De mi hijo el doctor a mi hijo el empleado público

enero 25, 2016

De mi hijo el doctor a mi hijo el empleado público

Por Ricardo Arriazu.

La frase “Mi hijo el doctor” fue inmortalizada por el dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez. Esta idea reflejaba la aspiración de amplios sectores de las clases humildes en Argentina y Uruguay, especialmente inmigrantes, de que sus hijos obtuvieran títulos universitarios que les permitieran mejorar su bienestar económico y ascender en la escala social, para lo que estaban dispuestos a hacer enormes sacrificios. El logro de estos objetivos fue facilitado por la educación pública y contribuyó al desarrollo de las economías de ambos países.

Yo crecí en una familia que compartía esas aspiraciones, y no me percaté, sino hasta hace poco tiempo, de que una parte importante de la sociedad ya no las comparte, ya que considera que el acceso a un empleo público es la mejor manera de mejorar su posición económica y social. Mi “despertar” ocurrió cuando me enteré de que un familiar desempleado no había aceptado un trabajo en el sector privado a la espera de uno en el sector público, al que consideraba más estable y rentable.

Mi formación de economista me lleva a plantearme cuán sustentable es este cambio de aspiraciones.

Todos los países cuentan con una administración pública que se encarga de la provisión de los que se denominan “bienes públicos”. Estos bienes son mejor provistos en forma colectiva y su uso por un individuo no priva el acceso a otros. Un ejemplo típico son los gastos en defensa.

La financiación de estos gastos no surge del cobro de un precio por su uso (como sucede con los bienes privados que se transan en los mercados) sino de una imposición financiera (impuestos), de modo que nadie puede argumentar que no lo paga porque no los utiliza. Es decir que estos gastos son financiados mediante el pago de tributos derivados de los ingresos de otras actividades productivas realizadas por el sector privado.

La interrelación entre el sector público y privado de una economía impone el desafío de que trabajen coordinados para alcanzar un necesario equilibrio entre ellos. Un exceso de gasto público y de tributación llevará a la quiebra de las actividades privadas que lo financian, y un gasto público insuficiente no permitiría un proceso de desarrollo balanceado y sustentable.

Un tema completamente distinto es el de la provisión de bienes y servicios que no tienen las características de “públicos” y sobre los que existe un debate ideológico sobre quién debe proveerlos, que muchas veces deja de lado una discusión más profunda sobre quién tiene la capacidad de hacerlo más eficientemente.

Este tema dominó la política mundial durante gran parte del siglo XX, para casi desaparecer luego de la caída del muro de Berlín, aunque dejó sus secuelas en las estructuras económicas de muchos países. La participación del empleo público en la fuerza laboral es una forma tradicional de medir el peso relativo del sector público.
La proporción de empleados públicos en la fuerza laboral varía significativamente entre países. Los datos publicados por la OCDE muestran que en el año 2005 la participación del empleo público en Argentina era del 12,7%, comparado con el 29% en Noruega y 5% en Japón y en Corea; sin embargo, el empleo público en Argentina creció en forma significativa desde entonces, y en la actualidad representa cerca del 20% del empleo total.

Quienes defienden esta expansión argumentan que el Estado creció no sólo en tamaño, sino también en las funciones y servicios que presta, y que de todos modos, su participación en la economía es aún inferior a la de los países nórdicos.

Con respecto al primero de estos puntos, si bien es cierto que se ampliaron las funciones y servicios que presta el Estado Nacional, de ningún modo explica el incremento del empleo público en las provincias y municipios, que ha desplazado al privado y se ha convertido en un “seguro de desempleo” encubierto.

argentina país bananeroEl número de empleados en la Administración Central y en el resto de los organismos que integran el Sector Público Nacional no Financiero representa menos del 10% del empleo público total, y el gasto salarial sólo el 13% del gasto total. Sin embargo, en las provincias, el total combinado del gasto salarial y de las transferencias corrientes a municipios (que se destinan principalmente a cubrir salarios) representa el 68% del gasto total, porcentaje que varía desde un máximo del 87% en Río Negro hasta un mínimo del 53% en Santiago del Estero.

Habría que preguntarse si no es el tamaño exacerbado del sector público lo que termina generando desempleo.

Financiar un mayor gasto público requiere una mayor presión tributaria sobre las actividades privadas, deteriorando su competitividad, y que, en última instancia, afecta a las principales variables económicas y sociales, entre ellas el empleo.

Por otro lado, si bien muchas de las nuevas funciones y servicios podrían ser deseables, cabe preguntarse cuán sustentables serán si desaparecen las actividades privadas que las financian.

Con respecto a la participación del empleo público en los países nórdicos, es necesario recordar que en dichos países el Estado desarrolla actividades productivas pero que, aun así, la participación ha bajado en los últimos años luego de que su tamaño se tornara insostenible.

Al mismo tiempo, la ineficiencia del gasto público en nuestro país genera que una parte importante de la población no sólo financie la provisión de bienes públicos a través de impuestos, sino que, además, deba pagarlos una segunda vez para acceder a ellos en forma privada.

