segundo mayor territorio aduanero del planeta, sólo superado por Rusia. Ahora, en el año que cumplió un cuarto de siglo, la brillante creación de Raúl Alfonsín y José Sarney es un retazo de aquel sueño. Desde 2012 y hasta 2015, esa cifra se encogió a poco más de 2,7 billones de dólares. La variación en dólares de la economía del grupo es alarmante. En 2013 se comprimió -1,8%; en el 2014, otro -3,04%. Y el año pasado, el precipicio fue de -18,62%. Eso es llanamente destrucción de riqueza a niveles extraordinarios.

Brasil y Venezuela, y en su medida Argentina, las tres economistas mayores del acuerdo, son las responsables del desastre. Aunque los porcentajes del abismo chavista son inigualables, el desplome del crecimiento brasileño es el más notable por las características de estado-continente de ese país, la segunda economía de las américas. Brasil pasó de un PBI de 2,4 billones de dólares en 2012 a 1,7 billones en 2015, según el FMI. Una pérdida que mucho explica las calamidades políticas que sufre ese país.

El auge brasileño culminó en 2010 cuando creció 7,5%. Doce meses después fue la mitad, 3,9% y luego, derrumbe en picada hasta encogerse -3,7% en 2015 e igual proyección para este año: la riqueza de un lustro destruida en 24 meses. Todo ello a lo largo de los dos gobiernos de Dilma Rousseff, la delfín de Lula da Silva. Por esa pésima performance es que se la está derribando del poder en el juicio que se libra ahora en el Senado. El desastre no es, sin embargo, sólo su culpa, que la hubo y mucho. La imprudencia tuvo, además, varios cómplices.

Absolutismo. Daniel Ortega, un reino como el chavismo.  AFP
Absolutismo. Daniel Ortega, un reino como el chavismo.

Entre enero de 2011 y octubre de 2015 los precios globales de los metales y de la energía cayeron 50% y 30% el de los alimentos. Las billeteras se vaciaron y no había cómo vivir con la bonanza previa. La irresponsabilidad fue intentarlo. Sin embargo, el hiperpresidencialismo latinoamericano no permite tumbar un gobierno porque no rindió como se esperaba, al estilo del retiro de confianza del sistema parlamentario.

El impeachment en Brasil es un exceso que lega un grave precedente de inestabilidad en la región. Como todo sería posible y sólo bastan las intenciones para ir por los resultados ignorando cualquier límite, se acaba dando luz verde a regímenes absolutistas como el de Maduro o el del nicaragüense Daniel Ortega, que acaba de cargarse a la oposición para convertir en virtual reino su unicato.

Un analista venezolano comentaba con esta columna que el chavismo busca repetir con el Mercosur la misma lógica de imposición que ha regido en ese país los últimos tres lustros. No importa si no se cumplen las generales de la ley o lo que norma a ese bloque, basta la noción del derecho natural crudo y duro para sofocar cualquier cuestionamiento.

Fuente: Clarín, 05/08/16.

hugo chavez mural manchado

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La crisis y oportunidad de Brasil

julio 24, 2012

La crisis y oportunidad de Brasil

Por Mary Anastasia O’grady

 

El enamoramiento adolescente que los gestores de dinero han sentido hacia Brasil se está acabando. A medida que el crecimiento económico resulta inferior al previsto, este musculoso objeto latino del afecto de los inversionistas empieza a verse poco sofisticado e inmaduro.

Ahora, la relación comercial más importante del país, con la vecina Argentina, se está desmoronando, lo que probablemente provocará más dolores de cabeza a la economía.

Brasil sigue siendo un país muy prometedor, gracias principalmente a su capital humano. Durante los últimos años sus instituciones se han afianzado a pesar de que los aliados ideológicos más cercanos al gobierno del Partido de los Trabajadores en el poder en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Argentina han destruido los pesos y contrapesos institucionales en sus países. Un proceso en la Corte Suprema de Justicia contra presuntas prácticas corruptas de miembros del gobierno del ex presidente Luis Inácio Lula da Silva que empieza en agosto demuestra una saludable separación de poderes. Una inflación baja también ha promovido una clase media.

Pero no hay que perder de vista el Estado monstruo que interviene en todas partes, acapara recursos y hace casi imposible un crecimiento liderado por el emprendimiento. Uno de los acontecimientos más perturbadores en este sentido es la agresiva expansión de crédito que el banco de desarrollo ha canalizado hacia ciertas empresas que dominan sus sectores y cuentan con el beneplácito del gobierno.

Argentina está en peor forma. Coqueteó con los mercados en los años 90, pero desde la devaluación del peso en 2002, sucesivos gobiernos han actuado como amantes despechados , mostrando una actitud hostil y vengativa hacia los inversionistas. Los contratos y los derechos de propiedad son en gran parte estériles en los tribunales argentinos.

