El Deutsche Bank resucita el temor al colapso financiero
octubre 1, 2016
La crisis del Deutsche Bank resucita el temor al colapso financiero
La acción del mayor banco alemán se desplomó ayer por una multa multimillonaria. Luego subió en medio de rumores de que sería salvado. Fuertes dudas.
Por Idafe Martín.
La Eurozona vuelve a temblar por sus bancos. Deutsche Bank, primer banco alemán y uno de los mayores del mundo, recibió ayer un alivio ante la posible reducción de 14.000 a 5.400 millones de dólares de la multa que le impuso Washington por su implicación en la venta de hipotecas subprime antes del estadillo de la crisis de 2008.
Europa quiere evitar otro “momento Lehman Brothers” en alusión a la bancarrota de esa centenaria entidad el 15 de setiembre de 2008 que detonó el mayor tsunami financiero de la historia presente. Pero la reducción de la multa parece insuficiente para eliminar las dudas sobre la solidez del primer banco alemán y uno de los mayores del mundo. La noticia del alivio de la multa hizo subir ayer las acciones de Deutsche Bank un 5%, pero habían amanecido cayendo casi un 9%. El desplome del banco ha sido continuo: 28% en tres semanas, 55% este año y 90% desde 2008. El cargo es que la entidad desempeño un papel central en la gestión de deuda con créditos hipotecaros insolventes.
La inestabilidad del Deutsche Bank, alimentada por problemas estructurales como su pérdida de competitividad frente a la banca de inversión estadounidense, hace que la entidad ya apenas valga 14.000 millones de euros en Bolsa. Eso es la mitad que a principios de año. Una cantidad ridícula para un gigante con un balance de 1,8 billones de euros –el equivalente aproximado al PBI italiano- sobre el que caen los focos de las alarmas desde que un informe del FMI en junio lo puso en el disparadero. El golpe definitivo llegó con el anuncio de Washington de la multa el 16 de septiembre.
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La calamidad y el tamaño del Deutsche Bank, para quien Berlín lleva días negando que prepare un rescate que los medios alemanes dan como seguro, podría arrastrar por sus conexiones internacionales a todo el sector bancario europeo.
Entre las opciones que se barajan para reforzarlo se estudia que el Banco Central Europeo –supervisor único de los 129 mayores bancos de la Eurozona- le obligue a recapitalizarse o que el gobierno alemán entre directamente en su accionariado comprando el 25 por ciento de la firma.
Un portavoz del Ministerio de Finanzas alemán dijo a la agencia Reuters que la información sobre un posible rescate “es falsa. El gobierno no prevé ningún plan de rescate, no hay ninguna razón para alimentar las especulaciones”.
El banco también negó que hubiera pedido ayuda a Berlín. El semanal Die Zei” adelantaba el miércoles que algunos miembros del gobierno alemán estudiaban activar el mecanismo de resolución bancaria europea, que rescataría el banco haciendo quitas a acreedores, accionistas y a depósitos por encima de 100.000 euros.
El banco alemán tiene, según varios informes, unos 230.000 millones de euros de cash, pero las dudas sobre su exposición al opaco mercado de derivados hace tan frágil su situación que los inversores temen que ni siquiera pueda hacer frente a la multa estadounidense.
Mirá también: EE.UU. quiere multar al Deutsche Bank por US$ 14.000 millones
Deutsche Bank, creado en 1870 para financiar el desarrollo industrial de la Alemania de finales del siglo XIX, también sufre, como todo el sector en Europa, de las tasas de interés negativas aplicadas por el Banco Central Europeo, que a la vez que le fuerza a prestar también le dificulta obtener beneficios.
El director de Deutsche Bank, el británico John Cryan, envió ayer un correo electrónico a todo su personal: “nuestro banco está siendo objeto de especulaciones. Los rumores están provocando significativos altibajos en nuestra cotización bursátil. Nuestro deber es prevenir una percepción distorsionada. La confianza es el fundamento de un banco. Algunas fuerzas en los mercados están intentando dañar esta confianza”.
