Un plan para combatir el grafiti en Recoleta
mayo 1, 2014 · Imprimir este artículo
Ponen en marcha un plan para combatir el grafiti en Recoleta.
Por Felicitas Sánchez.
¿Se pueden erradicar por completo los grafitis? Como en toda gran ciudad, los vecinos de Buenos Aires están acostumbrados a convivir con esta suerte de conversación que se dirime en las fachadas de sus edificios. Declaraciones de amor, mensajes políticos, provocaciones entre hinchadas.
Sin embargo, en la comuna 2 de la ciudad, que comprende el barrio de Recoleta, están decididos a combatir por completo este tipo de vandalismo. Para ello pusieron en marcha el programa Fachadas Limpias, inspirado en una estrategia implementada con éxito por la ciudad de Nueva York en los 80 y 90, y que luego fue tomada por otras grandes ciudades del mundo.
La premisa del plan es que el grafiti vandálico- a diferencia del arte callejero y el muralismo- no es una expresión artística, sino un hecho de comunicación. El objetivo del grafitero solo es darse a conocer y enviar un mensaje a otros, que pueden ser sus compañeros de clase, de banda, el club de fútbol adversario u otros vecinos. Entendido de esta manera, el grafiti solo tiene sentido si perdura el tiempo suficiente como para ser visto por ese otro, destinatario del mensaje. Entonces, la estrategia adoptada por la comuna es disuadir a los potenciales vándalos borrando los mensajes los más rápido posible, ya que esto impide que la pintada cumpla su función.
«Nuestro objetivo es tapar todos los grafitis nuevos dentro de las primeras 48 horas.Un grafiti es un mensaje, y si las otras personas no lo llegan a ver, deja de tener sentido y el grafitero buscará otro lugar para expresarse. Por supuesto que puede volver a realizarlo, pero cuanto más seguido y rápido se tape más se desalentará la acción, entre otras razones porque conlleva un gasto económico para este.» Explicó a LA NACION Facundo Carrillo, Presidente de la comuna de Recoleta.
El éxito de la estrategia depende en gran medida de que los vecinos participen de la acción denunciando lo más rápido posible la aparición de nuevos grafitis. Para esto se dispuso la casilla de mail [email protected] , donde los vecinos pueden escribir para denunciar las nuevas pintadas . La cuadrilla a cargo de la remoción está compuesta por tres personas equipadas con una hidrolavadora y un producto especial para remover la pintura. Una vez que la fachada está limpia de vuelta, se aplica sobre la misma otro producto que genera una capa protectora que impermeabiliza la superficie e impide que el próximo grafiti se adhiera, para que luego sea más fácil de remover.
El éxito de la estrategia depende en gran medida de que los vecinos participen de la acción denunciando lo más rápido posible la aparición de nuevos grafitis
Claro que primero hay que borrar todos los grafitis ya existentes. Según explicó Carrillo, se realizó un relevamiento de todas las fachadas de la comuna y se identificaron 2523 frentes pintarrajeados que se están empezando a limpiar. El costo anual del programa será de 650.000 pesos.
«Estamos trabajando ya, y vemos que la gente pasa al lado de la camioneta, que tiene la dirección donde hacer la denuncia, y la anotan. Así que esperamos que haya mucha participación» explicó José San Martín, el encargado del equipo de tareas de remoción.
La teoría de las ventanas rotas
Según explicaron desde la comuna, la estrategia de eliminar todos los grafitis nuevos dentro de las primeras 48 horas no solo es efectiva porque impide que el la pintada cumpla su función, sino que también está inspirada en la teoría sociológica de Las Ventanas Rotas, según la cual el vandalismo que no se repara inmediatamente manda un mensaje de desinterés e indiferencia que a su vez incentiva a que los hechos delictivos se repitan. En este sentido, una manera efectiva de combatir el vandalismo es solucionándolo ni bien ocurre, aunque al principio parezca una infracción de poca importancia.
La teoría se implementó con éxito por primera vez a mediados de los 80 en Nueva York para combatir el grafiti en los subtes, para lo cual el gobernador Edward Koch decretó que no circularía ninguna formación que tuviera ni el más pequeño grafiti en su exterior.
Esta premisa luego se transformó en uno de los fundamentos de la política de «tolerancia cero» del gobernador Giuliani en Nueva York en la década del noventa, quien hizo hincapié no solo en que el vandalismo podía prevenirse de esta manera, sino que incluso combatiendo estas infracciones menores se podía reducir significativamente los crímenes más serios, una teoría que aún es discutida y despierta mucha controversia.
Fuente: LaNacion.com, 01/05/14.
