Gregor MacGregor (1786-1845) |
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Gregor MacGregor nació en Stirlingshire (Escocia) el día de Navidad de 1786, hijo de Daniel MacGregor, capitán de navío que trabajaba para la Compañía Británica de las Indias Orientales, y de Ann Austin, hija de un médico. Su padre murió en 1794, dejando en precaria situación económica a su viuda y a sus tres hijos, que fueron criados con ayuda de sus familiares. Gregor se alistó en marzo de 1803, con apenas 16 años, en el 57º Regimiento de Infantería de West Middlesex, donde ascendió con rapidez; en febrero de 1804 ya era teniente. En 1805 se casó con Mary Bowater, hija del almirante Edward Bowater y miembro de una familia rica e influyente. Poco después era nombrado capitán y jefe de compañía.
En 1809, el regimiento de MacGregor fue enviado a Portugal para reforzar las tropas del duque de Wellington, que combatían a los soldados de Napoleón en la Península. Durante algunos meses estuvo adscrito al ejército portugués, pero en 1810 dejó el ejército británico, al parecer por discrepancias con sus superiores, y volvió a Gran Bretaña. Se instaló con su esposa en Edimburgo (donde se atribuyó falsamente el rango de coronel) y posteriormente se mudaron a Londres, donde se hacía llamar Sir Gregor MacGregor y afirmaba ser descendiente del héroe escocés Robert «Rob Roy» MacGregor y jefe de su clan (en realidad, su familia pertenecía a una rama secundaria del clan). A finales de 1811, su esposa Mary murió, viéndose privado de la ayuda económica y social que la familia de ésta les prestaba, por lo que, tras vender sus posesiones, se embarcó rumbo a Sudamérica, entrando con el rango de coronel al servicio de los movimientos independentistas que por entonces luchaban por la emancipación de las colonas españolas.
Sirvió a las órdenes de varios de los más importantes líderes independentistas sudamericanos: Francisco de Miranda (que lo ascendió a general de brigada), Simón Bolívar, Antonio Nariño, Custodio García Rovira… y se ganó fama de fanfarrón y de no ser mucho de fiar. No obstante, participó en acciones destacadas durante las luchas entre independentistas y realistas: la Campaña del Magdalena con Bolívar, la toma de Santa Fe, la Expedición de Los Cayos, la célebre «Retirada de los Seiscientos»… Estas acciones y su boda al poco de llegar a Venezuela con Josefa Aristeguieta y Lovera (dama de la alta sociedad caraqueña y prima de Simón Bolívar) cimentaron un cierto prestigio entre los independentistas.
En 1817, Simón Bolívar le nombra general de división y le concede la Orden de los Libertadores, y le envía a Florida (la última colonia española en Norteamérica) para organizar una sublevación y conseguir la ayuda de los EEUU. Sin embargo, la misión tiene escaso éxito; lo único que consigue MacGregor es someter en junio la pequeña isla de Amelia con un grupo de soldados venezolanos y mercenarios contratados en Savannah y Charleston, proclamando la República de Florida y autonombrándose «Brigadier general de las provincias unidas de Nueva Granada y Venezuela y general en jefe de los ejércitos de las dos Floridas». Sin embargo, la ocupación apenas duró dos meses; ante la falta de financiación y suministros, MacGregor y los suyos dejaron la isla en manos del corsario francomexicano Luís Aury (quien a su vez sería desalojado por tropas norteamericanas en diciembre de 1817). En 1819 organiza desde Londres el intento de tomar la ciudad de Portobelo, que termina en desastre: de los 500 hombres que componen la expedición, sólo una docena logran huir, entre ellos MacGregor. Poco después, es elegido diputado en el Congreso Constituyente de Cúcuta (Colombia) representando a isla Margarita, pero en lugar de asumir su cargo, sigue avanzando al frente de un grupo de soldados hacia la costa de Nicaragua.
