El futuro de Venezuela

diciembre 4, 2015 · Imprimir este artículo

La pobreza se convierte en el eje de las disputadas elecciones en Venezuela

Por Kejal Vyas.

Según un estudio de Encovi, un consorcio de profesores universitarios, 76% de los venezolanos vive en situación de pobreza.
Según un estudio de Encovi, un consorcio de profesores universitarios, 76% de los venezolanos vive en situación de pobreza.

FILA DE TURGUA, Venezuela — El fallecido presidente Hugo Chávez ganó la lealtad de parte de la población mediante la distribución de miles de millones de petrodólares para sacar a millones de venezolanos de la pobreza. El dinero, sin embargo, se ha agotado para el sucesor que él eligió a dedo: el presidente Nicolás Maduro.

VenezuelaMenos de tres años después de la llegada de Maduro al Palacio de Miraflores, la economía del país está en ruinas, perjudicada por los bajos precios del petróleo, y la pobreza es más prevalente que cuando el chavismo, el movimiento de izquierda promovido por Chávez, tomó el poder hace casi 17 años.

Los males económicos de Venezuela han convertido la pobreza en un tema central de campaña con miras a las elecciones legislativas del domingo. Según las encuestas, el gobernante Partido Socialista Unido podría perder su mayoría, en momentos en que los ciudadanos enfrentan una inflación de tres dígitos, una escasez crónica de alimentos y un colapso general de las instituciones del estado de bienestar que alguna vez repartieron lo que parecía una interminable reserva de comida barata y vivienda gratuita.

“En vez de sacarnos de la pobreza, este gobierno nos ha dejado más pobres que nunca”, dice Yamileth García, una asistente escolar que por 26 años ha vivido en Fila de Turgua, un enclave montañoso empobrecido al sur de Caracas.

Los problemas que enfrentan unos 20.000 residentes de Turgua, que tiene cuatro clínicas públicas pero ningún médico, reflejan la decadencia de los estándares de vida que está empujando a millones de personas de vuelta a la pobreza.

Muchos de los residentes del pueblo viven en casuchas de adobe y techo de hojalata, con suministro restringido de agua y electricidad. Mercal, un minorista del gobierno, limita las compras de bienes marcadamente rebajados a una vez por semana, pero hace poco permaneció cerrado por tres semanas seguidas. Cuando abrió, permitió la compra de una porción de carne por cliente, y aparte de eso ofrecía sólo arroz, pasta y leche en polvo. “Eso no es suficiente para una familia”, dice García. “Realmente necesitamos un cambio”.

Un nuevo estudio realizado por Encovi, un consorcio de profesores universitarios venezolanos, indica que 76% de los ciudadanos viven ahora en situación de pobreza cuando se mide por ingresos, el nivel más alto desde 1975. Eso se compara con un máximo de 55% y un mínimo de 21% durante la presidencia de Chávez.

La medición de la pobreza, algo complicado en cualquier parte, es aún más difícil en Venezuela por la escasez de datos. El gobierno dejó de publicar estadísticas de pobreza tras la llegada de Maduro al poder en 2013 y no ha dado a conocer indicadores económicos básicos como la inflación y la producción desde fines de 2014.

Otra pieza del rompecabezas es el engorroso sistema cambiario, que al componerse de cuatro tasas de conversión muy diferentes para el dólar dificulta la comparación internacional de los ingresos de los venezolanos. Al cambio oficial de 6,3 bolívares por dólar, los venezolanos parecen ganar US$1.500 al mes. No obstante, con el precio del mercado negro que la gente usa en la calle, el salario se reduce a unos US$12 al mes, la mitad del ingreso de un cubano promedio.

Los controles de precios del gobierno, que mantienen baratos productos básicos como el arroz y la harina de maíz, también causan distorsiones. Los artículos bajo este control son escasos, lo que lleva a los venezolanos a pagar en el mercado negro varias veces más que el precio fijado por el gobierno.

Una familia típica necesita el equivalente a ocho salarios mínimos para comprar un mes de suministro de alimentos, según el grupo de investigación Cenda. Un reciente sondeo de Consultores 21, una firma de consultoría de Caracas, indicó que casi un tercio de los venezolanos no puede tener tres comidas al día. “En general, los avances que lograron bajo el gobierno de Chávez han desaparecido completamente en los últimos dos años”, dice Daniel Fermín, investigador de políticas de la Universidad Católica Andrés Bello, quien ha estudiado el colapso de los servicios públicos en Turgua.

El pueblo está a kilómetros de la capital, pero pocos buses se atreven a tomar las carreteras a medio pavimentar para llegar allá.