El banco defiende que tiene cómo hacer frente a la crisis porque asegura estar reduciendo su exposición a clientes de riesgo, espera sumar beneficios este semestre y dice tener 215.000 millones de euros en activos fáciles de vender. Pero ya en junio el FMI dijo que constituía “una fuente de riesgo mayor”.
No es sólo Deutsche Bank. El segundo banco privado germano, Commerzbank, anunció el jueves que despedirá al 20% de sus empleados dentro de un plan de reestructuración. En Europa hay fuertes dudas sobre la estabilidad de la banca italiana y en parte sobre la portuguesa. Pero sobre todo por la incapacidad de los bancos de generar beneficios en un entorno de tasas de interés negativas.
Una de las fuentes de ingresos de los bancos consistió durante años en refinanciarse a corto plazo a tasas menores de las que exigían para prestar a largo plazo. La política monetaria del BCE puso todas las tasas muy cerca de 0% eliminando prácticamente ese negocio.
Fuente: Clarín, 01/10/16.
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Los riesgos de la Internet de las Cosas
octubre 1, 2016
Un ejército de zombies agazapado en la Internet de las Cosas
¿Qué ocurriría si los piratas hackearan cientos de miles de dispositivos simples y autónomos conectados a la Red?

Desafortunadamente, como ocurre cada vez que aparece una tecnología potencialmente disruptiva, tendemos a pasar por alto su lado oscuro. A las advertencias que varios analistas venimos haciendo desde hace al menos un par de años, vino a sumarse estos días una amenaza concreta y abrumadora. Dicho simple, bandas de piratas informáticos están interviniendo decenas de miles de estos dispositivos de la Internet de las Cosas. Una vez comprometidos, pueden usarlos como un ejército de zombies para ejecutar un Ataque Distribuido de Denegación de Servicio (DDoS, por sus siglas en iniglés) contra sitios Web.
La técnica, de larga data en Internet, ha escalado a números prácticamente incomprensibles. La semana última, como informé aquí, el sitio de Brian Krebs sufrió oleadas de 620 gigabits por segundo (620.000 millones de bits por segundo; Gbps); era el ataque más grande que habíamos visto en la historia de la Red. Pero el récord le duró poco; unos días después, la misma banda se abalanzó sobre el proveedor de hosting francés OVH con un ataque a 990 Gbps. ¿Cómo lograron esa cifra demencial? Aparte de usar técnicas que permiten amplificar el volumen de los ataques, hackearon más de 150.000 cámaras IP y otros dispositivos de la Internet de las Cosas. ¿Por qué utilizaron este método?
La respuesta simple es: porque pudieron. Y pudieron porque, como ocurrió al principio con las computadoras personales, la Web y la movilidad, por citar tres hitos, nos encandilamos con la promesa de estas tecnologías y no pensamos en los riesgos de seguridad. Además, claro, siempre es más barato no ocuparse de la seguridad.
Las primeras PC estaban por completo expuestas a los virus. Todavía no existía Internet para particulares, pero los ataques llegaban en la forma de diskettes y archivos infectados. Luego, cuando nos conectamos, el delgado blindaje que habíamos conseguido, bajo la forma de antivirus, cedió ante el embate de gusanos como el LoveLetter (2000) y el Conficker (2008). Cuando las pérdidas económicas superaron las que podría causar un huracán, las compañías empezaron a hacer las cosas bien.
Pero pronto descubriríamos nuevos flancos expuestos. Por ejemplo, hace escasos 5 años, Facebook, Twitter y Hotmail, entre otros, sólo encriptaban el inicio de sesión. Eso podía ser más o menos seguro en un entorno de redes cableadas. Pero con puntos Wi-Fi abiertos y notebooks y smartphones, el caldo de cultivo quedó a punto para otra crisis. En 2011, el programador Eric Butler demostró, mediante una extensión para Firefox, que bastaba un doble clic para robarse una cuenta de Facebook o Twitter; esa extensión fue descargada más de 1 millón de veces. Sólo entonces estas compañías reaccionaron cifrando toda la sesión.