La situación podría seguir empeorando para los habitantes de los dos países si, como parece probable, Mercosur (que también incluye a Paraguay y Uruguay), se desintegra. A largo plazo, el fin del bloque comercial será algo positivo si lleva a sus miembros a abrir el comercio al resto del mundo. Pero a corto plazo, un quiebre de Mercosur tendrá serias repercusiones ya que muchas industrias han realizado un gran esfuerzo para adaptarse a las reglas del grupo.

El problema más reciente de Mercosur empezó el mes pasado cuando el gobierno de Paraguay destituyó legalmente al presidente Fernando Lugo, quien era un acólito de Hugo Chávez. Para el dictador venezolano se trató de una señal adicional de que su campaña bolivariana en la región había alcanzado su límite y de que los opositores han ganado terreno, como sucedió cuando Manuel Zelaya fue expulsado de la presidencia de Honduras en 2009. Cuando Lugo fue sacado del palacio presidencial, Chávez entró en acción y movilizó a sus aliados a través de canales diplomáticos para que castigaran con el aislamiento al nuevo gobierno de Paraguay. Un efecto importante del activismo de Chávez fue la decisión de Mercosur de suspender «políticamente» a Paraguay, que se había opuesto a la unión de Venezuela al grupo. Con ese voto suspendido, Brasil se unió a Argentina y Uruguay para votar a favor de admitir a Venezuela al bloque.

Rubens Barbosa, ex embajador de Brasil en Washington, se refirió a la decisión con palabras duras. En su condición de presidente del Consejo de Comercio Exterior de la poderosa Federación de Industrias de São Paulo, Barbosa señaló que el voto violaba el tratado de Mercosur. Paraguay sólo ha sido suspendido y aún es un miembro con derecho a bloquear la integración de Venezuela, dijo en una entrevista en Rio de Janeiro. También advirtió que Venezuela crearía problemas políticos, como el acuerdo que Mercosur tiene con Israel, un país que no tiene relaciones con el gobierno de Caracas.

El fiasco de Venezuela fue apenas la última gota amarga en las relaciones comerciales entre Brasil y Argentina. Un problema más grave, según Barbosa, es la forma en la que Buenos Aires viola el acuerdo de libre comercio dentro de la unión y su arancel externo común. «Los ministros y los técnicos brasileños viajan a Argentina, alcanzan acuerdos, pero luego estos acuerdos se traban en las manos de Guillermo Moreno (el secretario de comercio de Argentina) porque todo (en Argentina) se convirtió en una cuestión política», lamenta. Argentina, predijo, «será responsable del fin de Mercosur».

Según el diario El Universal de Venezuela, Barbosa también criticó la nacionalización de la petrolera YPF, que pertenecía a la española Repsol. La decisión, dijo, ha sido perjudicial para Mercosur porque ha aumentado el clima de inseguridad entre quienes invierten en la región.

A estas alturas, el comportamiento de Argentina también está relacionado a una escasez de divisas internacionales. A pesar de sus esfuerzos por suprimir las importaciones y de emplear controles de capital estrictos, el país corre el riesgo de una crisis en su balanza de pagos.

De todas formas, aquí también existe una oportunidad. El Mercosur genera mayor comercio transfronterizo dentro de la unión, pero debido a los aranceles comunes del bloque lo hace a costa del comercio con los países que no son miembros. Esto no reviste tanta importancia para Brasil, gracias a su vasto mercado interno, pero es relevante en el caso de los miembros más pequeños. Si Paraguay es inteligente, sacará ventaja a su suspensión y buscará entablar lazos comerciales con el resto del mundo. Esto tampoco sería una mala idea para Brasil.
Fuente: The Wall Street Journal, 23/07/12.

Las restricciones al Libre Comercio en Argentina

marzo 8, 2012

Negociar

Por Enrique Szewach

 

La protección contra el libre comercio internacional, es siempre un tema de “frazada corta”. Cuando se protege a algún sector, se “desprotege”, simultáneamente, a otro. Esto es así, porque la protección, por definición, limita la competencia, y la especialización, y ello hace que, en general, los precios y las calidades de los productos protegidos sean superiores (precios) e inferiores (calidades) de los que se hubieran obtenido en un escenario de libre comercio. Si esos productos son más caros o inferiores, quienes los utilizan como insumos en su país, para sus propias actividades, resultan perjudicados, o bien porque tienen menos rentabilidad de la podrían haber tenido, o bien porque se les dificulta enfrentar a sus propios “competidores importados” que pagan más baratos los insumos y, por ende, pueden vender más baratos sus productos.

A su vez, si ciertos productos son más caros, queda menos ingreso disponible para consumir el resto, redistribuyendo ingresos y rentabilidades desde los protegidos a los desprotegidos.

Por último, como la protección reduce la demanda de moneda extranjera, el tipo de cambio real es menor y se desalienta el crecimiento de los sectores exportadores.

Sin embargo, pese a que tanto la teoría económica como la evidencia empírica resulta contundente respecto de las ventajas del libre comercio frente a economías cerradas, y las ganancias de bienestar para todos,  pocos países recurren a esquemas arancelarios uniformes y bajos, y mantienen sus economías fuertemente abiertas.

