Se le conoce en los círculos de bonos como “el enigma”. Y podría convertirse en el próximo gran desafío de Janet Yellen.
Se prevé que en algún momento este año la Reserva Federal de Estados Unidos empiece a aumentar la tasa de interés de referencia de corto plazo, conocida como la tasa de fondos federales, desde su nivel actual de casi cero. El objetivo es impulsar las tasas de interés de todos los plazos, desde deuda que vence en 30 días hasta la de 30 años, para evitar alimentar la formación de burbujas en la economía y los mercados.
Sin embargo, aunque los inversionistas y analistas anticipan que la Fed no tendrá grandes inconvenientes a la hora de elevar las tasas de interés de corto plazo en el mercado de bonos, ya que están estrechamente vinculadas a la tasa de referencia de la Fed, algunos observadores creen que el banco central tendrá problemas para incrementar las tasas de plazos más largos. Esto complicaría sus esfuerzos para normalizar la economía.
En 2005, el entonces presidente de la Fed, Alan Greenspan, utilizó la palabra “enigma” para describir la persistencia de tasas de interés de largo plazo bajas o en descenso a pesar de que la Fed había subido las tasas de corto plazo durante 17 reuniones consecutivas entre 2004 y 2006.
“Este es el enigma 2.0”, expresó Erik Schiller, gestor sénior de portafolio de bonos soberanos globales en la división de renta fija de Prudential Financial Inc. que supervisa unos US$530.000 millones en activos.
Muchos inversionistas, autoridades y reguladores observan muy de cerca la relación de las tasas de interés en el tiempo, lo que se conoce en el mundo de la inversión como la curva de rendimientos, como un indicador de la salud de la economía.
Una curva de rendimientos empinada —es decir, una brecha amplia entre las tasas de interés de corto plazo y las de largo plazo— es considerada saludable por múltiples motivos.
La deuda de plazos más largos, por ejemplo, tiende a reflejar las perspectivas de los inversionistas sobre la economía. Si el mercado demanda rendimientos más altos, esto indica que prevé que el crecimiento es lo suficientemente robusto para que la inflación vaya absorbiendo sus pagos de interés fijos a lo largo del tiempo.
No es lo único. Los bancos generan sus ganancias al endeudarse de manera relativamente barata a corto plazo y prestar dinero por periodos más largos a tasas de interés más altas. Si los bancos se sienten cómodos y empiezan a otorgar más crédito, esto se traduce en más endeudamiento y gasto por parte de países, empresas y personas.
Por el contrario, una curva de rendimientos plana o invertida —en la que las tasas a largo plazo están por debajo de las de corto plazo— a menudo ha presagiado una economía en aprietos o incluso una recesión. La última vez que esto ocurrió fue en junio de 2007, poco antes del estallido de la crisis financiera y la posterior recesión. También sucedió en diciembre de 2000, conforme la economía estadounidense caía en recesión.
El enigma de Yellen de 2015 proviene de una situación muy distinta.
Las tasas de interés son marcadamente bajas en todos los plazos, principalmente porque la Fed ha dedicado gran parte de los últimos siete años a mantener su tasa de referencia cercana a cero y comprar billones de dólares de bonos soberanos.
Ahora, sin embargo, conforme la economía estadounidense cobra fuerza, otras economías se están debilitando. Las tasas de interés en Europa, por ejemplo, son incluso menores a las de EE.UU., lo que está llevando a los inversionistas globales a comprar bonos del Tesoro estadounidense. La demanda está causando un aumento en los precios y un descenso en los rendimientos, lo que contradice las expectativas de que las tasas comenzarían a subir en anticipación a las medidas de la Fed. La robusta demanda por la deuda estadounidense probablemente continuará e incluso podría aumentar a medida que la Fed eleve las tasas, lo que crearía una tensión paradójica en el mercado.
Los inversionistas extranjeros aumentaron sus tenencias de bonos soberanos estadounidenses en US$361.000 millones el año pasado, a US$6,154 billones al final de diciembre, el alza más veloz en dos años, según Jonathan Rick, estratega de derivados de tasas de interés en Crédit Agricole en Nueva York.
“Probablemente habrá una mayor demanda por los bonos del Tesoro de EE.UU. en vista de sus competitivos rendimientos relativos”, vaticinó James Sarni, director ejecutivo sénior de Payden & Regal en Los Ángeles, que gestiona unos US$85.000 millones.
Fuente: The Wall Street Journal, 23/03/15.
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