Brasil lucha contra la corrupción

noviembre 11, 2012 · Imprimir este artículo

En Brasil, la corrupción paga caro ante la Justicia
Por Jorge Castro

Los tres principales dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT) -José Dirceu, José Genoíno, Delubio Soares- fueron condenados por la Corte Suprema de Justicia brasileña por su participación en el “mensalão” (utilización de fondos públicos para asegurar el respaldo en el Congreso de partidos integrantes de la coalición de gobierno, a través de pagos mensuales).

Es la primera vez que esto ocurre en la historia de Brasil.

En los últimos dos años, la presidenta Dilma Rousseff ha removido a nueve ministros , representantes de los 14 partidos que integran la coalición oficial, tras haber sido acusados de utilizar sus ministerios como instrumentos de gestión privada, vinculada a sus organizaciones partidarias, en un ejercicio de lo que se denomina “fisiologismo” (autoalimentación).

Brasil es una confederación devenida en federación, sin perder su descentralización originaria. En ella, las unidades de representación son los estados, no los frágiles y volátiles partidos políticos.

Por eso el sistema político brasileño es la superposición de una república presidencialista y de otra parlamentaria, en la que están representados 16 partidos. Los partidos políticos de Brasil son una creación artificial del Estado que tuvo lugar después de la Segunda Guerra Mundial (Gobierno de Eurico Dutra /1946-1951), tras haber concluido la dictadura de Getulio Vargas (1930-1945).

La permanencia promedio de un diputado en el partido por el que ha sido elegido es un año y medio, y al terminar su mandato ha pasado por tres o cuatro siglas.

En los dos primeros años del gobierno de Lula, 102 congresistas cambiaron 237 veces de partido.

La Cámara de Diputados tiene 513 bancas y ningún partido controla más de 20% de los escaños. Esto obliga a la organización en el gobierno -el PT desde 2003- a establecer un mecanismo de acuerdos que le asegure una mayoría suficiente en el Congreso para lograr la aprobación de su agenda legislativa. De ahí que el sistema político haya sido descripto como “presidencialismo de coalición”. En él, la contraprestación que se otorga a los aliados es generalmente un ministerio o empresa del Estado.

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Lula fue elegido en la segunda vuelta de 2002 con más de 50% de los votos, pero el PT obtuvo 20% de los escaños en Diputados y una proporción menor en el Senado (89 diputados sobre 513 y 13 senadores sobre 81). La originalidad del PT en la construcción de un sistema de “presidencialismo de coalición” fue ocupar con sus cuadros casi la totalidad de los cargos del Ejecutivo, y establecer un sistema de alianzas exclusivamente en el Congreso.

La falta de contraprestación a los aliados con ministerios o empresas estatales, obligó a establecer un sistema de subsidios mensuales. Ese fue el “mensalão”. Un mecanismo de compensación financiera provocado por el monopolio petista del gobierno federal.

El “presidencialismo de coalición” está plenamente vigente, y se nota no sólo en las mayorías oficialistas en el Congreso, sino también en los 9 ministros que Rousseff ha cesado.

Los sistemas políticos están constituidos por el vínculo entre el Estado y los intereses públicos y privados, tanto de adentro como de afuera del país, que al unirse por la orientación que fija la autoridad política, le otorgan consistencia y vitalidad a las instituciones estatales. La política -hacer eficaz- transforma a un conjunto de instituciones en un instrumento de acción. De ahí que lo esencial en ellos sea el sentido y la orientación de su actividad.

La clave es el rumbo, la conducción. Por eso la economía y la política son fenómenos hondamente integrados. La distinción entre ellos es puramente analítica, no histórica ni orgánica. Vale sólo en las aulas académicas, no en la realidad del proceso histórico. Lo decisivo en Brasil no es el “mensalão”, sino la orientación de su sistema político a partir de 2003, y en realidad desde 1994 (Plan Real/gobierno de Fernando Henrique Cardoso).

Fuente: Clarín, 11/11/12.

Jorge Castro

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