China es una caja negra
agosto 26, 2015 · Imprimir este artículo
China es todavía una caja negra para el resto del mundo
Por su influencia, la economía china hace palidecer al resto del mundo, excepto a Estados Unidos. Pero en cuanto a transparencia, China sigue siendo sin lugar a dudas un mercado emergente, con políticas turbias, datos poco confiables y un opaco proceso de toma de decisiones.
Ese velo oscurece el entendimiento de la economía china y es una razón importante por la que su reciente desaceleración ha producido tanta agitación.
En general, los economistas dudan que el país asiático haya crecido a un robusto ritmo de 7% en el segundo trimestre, como dicen las estadísticas oficiales. Citando otros datos, como los de generación de energía y tráfico de pasajeros, algunos dicen que la tasa de expansión podría ser la mitad de ese porcentaje.
Del mismo modo, cuando hace dos semanas el Banco Popular de China devaluó su moneda —una medida que causó mucha de la actual turbulencia del mercado—, los funcionarios presentaron la decisión como parte de un esfuerzo a largo plazo para alinear el valor del yuan más estrechamente con las fuerzas del mercado. Algunos analistas externos, que señalan la falta de independencia del banco central, vieron un motivo más político: impulsar las exportaciones y de paso reforzar la credibilidad del Partido Comunista de China (PCCh) y su control del poder.
En muchas formas, China es más transparente que hace una década y no es peor que otros países cuyos problemas han golpeado a los mercados globales, como México o Rusia.
La diferencia es el tamaño. México representaba 2% del Producto Interno Bruto del mundo en términos de dólar cuando una devaluación del peso en 1994 desató la “crisis del tequila”. Los cinco países en el centro de la crisis asiática de 1997 representaban 4% del PIB mundial. Cuando Rusia se declaró en cesación de pagos en 1998, aportaba 1% del producto global.
China representa 15% de la producción económica mundial. Es un mercado de exportación importante para países industrializados como Japón y Alemania y para productores de commodities como los países de América Latina y Australia. Su economía contribuye con una buena porción del crecimiento de las ganancias de muchas multinacionales occidentales.
Japón representaba una cuota comparable del PIB cuando sus burbujas bursátil e inmobiliaria estallaron a comienzos de los años 90. Pero Japón era miembro del grupo de las siete economías más avanzadas, que cuentan con instituciones democráticas estables y responsables. China es mucho más difícil de leer que cualquier miembro del G-7.
“Con mis contrapartes en el G-7 y muchos del G-20 se producían conversaciones francas y honestas, estaba en el teléfono con mucha frecuencia, a menudo semanalmente”, recuerda un ex funcionario del departamento del Tesoro de EE.UU. que aún trata mucho con China en representación de la industria financiera. “Con China, usted no sabe a quién llamar. Es difícil saber dónde se toman las decisiones o quién está a cargo”.
En parte, la transparencia introducida en los últimos tiempos ha sido para cumplir con las exigencias de otros países y de instituciones como la Organización Mundial del Comercio y el Fondo Monetario Internacional. Muchas de las reglas y regulaciones de China son publicadas en línea. La prensa extranjera tiene una presencia significativa y fue admitida a una conferencia de prensa del banco central luego del anuncio del yuan.
Nick Lardy, experto en China del Instituto Peterson para Economías Internacionales, dice que las sospechas sobre las estadísticas de ese país son exageradas. La Oficina de Estadística Nacional de China se ha esforzado por mejorar los datos desde 2008, dice, incluyendo la realización de dos censos gigantes con 10 millones de encuestadores. La agencia ha defendido la confiabilidad de sus datos.
“China mantendrá un crecimiento con una velocidad que va de mediana a alta” este año, dijo un vocero de la embajada china en Washington, añadiendo que el país mantiene “una política y entorno legal abierto y transparente”.
China también depende menos que antes de las estadísticas de los gobiernos locales cuando calcula el PIB y más en sus propios sondeos. Los funcionarios locales parecían estar bajo mayor presión para mostrar resultados positivos. Al añadir el PIB de las provincias en China, el resultado es una cifra mucho más alta que la reportada por la Oficina Nacional de Estadística.
De todas maneras, no hay estadísticas de un país avanzado que sean vistas con tanto escepticismo como las de China. En 2007, Li Keqiang, ahora el primer ministro chino, le dijo al embajador estadounidense, según un memorando filtrado por WikiLeaks, que la medición del PIB es hecha por humanos y por lo tanto poco confiable.
