El impacto de China en Australia

septiembre 12, 2013 · Imprimir este artículo

El freno chino empuja un cambio en Australia
Por Jorge Castro

Australia enfrenta un punto de inflexión en su historia, al disputar ayer elecciones generales en las que se enfrentaron el primer ministro laborista Kevin Rudd y su contendiente liberal-nacional, Tony Abbott. La ex colonia británica es el país del mundo avanzado más profundamente transformado por el desarrollo de la economía china de los últimos 30 años.

Este impacto transformador se ha realizado a través de una doble vía: los mejores términos de intercambio de su historia (precios relativos de sus exportaciones vs precios relativos de sus importaciones), que ascendieron a 160 puntos en 2010, frente a 100 promedio que tuvo entre 1900 y 2000; y en segundo lugar el aumento incesante de sus exportaciones a China, sobre todo carbón y mineral de hierro, que representan 35% del total (5,7% del PBI).

El resultado han sido 22 años de crecimiento consecutivo -el período más largo de expansión del mundo capitalista avanzado- y un fenomenal boom de inversión, que supera los US$ 260.000 millones en el sector minero, y trepa a US$ 860.000 millones al abarcar las inversiones comprometidas en el área energética (gas) en los próximos 10 años. Por eso, con 22,3 millones de habitantes, tiene uno de los 3 mayores niveles de ingreso per cápita del mundo (US$ 67.000 anuales). Ahora China -contracara y fuente estructural del auge australiano- ha consolidado la desaceleración de su economía, y crecería 7,6% este año (2 puntos y medio por debajo del promedio de las últimas tres décadas: 9,9% anual).

De ahí que haya caído la demanda de minerales/metales en el mercado mundial, en una proporción de 15%/ 20% en los últimos dos años, sobre todo mineral de hierro y cobre.

Australia es el mayor vendedor mundial del primero, y el primer exportador de materias primas del mundo.

Lectura recomendada:  El futuro de China

La desaceleración de la economía china es un aspecto subordinado de su actual mecanismo de acumulación, en que crece arrastrada por la demanda doméstica, guiada por el aumento del consumo individual. Este fenómeno de expansión doméstica acentúa su integración con el resto de la región, a través de la más gigantesca red de cadenas de producción y ensamblaje. Son sinónimos el auge de la demanda china y la expansión de Asia, salvo Japón.

Esta tendencia central tiene la siguiente cuantificación: China triplicó su participación en el PBI global en los últimos 20 años, y volvería a hacerlo en 2030. Para entonces, Asia-Pacífico sería responsable de 50% del producto mundial; y sus 4.000 millones de habitantes adquirirían un ingreso per cápita promedio de US$ 15.000 anuales.

La conversión de China/Asia en el eje del proceso de acumulación global responde a un doble impulso, demográfico y urbanístico.

La nueva clase media abarcará a 2.500 millones de personas en 2030 y 44 millones de campesinos se transforman todos los años en pobladores urbanos.

Esto ha ocasionado que el precio del mineral de hierro haya aumentado 13 veces en los últimos 10 años y 5 el del cobre. La disminución de la demanda de materias primas en China es una subespecie accesoria dentro de una tendencia central abrumadoramente dominante de urbanización y expansión de la clase media.

El punto de inflexión de Australia no es una metáfora literaria. Entre 2000 y 2010 creció sobre la base de los mejores términos de intercambio de los últimos 140 años, mientras que su productividad declinó sistemáticamente (era 1,6% por año hasta 1999 y cayó luego a 0,6% anual, mientras que el PBI per cápita era 88% del norteamericano y disminuyó ahora a 83%.

La ecuación del éxito australiano se ha revertido 180 grados.

No puede crecer ahora sino sobre la base del aumento de la productividad de todos los factores. Los acontecimientos han limitado drásticamente las opciones del país más exitoso del capitalismo avanzado. Si no cambia, no podrá ser un protagonista significativo del “Siglo de Asia”, su región.

Fuente: Clarín, 08/09/13

Jorge Castro

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