Análisis económico del conflicto

marzo 10, 2013 · Imprimir este artículo

Para mendigos o malabaristas, cada esquina tiene precio
Por Juan Carlos de Pablo

El 28 de febrero pasado un limpiavidrios mató a otro, cuando disputaban quién debía «trabajar» en una de las esquinas de las avenidas 9 de Julio y Santa Fe. ¿Cómo es que no hay más casos como éste? ¿Qué diferencia existe entre el método de asignación de las esquinas entre los mendigos, los limpiavidrios y los malabaristas, y las «mafias» de los taxis que operan en los aeropuertos y las terminales de ómnibus?

Para saber más sobre esto entrevisté al norteamericano Jack Hirshleifer (1925-2005), quien al comienzo de su carrera analizó la economía de la información y más tarde se concentró en el análisis económico evolutivo y el de los conflictos. Fue uno de los pensadores más articulados y originales de la «vieja» escuela de economía de la Universidad de California, sede Los Ángeles, fundada por el recientemente fallecido Armen Albert Alchian y por Jacob Marschak.

-¿Qué es eso del análisis económico del conflicto?

-La gente consigue los bienes que necesita produciendo o conflictuando. A los grupos y a los países les ocurre lo mismo. Al país que se retrasa le aumentan los incentivos a conflictuar, porque la tajada que le puede sacar al que se adelantó es mayor (ejemplo: Corea del Norte). Por eso los grupos sociales empobrecidos son generalmente belicosos, y los que han mejorado más, pacíficos. La ventaja comparativa del débil es el conflicto, no la producción. Dentro del análisis económico la teoría del intercambio y la teoría del conflicto deberían tener la misma importancia.

-¿Quién determina qué mendigo pide en qué esquina, o qué malabarista entretiene a los automovilistas en qué semáforo?

-Es evidente que la «rentabilidad» de pedir o entretener no es la misma en cada esquina. ¿Alguien puede suponer que los 500 mendigos que piden en una ciudad, todos los días se dirigen a la esquina más redituable, uno llega primero y se instala, los otros 499 siguen hasta la segunda, y así sucesivamente? No. Lo más probable es que, escondido detrás de un árbol, exista un grandote que asigne los lugares.

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-¿Por qué haría eso?

-Porque cobra por el servicio que presta (en el límite, le saca a cada mendigo la renta generada en cada ubicación privilegiada, de manera que todos los que piden ganan lo mismo). Tiene sus costos, porque cada tanto debe poner en línea a los mendigos que se quieren cortar solos, y también tiene que defenderse de los otros grandotes que pretenden ocupar su puesto.

-¿Por qué un limpiavidrios mató a otro, entonces?

-Presumiblemente, porque falló la «organización». A propósito, en otros ámbitos la violencia es mucho más frecuente. Por ejemplo, entre las distintas barras bravas que disputan su lugar en determinados clubes de fútbol.

-¿Usted quiere decir que en casos como estos es imposible eliminar a la mafia?

-Efectivamente. Dada la naturaleza de la situación, a lo más que uno puede aspirar no es a la eliminación de las mafias, sino a reemplazar una mafia por otra. Por ejemplo, ¡por la propia! Dado esto, tampoco debe sorprender que cuando las mafias privadas son reemplazadas por funcionarios públicos, los comportamientos de aquéllos suelen ser imitados por éstos.

-¿Tiene esto inevitablemente que ser así?

-Una excepción ocurrió hace algunos años, en el subte de Nueva York. Las autoridades norteamericanas censaron el número de espacios para que músicos, prestidigitadores, etcétera, entretuvieran a los pasajeros. Convocaron a los postulantes en la Estación Central de la ciudad, les tomaron examen, y a los mejores les otorgaron un permiso para ocupar determinado espacio. Pero como digo, lamentablemente parece ser la excepción.

-¿Cuál es la diferencia entre la mafia de los mendigos y la de los taxis?

-Esta última discrimina entre los taxistas que pueden levantar pasajeros en los aeropuertos, y los que no. No están peleando por un espacio, sino por una clientela. Los casos se parecen en que quien tiene la fuerza cobra por el servicio que presta, pero mientras que la mafia de los mendigos y los malabaristas soluciona un problema de violencia, la que opera en los aeropuertos, no.

-Don Jack, muchas gracias.

Fuente: La Nación, 10/03/13.

Juan Carlos de Pablo

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