Argentina y la cuarta Globalización

febrero 19, 2019 · Imprimir este artículo

Superar el rezago para insertarnos en la cuarta globalización

Ahora lo que se globaliza ya no es lo que producimos, sino lo que hacemos. Y los servicois, protagonistas.

Por Marcelo Elizondo.

Dice Richard Baldwin (lanzando su último libro “The Globotics Upheavel”) que la globalización no solo no se detiene sino que avanza mutando de naturaleza.

Que es un lógico proceso de arbitraje ya que hay dos maneras legitimas de enriquecerse: vender más caro o comprar más barato; y la globalización ha permitido incrementar la riqueza en el mundo haciendo que los eficientes abastezcan mercados lejanos, los consumidores lleguen a lo que de otro modo no tendrían y los precios monetarios de la evolución desciendan.

Pero sostiene que han habido diversas globalizaciones. La primera (que comenzó en el siglo XIX) separó la producción del consumo y generó el primer auge del comercio internacional de bienes (se produce donde se es más eficiente y se destina a mercados importadores) aprovechando el avance del transporte y sin soporte gubernamental.

A ella le siguió la segunda globalización (como la explica P. Martin) que fue la que desarrolló aún más el comercio transfronterizo pero al amparo de instituciones internacionales creadas tras la Segunda Guerra Mundial. El comercio mundial de bienes creció 150 veces entre 1960 y 2018.

La tercera se produjo desde los años ’90 del siglo pasado, cuando la revolución de las comunicaciones hizo que lo que cruzaran las fronteras fueran no solo los bienes sino también las fábricas, produciéndose el crecimiento de la inversión transfronteriza (que se quintuplicó entre 1990 y 2017) y llevando la producción a países y continentes lejanos manteniendo sus características, pese a deslocalizarla, a través del envío internacional de know how (hay unas 100.000 empresas multinacionales en el mundo). Ha sido la época de mudanza productiva de los países ricos a los emergentes, a la que Gary Gereffi llamó la revolución de las cadenas globales de producción.

Pero, ahora, avanza una cuarta y reciente globalización que consiste en la internacionalización directa de la producción de servicios, lo que permite crear redes productivas en diversos lugares en el mundo en simultáneo a través de “telecommuting” o telemigraciones: personas conectadas en tiempo real trabajando en conjunto sin importar en qué lugar del planeta se encuentran (algo así como estar sentado frente a la computadora en una ciudad pero en términos reales actuar en una oficina en otro país).

Dice Baldwing que en esta nueva etapa lo que se globaliza (a diferencia de las anteriores) no es ya lo que producimos sino lo que hacemos. Y que los servicios son los protagonistas, pero no solo por su exportación -que se multiplicó por 12 desde 1980- sino por su mera producción -según UNCTAD el 46% del valor agregado en el comercio de mercancías físicas que se produce en el mundo está explicado por la incorporación de servicios en los bienes dentro de un mismo país-.

Lectura recomendada:  Alemania y China, ganadoras de la globalización

Ya todo es parte de un sistema (inversión emisiva y receptiva, comercio de bienes y servicios, alianzas estratégicas entre empresas integradas en procesos transfronterizos). El trabajo en sí se vuelve internacional y la competitividad ya es primordialmente una necesidad de las personas (y, luego, de las empresas en las que actúan) y no meramente de países.

Mientras, además, lo que se globaliza no es solo la economía sino la cultura, los movimientos y las prácticas. Esto explica que mientras el comercio de bienes físicos creció una vez (se duplicó) en un decenio, el flujo mundial de datos que abastece la producción creció 45 veces en ese lapso.

Pues ante este nuevo panorama es bueno advertir que en Argentina estamos algo atrasados. Al parecer no ingresamos con intensidad en las globalizaciones anteriores ya que las exportaciones mundiales de bienes y servicios (23 billones de dólares) representan 28% del producto planetario pero nuestras exportaciones explican 16% del nuestro y somos el país de Sudamérica con menor evolución en exportaciones desde que comenzó el siglo XXI, excluida Venezuela. Y además nuestro acervo de inversión extranjera directa (unos 100.000 millones de dólares) equivale solo al 15% del de Brasil, y es menor que el de México, Chile, Colombia, Panamá y Perú; mientras la emisión de inversión extranjera argentina al exterior es muy menor a la de Chile, Brasil, México o Colombia.

Pero como esta nueva globalización es de personas, aun sin moverse de su tierra, tenemos mucho pendiente en la educación y la instrucción. En el último índice del WEF, la mayor fortaleza argentina es su capital humano, y en habilidades de las personas el lugar en el ranking que nos toca es el 51ro (entre 140); pero en Argentina solo el 19% de los jóvenes adultos tienen un título terciario mientras un estudio de la OCDE muestra que a nivel global el porcentaje es 42% -y nos superan en esta materia Chile, (30%), Colombia (27%), Costa Rica (28%) y México (21%)-. A la vez, en Argentina se gradúan 31 universitarios por cada 10.000 habitantes por año, mientras en Brasil lo hacen 44 y en Chile y Colombia 61.

La inserción internacional, pues, ya no será externa sino que comienza en casa. Y exigirá además de comercio e inversiones internacionales, a personas globales.

Conviene ir preparándose. 

Fuente: Clarín, 19/02/19.

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