¡Qué bueno que el papa sea criollo!, pero eso no es todo

diciembre 9, 2017 · Imprimir este artículo

¡Qué bueno que el papa sea criollo!, pero eso no es todo
Por Juan Carlos de Pablo

Por una abrumadora mayoría, el 15 de marzo de 2013 el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio se transformó en el papa Francisco. ¿Qué importancia tienen, en la acción concreta, la personalidad de quien ejerce alguna máxima responsabilidad ejecutiva, y las circunstancias que hereda de su antecesor? ¿Qué importancia tiene para América latina, en general, y para la Argentina, en particular, que Bergoglio haya nacido en Buenos Aires y no en Ottawa o Helsinki, o que sea jesuita y no dominico o salesiano?

Busqué expertos en la historia del papado, pero como no encontré a ninguno entrevisté al norteamericano Herbert Stein (1916-1999), quien durante seis décadas siguió muy de cerca cómo se formuló e implementó la política económica en Estados Unidos. Experiencia que sintetizó en Economía presidencial , libro que publicó en 1984.

Según Deirdre Nansen Mc Closkey, Stein fue pionero de la «Escuela de la ignorancia honesta«, que recomienda cautela a la hora de efectuar pronósticos y recomendaciones, y critica vigorosamente la sobreconfianza desplegada por muchos colegas.

-¿Qué dice la historia sobre la importancia relativa que la personalidad del protagonista y las circunstancias tienen sobre los hechos observados?

-En el plano económico, Arnold Carl Harberger enfatiza la importancia crucial de las personalidades. Fuera del plano económico, la Segunda Guerra Mundial se hubiera desarrollado de manera diferente, si Winston Churchill no hubiera vuelto a ocupar un cargo en el gobierno inglés a partir de 1939; la Argentina hubiera sido muy distinta si la elección presidencial de 1958 la hubiera ganando Ricardo Balbín y no Arturo Frondizi, y también es muy probable que la evolución económica de China a partir de 1976 hubiera sido diferente si el poder no hubiera recaído en Deng Xiaoping.

-¿Está diciendo que la personalidad del protagonista es siempre crucial?

-En algunos casos sí, pero no en todos. Porque, ¿a quién se le ocurre pensar que la Primera Guerra Mundial no hubiera estallado, si el 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando, en vez de ir a Sarajevo, se hubiera quedado en su casa y por consiguiente no hubiera sido asesinado? A propósito: el atacante falló en el primer intento, y pudo lograr su propósito porque insólitamente el archiduque continuó la visita que estaba realizando y accidentalmente pasó nuevamente por delante del matador.

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– Un ejemplo no me dice nada.

-Le doy otro, referido a su país. La disputa que en 1945 y 1946 mantuvieron Juan Domingo Perón y Spruille Braden (embajador de Estados Unidos en la Argentina) fue la frutilla del postre del casi medio siglo de desencuentros entre los dos países, que habían comenzado en la reunión inicial de la Unión Panamericana, realizada en 1889. Si en 1946 hubiera ganado la Unión Democrática, también con respecto a Estados Unidos hubiera habido fricciones. Dato no menor para la Argentina, cuando el poder económico mundial terminó de pasar de Inglaterra a Estados Unidos (a las dificultades políticas hay que agregar que las economías de la Argentina e Inglaterra eran complementarias, mientras que las de la Argentina y Estados Unidos eran sustitutivas).

-¿Y entonces?

-El tema es apasionante, pero mucho me temo que en este caso la historia proporciona ejemplos congruentes con cualquiera de las hipótesis; de manera que en el caso del papa Francisco el tiempo dirá. Pero la historia ilustra otro punto importante.

-¿Cuál es?

-Que frente a la misma realidad, diferentes personas pueden atacar los problemas de manera distinta. Si al flamante Sumo Pontífice le preocupan los pobres, puede organizar una conferencia internacional sobre el coeficiente inventado por Corrado Gini para medir la distribución personal del ingreso, o también puede convocar a Muhammad Yunus, a Juan Carr y a la gente de Cáritas para que le expliquen cómo se enfrentan concretamente los problemas reales.

No estoy haciendo la apología de la ignorancia, pero como su tiempo es escaso, definitivamente le recomendaría la segunda alternativa.

-Don Herbert, muchas gracias.

Fuente: La Nación, 31/03/13.

Juan Carlos de Pablo

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