De allí, el surgimiento de arreglos institucionales globales que, al menos, limitan y regulan las restricciones al comercio internacional, aunque los mismos han sido frecuentemente eludidos, evadidos o disfrazados de otro tipo de normas.

Por lo tanto, dado que el libre comercio ha sido reemplazado por el “comercio administrado”, los tratados especiales de comercio regional y otro tipo de acuerdos negociados, lo importante es negociar bien.

Según el célebre sociólogo, economista y filósofo italiano Vilfredo Pareto, en todas  las negociaciones, la suma del beneficio que las partes se llevan tiene un máximo teórico, pero los humanos, que somos imperfectos, rara vez logramos aprovechar totalmente el valor que ofrece la oportunidad y alcanzar ese máximo. En la jerga de la negociación se llama a eso “dejar valor sobre la mesa”.

Es decir, la teoría indica que un determinado acuerdo es el óptimo  para ambos negociadores pero ellos son incapaces de arribar a ese pacto. A menudo por fallas en la comunicación.

Una regla que se verifica con bastante frecuencia es que “a mayor comunicación, mejores acuerdos”. Sin embargo las tensiones propias de las negociaciones suelen hacer que se reduzca la comunicación. Los supuestos que tenemos sobre la negociación que estamos llevando a cabo y sobre la otra parte, frecuentemente alejan nuestra conducta de la que sería la más conveniente para llegar al acuerdo óptimo.

Suponer, por ejemplo, que la negociación es una confrontación en la que todo lo que uno gana lo pierde el otro da como resultado una actitud poco colaborativa que será imitada inmediatamente por la otra parte y tendrá un efecto devastador sobre la sinergia que el trabajo en equipo puede lograr.

Por el contrario, creer que se puede “crear valor” en la negociación y que por lo tanto no es necesario competir y confrontar, ayuda a que ambas partes salgan mucho más beneficiadas. 

La Argentina y Brasil, tienen un arreglo institucional de libre comercio, junto con Paraguay y Uruguay, en el ámbito del Mercosur. Este marco impide la introducción de restricciones al intercambio comercial de los países miembros, salvo excepciones fundadas y transitorias. De manera que, objetivamente, cualquier medida que impida el libre comercio en la región resulta violatoria de acuerdos previos. Sin embargo, en distintos momentos, cada país ha vulnerado estas condiciones y utilizado más de la cuenta, procedimientos “excepcionales”.

Esta vez, es el turno de la Argentina y sus nuevos trámites burocráticos para autorizar importaciones. Intentar una negociación exitosa para moderar o eliminar estas restricciones implica entender las razones que llevaron a la Argentina a introducir estas medidas. Esto en negociación suele llamarse “pasar de posiciones a intereses y buscar opciones legítimas”.

La posición argentina es “limito las importaciones”, su verdadero “interés” es: “Tengo menos dólares disponibles en las reservas del Banco Central para pagar deuda externa e importaciones impostergables –como las de energía- porque en los últimos años, en lugar de ingreso de capitales, la política interna generó una fenomenal salida de capitales, superior a los 80.000 millones de dólares, y porque la política energética acabó con el autoabastecimiento y ahora hay que importar lo que antes se exportaba”.

El problema, entonces, no es de protección a la industria local, o mejorar el intercambio comercial, el problema es “faltan dólares en la caja”.

Pero si ese es el problema, Brasil, que en estos años acumuló dólares y reservas internacionales y ha debido, en muchos momentos, limitar el ingreso de dólares de inversores especulativos, bien podría ofrecer, junto a su sector privado, un esquema de “ventas a crédito”,  “ventas a largo plazo”, “ampliación del comercio sin dólares, con clearing de reales contra pesos”, “marcos plurianuales de metas de balance comercial”, etc.

En otras palabras, la Argentina es estructuralmente “importadora” en su industria, y Brasil ha sido en estos años, y gracias al Mercosur, un excelente proveedor.

A su vez, la Argentina estuvo limitando las exportaciones agrícolas –en particular trigo- a Brasil, lo que agravó el déficit comercial en contra de la Argentina. La Argentina hoy tiene menos dólares para importar y necesita, además, importar productos energéticos que Brasil produce en cantidad y calidad.

La Argentina podría liberar exportaciones hacia Brasil, en particular en su agroindustria, y Brasil otorgar financiamiento especial a sus exportadores para reducir la necesidad de dólares contado de sus contrapartes argentinos.

Es más se podrían “liberar automáticamente”, las exportaciones brasileñas financiadas a x años de plazo, incluyendo las energéticas.

Para Brasil, 3.000 o 4.000 millones de dólares menos en sus reservas, en el corto plazo,  no serían un problema y para la Argentina, mientras rearma su política económica, un gran alivio.

El interés argentino es usar menos dólares y el interés brasileño es seguir vendiendo a la Argentina. Salir de las posiciones, de los egos y de los problemas de comunicación y pasar a la negociación creativa, agregando valor, puede ser, entonces, una solución.
Fuente: Ámbito Financiero, 08/03/12.
Más información: www.szewachnomics.com.ar