El mismo patrón, que podría titularse La seguridad es lo último de lo que nos ocupamos, sigue ahora la Internet de las Cosas.
Su protección frente a ataques es muchas veces (demasiadas veces) entre volátil y nula. Una gran cantidad de esos dispositivos no tienen establecida una contraseña o quedan con la de fábrica (que el delincuente, por supuesto, conoce). En no pocas ocasiones tienen activada la administración remota. Carecen de un reaseguro ante ataques de fuerza bruta (Twitter no lo tuvo sino hasta después del desastroso ataque de diciembre de 2009). Sus versiones de software pueden estar desactualizadas. Los errores de configuración, que dejan las puertas abiertas a los piratas, son más bien la regla que la excepción. Pero hay algo que ennegrece más el escenario: los dispositivos IoT necesariamente son muy numerosos y en general no interactuamos con ellos. Mientras haya Wi-Fi en la casa nadie se va a dar cuenta de que quizás el router está invadido. En una notebook tal vez observaríamos algún síntoma, no así en el router. O en la cámara. O en la cafetera. ¿Crema, azúcar y un toque de malware?
All together now
Como casi todo en tecnología, los ataques de denegación de servicio tienen muchos recovecos y bemoles. No entraré en el detalle, porque en este caso no es relevante. Un par de ejemplos históricos servirán para comprender la lógica de la mayoría de los DDoS (no todos). Recordarán lo que le pasó a Twitter cuando murió Michael Jackson. Exacto. Se cayó y apareció la ballenita. O lo que ocurrió con todos los sitios de noticias cuando Francisco fue elegido papa. Eso mismo. Estaban inaccesibles o tardaban demasiado en cargar. ¿Por qué ocurre esto? Porque los sitios reciben tal cantidad de visitas simultáneamente que agotan su ancho de banda. De allí su nombre. La página aparece fuera de servicio y esto ocurre porque cientos de miles, incluso varios millones de personas están solicitando ingresar al sitio. Es involuntario, claro, porque el público no tiene la intención de voltear los servidores.
Esto mismo puede conseguirse usando computadoras comprometidas por medio de un tipo de malware conocido genéricamente como botnet y, de nuevo, echando mano de un número de técnicas. Por ejemplo, es posible usar ciertos servicios normales de la Red para amplificar el volumen del ataque; bien conocidos son NTP (Network Time Protocol, que se usa para sincronizar relojes mediante Internet) y DNS (el servicio de nombres de dominio, esencial para resolver cualquier dirección de la Red).
No más pormenores técnicos, prometido. ¿Dónde entra la Internet de las Cosas? En un renglón que parece muy difícil de ver o de entender: cuando decimos que algo es inteligente significa que es una computadora conectada a la Red. Podrá ser pequeña y con un poder de cálculo limitado, pero sigue siendo una computadora conectada a Internet. Son como hormigas. Una sola no asusta a nadie. Pero ahora son legión. Y la cosa recién empieza. Cinco años atrás, Cisco predijo que en 2020 habrá 50.000 millones de dispositivos IoT. Son muchas hormigas, digamos.
Si con algo más de 150.000 dispositivos intervenidos los vándalos lograron una inundación de casi un terabit por segundo, es una señal bastante contundente de que, si queremos que la IoT sea recordada más por sus beneficios que por haberse convertido en una plaga descontrolada, es hora de dar ese salto cualitativo de seguridad que en su momento alcanzó a las computadoras, la Web y la movilidad. Que, dicho sea de paso, todavía están lejos de ser invulnerables.
Fuente: La Nación, 01/10/16.
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