China y Estados Unidos, socios e interdependientes

junio 9, 2013 · Imprimir este artículo

China y EE.UU., socios e interdependientes
Por Jorge Castro

EE.UU. y China tienen en sus manos la gobernabilidad del sistema mundial en la segunda década del siglo XXI.

El comercio bilateral ascendió a US$ 493.000 millones en 2011 y este año superaría los US$ 600.000 millones. Desde el ingreso de China en la OMC (2001), las exportaciones norteamericanas aumentaron 542% (en este mismo período, las colocaciones estadounidenses en el resto del mundo crecieron 80%) y las ventas de las firmas estadounidenses radicadas en China ascendieron el año pasado a US$ 169.000 millones.

EE.UU. no sólo exporta bienes de equipo y de capital de alta tecnología. Las ventas de carnes de cerdo aumentaron 600% anual en los últimos 5 años y los farmers se han convertido en proveedores esenciales de proteínas cárnicas de la población china.

El déficit norteamericano en la balanza bilateral (US$ 301.600 millones en 2011) es un fenómeno de restricción óptica. El saldo negativo de EE.UU. con Asia, incluyendo China, es el mismo que hace 10 años. También desapareció la subvaluación del renminbi (RMB), que se ha apreciado 30% desde 2005, y a medida que se valorizaba, el comercio bilateral aumentaba cada vez más.

China es el principal acreedor externo de EE.UU., y el segundo interno, después de la Reserva Federal. No hay país en el mundo más interesado en el éxito económico de EE.UU. que la República Popular.

El Banco Mundial estima que el consumo chino se incrementaría 6 veces hasta 2027 (US$ 10 billones por año) y la clase media ascendería a 575 millones de personas en 2020, el doble que la población estadounidense. Por eso, las firmas manufactureras norteamericanas instaladas en China multiplicarían por 3/4 sus ventas en el territorio continental.

La necesidad histórica –globalización/revolución tecnológica– impone la cooperación estratégica entre EE.UU. y China.

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Es el hecho geopolítico que obliga a colaborar estratégicamente a los dos principales países del mundo actual, así como la amenaza soviética selló el mutuo respaldo entre Richard Nixon y Mao Tse Tung en 1972, con la mediación de Henry Kissinger.

El siguiente paso, probablemente discutido en la reunión californiana, es la elaboración de una visión estratégica común de alcance global, que perciba en forma compartida el sentido –dirección, significado– de los acontecimientos mundiales.

La cooperación estratégica basada en una visión común entre ambos países es el escudo que protege su integración estructural, así como la unipolaridad hegemónica estadounidense permitió el despliegue de la globalización entre 1991 y 2008. L a prioridad estratégica de EE.UU. está ahora en Asia, no más en Medio Oriente, Europa o América del Sur (salvo Brasil). La conversión del continente asiático en el punto principal de la agenda norteamericana tiene un significado esencialmente político, antes que económico o comercial, porque EE.UU.

no ejerce más la unipolaridad hegemónica del sistema mundial.

China crece sobre la base de su demanda doméstica y el consumo individual y a medida que lo hace, profundiza su integración en Asia, a través de las cadenas trasnacionales de producción, y en este camino se convierte en el eje de la demanda global.

Mao dijo que en el diagnóstico estratégico lo esencial es “descubrir la dirección de los acontecimientos (…), su energía potencial”. Su visión estratégica tiene un significado holístico, que integra en toda situación pasado y futuro, fuerza y debilidad, lejanía y cercanía. Presume que “el mundo nunca puede ser dominado, y que sólo se puede armonizar con sus tendencias centrales”. En esta escuela se ha formado Xi Jinping, el interlocutor de Obama esta semana.

Fuente: Clarín, 09/06/13.

Jorge Castro

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