Li, que entonces era el jefe del PCCh en la provincia de Liaoning, dijo que miraba datos de electricidad, carga ferroviaria y préstamos para calcular mejor la actividad económica. Desde entonces, varios analistas han ideado índices basados en las estadísticas favoritas de Li.
En Londres, Capital Economics analizó la actividad de carga, electricidad, desarrollo de propiedades, transporte de pasajeros y envíos por mar, y concluyó que la economía china se expandió a un ritmo mucho más lento en el segundo trimestre que lo reportado por el gobierno. Lombard Street Research, otra firma de investigación de Londres, usa otro enfoque, incluyendo una medida diferente de inflación, y su resultado es una tasa de crecimiento de 3,7%.
Las estadísticas de China son “extrañamente estables de trimestre a trimestre”, dice Mark Williams, analista de Capital Economics. Por ejemplo, la tasa de desempleo es de 4,1% casi cada trimestre.
Los analistas han tratado de eludir fallas y agujeros en los datos. Los que están en el sector inmobiliario visitan proyectos de viviendas para contar los medidores de gas y así tener una idea de cuántos apartamentos están ocupados. Los comerciantes de acero intercambian historias con sus competidores sobre la cantidad de acero en los depósitos.
Pero la falta de información es más problemática cuando puede ocultar aspectos importantes de la economía. Por ejemplo, China publica los datos de sus reservas internacionales pero no revela si han sido prestadas y si, en consecuencia, son de disponibilidad inmediata. China ha prometido comenzar a dar esa información hacia finales de este año, señala Ted Truman, un ex funcionario del Tesoro de EE.UU. actualmente en el Instituto Peterson. China tampoco revela confidencialmente al FMI la composición de sus reservas, como lo hacen muchos países.
Los bancos centrales se han vuelto, en su mayoría, más independientes y transparentes, y publican detalladas minutas de sus reuniones, proyecciones y metas numéricas. El banco central chino se ha abierto un poco, pero sus decisiones más importantes deben ser aprobadas por la cúpula ya sea del gobierno o del PCCh. Si alguna de estas entidades “anula las decisiones del banco central, nunca obtendremos las minutas” de esa decisión, señala un ejecutivo de Wall Street.
Los líderes chinos son herederos de una tradición de secretos. En 1971, cuando el sucesor designado de Mao Zedong murió antes que éste, el público no fue informado durante dos meses. En el contexto de la actual campaña contra la corrupción, aún pueden pasar semanas o meses entre el momento en que algún alto dirigente desaparece de la escena y el momento en que se anuncia su detención.
Durante años, la opacidad china generó un efecto de Mago de Oz. “Los líderes chinos eran percibidos como grandes y omnipotentes gerentes que tenía un preciso enfoque de arriba abajo”, dijo Diana Choyleva, economista jefe de Lombard Street Research. Los funcionarios económicos de Beijing tenían muchas más palancas que sus contrapartes occidentales, como ordenar a los bancos estatales que prestaran a industrias específicas. La ausencia de democracia era vista como algo que les daba más libertad para actuar, como ocurrió en 2008 y 2009, cuando China puso en marcha un gigantesco plan de estímulo.
Esta opacidad parece haber sido contraproducente últimamente. Las intervenciones de los funcionarios en el mercado de acciones parecen inefectivas y en el caso de la tasa de cambio contradictorias. Esa preocupación sobre la estabilidad interna es un factor que el resto del mundo tendrá que sopesar a la hora de observar los actos de China.
Las opiniones sobre las habilidades chinas para diseñar sus políticas pueden haber girado en forma demasiado amplia desde omnipotente a impotente. El gobierno chino aún conserva influencia sobre su economía a través de su propiedad de los bancos y los límites a los flujos transfronterizos de capital.
El intento de estimular el crecimiento a través de mayores riesgos crediticios y de inversión agrava la peligrosa acumulación de deuda que siguió al primer programa de estímulo. Aun así, una desaceleración económica podría debilitar el apoyo al presidente Xi Jinping en una China de creciente clase media, y envalentonar a los críticos que toman distancia de la campaña contra la corrupción, dice Cheng Li, de la Institución Brookings, un centro de estudios de Washington.
Fuente: The Wall Street Journal, 26/08/15.
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