Padre Brown: Elogio de la razón pura
mayo 5, 2018
Elogio de la razón pura
Por Hernán Ferreirós.
Hace más de cien años, la literatura inglesa nos presentó a un detective amateur capaz de dar prodigiosos saltos lógicos que le permitían descubrir a un falso clérigo por el modo que usa la sal de mesa o a un asesino por la caligrafía de una nota.
No se trata de Sherlock Holmes, sino de un detective menos célebre pero igualmente eficaz: el padre Brown, cura provinciano cuyos rasgos pedestres y natural modestia contrastan con su intelecto singular. Este personaje fue la creación más conocida del escritor, polemista y humorista británico G. K. Chesterton. Los 51 relatos que protagonizó, publicados entre 1910 y 1936, fueron un divertimento y un desafío intelectual para los lectores, pero también un vehículo para las ideas del autor acerca de la teología y la fe.
Cristiano devoto, antisocialista y conservador (y por ello un autor antipático), Chesterton no centra su militancia religiosa en el hecho anecdótico de que su protagonista sea un cura, sino en que es un cura capaz de resolver racionalmente enigmas que parecen inexplicables: si el universo puede ser entendido y está regido por la razón, entonces hay un Dios. «La razón y la justicia imperan hasta en la estrella más solitaria y remota -dice Brown- en llanuras de ópalo, bajo riscos cortados de perlas lo mismo se encontrará usted con la sentencia «No robarás».»
Un argentino podrá argumentar que sabe de lugares donde esta sentencia no corre, pero no vale la pena discutir porque los cuentos no se agotan en su carga confesional. Como notó Borges en un ensayo sobre el escritor, éste también tenía una «voluntad demoníaca» que hizo de él un gran tejedor de pesadillas, comparable a Kafka. La batalla entre lo monstruoso, lo irracional y la razón se da en la doble naturaleza de cada historia. Borges señala que son a la vez cuentos fantásticos y policiales porque Chesterton realiza el tour de force de dar las dos explicaciones de cada enigma: la sobrenatural y la lógica. Siempre se impone la segunda porque, como dice el padre Brown, «atacar la razón es mala teología».
Vigilando a los detectives
El regreso del padre Brown a la pantalla (existe un film de 1954 con Alec Guiness y otra serie inglesa de principios de los 70), junto con el de Sherlock Holmes tanto en la grandiosa Sherlock como en la no tan grandiosa Elementary, devuelve a los espectadores la felicidad de una trama que se propone desconcertar y sorprender sólo con su ingenio, en lugar de con gadgets y crímenes abominables.
En la actualidad, el tipo de relato policial que se impuso en la TV consiste en las interminables variantes de CSI que se concentran en el procedimiento policial y en la tarea de los forenses antes que en el trabajo racional de un detective. Los procedimientos «científicos» de estas series en verdad funcionan como una forma de magia: dan el nombre de un culpable sin que tengamos la necesidad de entender cómo se llegó hasta él. Un policial clásico es lo opuesto: el cómo importa más que el quién.
En su texto llamado «Cómo escribir una historia de detectives», Chesterton explica que «la historia se escribe para el momento en que el lector entiende». Nos provoca una gran satisfacción entender cómo, por ejemplo, Sherlock Holmes deduce, a partir del homicidio de un astrónomo, que un paisaje de Vermeer es falso (en pocas palabras: las estrellas del cielo en el cuadro corresponden a su posición actual y no a la que tenían en la época en que debió ser pintado).
En momentos como ése, no sólo comprendemos el alambrado lógico de la trama, sino también cuánto del relato fue construido minuciosamente para llevarnos de la nariz hasta ese descubrimiento. Chesterton agrega: «El policial es el único género en que a los lectores les gusta sentirse menos inteligentes que el protagonista». No está claro que al público le guste tal cosa. Más bien, en un buen policial no tiene más remedio. Acaso por eso tienen éxito los que le piden mucho menos.
El candor de G.K. Chesterton
La nueva serie producida por la BBC en 2013 (ya tiene una segunda temporada emitida en el exterior y una tercera en camino) transplanta a Brown (Mark Williams, el padre de Ron Weasley en Harry Potter) a los años 50 y a un pueblito que sería idílico si no muriera alguien todas las semanas.
El programa parece mantener la inocencia de las ficciones televisivas del período retratado, que se corresponde con la candidez de los escritos de Chesterton. A la vez, acaso por la necesidad de convertir relatos de 20 páginas en programas de 48 minutos, cada tanto decide ir en sentido contrario e incorporar una subtrama «modernizadora».
En el primer episodio, «El martillo de Dios» -que se repetirá hoy, a las 6 y a las 11-, basado en un cuento de 1910, se injerta una relación gay que se siente fuera de lugar en el púdico universo del autor.