En mi última columna incluí entre los factores profundos que, en mi opinión, explican la decadencia relativa argentina, el uso del empleo público como una forma de ascenso social y la transformación del Estado en un “botín de guerra”.

Quiero dejar muy en claro que esta aseveración no incluye a los miles de empleados públicos que cumplen sus funciones con dedicación y vocación, sino que se refiere a los que usan al empleo público para sus propios fines personales, y que para lograrlo malgastan los recursos públicos.

Fuente: Clarín, 24/01/16.

 

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Cristina Kirchner dejará una pesada herencia

noviembre 21, 2014

Advierten que el Gobierno dejará una pesada herencia

Por Jorge Oviedo.

La economía argentina podría soportar un año más sin grandes sobresaltos. Un escenario en el cual la inflación no vaya más allá de donde ya estuvo, en el que las exportaciones vuelvan a caer pero el rojo de la balanza comercial no crezca, con aumento de la desocupación, reducción del valor de la cosecha y, por supuesto, recesión. Sin un intento reactivador sobre la base de emisión monetaria, podría finalizar 2015 sin una corrida ni un estallido.

argentina-bandera-10Lo dijo el prestigioso economista, profesor y consultor Ricardo Arriazu. «Aclaro que lo que puede durar un año más no puede durar más de un año», sostuvo, antes de expresar que no le gustaría que un amigo suyo fuera el primer ministro de economía del próximo gobierno, que deberá, según él, encarar un fuerte ajuste.

Arriazu explicó que «el único objetivo del Gobierno es conseguir los votos para 2015». Calculó que sin una corrida cambiaria «llegan con reservas por US$ 18.000 millones» al final del mandato de Cristina Kirchner. «Todo lo que digo que puede aguantar un año más también digo que no aguanta más de un año», señaló, para precisar el difícil escenario que prevé: «Caerá el valor de las exportaciones por caída de precios internacionales; no crecerá el déficit comercial porque también caerán importaciones, por recesión y por prohibiciones». También calculó que «sólo para compensar la caída del valor de la cosecha, para crecer de manera importante el año próximo harían falta ingresos de capitales por US$ 11.000 millones», y bromeó: «No quisiera ser amigo del primer ministro de economía que tenga el próximo gobierno; lo que hay que arreglar es enorme y el ajuste es imposible de evitar».

Arriazu disertó en la última comida de 2014 organizada por Consenso Republicano, que preside Guillermo Alchouron. El economista y consultor señaló que «se terminó el viento de cola» de los altos precios de las materias primas internacionales. Y también desconfió de que sea rentable explotar los recursos de petróleo y gas en yacimientos no convencionales como Vaca Muerta con la baja de los precios internacionales y los altos costos locales.

También detalló que, de todas formas, «la incertidumbre es muy grande», y contó: «Tengo en mi estudio tantas consultas de empresas extranjeras como a principios de los 90; de cada cien que vienen, dos consultan cómo pueden hacer para irse de este desastre; los otros 98 quieren entrar porque a estos precios, la Argentina es barata y, con un poco de racionalidad en la próxima gestión, habrá grandes ganancias».

De todas formas, con semejante nivel de incertidumbre calculó que «habrá que ver mes a mes cómo evolucionan los números».

También calculó que «la inflación ya tocó su máximo» y previó que el Gobierno «va a negociar con los holdouts a partir de enero, pero vamos a demorar un rato en ver un acuerdo». Dijo que esa demora sería la normal por la complejidad de las negociaciones.

Señaló que prevé que el Gobierno mantendrá un nivel de devaluación similar al de los últimos meses, de modo que descartó un salto brusco como el que hubo en enero. Y detalló que espera que el resultado de la cuenta corriente de la balanza de pagos iguale este año y el próximo al de 2013: déficit de US$ 4500 millones.

Para financiar el déficit fiscal calculó que será necesaria en 2015 una emisión de 300.000 millones de pesos, que irán como transferencias del Banco Central al Tesoro. Que serán absorbidos en parte por la demanda normal, también irán a parar un poco a pérdida de reservas y en parte serán absorbidos también por Letras del Tesoro y bonos con valor ligado al dólar oficial.

Pero señaló que en su opinión la principal preocupación del Gobierno son los votos. Y por ello pronosticó que el año próximo «entre agosto, septiembre y octubre habrá una avalancha de subsidios».

Campo en baja

También explicó que la caída del sector agrícola tendrá efectos generalizados. «El campo es el que compra maquinarias, paga transporte, invierte en valores inmobiliarios y sufrirá un efecto pobreza, simétrico al efecto riqueza que se genera cuando sube la valuación de los campos por el mayor valor de la cosecha». Ahora, calcula, ocurrirá lo contrario.»

También señaló que no espera que la tendencia cambie pronto, aunque tampoco un superdólar que abarate las materias primas. «El nuevo valor de equilibrio de dólar es 1,20 euros.»

Detalló también que «China multiplicó por seis la producción e importa ahora sólo 4% de lo que consume», dijo, y calculó que el valor de la cosecha caerá US$ 3700 millones este año y US$ 7700 millones en 2015.

Fuente: La Nación, 21/11/14.

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