La Costa de Mosquito |
En Nicaragua atracó en la llamada Costa de Mosquito, una región inhóspita y salvaje, habitada únicamente por tribus indígenas, donde todos los intentos de colonización habían fracasado y que había sido brevemente (entre 1749 y 1787) un protectorado británico. Allí, MacGregor firmó en abril de 1820 un acuerdo con el cacique local que se hacía llamar rey George Frederick August I, quien mantenía estrechas relaciones con la colonia de Honduras Británica (la actual Belice), para la colonización de una región llamada Poyais, habitada por una tribu de igual nombre, en las cercanías de la desembocadura del Río Negro. Según se dice, MacGregor logró firmar el acuerdo tras emborrachar concienzudamente al rey con whisky y ron.
Ese mismo año de 1820, MacGregor está de vuelta en Inglaterra con su esposa. Y lo hace a lo grande, dejándose llevar una vez más por su afición a los títulos rimbombantes (y falsos) y anunciándose como Gregor I, príncipe del Principado de Poyais y cacique de la tribu poyais. Según su versión, su Principado, concedido por el rey George, tenía su capital en St. Joseph, una ciudad próspera e industriosa, fundada por colonos británicos en torno a 1730, que contaba con un parlamento democrático, un banco, un ejército, un gran puerto e incluso un teatro de la ópera. Además había amplias extensiones de terrenos fértiles esperando para ser aprovechados, yacimientos de oro y plata, mano de obra indígena barata, etc. Todas estas maravillas venían explicadas en un libro titulado Sketch of the Mosquito Shore, including the Territory of Poyais, que se editó por aquellas fechas, escrito por un tal capitán Thomas Strangeways, que no era sino un seudónimo del propio MacGregor. También se dice que se garantizó la amistad y el apoyo de algunas importantes figuras de la época gracias al oportuno reparto de sobornos y regalos.
Las fantasiosas invenciones de MacGregor tuvieron éxito inmediato en Gran Bretaña. Los ingleses desconocían prácticamente todo de las colonias españolas en América, pero llevaban siglos intentando hacerse con una parte de los beneficios que producían sus muchas materias primas y su comercio. Y ahora, con los movimientos independentistas, veían con avidez cómo la oportunidad se acercaba. Lo que contaba el escocés era demasiado bonito como para no creerlo. Además, el atractivo del matrimonio MacGregor ayudaba a extender la fama de Poyais. Él, con su aura de héroe militar, con su uniforme venezolano profusamente cargado de medallas, alardeando de ser descendiente de Rob Roy y de tener un antepasado entre los supervivientes del Proyecto Darién (un frustrado intento de colonización de Panamá por colonos escoceses a finales del siglo XVII). Ella, por su exótica belleza y su elegancia, que la hacían muy solicitada en todos los salones de la nobleza inglesa. La farsa llegó a tal extremo que incluso el rey Jorge IV nombró Sir a MacGregor para favorecer el entendimiento entre ambos países. MacGregor también creo una Delegación de Poyais, con sede en Dowgate Hill, cerca del centro financiero de Londres, donde organizaba reuniones y suntuosos banquetes a los que invitaba a altos dignatarios, embajadores extranjeros, importantes militares… Todo ello daba verosimilitud y consistencia a su historia. Y cuando se hubo ganado la confianza de la sociedad inglesa y los contactos adecuados en las altas esferas, pudo dar comienzo a su verdadero plan: hacerse rico vendiendo a los crédulos todo lo que tuviera que ver con Poyais.
Aparte de en Londres, abrió «oficinas de Poyais» en otras localidades inglesas y escocesas, como Glasgow, Stirling o Edimburgo, en las que ofrecía lotes de tierras en Poyais (al competitivo precio de tres peniques y tres chelines el acre) a aquellos que quisieran asentarse allí. Pero no se limitó a vender tierras, sino que puso a la venta todo tipo de cargos en la administración y en el ejército de Poyais. Incluso llegó a imprimir dinero de Poyais, que cambió por dinero inglés a los futuros colonos. En 1822 puso a la venta bonos, respaldados supuestamente por el Banco y el Gobierno de Poyais, con un interés muy jugoso, con los que ganó 200000 libras, destinadas según él a fomentar el progreso y el desarrollo del Principado. Nadie puso en duda su credibilidad (además, otros gobiernos americanos de reciente formación como Chile o Colombia habían hecho lo mismo).
