Argentina y Venezuela reviven el fantasma de la hiperinflación

febrero 6, 2014 · Imprimir este artículo

Argentina y Venezuela reviven el fantasma de la hiperinflación
Por Taos Turner, John Lyons y Juan Forero

BUENOS AIRES — Carlos Bianchi, el director de una funeraria en esta ciudad, no sabe cuánto cobrar por sus ataúdes, lo que ilustra los problemas económicos que asedian a Argentina y Venezuela.

La devaluación que el gobierno argentino realizó el mes pasado, uno de los factores que desataron una venta generalizada de divisas de los mercados emergentes, también contribuyó a que los precios se dispararan en el país.

Lo que complica los cálculos de Bianchi es que tiene que usar una moneda inestable y que se sigue depreciando, el peso, para comprar las partes importadas de sus productos.

«Tengo que decirles a los clientes que les puedo dar un ataúd hoy, pero tendrán que pagarlo después, a quién sabe qué precio», dice, cigarrillo en mano. «Nadie quiere hacer eso».

Argentina y Venezuela enfrentan un alza de la inflación y una posible recesión, lo que amenaza con generar nuevos vientos en contra en los precisos momentos en que América Latina se ha visto afectada por la desaceleración de la economía china y el pesimismo de los inversionistas acerca de los mercados emergentes.

Venezuela registró una inflación de 56,2% en 2013, una de las tasas más altas del mundo. Economistas independientes dicen que los precios en Argentina aumentaron cerca de 28% el año pasado. Para este año prevén una cifra más alta, debido a la devaluación del peso.

Venezuela, mientras tanto, parece encaminada hacia una recesión a medida que los estrictos controles de precios y la escasez de importaciones, ante la ausencia de moneda dura, paralizan la actividad económica. El banco central canceló el miércoles una subasta de dólares haciendo mención a ciertas «anomalías» que no explicó, lo que ejerce mayor presión sobre las importaciones.

inflaciónBank of America-Merrill Lynch pronostica una contracción de 3% en Argentina, en momentos en que se reduce la inversión y los consumidores gastan menos debido al alza en las tasas de interés y la disminución del poder adquisitivo.

Alberto Príncipe, de 71 años, propietario de un concesionario de Hyundai en un elegante barrio cerca de un campo de polo, lamenta que la historia de los ciclos de auge y caída se repita.

«Nuestros ciclos son casi bíblicos», lamenta. «Pero el simple hecho de que uno se acostumbre a la inflación no significa que es más fácil de abordar», dice. Las ventas de automóviles han sido buenas en los últimos años, reconoce, pero los nuevos impuestos y la devaluación son «letales», añade. Una camioneta todoterreno Santa Fe Premium, que hace un año costaba US$63.000, ahora vale US$100.000, explica. «El mercado se ha cerrado por completo», asevera.

Muchos economistas señalan que el decepcionante desempeño de Argentina y Venezuela es una reprimenda a la fuerte intervención estatal, controles de precios y la nacionalización de empresas que han marcado sus políticas durante más de una década. Ambos países ahora se arriesgan a revivir el tipo de inflación desbocada que caracterizó a América Latina durante la «década perdida» de los 80, pero que la mayoría de los expertos creía controlada para siempre. «Hay un riesgo de hiperinflación, de que los precios realmente comiencen a acelerarse enormemente», afirma Claudio Loser, economista argentino que trabajó en el FMI. «No digo que habrá hiperinflación, pero es un escenario muy factible. En Venezuela, ya está sucediendo».

Cuando la inflación se disparó en América Latina en décadas previas —en 1989 alcanzó una tasa de 5.000% en Argentina— muchos de los socios comerciales del país también registraban rápidos aumentos de precios. Pero eso ha cambiado, lo que convierte a Argentina y Venezuela en casos anómalos en una región que, de todos modos, acusará recibos de sus problemas.

Uno de los países afectados sería Brasil, que exportaría menos vehículos, autopartes, alimentos y bienes manufacturados a Argentina, uno de sus principales socios comerciales, lo que podría acentuar la desaceleración que ya está en curso.

Uruguay, cuya economía depende más de Argentina, está preocupado por una corrida contra los bancos de su vecino y una disminución del turismo.

A su vez, Venezuela, dicen economistas, ha empezado a hacer cesaciones de pagos selectivas: no ha pagado a aerolíneas europeas, empresas estadounidenses de servicios petroleros y exportadores de alimentos colombianos, entre otros, conforme lucha por conservar sus decrecientes reservas.

En Argentina, mucha gente ya cree que se aproxima una ola de inflación galopante y las tiendas ya empezaron a subir los precios para adelantarse a la devaluación del peso.

«Aumentamos los precios 15% en general tras la devaluación», afirma René Poirier, un vendedor de electrodomésticos en un suburbio de Buenos Aires. «Si no subís los precios, podés quedar atrapado y perder dinero», dijo rodeado de lavadoras y refrigeradores.

Los economistas señalan que se puede combatir la inflación en Argentina y Venezuela eliminando los subsidios y los controles de precios y de divisas.

No obstante, observadores indican que tanto la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, como el mandatario venezolano, Nicolás Maduro, tienen un interés político en oponerse a las estrategias económicas ortodoxas que respalda Estados Unidos, como el libre comercio.

El jefe de gabinete de Kirchner, Jorge Capitanich, culpó a los empresarios por el aumento de precios. «Vemos un ardid impulsado por comerciantes y empresarios inescrupulosos, que pretenden afectar el poder adquisitivo de las familias y consumidores», dijo a la prensa.

—Ezequiel Minaya contribuyó a este artículo.

Fuente: The Wall Street Journal, 06/02/14.

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