Tal como en los textos, aquí el padre Brown está constreñido por leyes morales antes que penales: su interés es resolver crímenes para salvar almas, más que para distribuir castigos. El elemento religioso es insoslayable, pero está puesto al servicio de la trama detectivesca. No se trata aquí de predicar, sino de aplicar la fuerza de la razón (que para Chesterton, a quien le gustaba pensar con la forma de paradojas, era el objeto de la fe) para remontar los hilos de un crimen. El programa se toma su tiempo para hacerlo, pero reserva una recompensa: las soluciones son meditadas, precisas y proyectan un optimismo diáfano. Esta adaptación no parece televisión de hoy, sino de cuando el género policial era a la vez más simple y más interesante.
Dato importante:
Padre Brown, detective. Film & Arts.
Fuente: La Nación, 09/07/14.
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Las aventuras del Padre Brown llegan a la televisión.
Por Gonzalo Palermo.
El primer gran admirador de la obra de Chesterton, por estas latitudes, fue Jorge Luis Borges. Por eso no existe mejor manera de explicar la mecánica básica de los cuentos del Padre Brown -el personaje de gran parte de la obra del escritor londinense- que citar al propio autor de El Aleph. «Cada una de las piezas de la Saga del Padre Brown presenta un misterio, propone explicaciones de tipo demoníaco o mágico y las reemplaza, al fin, con otras que son de este mundo».
Borges escribió varias reflexiones sobre Chesterton, dispersas aquí y allá, pero la que mejor condensa la vida y obra del autor es el ensayo Sobre Chesterton. Ese esquema básico -a) misterio, b) coqueteo con lo fantástico y c) resolución realista- es también aplicable a otros varios autores y ficciones. Sin ir más lejos, y por citar un ejemplo reciente, True Detective apostó en cierta forma a esto.
Chesterton dedicó 25 años de su carrera al Padre Brown, entre 1911 y 1936, con más de medio centenar de relatos. En la brevedad fue donde Chesterton mejor desplegó sus habilidades. De ahí que este personaje, que inmediatamente se convirtió en uno de los detectives británicos más populares (en rigor no es detective, o no es detective de los que tienen placa, pero sí lo es intelectualmente y de raza) fuera adaptado a la televisión, la radio y el cine.
La cadena ITV británica (que hoy produce Downton Abbey) ya había llevado al Padre Brown a la televisión, en 1974, con Kenneth Moore como protagonista. El año pasado la BBC decidió retomar al personaje y la serie, que llega a Sudamérica mañana, fue un éxito.
Mark Williams (Harry Potter) es quien interpreta a Brown ahora, en esta serie donde solo unos pocos relatos originales de Chesterton fueron adaptados; en general, los capítulos plantean misterios nuevos, especialmente creados para la televisión. «Tiene un enorme corazón y empatía, que es la esencia del personaje, y además puede hacer comedia, lo que es fundamental», dijo la productora Ceri Meyrick sobre el actor principal.
La otra gran diferencia es que la acción, que transcurre en el pueblo ficticio de Cotswold, se ubica en los años 50 en vez de principios del siglo pasado, como en el original.
Eso sí: un padre Brown utilizando celulares y apoyándose en análisis de ADN hubiera terminado por desvirtuar completamente el sentido de la obra original, por lo que se agradece la leve actualización que le dieron. Algo parecido pasó recientemente con Sherlock, otro éxito de la BBC, donde el sagaz investigador está en el siglo XXI.
¿Por qué no hubiera resistido bien el Padre Brown la modernización que tan bien le vino a Sherlock Holmes? Porque son antagonistas. Mientras Holmes resuelve los casos aplicando la lógica convencional, el método y la investigación tradicionales, Brown se apoya en su intuición, su capacidad de comprender el comportamiento humano y su experiencia en el confesionario.
En los casos del Padre Brown y el resto de su obra, Chesterton depositó dosis de su lado oscuro para encontrar la luz al final. Hay obsesión pero nunca desemboca en la locura. Habla, como escribe Borges, «de una cárcel de espejos» y «de un laberinto sin centro» pero su fe en lo humano siempre triunfa.
Una inspiración para Chesterton
Chesterton se inspiró en hechos reales para crear a su personaje más célebre y uno de los más importantes de la literatura británica de todos los tiempos. En 1904 conoció a John O`Connor, un párroco de Bradford, en Yorkshire, de quien se haría muy amigo. Más tarde, en 1922, el sacerdote sería una pieza clave en su conversión hacia el catolicismo.
A esto siguió la idea de crear un detective que además de resolver casos pudiera expresar su visión filosófica del mundo. Así nació el Padre Brown. «Me permití la peligrosa libertad de tomar a mi amigo y darle algunas vueltas. Ensucié su ropa, transformé su semblante inteligente en un rostro de rechoncha estupidez. Disfracé al Padre O`Connor como el Padre Brown», escribió el autor en su autobiografía.
Ese personaje ficticio pasaría a ser casi tan real como en el que se inspiró.
Fuente: El País (Uruguay), 05/07/14.
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