Certificado de propiedad de tierras en Poyais |
Papel moneda de Poyais |
A finales de 1822, el primer barco con destino a Poyais, el Honduras Packet, partió de Londres llevando a unos 70 colonos. En enero de 1823 le seguiría el Kennersley Castle, que partió del puerto de Leith (Escocia) con otros 200 colonos. Cuando llegaron a Nicaragua, por más que los barcos recorrieron la costa no pudieron dar con el supuesto puerto de St. Joseph. Pese a todo, los colonos optaron por desembarcar. Pero aquella región, empobrecida y sin recursos, distaba mucho de ser el paraíso que les habían vendido. Las enfermedades tropicales se cebaron con ellos, provocando una gran mortandad. En abril llegó a la zona el Mexican Eagle, un buque procedente de la Honduras Británica, a bordo del cual iba el rey George, que les anunció que el tratado con MacGregor estaba roto porque éste se había extralimitado en sus atribuciones. Los apenas 60 supervivientes fueron evacuados y no regresaron a Gran Bretaña hasta octubre.
El retorno de los frustrados colonos fue enseguida noticia de portada en los periódicos de la City. Aunque algunos de ellos seguían defendiendo a MacGregor, creyendo que también había sido engañado por el rey George, no tardaron en extenderse las acusaciones de que todo era un vulgar timo. Un decreto de la República de Colombia fechado el 8 de julio de 1824 declaraba oficialmente la inexistencia del principado. Aún así, MacGregor, gracias a sus amistades, logró evitar que se abriera una investigación oficial. Sin embargo, viendo que aumentaba la publicidad negativa y que los que habían comprado sus bonos le exigían el pago de los intereses, decidió poner tierra de por medio y se fue a Francia, donde trató de repetir la jugada, presentándose ahora como presidente de la República de Poyais (llegó incluso a publicar una Constitución de su ficticio país, en buena parte copiada de la de los Estados Unidos). De nuevo comenzó a vender lotes de tierras a los interesados en convertirse en colonos, además de intentar vender bonos y acciones de una supuesta Compañía de Poyais. Pero las autoridades francesas estuvieron más diligentes que las británicas y a finales de 1825 MacGregor y varios de sus colaboradores fueron arrestados acusados de fraude. El falso presidente de Poyais permaneció dos meses en prisión y fue sometido a dos juicios, aunque salió absuelto.
En 1826 MacGregor retornó a Londres, donde los ecos de la fracasada expedición a Poyais se habían apagado bastante. Abrió una nueva oficina y trató de poner de nuevo en marcha su engaño, pero esta vez sin éxito. Intentó una nueva emisión de bonos que fracasó estrepitosamente y sus nuevas ofertas de terrenos en Poyais no despertaron interés alguno. De hecho, empezaron a surgir imitadores que usaban el mismo engaño ofreciendo tierras en Poyais a precios mucho más bajos que los suyos. También se tuvo que enfrentar a los compradores de su primera emisión de bonos, que le reclamaban lo que les debía, a los que tuvo que pagar con nuevos bonos. Su ya escasa credibilidad se vio todavía más en entredicho cuando se supo que el nuevo rey de la Costa de Mosquito, Robert Charles Frederic (hermano del anterior) había vendido los territorios que MacGregor reclamaba como suyos a varias empresas madereras.
MacGregor trató de repetir la estafa poniendo a la venta más tierras en Poyais en 1831, 1834 y 1837, sin éxito. Finalmente, en 1839, completamente arruinado, solicitó al gobierno de Venezuela que le concediera la nacionalidad venezolana y recuperar su rango de general, así como una pensión por los servicios prestados, que le fue concedida. Se trasladó a vivir a Caracas, donde se dedicó a la cría de gusanos de seda, y allí murió en 1845, enfermo y casi ciego.
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