La genética del corredor de Wall Street

febrero 8, 2012

La genética del corredor de Wall Street

Por Jonah Lehrer

 

¿Qué hace a un gran inversionista? Los estudios científicos apuntan a su nivel de dopamina.

 

Han sido años difíciles para Wall Street. Los corredores de bolsa se llevaron grandes bonificaciones por asumir riesgos absurdos y los contribuyentes pagaron los platos rotos. Pero sin las maquinaciones de la industria financiera, Facebook no podría salir a bolsa, su vecino no podría obtener una hipoteca y todos tendríamos que comprar autos en efectivo.

Esto nos lleva a una pregunta obvia, ¿cómo podemos asegurarnos de que Wall Street no caiga en lo mismo que antes de 2008? ¿Cómo hacemos para que los corredores no sean seducidos por riesgos tontos en el futuro cercano?

Estados Unidos ha implementado nuevas regulaciones y restricciones que buscan mitigar los excesos de Wall Street pero sólo el tiempo dirá si dan resultados.

Los neuroeconomistas Steve Sapra y Paul Zak, de la Universidad de Postgrado Claremont, en California, tienen una posición distinta acerca de la irracionalidad de Wall Street. «Estos hombres (los corredores de bolsa) son un grupo bastante raro», dice Zak. «Son muy racionales y muy competitivos».

Zak se propuso encontrar la huella genética de este tipo de personalidad. ¿Existen genes que se correlacionan con el éxito en las inversiones? ¿Cuál es la diferencia entre las decisiones prudentes de alguien como Warren Buffett —el tercer hombre más rico del mundo es famoso por negarse a invertir en burbujas— y las apuestas temerarias que causan que tantos otros corredores pierdan vastas sumas de dinero?

Investigaciones previas han indicado, por ejemplo, que 29% de la variación entre una persona que invierte en acciones y una que no depende de su ADN. Estudios de corredores profesionales demuestran que aproximadamente 25% de la variación individual en el riesgo que asumen en sus portafolios corresponde a la genética. Otros científicos han encontrado correlaciones entre niveles de testosterona y asunción de riesgo —a más hormonas más riesgo— y han mostrado que al menos en corredores de Londres, los hombres con los mayores niveles de hormonas en la mañana generan más ganancias.

Sapra y Zak analizaron los genes de 60 corredores profesionales en cinco importantes firmas de Wall Street y se concentraron en una pequeña lista de genes que son conocidos por afectar la actividad de dopamina, un neurotransmisor en el cerebro.

La dopamina ayuda a regular decisiones que involucran riesgo y recompensa, permitiéndonos experimentar tanto la emoción de ganar algo como el dolor de perderlo.

Consideremos, por ejemplo, la decisión de invertir en una empresa que debuta en la bolsa. Estas inversiones son bastante emocionantes y generan «mucha dopamina», dice Zak. Sin embargo, 63% de las empresas nuevas en la bolsa fracasan al cabo de 10 años.

El reto para los inversionistas está en balancear el atractivo de una nueva acción contra el riesgo de que la compañía se vaya a la bancarrota. Esos cálculos usualmente son extremadamente difíciles, incluso para corredores experimentados.

Entonces, ¿qué encontraron los científicos? Los corredores exitosos —Zak y Sapra midieron el éxito en términos de longevidad en Wall Street— alcanzaban un cómodo nivel de dopamina; sus genes les impedían experimentar un nivel muy alto o demasiado bajo de la molécula.

«Los mejores corredores están dispuestos a asumir riesgos», dice Zak. «Quieren ganar mucho dinero. Pero también pueden adoptar una perspectiva a largo plazo y controlar sus impulsos.

Al parecer, poder equilibrar estos intereses enfrentados requiere un sistema de dopamina balanceado.

Zak advierte que aún hace falta que los resultados sean replicados. De todos modos, es posible imaginar que, en el futuro, el sector financiero requiera menos supervisión porque las firmas han encontrado una manera de contratar empleados más prudentes.

Dada la gran cantidad de dinero en juego, gastar unos cuantos cientos de dólares en una prueba de ADN podría ser una sabia inversión para Wall Street.
Fuente: The Wall Street Journal, 07/02/12.