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Teoría de las ventanas rotas
Arreglando Ventanas Rotas: por George L. Kelling y Catherine Coles es un libro de criminología y sociología urbana publicado en 1996, que habla acerca del crimen y las estrategias para contenerlo o eliminarlo de vecindarios urbanos.1
El libro
El libro está basado en un artículo titulado Ventanas Rotas de James Q. Wilson y George L. Kelling, que apareció en la edición de marzo de 1982 de The Atlantic Monthly. El título del libro viene del siguiente ejemplo:
Consideren un edificio con una ventana rota. Si la ventana no se repara, los vándalos tenderán a romper unas cuantas ventanas más. Finalmente, quizás hasta irrumpan en el edificio, y si está abandonado, es posible que sea ocupado por ellos o que prendan fuegos adentro.
O consideren una acera o banqueta. Se acumula algo de basura. Pronto, más basura se va acumulando. Eventualmente, la gente comienza a dejar bolsas de basura de restaurantes de comida rápida o a asaltar coches.
Una buena estrategia para prevenir el vandalismo, dicen los autores del libro, es arreglar los problemas cuando aún son pequeños. Repara las ventanas rotas en un período corto, digamos un día o una semana, y la tendencia es que será menos probable que los vándalos rompan más ventanas o hagan más daños. Limpia las aceras todos los días, y la tendencia será que la basura no se acumulará (o que la basura acumulada sea mucho menor). Los problemas no se intensifican y se evita que los residentes huyan del vecindario.
Entonces, la teoría hace dos hipótesis: que los crímenes menores y el comportamiento antisocial disminuirán, y que los crímenes de primer grado serán, como resultado, prevenidos. Las críticas a la teoría tienden a enfocarse únicamente en la segunda hipótesis.
La teoría en acción
El autor del libro, George L. Kelling, fue contratado como consultor para el Departamento de Tránsito de la Ciudad de Nueva York en 1985, y David Gunn implementó medidas robustas para probar la teoría de las Ventanas Rotas. El grafiti fue enfocado intensamente, y el sistema del metro fue limpiado línea por línea y coche por coche de 1984 hasta 1990. Kelling también ha sido contratado como consultor por la policía de Los Ángeles y por el Departamento de Policía de Boston.
En 1990, William J. Bratton fue nombrado jefe del Departamento de Tránsito de la Ciudad de Nueva York. Bratton describió a George L. Kelling como su «mentor intelectual», e implementó tolerancia cero a la evasión de multas, métodos de procesamiento de arrestos más sencillos e investigación de antecedentes en cualquier persona arrestada. El alcalde republicano Rudy Giuliani adoptó también esta medida, de manera más firme, en la ciudad de Nueva York, desde su elección en 1993, bajo los programas de «tolerancia cero» y «calidad de vida».
Así que, la política de «tolerancia cero» de Giuliani fue parte de conjunto más amplio de reformas, muchas de las cuales, ya estaban avanzando desde 1985. Giuliani hizo que la policía fuera más estricta con las evasiones de pasaje en el metro, detuvo a los que bebían y orinaban en la vía pública y a los «limpia parabrisas» que limpiaban los vidrios de los coches y demandaban remuneración por el servicio. Las tasas de crímenes, menores y mayores, se redujeron significativamente, y continuaron disminuyendo durante los siguientes 10 años.3 4
En Albuquerque (Nuevo México, Estados Unidos) se obtuvo un resultado similar a finales de 1990 con el programa de Calles Seguras. Operando bajo la premisa de que la gente del Oeste de Estados Unidos utiliza los caminos de la misma manera que la gente del este utiliza el metro, los desarrolladores del programa razonaron que la falta de leyes en los caminos tenía el mismo efecto que los problemas individuales de los metros en Nueva York. Este programa fue extensamente revisado por NHTSA y se publicó un estudio.
Críticos de la teoría
Los críticos apuntan al hecho de que las tasas de crímenes también bajaron en muchas otras ciudades de EE. UU. durante 1990, tanto en las que adoptaran políticas de «tolerancia cero» como en las que no.
Asimismo, otros críticos, como Loic Wacquant en su libro «Las cárceles de la miseria» (2000) han argumentado que los efectos de la política de «tolerancia cero» ha servido de escudo legal para prácticas discriminatorias hacia los afrodescendientes en Nueva York, así como una manera de direccionar los aspectos más represivos de las prácticas policiales hacia los barrios más pobres de la ciudad. argumenta Wacquant que la «tolerancia cero» no se aplica contra los delitos informáticos o económicos (cometidos por individuos pertenecientes a clases pudientes), sino que sirve para criminalizar y restringir los derechos legales de los ciudadanos más pobres de la ciudad, representativo de lo cual son prácticas como el «stop and catch» que da el privilegio a la policía de requisar y detener a quien desee, basado muchas veces en estereotipos raciales o de clase.
Otros estudios resaltan que los efectos de «tolerancia cero» en los crímenes de primer grado son difíciles de desasociar de otras iniciativas que ocurrieron durante el mismo periodo. Estas iniciativas fueron:
Las reformas policíacas descritas anteriormente.