En octubre, el gobierno suministró tres autobuses fabricados por la china Yutong para aliviar el aislamiento. Sin embargo, dadas las condiciones decrépitas de las vías, los funcionarios locales dicen que es cuestión de tiempo para que los vehículos terminen como los últimos tres que entregó el gobierno, oxidándose en un lote vacío porque la escasez de dólares ha reducido la capacidad de importar repuestos.

“El gobierno nos lanza los autobuses sin ningún apoyo de mantenimiento”, dice Gustavo Cisneros, un vocero del consejo comunitario. “Es un desperdicio”.

El declive de los estándares de vida es demasiado evidente para Ludiana Altuve, directora del colegio privado Mano Amiga La Montaña, en Turgua.

Después de investigar quejas de profesores de que dos estudiantes (de 4 y 6 años) llegaban a clase débiles y desorientados, Altuve descubrió que la familia de los chicos no tenía dinero para darles desayuno. Los dos niños le habían pedido ayuda al guardia de seguridad, que sólo algunas veces pudo comprarles comida. Los menores fueron inscriptos en un programa de desayunos gratuitos de una fundación católica que ahora alimenta más del doble de estudiantes que hace un año. “El problema es que el gobierno nunca sacó a nadie de la pobreza aquí dándoles educación o algo sostenible”, señala Altuve.

La delincuencia rampante, otro problema que pesa de forma desproporcionada sobre los pobres, también ha golpeado el colegio y la comunidad que lo rodea, lo que ha convertido el lugar en un caldo de cultivo para pandillas violentas que reclutan a los jóvenes desilusionados y secuestran a víctimas a cambio del pago de rescates.

El año pasado, el cuerpo de Eliecer Otaiza, un concejal pro gobierno de Caracas, fue encontrado en Turgua con cuatro balazos. Una mañana reciente, relata Altuve, los estudiantes que llegaban a Mano Amiga hallaron el cuerpo de un hombre asesinado a tiros en la puerta del colegio. En agosto, una de sus profesores fue asesinada por un familiar joven al que ella había intentado sacar de una pandilla.

En el escuela estatal Creación Turgua, ubicada poco más arriba en la sierra, el rector Elvis Andrade dice que el establecimiento de 10 aulas es a menudo víctima de apagones, y en semanas recientes sufrió el robo de un televisor, tres monitores de computadora, ventiladores e incluso una de las dos bombas de agua del edificio. “Tratamos de no pensar mucho en eso y seguir pa’lante”, dice Andrade.

—Anatoly Kurmanaev contribuyó a este artículo.

Fuente: The Wall Street Journal, 04/12/15.

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El gobierno de Maduro se enfrenta a la creciente oposición electoral

Por Juan Forero y Anatoly Kurmanaev

El presidente Nicolás Maduro saluda a partidarios durante un evento de campaña en Caracas.
El presidente Nicolás Maduro saluda a partidarios durante un evento de campaña en Caracas. 

CARACAS — El gobierno socialista de Venezuela, enfrentando la posibilidad de su primera gran derrota electoral en los comicios legislativos del domingo, está respondiendo a la fuerte oposición recurriendo a la comprobada táctica de generar miedo y conseguir favores.

Empleados estatales están siendo presionados para que voten por los candidatos del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) o que se arriesguen a ser despedidos, indicaron empleados públicos en entrevistas. En discursos y manifestaciones, los funcionarios le recuerdan a la gente cuánto dependen de la generosidad del gobierno, al tiempo que les dicen a las abuelas que una nueva Asamblea Nacional recortará las pensiones.

A los pobres se les dice que la oposición cerrará los mercados de alimentos subsidiados por el gobierno y las clínicas gratuitas, pese a que la oposición se comprometió a mantenerlas abiertas.

Y si pese a eso los votantes prefieren a los opositores, el presidente Nicolás Maduro dice que su gobierno podría entrar en “rebelión” y rehusarse a ceder el poder, insinuando que usaría la fuerza de ser necesario.

“Imagínense ustedes que ellos puedan dominar la Asamblea Nacional”, dijo Maduro en un discurso televisado esta semana. “Yo no me dejaría, lo juro, no me dejaría maniatar por nadie. Me lanzaría a las calles con el pueblo”.

El PSUV ha ganado cerca de 10 puntos porcentuales desde septiembre, según la encuestadora IVAD. Aun así, la oposición tenía una ventaja de 52% contra 32% entre los votantes comprometidos en el sondeo realizado a mediados de noviembre, la encuesta pública disponible más reciente.

Más de la mitad de los votantes venezolanos cree que su sufragio, el cual se registra electrónicamente, no es secreto, según una encuesta reciente de la Universidad Católica Andrés Bello, de Caracas. Uno de cada seis electores trabaja en el gobierno y uno de cada cuatro se beneficia de programas de gasto social, los cuales son promocionados por el gobierno por varias horas todos los días en más de media decena de canales de televisión estatales.

