El comercio acelera los cambios geopolíticos

abril 6, 2014 · Imprimir este artículo

El comercio acelera los cambios geopolíticos.
Por Jorge Castro.

El comercio internacional de México con el resto de América Latina representa 4% del total, y menos del 1% el que mantiene con sus pares de la Alianza del Pacífico (Colombia, Perú y Chile); y sus exportaciones manufactureras (US$ 330.615 millones en 2013) son más del doble que la suma de las ventas industriales del resto de la región y se dirigen en un 92% al mercado norteamericano.

La participación en la Alianza no representa para México una mejora en sus exportaciones, sino un posicionamiento geopolítico/estratégico global, dentro del proceso de integración mundial acelerado de la segunda década del siglo XXI.

Los cuatro miembros de la Alianza tienen acuerdos de libre comercio (TLC) con EE.UU. y Europa, y dos de ellos poseen sendos tratados con China (Chile y Perú). La relevancia de los países de la Alianza del Pacífico no se mide por el PBI, el monto de las exportaciones o la específica inserción internacional, sino por su condición de protagonistas de las redes que constituyen el actual sistema mundial.

La integración del capitalismo representa hoy el marco de lo posible y lo imposible para todos los países y regiones del mundo. El sistema se caracterizó en la década pasada por el traslado del eje del proceso de acumulación desde el mundo avanzado al emergente. En la década actual, el equilibrio internacional se revierte, como consecuencia del despliegue de una nueva revolución industrial en los países avanzados.

La balanza del poder mundial ofrece hoy una doble dimensión: la fijación de las reglas de juego de la economía global (comercio/ inversiones/transferencia de tecnología) y el plano estrictamente geopolítico (estratégico/militar), como ha quedado de relieve con la crisis ucraniana y la contienda estratégico/naval entre China y Japón (Mar del Sur y el Este de China); y por carácter aproximativo con EE.UU., garante de seguridad del ex imperio nipón.

China es la principal potencia comercial del mundo y su industria constituye el núcleo decisivo de las cadenas globales de producción. Esto sucede cuando la República Popular se ha convertido en un actor fundamental de la nueva estructura del poder mundial, en la que EE.UU. no ejerce más la unipolaridad hegemónica que asumió en 1991.

La secuencia de las exportaciones chinas es la siguiente: eran 31% mayores que las de EE.UU. en 2009, crecieron a 62% en 2012 y se duplicarían en 2015. Al mismo tiempo, China aumenta sistemáticamente el gasto militar. En 2013 ascendió a US$ 114.500 millones (+10,7% respecto de 2012) y es el segundo del mundo después de EE.UU.

El gasto de defensa en EE.UU. alcanzó a US$ 577.000 millones el año pasado, cifra superior a la suma de los gastos militares de los 10 países que lo siguen en orden de importancia.

China destina 1/3 de su presupuesto militar al desarrollo de una flota naval de aguas profundas, que ya incursiona en el Índico y en el Pacífico Sur, hasta acercarse a las costas americanas.

La respuesta norteamericana al desafío chino son dos iniciativas de carácter estrictamente estratégico: el acuerdo del Transpacífico, con el que aspira a integrarse con 12 países de la región, incluyendo Japón; y el tratado del Transatlántico, con el que se integraría con 27 países europeos, encabezados por Alemania.

La más relevante es la iniciativa del Transatlántico, porque alberga a los protagonistas de la “nueva revolución industrial”.

EE.UU. y China son aliados estratégicos (Annenberg, California, 3-5 junio 2013) y al mismo tiempo contendientes geopolíticos, que pujan en el mundo entero, pero especialmente en Asia, en las aguas del Sur y Este del Pacífico (poder naval).

La integración no es lo contrario del conflicto, sino una forma sublimada de realizarlo.

Es una contienda que en vez de frenar la globalización, la acelera y profundiza. Todo surge del conflicto y gracias a él.

Fuente: Clarín, 06/04/14.

Jorge Castro

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