Programas que le dieron trabajo a más de 500 000 en un momento de auge económico,[cita requerida]
Cupones para alojamiento que le permitieron a familias de escasos recursos trasladarse a mejores vecindarios.
Explicaciones alternativas que han sido promocionadas incluyen:
La disminución de la epidemia al crack.
El crecimiento sin relación en la población de las prisiones debido a las Leyes de droga de Rockefeller.8
Que el número de hombres entre 16 y 24 años estaba disminuyendo debido a cambios demográficos y a que el aborto se legalizó.
Entre académicos, David Thacher (profesor asistente del Departamento de Planeación Pública Urbana y Policiaca de la Universidad de Míchigan) dijo en un artículo del 2004 que:
…las ciencias sociales no han sido amables con la teoría de las ventanas rotas. Varios académicos han re-analizado los estudios iniciales que parecían soportarla … Otros presionaron con nuevos y más sofisticados estudios de la relación entre desorden y crimen. El más prominente entre ellos concluye que la relación entre desorden y crímenes de primer grado es modesta, e incluso que esa relación es el producto de fuerzas sociales más fundamentales.
Thacher continua diciendo que Estas críticas a la teoría de las ventanas rotas todavía no han desacreditado a las políticas del mantenimiento del orden con los políticos o con el público en general.
En el libro Más Armas, Menos Crimen (University of Chicago Press, 2000), el economista John Lott, Jr. examinó el uso de la teoría de las ventanas rotas y las políticas policiacas orientadas a la resolución de problemas y la comunidad en ciudades con población mayor a 10,000 personas durante dos décadas. Encontró que el impacto de estas políticas no era consistente entre diferentes tipos de crímenes. Describió el patrón como casi «aleatorio». Lott encontró que estas medidas estaban en realidad asociadas con el asesinato y el robo de automóviles y el aumento de las violaciones y la caída de hurto. El aumento de las tasas de detención, políticas que afirman el proceso de contratación policiaca y las leyes que permitían una mejor aplicación de las leyes eran mucho más importantes para explicar los cambios en las tasas de delincuencia.
En el libro Freakonomics, el economista Steven D. Levitt y el co-autor Stephen J. Dubner ponen en duda la noción de que la teoría de las ventanas rotas era la única responsable de la caída de la criminalidad en Nueva York. El notó que antes de 1990 el aborto fue legalizado. Las mujeres que estaban menos preparadas para educar niños (las pobres, adictas e inestables) pudieron obtener abortos, así que el número de niños nacidos en familias disfuncionales fue decreciendo. La mayoría de los crímenes en Nueva York son cometidos por hombres entre 16 y 24 años; cuando este grupo demográfico decreció, la tasa de crímenes le siguió.
Sin embargo, el columnista Steve Sailer señaló algunas fallas en el análisis de Levitt y Dubner;11 refutaciones de su análisis también aparecieron en publicaciones de The Wall Street Journal12 y The Economist.13 La primera cita a economistas del Banco de la Reserva General de Bostón, que dicen, «no hay bases estadísticas para creer que los hipotéticos jóvenes que fueron abortados como fetos hubieran sido más propensos a cometer crímenes si hubieran llegado a la edad adulta que los jóvenes reales que sí nacieron.»12 También, el asesinato entre aquellas generaciones donde se permitía el aborto (Roe contra Wade) era, en algunos estados, 3.1 veces mayor que en las generaciones nacidas antes de la legalización del aborto.14 Estos datos muestran que el crimen aumentó después de la legalización del aborto, contradiciendo las conclusiones de Levitt y Dubner. Además, el aumento en las tasas de encarcelamiento también tiene que ver con la reducción en las tasas de criminalidad discutidas por Levitt y Dubner; las vicisitudes del crack también están relacionadas con el aumento y la disminución de las tasas de criminalidad del periodo en discusión.[cita requerida]
En la edición de invierno del 2006 del Law Review de la Universidad de Chicago, Bernard Harcourt y Jens Ludwig buscaron en el programa del Departamento de Desarrollo Urbano y de Vivienda que traslado a inquilinos del centro de la ciudad de Nueva York a vecindarios más ordenados.15 La teoría de las ventanas rotas sugeriría que estos inquilinos cometerían menos crímenes en su nueva ubicación, debido a las condiciones más estables en las calles. Harcourt y Ludwig encontraron en cambio que los inquilinos continuaron cometiendo el mismo número de crímenes.
En un estudio posterior, en el 2007, llamado «Reefer Madness» en la revista Criminología y Política Pública, Harcourt y Ludwig encontraron más evidencia confirmando que la reversión promedial explica de manera completa los cambios en las tasas de criminalidad en los diferentes precintos de Nueva York durante 1990.
Fuente: Wikipedia, 2014.
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