“El miedo a la retaliación es significativo”, dice Benigno Alarcón, director de ciencias políticas de la Universidad Católica Andrés Bello. “Eso puede producir un cambio del resultado en ciertas circunscripciones”.

Tales tácticas, y un complicado sistema de votación en el que las áreas rurales, donde el gobierno es más fuerte, tienen más peso podrían perjudicar los resultados de la oposición, dicen expertos electorales, lo cual podría significar menos poder para los opositores de Maduro en la Asamblea Nacional incluso en el caso de que ganen.

“Mira, ha funcionado”, dice un administrador de un ministerio, describiendo la presión de sus superiores para apoyar al gobierno. “Afecta a las personas débiles. Dicen: ‘Quiero votar por la oposición’, pero después: ‘Yo tengo niños, una mamá, tengo que cuidar a mi familia’”.

El Ministerio para la Comunicación y la Información y el Consejo Nacional Electoral no respondieron a correos electrónicos ni llamadas solicitando comentarios sobre las presuntas tácticas de presión del gobierno sobre los votantes.

Los comicios del domingo para elegir los 167 legisladores de la Asamblea Nacional se han convertido en un plebiscite para el Maduro, quien ha administrado por 32 meses un país con la inflación más alta del mundo, escasez de bienes básicos y repuestos, y la segunda tasa de homicidios más alta del mundo.

El gobierno ha usado una variedad de herramientas para crear lo que los expertos electorales dentro y fuera de Venezuela llaman un campo de juego disparejo. En la compleja papeleta para el domingo, los funcionarios incluso le dieron a un partido pro gobierno un nombre y un logotipo casi idénticos a los de la coalición opositora.

Organizaciones con años de experiencia monitoreando elecciones, como la Organización de Estados Americanos, tienen prohibido supervisar estos comicios. Y el gobierno ha usado su abrumadora presencia en los medios, incluyendo su influencia en los que están en manos privadas, para trasmitir su mensaje: una victoria de la oposición resultaría en caos.

Esta semana, la cadena de televisión Globovisión, alguna vez una detractora acérrima del gobierno antes de que fuera comprada por un consorcio cercano al gobierno de Maduro, dejó de emitir de repente anuncios de la oposición luego de recibir una llamada del gobierno, según dos empleados del canal.

Los avisos fueron restituidos al día siguiente después de que la oposición presentó una queja ante las autoridades electorales, aunque no hubo un pronunciamiento oficial sobre el incidente.

“Es un enfoque desordenado y con todo a la manipulación electoral”, dice Harold Trinkunas, director de la Iniciativa para América Latina de la Brookings Institution, quien nació en Venezuela. “Están tratando de mover la aguja con todo lo que pueden con el propósito de mantener bajos los números de la oposición el día de las elecciones, para asegurase de que mantendrá una mayoría simple”.

Los tres millones de empleados públicos de Venezuela enfrentan la mayor presión. Una jefa de departamento en el Ministerio de Justicia dice que sus superiores la obligan junto con otros a participar en manifestaciones a favor del gobierno, donde se toma lista de asistencia.

“El mensaje es: tú puedes perder tu trabajo”, cuenta, explicando cómo guardias de seguridad son ubicados en los puntos de salida de las manifestaciones para evitar que los asistentes se vayan antes de que se acabe el evento.

La presión no siempre es efectiva. En el barrio 23 de enero, un sector de edificios que es un bastión de apoyo del gobierno, algunos residentes dicen que resienten la intromisión del Estado.

“Ellos son el gato y nosotros el pueblo somos una bola de cuerda con la que juegan”, señala Mirna Hernández, de 63 años y propietaria de una tienda.

José Mirador, que vende muebles y electrodomésticos, recibió esta semana una computadora gratis gracias a un programa reciente del gobierno. Dice que planea votar por la oposición, pero que el mensaje de miedo del gobierno ha tenido efecto entre los pobres.

“El pueblo quiere cambio, pero tienen miedo”, señala.

El gobierno también ha optado por una estrategia que hace eco en muchos votantes: usar la imagen del fallecido líder populista Hugo Chávez, que tenía una conexión casi mística con los pobres.

Una abrumadora mayoría de los venezolanos está insatisfecha con la forma en que están las cosas en el país. Sin embargo, al preguntárseles si se debería seguir con las políticas de Chávez, 43% respondió que sí, según una encuesta dada a conocer el jueves por el Pew Research Center.

Levis Tovar, un carpintero de 42 años, dice que ni sueña con votar por la oposición. Su argumento es que Maduro se ha adherido a las ideas de Chávez.

“Yo voté por el gobierno para siempre y eso no va a cambiar”, asegura.

—Sara Schaefer Muñoz contribuyó a este artículo.

Fuente: The Wall Street Journal, 04/12/15.

Venezuela es una dictadura

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